
𝟮𝟰 𝖺𝗆𝗉𝗅𝗂𝖿𝗂𝖼𝖺𝗍𝗂𝗈𝗇
—Son cuatro pasos —dijo Stiles en cuanto estuvieron reunidos en la casa McCall, con un tono decidido—. Entramos a Eichen, accedemos a la unidad restringida, tomamos a Lydia, salimos.
—Y debemos hacer todo esto superando camilleros, guardias, puertas con cerradura eléctrica, y un muro de serbal —dijo Scott, cruzando los brazos mientras recorría a cada uno con la mirada.
—¿Tienes un plan para todo eso? —preguntó Malia, con las cejas arqueadas.
Stiles sacó una tarjeta.
—Anoche le robé esto a un camillero. Pero es inútil, cambian los códigos cada noche.
—¿Por qué lo tomaste? —frunció el ceño Brett, confundido, mientras miraba de reojo a su novia, que no parecía sorprendida.
—Voy a eso.
—La única forma de sacarla es que la llave sirva otra vez —dijo con rapidez Scott, para no perder el hilo de la conversación.
—¿Cómo lo harás? —preguntó Liam, ladeando la cabeza con curiosidad.
—Llegaremos a eso, solo escuchen —replicó Stiles, algo ansioso, mientras Maya encendía su computadora portátil y la giraba hacia los demás.
—Saqué todo el historial de la llave anoche —explicó ella, señalando la pantalla—. Hace dos semanas, hubo una baja de voltaje y el sistema de seguridad se reinició.
—Durante el reinicio, todas las llaves regresaron a un código estándar —continuó Stiles—. Si provocamos un reinicio...
—La llave regresará al código estándar, ¿no? —interrumpió Brett, juntando las piezas rápidamente. Ambos asintieron—. Y funcionará otra vez.
—¿Cómo causaremos una baja de voltaje? —preguntó Kira, confundida.
—Es tu parte —dijo Scott, dirigiéndose a ella con seriedad—. Quitarás la energía desde la línea principal, solo lo suficiente para causar una baja de voltaje.
—Si causas un apagón, dejarás Eichen bajo llave, lo que sería malo —agregó Stiles rápidamente, levantando las manos—. Muy, muy malo.
—Hay un transformador atrás de la recepción —continuó Scott, señalando los puntos clave en un plano desplegado sobre la mesa—. La línea principal va a dos interruptores que llevan energía a todo Eichen.
—Hay un pequeño problema, no sé cómo hacerlo —confesó Kira, nerviosa, mientras apretaba los labios.
—No importa, tienes tiempo para practicar —respondió Stiles con un intento de calma.
—Digamos que esto sale bien... —Malia rompió el silencio, mirándolos a todos—. ¿Cómo una baja de voltaje nos lleva a la unidad restringida de Eichen?
—El sistema tarda cinco minutos en reiniciar —respondió Maya, volteándose hacia ella.
—En esos cinco minutos, las alarmas se apagan y la llave debería funcionar —añadió el de lunares.
—Liam, tú, Brett y yo llevamos a Stiles a la puerta de la unidad restringida —indicó el pelinegro, mirando directamente al beta, quien asintió. Luego se giró hacia la rubia—. Tú irás por los túneles con la ayuda de Mason para llegar donde él y ayudarlo.
Maya asintió sin titubear. Scott prosiguió:
—Nosotros no podremos pasar por el muro de serbal que habrá en la puerta. Y cuando salgamos, los guardias solo pensarán que el sistema de seguridad se reinició por una baja de voltaje.
—¿Preguntas? —Stiles miró alrededor con expectativa.
—Para empezar, ¿cómo entraremos a Eichen?
—¿Qué es lo peor que puede pasar?
—¿Y si no puedo hacerlo?
Brett soltó un suspiro, cubriendo su rostro con las manos mientras Maya le daba unas palmaditas en el hombro para reconfortarlo.
—Lo admito, muchas cosas pueden salir mal —exclamó el humano, alzando las manos en un gesto de rendición.
—Todo puede salir mal —respondió el hombre lobo.
El alfa miró a cada uno con seriedad.
—Chicos, si no lo hacemos, perdemos a Lydia —dijo, con un tono firme y decidido—. Esta noche morirá ahí. Y podría llevarse a muchos inocentes con ella.
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Scott, Liam y Brett habían ido a buscar a Melissa para recoger algunas bolsas, mientras Maya acompañaba a Stiles a la estación de policía y Malia se quedaba en la escuela para ayudar a Kira.
—Es el peor plan que he oído —dijo Parrish, dejando las llaves frente a ellos con un gesto de incredulidad.
—Bueno, el plan es perfecto y funcionará perfecto —respondió Stiles, visiblemente indignado.
—Especialmente si aceptas conducir la camioneta —añadió Maya con una sonrisa inocente, empujando las llaves hacia el hombre de uniforme.
—¿El alguacil está de acuerdo? —Parrish alzó una ceja con escepticismo.
—¿Cómo crees que conseguimos la llave?
—Creí que las habían robado.
—Es una suposición razonable —dijo Stiles, ladeando la cabeza—. No las robamos. Y te necesitamos porque los guardias de Eichen conocen a los oficiales del alguacil. Necesitamos un oficial real. Y uno que no haga preguntas.
—No es seguro llevarme —respondió Parrish, soltando un suspiro pesado. Los dos lo miraron confundidos—. Soy peligroso.
—También lo es el hombre lobo gigante asesino que mató a 30 personas, o más si es posible, pero de alguna forma no te mató —replicó Maya con sarcasmo.
El mayor miró a ambos un instante antes de tomar las llaves con resignación.
—Ya vuelvo —le dijo la chica a su amigo mientras se alejaba.
—Sí —respondió él con un gesto distraído, aunque no dejó de seguirla con la mirada mientras se alejaba.
Maya sacó su teléfono y marcó rápidamente un número. La llamada fue contestada tras unos segundos.
—Maya, ¿qué…?
—Sé lo que hiciste que hiciera mi hermano, y ahora lo pagarás —dijo ella con un tono amenazante que cortó cualquier intento de respuesta al otro lado—. Voy por ti, Raeken.
Y colgó antes de que el chico pudiera protestar.
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—¿Afectó toda la escuela? —preguntó Scott impresionado al regresar a casa.
—Afectó toda la red eléctrica —respondió Malia, aún sorprendida por lo ocurrido.
—Mira, fallé todos los intentos —suspiró apenada Kira, apartando la mirada—. No funcionará.
—¿Hasta dónde podemos llegar sin la baja de voltaje? —preguntó Brett, cruzándose de brazos.
—La puerta —respondió Maya, volteándose hacia él.
—Iremos —dijo Scott con decisión.
—Scott, nos acabamos las cajas de focos —replicó su novia con tono serio.
—No importa —dijo el chico, acercándose a ella con confianza—. Puedes hacerlo.
—La llave no funcionará sin el reinicio, y no hay reinicio sin baja de voltaje.
—Sé que puedes hacerlo.
Scott miró al resto del grupo, buscando respaldo.
—¿Alguien cree que no puede?
—Yo no —respondió Liam, nervioso.
—Stiles y yo fuimos quienes te metimos al plan —se encogió de hombros Maya.
—Lo lograrás —añadió Brett, aunque su tono no inspiraba demasiada confianza.
Cuando todos miraron a Malia, esperando su respuesta, ella arqueó las cejas.
—¿Qué?
—Yo también creo en ti, Kira —murmuró Stiles, casi en un susurro.
—Yo quedaré encerrada en un transformador con ella —dijo ella exasperada, antes de suspirar al cruzarse con la mirada firme de Maya—. Puedes hacerlo.
Kira soltó un suspiro derrotado.
—Están locos, chicos. Vamos a morir.
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Malia y Kira entraron a Eichen con un grupo de personas mientras que Scott, Stiles, Brett y Liam aguardaban para entrar con Parrish.
En paralelo, Maya había descendido a los túneles debajo de Eichen a través de una alcantarilla en la calle frente al lugar.
—Bien —dijo, comenzando a caminar con paso decidido—. ¿Por dónde?
—Sigue derecho y dobla a la izquierda —dijo Mason, quien tenía los planos de los túneles y se los iba dictando desde su teléfono. La chica siguió las indicaciones—. Bien. Ahora por ese pasillo y luego dobla a la derecha.
—Entendido...
Mientras avanzaba, el teléfono de Maya vibró. Sacó el dispositivo sin detenerse y leyó los mensajes que aparecieron en la pantalla.
𝗦𝘁𝗶𝗹𝗲𝘀
𝖳𝖾𝗇𝖾𝗆𝗈𝗌 𝗎𝗇 𝗉𝖾𝗊𝗎𝖾𝗇̃𝗈 𝗉𝗋𝗈𝖻𝗅𝖾𝗆𝗂𝗍𝖺...
𝗠𝗮𝘆𝗮
𝖰𝗎𝖾́ 𝗁𝗂𝖼𝗂𝖾𝗋𝗈𝗇?
𝗦𝘁𝗶𝗹𝗲𝘀
¡𝖭𝗈𝗌𝗈𝗍𝗋𝗈𝗌 𝗇𝖺𝖽𝖺!
𝖯𝖾𝗋𝗈 𝖾𝗅 𝗅𝖾𝖼𝗍𝗈𝗋 𝗇𝗈 𝖾𝗌𝗍𝖺́, 𝗅𝗈 𝗊𝗎𝗂𝗍𝖺𝗋𝗈𝗇
𝗦𝘁𝗶𝗹𝗲𝘀
𝖲𝖼𝗈𝗍𝗍 𝖽𝗂𝖼𝖾 𝗊𝗎𝖾 𝗍𝖺𝗅 𝗏𝖾𝗓 𝖿𝗎𝖾 𝖼𝗎𝖺𝗇𝖽𝗈 𝗅𝗈𝗌 𝖣𝗈𝖼𝗍𝗈𝗋𝖾𝗌 𝗏𝗂𝗇𝗂𝖾𝗋𝗈𝗇 𝗅𝖺 𝗈𝗍𝗋𝖺 𝗏𝖾𝗓
𝗠𝗮𝘆𝗮
𝖡𝗎𝖾𝗇𝗈, 𝗌𝗂 𝗅𝗈𝗌 𝖼𝗁𝗂𝖼𝗈𝗌 𝖾𝗌𝗍𝖺́𝗇 𝖺𝗁𝗂́, 𝖽𝗂𝗅𝖾𝗌 𝗊𝗎𝖾 𝗅𝖺 𝖽𝖾𝗋𝗋𝗂𝖻𝖾𝗇
Sin esperar una respuesta, la menor guardó el teléfono y continuó avanzando.
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—¿Mason? —llamó a su amigo al llegar a lo que parecía ser una parte más secreta de Eichen—. Creo que entré.
—Perfecto —respondió Mason, sonriendo aliviado—. Bien, escucha. Desde aquí ya no puedo ayudarte porque no tengo esos planos, pero, ¿puedes seguir el aroma de Lydia?
—Creo que sí. —Maya olisqueó el aire con cuidado y comenzó a caminar de nuevo—. Sí, tengo su aroma. Es débil, pero está ahí.
—Bien. Suerte y, por favor, ten cuidado.
—Lo tendré. Gracias.
Para ganar tiempo, Maya comenzó a correr por los estrechos pasillos, siguiendo el rastro de Lydia. Giró en varias esquinas y atravesó corredores oscuros hasta llegar a una escalera metálica. Sin dudar, empezó a subirla, aunque pronto percibió el sonido de agua corriendo y el inconfundible latido de corazones cercanos.
Deben ser las duchas, pensó.
Y tenía razón.
Desafortunadamente, las duchas no tenían cortinas, y algunos chicos estaban allí. Maya se detuvo en seco, maldijo por lo bajo y, murmurando varios "lo siento", bajó la mirada al suelo y pasó rápidamente hacia la puerta.
Antes de salir, se aseguró de que los pasillos estuvieran despejados. Una vez que confirmó que no había nadie, salió en silencio y retomó su camino, esperando no cruzarse con más problemas.
Casi corriendo, llegó a una puerta. Al entrar, se encontró con una reja adicional que bloqueaba el paso. Justo cuando se disponía a abrirla, vio a Stiles aparecer del otro lado del pasillo.
Stiles avanzó rápidamente hacia ella al verla.
—¿Estás bien?
Maya solo asintió, sus ojos escaneando la habitación hasta que se giró hacia la derecha. Su respiración se detuvo por un instante, un jadeo de sorpresa escapó de sus labios al ver a cierta persona acostada en una cama.
Era Lydia.
Ambos amigos cruzaron el umbral, deteniéndose al notar la herida en la nuca de la pelirroja y cómo estaba atada a la cama. Lydia levantó la vista, sus ojos brillaban débilmente, pero había reconocimiento en ellos.
—¿Chicos?
Stiles no dudó en acercarse a ella, mientras Maya se quedaba junto a la puerta, vigilando.
—No pueden estar aquí —murmuró Lydia, su voz temblorosa. Stiles, al observar la herida y las correas, sintió un nudo en el estómago—. Si se quedan, van a morir. Todos ustedes.
Stiles ignoró sus palabras y comenzó a trabajar en las ataduras, su respiración acelerada mientras tiraba de las correas.
—Stiles... —murmuró Maya, mientras escuchaba un sonido a lo lejos—. ¿Stiles? Ahí viene.
—No dejaremos a Lydia aquí.
—Debes hacerlo —dijo Lydia, sus ojos llenos de preocupación mientras escuchaban la puerta abriéndose. Su voz se quebró—. Chicos, váyanse. Por favor.
La puerta se abrió lentamente, y Valack entró en la habitación, sus pasos lentos. Lydia desvió la mirada hacia el techo, su rostro endurecido mientras él tomaba asiento en una silla junto a su cama.
—Concéntrate, Lydia —ordenó Valack mientras pasaba un algodón por la herida en su nuca.
—¿Qué me hizo? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Aumenté tus habilidades. Algo que puede salvar la vida de tus amigos.
Lydia parpadeó, sus pensamientos escapando en palabras.
—Theo y Hayden, lo encontraron. Estaban buscando a Noah, pero encontraron el signo. Un círculo dentro de otro círculo, tallado en la pared. El signo de la manada de Scott.
Valack levantó la vista con interés.
—Era más que un símbolo, ¿verdad? Era una promesa para reunirlos.
Desde su escondite, Stiles y Maya observaban con tensión, sus ojos siguiéndolo todo.
—Sí...
—¿Pero Scott ya lo hizo? ¿Vendrá por ti? —preguntó Valack, cuando la alarma de una puerta abriéndose nuevamente resonó en el pasillo.
—Alguien viene... pero no es Scott.
Los amigos contuvieron la respiración al ver a Theo entrar al lugar, acompañado por Tracy, Josh y Corey.
—No quieres hacer esto, Theo. Está a salvo aquí. Los Doctores del Miedo aún no saben lo importante que es ella —dijo el hombre, su mirada fija en el recién llegado.
Tracy no dudó. Se lanzó hacia Valack, acorralándolo contra la pared y agarrándolo por el cuello con fuerza.
—No se ve bien —comentó Josh, su mirada posándose en Lydia.
—Tiene un hoyo en la cabeza. Eso no se ve bien en nadie —respondió Corey con un tono nervioso.
Theo se acercó a ella, inclinándose para observar la herida con una mueca.
—No puedo creer que esto en verdad sea un establecimiento médico —dijo con incredulidad—: Recógela. La sacaremos de aquí.
Valack lo miró con una ceja levantada.
—¿Qué querría una manada de quimeras con una banshee?
Theo no vaciló en su respuesta.
—No quiero una banshee. Busco un Sabueso Infernal.
Desde las sombras, Maya y Stiles intercambiaron una mirada. Sus pensamientos se interrumpieron cuando la puerta se destruyó con una explosión de fuego. Parrish entró, sus ojos brillando como el fuego mismo.
—Quieres un Sabueso Infernal... Creo que encontraste uno.
Un rugido ensordecedor resonó por los pasillos. Maya sintió cómo algo dentro de ella reaccionaba al sonido, y cuando Stiles giró la cabeza hacia ella, vio cómo los ojos de la chica brillaban con un intenso color ámbar.
Scott llamaba a su manada.
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