
𝟭𝟬 𝖼𝗋𝖾𝖺𝗍𝗎𝗋𝖾𝗌 𝗈𝖿 𝗍𝗁𝖾 𝗇𝗂𝗀𝗁𝗍
Scott observaba en silencio el cielo nocturno, sentado en el capó del Jeep, que permanecía estacionado en el mirador de Beacon Hills.
—Encontré uno de dos habitaciones en el distrito Mission —comentó Stiles, revisando un mapa a su lado—. Pero es muy costoso. También vi un par en Haight-Ashbury. Igual de caros.
Scott apartó la vista de la luna y miró a su amigo.
—¿Y Berkeley? ¿No viven ahí los estudiantes?
—Sí, sí —asintió Stiles sin demasiada emoción—. Pero todavía puedo probar en Nob Hill... aunque, bueno, el Jeep probablemente no sobreviviría las subidas.
Scott frunció el ceño, divertido.
—¿Vas a llevar el Jeep?
—Conoces el plan, ¿sí? —respondió Stiles, como si fuera lo más obvio del mundo—. Nadie se queda atrás, ese es el plan. Lydia irá sin problemas a Stanford, Kira quiere USF, y Malia ya decidirá qué hacer. Es perfecto.
—Esperar hasta que estemos en la escuela para buscar dónde vivir.
—¡Tengo una visión, viejo! Es hermosa, no me la arruines. —Volvió al mapa—. Aún no busqué en Oakland...
Fue entonces que notó la mirada de Scott perdida en la luna.
—¿Estás bien? ¿Lo sientes?
—No. Solo pensaba.
—¿Sobre qué?
—El último año.
—¿Último año? Vamos, no es nada. Va a ser pan comido.
—Tiene que ver con algo que Deaton me dijo una vez. ¿Oíste hablar de "regresión a la media"?
Stiles negó con la cabeza.
—Es su forma de decir que la vida no siempre es buena o mala. En algún momento las cosas deben volver al punto medio. Pensaba en los últimos meses. Las cosas han ido bien, ¿no? Pero no increíble.
—Sí, pero nadie nos ha tratado de matar en seis meses —respondió el de lunares.
El chico asintió, pensativo.
—Cierto. Hemos estado mucho tiempo a la mitad. Lo cual solo significa que la balanza se moverá hacia algún lado. Las cosas volverán a estar muy bien.
—O muy malas.
Un trueno en la distancia rompió la calma.
—¿Crees que ya fue suficiente?
—¡Sí!
Ambos voltearon hacia los mellizos, que estaban atados a un árbol a pocos metros de distancia.
—Oigan, intentamos tener una conversación madura aquí —les reclamó Stiles.
—Son solo dos años mayores que nosotros —protestó Maya, rodando los ojos—. Estamos bien. Ahora déjennos ir.
Scott caminó hacia ellos, sacando las llaves de las cadenas.
—No es que desconfiemos de ustedes... —empezó a decir.
—Yo sí desconfío de ustedes —interrumpió Stiles.
—Pero después de la última luna llena...
—Fue solo un desliz —se apresuró a decir Liam.
—¿"Desliz"? —repitió el humano incrédulo—. Una docenas de llamadas a la Policía sobre un niño-perro desnudo. ¿Eso es un desliz?
—¿Por qué estabas desnudo? —preguntó Maya, haciendo una mueca de asco.
—¡Era una noche muy calurosa! —se defendió su hermano.
Scott lo miró fijamente por un instante.
—¿Seguro que estás bien?
—No volverá a pasar —aseguró el beta.
El mayor asintió levemente y miró a ambos.
—¿Tienen control completo y total?
—Sí, completo y total —respondieron al unísono Maya y Liam.
El alfa los liberó finalmente, mientras Stiles guardaba las cadenas en una bolsa con una expresión de desaprobación.
Sin embargo, apenas se alejaron, los mellizos miraron sus manos: las marcas de sus garras aún eran visibles.
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—¿Es una fiesta? —preguntó Maya con curiosidad.
—No es una fiesta —contestó Stiles con exasperación.
—¿Qué hay a la medianoche? —preguntó Liam, esta vez con interés.
—Su hora de dormir.
—¿Por qué no van las chicas?
—Nos verán ahí. Solo dejen de preguntar.
Maya bufó y sacó su teléfono, intentando enviar un mensaje a su novio. Sin señal, lo dejó a un lado con un bufido.
—Es algo solo para estudiantes de último año —añadió Stiles finalmente—. Lo entenderán cuando lo sean.
Antes de que alguien respondiera, el Jeep comenzó a fallar.
—¿Te quedaste sin gasolina? —preguntó el rubio.
—No, es algo eléctrico —dijo el de lunares, deteniendo el vehículo.
Scott y Stiles bajaron a revisar mientras Liam y Maya se quedaban en el auto. El chico sacó sus auriculares con la intención de escuchar música.
—Dame uno —le dijo su hermana, extendiendo la mano hacia él.
El rubio rodó los ojos y le pasó uno de los auriculares, aunque con evidente desgana.
—Siempre quieres lo mío —murmuró, pero ella no le prestó atención.
Antes de que pudiera acomodarlo del todo, un ruido extraño rompió el breve silencio. Ambos fruncieron el ceño y giraron la cabeza hacia atrás.
—Chicos... —llamó Liam.
Ninguno de los mayores respondió, demasiado ocupados arreglando el motor.
—¡Chicos! —exclamaron esta vez al unísono, sobresaltándose cuando un rayo cayó detrás del vehículo.
—¡Denos un segundo! —respondió Stiles con frustración.
De pronto, un rayo cayó cerca de ellos, iluminando el lugar.
—Eso estuvo cerca —murmuró Scott, nervioso.
—Muy cerca.
Las luces del Jeep se encendieron de nuevo. Maya asomó la cabeza por la ventana.
—¿Podemos irnos ya?
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Stiles tocó la bocina del Jeep cuando vieron a su novia junto a su padre en uno de los tantos atascos provocados por la tormenta en el camino.
—Perdón por llegar tarde —se disculpó sacando la cabeza por la ventana. Malia se acercó con una sonrisa—. Hola.
Ambos se besaron por unos segundos, pero la escena fue interrumpida por Liam, que asomó su cabeza desde los asientos de atrás.
—Yo también lo siento —dijo burlón.
Maya lo agarró de la chaqueta para volverlo a sentar.
—Ustedes recuerdan que tengo un arma, ¿cierto? —intervino el señor Tate con seriedad.
—Claramente —dijo Stiles con un toque de sarcasmo.
Una vez que Malia estuvo sentada en medio de los mellizos, los cuatro la miraron al mismo tiempo.
—¿Qué? —preguntó, desconcertada.
—¿Ya lo averiguaste?
—¿Averiguar qué? —preguntó Maya, frunciendo el ceño.
—Me enviarán un correo —Malia se encogió de hombros.
—¿Es por la escuela de verano? —preguntó Liam con curiosidad.
La chica giró su mirada hacia su novio, claramente molesta.
—¿Les dijiste?
—Solo mencionó que debías ir porque tus resultados no bastaban.
—Y que tal vez tengas que repetir el segundo año —agregó Maya con naturalidad, volteándola a ver.
Malia miró mal a su novio, mientras este clavaba su vista en los mellizos.
—Creo que debimos dejarlos encadenados al árbol.
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Más tarde, en el hospital, Maya hablaba con Stiles junto al mostrador, cruzada de brazos.
—Nuestro papá está ayudando en una cirugía. No terminará en horas. Así que, o nos quedamos aquí o aún podemos ir con ustedes —añadió con una sonrisa.
Malia, que estaba cerca, se unió a la conversación.
—Muéstrame tus manos.
La chica no pudo evitar ponerse nerviosa.
—Vamos, recuerda que soy coyote. Puedo oler tu sangre.
Con un suspiro, la menor mostró sus manos, que todavía tenían restos de sangre seca.
—Sí, aún tengo problemas —admitió, apartando la mirada.
—No. Sigues aprendiendo —corrigió Malia, con un tono reconfortante.
Stiles, observando desde un lado, preguntó con curiosidad:
—¿Cómo te mantienes concentrada en no cambiar?
—Mi ancla sigue siendo Brett, pero en el verano no hemos hablado mucho porque entrena para el lacrosse —dijo Maya con un suspiro—. Así que estas dos últimas semanas no ha estado funcionando.
—Sí, pero funciona lo suficiente —respondió Stiles con una ligera sonrisa—. Derek nos dijo a Scott y a mí que Liam y tú son unos de los más fuertes que ha visto a su edad. Y viniendo de él, eso significa mucho.
Maya asintió levemente, aunque el comentario la dejó pensativa.
—Tal vez eso también significa que todo será más duro un tiempo. Ya vuelvo.
Cuando se alejó en dirección al elevador, Maya recargó sus brazos sobre el mostrador.
—Oye —la castaña tocó suavemente su brazo para que la mirara—. Eso también significa algo más.
—¿Que somos realmente fuertes? —preguntó la rubia, algo curiosa.
Ella sonrió y asintió.
Después de unos minutos, Stiles regresó acompañado por Scott, quien parecía estar absorto en una conversación con él.
—Chicas... —su amigo llamó su atención—. Si se van y Brett o yo les decimos: "Descuiden, vayan a divertirse"... ¿Qué pensarían?
—¿Diversión como el boliche? —preguntó Malia.
—¿O sexo con otros chicos? —agregó Maya, con el ceño fruncido.
Stiles miró a su amigo, quien ahora parecía perdido en sus pensamientos.
—Bueno, sí, ahora estoy preocupado.
De pronto, su atención fue capturada por unas personas que empujaban una camilla con un hombre gravemente herido.
—Hombre de 25 años, conductor sin cinturón en accidente.
—Mamá, ¿de dónde viene esto? —preguntó Scott al ver a Melissa.
—Un tractor averiado en la 115 provocó un gran choque —respondió ella mientras se alejaba con los otros.
—Bien, solo hay una forma de ir a Beacon Hills desde el aeropuerto —dijo el de lunares con un suspiro.
—La 115 —el pelinegro volteó a verlo.
El chico bajó un poco la mirada.
—Kira no podrá llegar.
—Puedo ir por ella —dijo Scott, decidido. Mientras se alejaba, Maya se apresuró a hablar.
—Iré contigo. Ni se te ocurra decir que no —añadió rápidamente al ver que Scott iba a protestar—. Voy a ir, quieras o no.
Resignado, Scott asintió.
—¿Cómo la encontrarán en medio del atasco de tráfico? —preguntó Stiles, antes de que se fueran.
—Lo lograremos. Confía en nosotros.
Y así, alfa y beta salieron del hospital.
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Scott finalmente llegó al embotellamiento en la carretera 115. Iban en su motocicleta, y Maya se vio obligada a ir detrás por obvias razones.
En cuanto se detuvieron, Scott fue el primero en bajarse. Maya lo siguió, manteniéndose un poco al margen para darles espacio a él y a Kira, quien llegó corriendo hacia ellos, directo a los brazos de su novio.
—¿Te divertiste en Nueva York? —preguntó él, entrecerrando los ojos bajo la lluvia.
—En realidad, no.
Scott sonrió con alivio.
—Bien.
Ambos se besaron. El momento, empapado bajo la lluvia, era sacado de una película cliché. Aun así, Maya no pudo evitar encontrarlo un poco tierno. Sin embargo, decidió alejarse un poco más para no interrumpir su momento.
Mientras estaba distraída, escuchó cómo se abría la puerta de un auto cercano. Antes de que pudiera reaccionar, una mano agarró su muñeca. Por puro instinto, giró rápidamente, sujetando el brazo de la persona y, con un movimiento ágil, lo inmovilizó contra el auto.
—¡Okey, okey! Tranquila... —protestó un chico, levantando las manos en son de paz mientras se veía atrapado.
—¿Cómo quieres que me calme si un maldito extraño me acaba de tocar de la nada?
Había algo en él que no le daba buena espina, no solo por ser un desconocido.
El chico, de cabello azabache, levantó una ceja y acomodó su chaqueta una vez fue soltado.
—Está bien, fue un error mío. Solo quería preguntarte algo...
—Bien, pregunta —interrumpió Maya, molesta, alejándose lo más que podía de él.
—¿Quieres que te lleve?
Ella lo miró incrédula.
—¿Qué? ¡No! ¿Estás loco?
—Oh, vamos. ¿De verdad crees que cabrás en esa motocicleta? Es obvio que él la llevará a ella —comentó señalando hacia la pareja.
Maya lo miró en silencio, consciente de que tenía razón pero negándose a admitirlo.
—Él no va a dejar que me vaya con un extraño —dijo con una sonrisa triunfante, cruzando los brazos.
El chico sonrió de lado.
—Para Scott, no soy un extraño.
Maya frunció el ceño, desconcertada.
—¿Cómo...?
—Es una larga historia —cortó el chico con un encogimiento de hombros—. Entonces, ¿quieres que te lleve o no? Conozco un atajo para salir de aquí.
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Sentada en el asiento del copiloto de una camioneta azul oscuro casi negra, Maya se ajustó el cinturón. Había informado a Scott, quien simplemente lo aceptó, lo cual solo incrementó su frustración.
Genial, pensó, la dejaba irse con alguien que ni siquiera conocía.
Mientras conducía por una calle despejada gracias al atajo que había mencionado, el chico rompió el incómodo silencio.
—Soy Theo, por cierto.
Maya no respondió. Miró por la ventana con desinterés.
—Y te quedaste muda... —añadió él, claramente incómodo por la falta de conversación.
Ella rodó los ojos, ignorándolo. Un mensaje llegó a su teléfono y ella lo revisó. Finalmente tenía señal. Era un audio de su hermano, así que lo reprodujo.
—Demonios, Maya. ¿Irás a casa o vendrás al hospital?
Maya suspiró y desvió la mirada hacia Theo, quien tenía una sonrisa ladeada, pero mantenía los ojos en la carretera debido a la lluvia.
—Así que te llamas Maya...
—Sí —respondió de forma cortante, desviando la vista nuevamente—. ¿Puedes llevarme al hospital, por favor?
—De aquí al hospital hay un buen tramo —comentó Theo, encogiéndose de hombros—. ¿Quieres que te deje en algún otro lado?
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En cuanto Theo estacionó su camioneta en el aparcamiento de la escuela, Maya iba a quitarse el cinturón, pero se detuvo al escuchar golpes y gruñidos provenientes de algún lugar cercano.
Su cuerpo se tensó al instante.
—¿Qué pasa? —preguntó Theo, frunciendo el ceño al notar su reacción.
—Scott está en problemas.
Sin perder un segundo, Maya salió casi corriendo de la camioneta.
—¿Qué...? ¡Maya!
Theo maldijo entre dientes, apagó las luces de su vehículo y se apresuró a seguirla. La lluvia empapaba el suelo y el sonido de sus pasos se mezclaba con el agua cayendo. La alcanzó en el puente de la escuela, desde donde podía verse a Scott más abajo, acorralado.
—Maya... —llamó al acercarse a ella, completamente empapados—. ¿Qué tratas de hacer?
Maya lo miró por encima del hombro, su rostro ya transformado.
—¿Vienes o no... lobito?
Él la observó con sorpresa. No esperaba que sus habilidades fueran tan avanzadas como para identificarlo.
Aun así, suspiró y bajó la mirada, dejando que su rostro también se transformara.
—Vamos.
Sin más, ambos se acercaron a la orilla. Maya se apoyó con su brazo izquierdo y Theo con el derecho antes de saltar. Cayeron con agilidad, aterrizando justo donde Scott yacía en el suelo, herido y a punto de ser atacado por un hombre lobo.
Scott alzó la vista, sorprendido al verlos aparecer de repente.
Su beta fue la primera en moverse. Se impulsó contra la pared y rasguñó el rostro del hombre lobo. El chico se lanzó tras ella, propinándole un rasguño en el brazo y otro en la pierna, obligándolo a retroceder.
Maya se posicionó al lado de su alfa mientras Theo mantenía la distancia. Sus miradas se cruzaron y asintieron al unísono antes de volver al ataque.
El hombre lobo trató de golpear a Theo con una patada, pero él se apartó justo a tiempo, agarrándole el brazo para inmovilizarlo. Sin embargo, al intentar golpear a Maya, ella también tuvo que retroceder. Aprovechando la distracción, el hombre lo derribó, lanzándolo cerca de Kira.
La chica se giró al oír el impacto, pero en ese momento recibió una patada que la mandó al suelo, cayendo entre Theo y Scott.
Scott intentó levantarse para enfrentarlo, pero el hombre lobo lo atrapó por el cuello y le clavó las garras en el abdomen. El alfa cayó de rodillas, jadeando.
En ese instante, Stiles, Malia y Liam llegaron corriendo al lugar.
El azabache, recuperándose, extendió una mano hacia la rubia para ayudarla a levantarse, pero ella la apartó con un manotazo y se levantó por sí misma.
Kira también se puso de pie, su katana lista en sus manos.
Scott, con esfuerzo, agarró la muñeca del hombre lobo y apartó su brazo, retirando las garras de su abdomen.
—No sé quién eres ni qué creíste que ibas a hacer... pero te daré una opción. Puedes quedarte, y romperé algo más... o puedes correr.
—Yo correría —añadió Stiles, sin poder contenerse.
El hombre se levantó como pudo y salió corriendo, desapareciendo en la oscuridad.
Kira corrió hacia Scott, mientras Maya se dirigía hacia donde estaban Stiles y Liam, colocándose en medio de ellos.
Theo dio unos pasos al frente, con una sonrisa ladeada en su rostro.
—No me recuerdan, ¿o sí? Supongo que he cambiado desde el cuarto grado.
Scott lo miró con sorpresa.
—¿Theo?
El chico asintió, mientras la rubia cruzaba los brazos, empezando a atar cabos.
—¿Lo conocen? —preguntó Malia, claramente confundida.
—Me conocían. En serio, nunca pensé que volvería a verlos. Pero hace unos meses oí sobre un alfa en Beacon Hills. Cuando supe que su nombre era Scott McCall, no podía creerlo. Y no solo un alfa, sino un Verdadero Alfa.
Scott lo observó con cautela.
—¿Qué quieres?
Theo lo miró directamente, con aparente sinceridad.
—Regresé a Beacon Hills, a casa con mi familia... porque quiero ser parte de tu manada.
Stiles frunció el ceño, su desconfianza evidente. Maya entrecerró los ojos con inquietud.
Algo no encajaba.
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