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𝟭𝟰 𝖺 𝗇𝗈𝗏𝖺𝗅 𝖺𝗉𝗉𝗋𝗈𝖺𝖼𝗁

—Los Doctores del Miedo por T.R. McCammon —leyó Lydia en voz alta al ver la portada del libro que la mujer coyote encontró en la habitación de Tracy.

—¿Qué? —preguntó Maya al notar que Lydia se había detenido, examinando el libro con atención.

—No sé —dijo ella mientras volvía a caminar—. Tiene algo. ¿Alguien ya lo leyó?

—Solo yo —contestó Malia encogiéndose de hombros—. Y no entendí nada.

—Tal vez todos debamos leerlo.

—Kira ya está trabajando en eso.

Las dos mayores acompañaron a Maya hasta su casillero para que pudiera sacar sus libros.

—Stiles no encuentra nada sobre el autor —mencionó Malia, recargada en el casillero de al lado.

—Le dije a Brett, y él cree que es un seudónimo —comentó Maya mientras sacaba su libro de física.

Lydia le dio la vuelta al libro para leer la sinopsis en la parte de atrás.

—"En un pequeño pueblo, los jóvenes son enterrados vivos —comenzó a leer. Las otras dos intercambiaron una mirada al escuchar la descripción—. Días después, aparecen transformados, sembrando desastre y terror bajo el control de una orden de científicos conocida como Los Doctores del Miedo" —levantó la vista—. Me suena algo familiar. ¿Cómo termina?

—No termina —dijo la castaña mientras Maya cerraba la puerta de su casillero—. Parece que es el volumen uno.

La rubia soltó una carcajada sarcástica.

—Déjame adivinar. No hay volumen dos, ¿verdad?

—Creo que vivimos el volumen dos.

—Entonces la pregunta es... —dijo la pelirroja mientras sostenía el libro con expresión seria—, ¿se trata de una novela o de la predicción de alguien?

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Scott, Kira, Stiles y Lydia habían ido a Eichen House. Malia decidió quedarse en casa, sabiendo que ese lugar no era para ella, aunque era necesario que el grupo investigara.

Mientras tanto, Maya optó por quedarse en la biblioteca, aprovechando el tiempo para estudiar física, una materia que no entendía del todo.

Estaba convencida de que en casa no lograría concentrarse, ya que siempre encontraba algo que la distraía.

Movía el lápiz con frustración, intentando descifrar las páginas que tenía adelante. De pronto, alguien se sentó en la silla frente a ella. Sin siquiera mirarlo, habló:

—Vete.

—Qué bienvenida tan cálida —ironizó Theo, provocando que Maya levantara la vista, fulminándolo con la mirada—. ¿Es interesante? —preguntó, señalando el libro de física.

—Para nada.

—Tampoco este —dijo Theo, dejando un libro de precálculo sobre la mesa mientras fingía estudiar. Observó de reojo cómo los ojos de Maya brillaban en un ámbar intenso mientras lo miraba, claramente irritada—. ¿Sabes? Si me sigues mirando así, me vas a poner más caliente de lo que ya estoy al verte —comentó con una sonrisa, esperando provocarla.

La chica dejó escapar una sonrisa burlona.

—Oh, ¿entonces te pareceré sexy cuando te mate? —respondió con un tono cortante, haciendo que la sonrisa de Theo desapareciera—. Y por si no te has dado cuenta, don sabelotodo, tengo novio. No tengo el más mínimo interés en otros chicos que no sean él y solo él, así que, ahórrate las ganas. ¿Entendido?

Le dedicó una sonrisa falsa antes de volver su atención al libro, dispuesta a continuar su frustrado intento de estudio.

Theo observó a Maya por un momento, reconociendo que, si bien llamar su atención era parte de su plan, el hecho de que tuviera novio complicaba las cosas. Pero rendirse nunca había sido su estilo.

No importaba lo difícil que fuera, siempre conseguía lo que quería.

Lo que no sabía era que esta vez su objetivo no era como los demás.

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Tiempo más tarde, cuando Maya finalmente logró comprender algo, comenzó a guardar sus cosas en la mochila, aliviada de haber avanzado aunque fuera un poco.

—¿Quieres que te lleve? —preguntó el chico que había estado con ella todo ese rato, con tono casual al verla preparar sus cosas.

—Puedo tomar el autobús —respondió la choca sin molestarse en mirarlo.

—El último se fue hace rato.

—Pues caminaré.

Theo no pudo evitar soltar una pequeña risa.

—¿No te he visto salir de la clase de manejo? —preguntó con burla.

—Preferiría que no lo hubieras hecho —respondió Maya, colgándose la mochila al hombro.

—Te vi destruir unos conos de tránsito el otro día... y casi atropellaste a un novato —comentó el azabache con tono despreocupado.

—Bueno, los novatos ni siquiera deberían estar ahí. Deberían advertirles que las pruebas de manejo son para los que no saben conducir —replicó con sarcasmo la rubia.

Él rió con genuina diversión. Aunque no lo admitiría, ella tenía razón.

—Me suena a que podrías practicar un poco más —dijo mientras sacaba las llaves de su camioneta y se las lanzó.

Maya las atrapó al vuelo, rodando los ojos. Sin embargo, no pudo evitar que una diminuta sonrisa se asomara en sus labios, aunque rápidamente la ocultó.

Tal vez el chico no era tan malo.

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Poco después, estaba al volante de la camioneta de Theo.

Aunque intentaba mantener la compostura, estaba claramente nerviosa. Sus manos sujetaban el volante con fuerza, mientras él la observaba desde el asiento del copiloto con una sonrisa divertida.

—¿Sabes? Podemos ir más rápido. Si quieres, claro —sugirió Theo con su usual confianza.

—Voy al límite de velocidad —respondió Maya entre dientes.

—Nadie respeta el límite. Y no necesitas aferrarte al volante como si te fuera la vida en ello.

La beta ignoró su comentario, concentrada en la carretera. El hombre lobo, sin embargo, decidió intervenir. Se inclinó hacia ella y colocó su mano sobre la de ella en el volante, ajustando ligeramente su agarre.

Lo miró de reojo, seria. Si Theo creía que ese gesto la había puesto nerviosa, estaba completamente equivocado. Lo único que había logrado era molestarla aún más.

—¿Mejor? —preguntó con una sonrisa de lado.

—Si crees que así me conquistarás, estás muy equivocado —dijo Maya, sin apartar la vista del camino y con una mueca de disgusto—. Ni siquiera eres mi tipo.

—¿Y cuál es tu tipo?

—Un hombre lobo de nacimiento, rubio y tan alto que me saca media cabeza. Oh, espera, justo la persona que deseo, es mi novio.

—Eso puede cambiar —después de todo, para él, esto era un juego—. Además, soy el chico más interesante que has conocido en tu vida.

Maya soltó una risa nasal, sin inmutarse. Aunque Theo era encantador a su manera, ella estaba segura de una cosa: nada ni nadie haría que dejara a Brett.

Lo amaba.

Y ella siempre lo miraría sólo a él.

—Ambos sabemos lo que se siente querer ganar a toda costa —añadió Theo, como si quisiera provocarla aún más—. Eso es algo que tenemos en común.

—No tenemos nada en común —espetó Maya con frialdad.

—Cuánta frialdad.

La chica Dunbar lo miró de reojo.

—Déjame adivinar. Eres la clase de chico que ignora las reglas porque sientes que tienes el control, ¿cierto? —dijo, buscando irritarlo.

Pero el chico Raeken solo sonrió.

—No estás equivocada.

—¿Crees que eres adorable?

—¿Crees que soy adorable?

—Mejor cierra la boca si no quieres que choque camioneta —amenazó Maya, sin desviar la vista de la carretera.

Theo soltó una risa suave antes de responder con sarcasmo:

—Entonces lo haré.

Por suerte, el trayecto terminó sin incidentes, y aunque Maya no lo admitiría, había conducido mejor de lo que esperaba.

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