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Brett se revolvió en la cama, nuevamente incapaz de conciliar el sueño. A pesar de estar agotado, la incomodidad lo mantenía despierto.
—¿Qué pasa? —murmuró Maya, medio adormilada, al notar sus movimientos.
—Siempre duermo en medio de la cama —susurró, sin dar mucha explicación, en voz baja.
—Nunca más —dijo ella, cerrando los ojos de nuevo.
—Lo sé. Eso intento.
Brett no pudo evitar sorprenderse cuando, en un giro, Maya lo abrazó por el torso, recostando su cabeza sobre su pecho. Un leve sonrojo subió a su rostro, pero aún así, la incomodidad no desapareció. Con cuidado, se sentó en la cama.
—No puedo dormir si no es en medio de la cama —confesó, medio avergonzado.
—Hagamos cucharita —dijo la chica, girándose ligeramente sin abrir los ojos.
—Eso sí puedo hacer —dijo el rubio, sonriendo levemente.
—Bueno.
Se acomodaron nuevamente, y ahora Brett abrazaba a Maya desde atrás. Sin embargo, la incomodidad seguía presente. Un suspiro se escapó de sus labios cuando sintió su brazo dormido.
—Ahora, ¿qué? —suspiró Maya, abriendo los ojos ligeramente mientras sentía el movimiento de su brazo.
—Se me duerme el brazo —respondió Brett, agitando su brazo para intentar que la sensación desapareciera. Luego, se dio vuelta, quedando de espaldas. Un silencio incómodo se instaló por unos segundos—. Esto no me gusta.
—Te voy a matar —gruñó Maya, molesta por no poder descansar.
—Lo sé. Lo siento.
Pero, al mirar hacia él, Maya notó que Brett ya la miraba, un brillo en sus ojos que no pasó desapercibido para ella. No pudo evitar sonreír un poco.
—Está bien. Ven aquí —dijo, girándolo nuevamente para abrazarlo desde atrás.
Brett se sorprendió un poco por su gesto, pero al mismo tiempo, le agradó la cercanía.
—Creo que esto está bien. Sí, está bien.
Sin embargo, un par de segundos después, Brett se dio cuenta de que había imaginado toda la situación.
Se sentó, soltando un suspiro mientras se dejaba recostar nuevamente, confundido por lo que estaba sucediendo. Había sido una constante en los últimos días, y no entendía por qué.
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El ambiente en la cocina de la casa McCall era tenso, todos reunidos y discutiendo lo que acababan de enterarse. Scott, Stiles, Malia y Kira habían estado al borde de la muerte por un virus, pero, por suerte, se habían salvado.
—¿Con tres basta? —preguntó Kira, mirando a los demás mientras se refería a tres computadoras.
—Depende de cuántas cámaras tengan —respondió Stiles, pensativo. Luego, se encogió de hombros—. Pero supongo que sí.
—¿Realmente vamos a hacerlo? —preguntó Maya, cruzando los brazos con una expresión de desconfianza.
—Sí. Esta noche —respondió Scott, su tono decidido.
—Pero, ¿no es peligroso? —cuestionó Liam, aún inseguro.
—Sí. Es terriblemente peligroso —respondió Stiles, su tono sarcástico—. Y linda con la idiotez.
—¿Ya hicieron algo así antes?
—¿Algo peligroso? ¿O alguna idiotez?
—Sí, las dos cosas —dijo Kira.
—Entonces, ¿siempre hacen esto? —preguntó Maya, mirando a ambos amigos. Aparentemente no entendía por qué se involucraban de esta manera.
—Sí, supongo —contestó el humano, algo confundido por su pregunta.
—Como sea, no tienen que participar si no quieren —les dijo el alfa a los mellizos.
—No tenemos miedo —respondieron al unísono, como era común desde que se habían convertido en lobos. Antes, no era algo que sucediera siempre, pero ahora sí lo hacían con facilidad.
—Entonces rayan en la idiotez —comentó Stiles—. Si lo hacemos, no sabemos lo que nos espera, ¿entienden?
—¿Cómo sabemos que algo realmente va a suceder? —preguntó la kitsune, mirando a todos.
—La cinta que tenía Garret exigía confirmación visual —respondió el alfa, con tono serio.
—Simon dijo lo mismo. El Benefactor no le iba a pagar a menos que tuviera pruebas de su muerte —añadió el humano.
—Me pregunto, ¿qué pasa si matas a alguien de la lista negra, pero no puedes enviarles pruebas? —preguntó Liam, pensativo.
—Supongo que no te pagan —respondió Maya.
—Y eso, ¿cómo nos acerca al Benefactor?
—Aún debe saber si el blanco está muerto o no —respondió Scott con calma.
—Sobre todo, si encabeza la lista —agregó Stiles.
—Si quiere confirmación visual... —empezó a decir Liam, pero fue interrumpido por su hermana.
—Tendrá que venir a buscarla él mismo.
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Los mellizos daban vueltas por la habitación de Scott, nerviosos. El ambiente estaba cargado de tensión mientras discutían entre sí.
—¿Están totalmente seguros de esto? —preguntó Liam, deteniéndose de repente.
—Yo creo que están siendo totalmente estúpidos —respondió Maya, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—Creo que están nerviosos —comentó Kira, con una sonrisa tímida. Era obvio que la preocupación los invadía a todos.
—Todo va a estar bien —respondió Scott, acostado en su cama con un tono que intentaba ser reconfortante.
—Ya hicieron esto antes, ¿no? —cuestionó Liam, aún temeroso.
—Vi cómo lo hacían —respondió Noshiko, la madre de Kira, con tranquilidad.
—¿Y con eso basta? —preguntó Maya, levantando una ceja.
—No.
—Mamá, no inspiras confianza —dijo su hija, con los nervios a flor de piel.
—Bien. Esta es una idea pésima.
—¿Quieres que te dejemos afuera? —preguntó Kira, con un tono desafiante, lo que hizo que todos los presentes se sintieran incómodos.
La mujer simplemente levantó una mano y la colocó sobre el pecho de Scott.
—Pon las manos en su corazón —dijo con calma.
Kira asintió levemente, y cuando iba a poner su mano en el lado izquierdo del pecho del chico, él la detuvo.
—Esperen —dijo, acomodándose en la cama—. ¿Qué pasará mientras estoy inconsciente? ¿Voy a sentir algo?
—Quizá te parezca que estás soñando —respondió Noshiko, mirándolo fijamente.
Scott frunció el ceño, dudando.
—¿Sueños buenos o pesadillas? —preguntó.
—Supongo que depende de ti.
Scott suspiró y se recostó nuevamente en la cama. Kira respiró hondo y, finalmente, puso su mano sobre su pecho.
Cuando lo hizo, una corriente eléctrica recorrió la habitación, y él abrió los ojos como platos, retorciéndose en la cama.
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Melissa entró a la morgue, donde todos la esperaban, con Scott tendido en una de las mesas de congelación, técnicamente muerto.
—Sigo detestando el plan. Esto es espeluznante. Parece muerto.
—Dame la mano —le dijo Noshiko, extendiéndole la suya.
—Está bien —dijo Stiles, observando su rostro. Melissa aceptó la mano, y Noshiko la dejó descansar sobre el pecho de su hijo, permitiendo que escuchara los latidos de su corazón.
—¿Eso mantiene vivo a un hombre lobo? —preguntó, sin poder ocultar su incredulidad.
—Es suficiente para un Alfa.
—¿Cuánto tiempo tenemos?
—Cuarenta y cinco minutos.
—¿Qué pasa después?
—Lo devuelvo de la misma manera —respondió Kira, que estaba junto a los mellizos.
—No, ¿qué pasa si permanece así más de 45 minutos? —aclaró Melissa, mirando a todos con una creciente preocupación.
Compartieron una mirada entre ellos.
—¿Nadie le dijo? —preguntó Noshiko, algo incrédula, dirigiéndose a los menores.
—¿Qué? ¿Qué pasa después de los 45 minutos? —insistió la mujer.
Noshiko tragó saliva, el peso de sus palabras era claro.
—Muere.
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Stiles, Kira, Liam y Maya se encontraban en una habitación del hospital, frente a tres computadoras, las pantallas mostrando las cámaras de seguridad.
—Estoy aquí —se escuchó la voz de Chris—. ¿Listo? Intenta ahora.
El chico Stilinski encendió una computadora, y las otras dos siguieron, dejando al descubierto las cámaras.
Miraron en silencio las tres pantallas, observando en busca de cualquier indicio que pudiera conectar con el Benefactor.
—¿Tiene que verse así? —preguntó Liam, notando que una de las cámaras comenzaba a fallar, hasta apagarse completamente.
—No —murmuró Stiles, acercándose para examinar mejor la imagen.
—¿Dónde es eso? —preguntó Kira, observando la pantalla con atención.
—Creo que es la azotea —respondió Maya, soltando un suspiro—. Alguien debe ir a revisar.
—Yo iré.
—Puede que no sea solo una falla —la detuvo Stiles antes de que se fuera.
—Por eso llevo esto —dijo Kira, sacando su katana mientras comenzaba a caminar.
—Iremos contigo.
Tanto Liam como Maya la acompañaron.
—Bien. Y volverán de inmediato —ordenó Stiles, viéndolos marcharse. Suspiró y negó con la cabeza—. Los odio.
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Los tres llegaron rápidamente al techo del edificio, pero no encontraron a nadie. De repente, una caja de luz explotó, rompiendo el silencio.
—Parece que alguien le hizo algo —comentó Liam, mirando la escena.
Las chicas voltearon hacia atrás al escuchar un ruido, y la kitsune lo reconoció al instante.
—Parece que sí —murmuró Kira, sacando su katana y poniéndose en guardia.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Maya, mientras retrocedía con cautela.
—Un Berserker.
No había tiempo para más preguntas. Maya sacó sus garras, haciendo brillar sus ojos de un color ámbar. Rugió al Berserker, dejando escapar sus colmillos. Liam la siguió, transformando su rostro con una furia que desbordaba.
Ambos rugieron al unísono antes de lanzarse a la batalla contra el Berserker. Sin embargo, en cuestión de segundos, el monstruo los agarró con facilidad y los lanzó en direcciones opuestas; a Liam lo estrelló contra la escalera y a Maya la arrojó contra una reja metálica.
Kira no perdió tiempo y se acercó rápidamente, atacando al Berserker con su katana. Pero ella también sufrió, pues recibió un brutal puñetazo que la derribó al suelo.
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Maya y Liam, tras haber sido arrojados una vez más, intentaban recuperarse mientras Kira se levantaba con esfuerzo del suelo.
—Chicos, corran —les ordenó—. Salgan de aquí.
Kira siguió luchando contra el Berserker, pero los mellizos no le hicieron caso. Maya gruñó mientras se levantaba al lado de Liam, decidida a continuar la pelea.
—¡Chicos!
Intentó advertirles, pero ellos no la escucharon. Rugieron nuevamente y, en un solo movimiento, saltaron sobre la reja para atacar al Berserker, sus garras rasgando su piel con furia.
Un estruendo se escuchó, resonando por todo el techo.
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Cuando finalmente lograron recuperarse de la pelea, los hermanos llegaron a la morgue, donde Kira ya estaba junto con los demás. Scott, ahora consciente y vivo, descansaba en una mesa.
—¿Qué? —preguntó Kira, notando el nerviosismo de los mellizos.
—Es tu mamá —dijo Liam.
—Está herida —añadió Maya al observar su rostro de confusión.
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