
𝟬𝟮 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖾𝗇𝖾𝖿𝖺𝖼𝗍𝗈𝗋
Liam se quejaba sin parar, mientras Maya soltaba gruñidos reales, casi animales, que retumbaban en el reducido espacio de la ducha. Ambos estaban atados con cinta adhesiva, incluyendo la boca, mientras Scott intentaba encontrar una solución.
—Como te dije, ya hablé con mi papá sobre todo lo que sé —decía Stiles mientras entraba en la casa de su amigo.
—¿Pero no mencionaste a los mellizos? —preguntó Scott, girando hacia él con nerviosismo.
—¿Qué mellizos? Apenas me dijiste algo sobre ellos —replicó con tono acusador—. ¿Qué hiciste con ellos?
Scott evitó su mirada, señalando hacia arriba.
—Están en el baño.
—¿Haciendo qué?
—...Recostados.
Stiles frunció el ceño, desconcertado, y subieron las escaleras.
Maya volvió a gruñir furiosa cuando la cortina de la ducha se corrió, mientras Liam solo los miraba con desesperación, rogando que lo liberaran.
Levantó ambas cejas al verlos.
—Me da vibras a Malia —comentó para sí mismo antes de cerrar la cortina de golpe y regresar junto a su mejor amigo, sentándose en la cama sin decir nada durante un rato—. Así que... los mordiste.
—Sí.
—Y los secuestraste.
—Sí.
—¿Y los metiste en tu ducha?
—Entré en pánico —se defendió Scott, su voz apenas un susurro mientras procesaba lo ocurrido.
—Nosotros no terminaremos enterrando no uno, sino dos cuerpos en el desierto, ¿no? —cuestionó Stiles, ladeando la cabeza al escuchar los quejidos y gruñidos provenientes del baño—. Por eso yo siempre ideo los planes. Tus planes son malísimos.
—Lo sé —admitió el alfa con un leve asentimiento—. Por eso te llamé. ¿Qué hacemos?
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Los mellizos estaban ahora sentados en sillas, aún atados, con expresión desafiante mientras Scott y Stiles se colocaban frente a ellos.
—Les quitaremos la cinta de la boca —comenzó el de lunares con tono firme—. Si gritan, se la pondremos de nuevo. Si hablan lento, no. ¿Entienden?
Ambos intercambiaron miradas antes de asentir lentamente.
—Está bien.
Scott miró a Stiles, esperando que fuera él quien lo hiciera, pero este le indicó que se encargara él mismo.
—Mejor uno y uno...
—Bien.
Stiles retiró la cinta de Maya mientras Scott hacía lo propio con Liam.
—Has visto muchas cosas confusas esta noche —empezó diciendo, con voz neutral—. Y muchas más ocurrirán por las cosas confusas que pasaron. ¿Entiendes?
—En verdad, no —respondió Liam, su rostro reflejando la misma confusión que sentía. Maya, por su parte, los observaba sin decir nada, su mirada llena de molestia.
—Bien. Eso está bien —dijo Stiles con un ligero asentimiento.
—Yo tampoco entiendo —admitió Scott, claramente atrapado en su propio mundo.
—Quizá debas decirles.
—¿Decirnos qué? —preguntó Maya, con un tono cargado de impaciencia.
Scott suspiró profundamente y se inclinó un poco hacia ellos.
—Chicos... lo que les pasó, lo que les hice, lo que tuve que hacer para salvarlos, los cambiará.
—A menos que los mate —mencionó Stiles de manera casual, antes de darse cuenta de su error—. No debí decir eso.
Los mellizos los miraron incrédulos.
—¿Qué?
—¿Están llorando? —preguntó Stiles, frunciendo el ceño al escuchar los sollozos cuando agacharon las cabezas.
Su amigo rápidamente se inclinó hacia ellos, intentando calmarlos.
—Chicos, está bien. Estarán bien. No morirán.
—Quizá no.
—Cállate.
—De acuerdo. Probablemente no.
—¿Me ayudas a desatarlos? —preguntó Scott, mirando a su amigo.
El de lunares asintió y comenzó a liberar a Maya mientras Scott hacía lo mismo con Liam. Sin embargo, tan pronto quedaron libres, todo se descontroló.
—¿Están bien? —pero su respuesta fue inmediata y violenta.
Liam agarró la silla en la que estaba sentado y la estrelló contra Scott, derribándolo.
—¡Oigan, ¿qué demonios...?! —gritó Stiles, antes de que Maya le lanzara un golpe que lo tiró al suelo.
Sin detenerse, ambos mellizos salieron corriendo de la habitación. Al llegar cerca de las escaleras, Liam frenó de golpe, mirando su pierna con incredulidad.
—Tu pierna... —susurró su hermana, igual de sorprendida.
—Está... curada.
Ambos giraron al escuchar a Scott y Stiles salir tambaleándose detrás de ellos.
—¡Atrápalos!
Los mellizos intentaron retroceder, pero tropezaron y cayeron rodando por las escaleras. Viendo que sus perseguidores aún estaban recuperándose, no lo pensaron dos veces y huyeron de la casa tan rápido como pudieron.
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Mason frunció el ceño al notar que, tras la partida de Garret y Violet, sus dos mejores amigos llegaron corriendo, luciendo desorientados.
—Chicos, ¿por qué no estaban en el autobús? —preguntó, extrañado.
—Corrimos —dijo Liam, agitado, mientras ambos se recargaban en un barandal para recuperar el aliento.
—¿Corrieron 5 kilómetros hasta la escuela? —Mason parpadeó, confundido.
—Acabamos de empezar a correr —se encogió de hombros Maya, intentando disimular.
—Entonces tu pierna debe estar bien —comentó Mason, señalando la pierna que el rubio había fracturado recientemente. Luego, frunció el ceño al observar sus brazos—. ¿Qué les pasó ahí?
Ambos llevaban vendas improvisadas, manchadas de sangre fresca, cubriendo las mordidas que seguían visibles. Liam comenzó a sentirse mareado, mientras Maya, alerta, sintió que alguien los observaba.
Volteó hacia atrás y, tras buscar con la mirada, vio a Scott, de pie a lo lejos, observándolos fijamente. Una chica pasó frente a él, bloqueando su vista, y cuando volvió a mirar, Scott había desaparecido. Gruñó por lo bajo, molesta.
—Lo siento, pero debemos ir a clase —se disculpó apresuradamente, tomando a su hermano del brazo para dirigirlo hacia la escuela.
Scott los siguió, y antes de que pudieran reaccionar, él y Stiles los rodearon en uno de los pasillos.
—Debemos hablar —les dijo Scott, acercándose con un tono firme.
—No, deben separarse, ¿sí? Los dos —replicó rápidamente Liam, retrocediendo un paso.
—¿Pueden escucharnos un segundo, por favor?
Los mellizos se miraron y suspiraron, resignados. Finalmente, hicieron un gesto para que hablara de una vez.
—Chicos... ahora somos hermanos —soltó Scott.
Ambos lo miraron con incredulidad.
—¿Qué?
—Estás... mal de la cabeza.
—Dios, eso es... —susurró Stiles, apartando la mirada y negando.
—¿De qué rayos hablas? —demandó Maya, visiblemente molesta—. Apenas nos conocemos y nos mordiste.
—La mordida... La mordida es un obsequio —murmuró Scott, pensativo.
El humano a su lado suspiró, cansado.
—Scott, detente. Por favor. Solo estamos tratando de ayudarlos, ¿sí?
—¿Secuestrándonos? —Liam alzó una ceja, sarcástico.
—Para que quede claro, Scott los secuestró —aclaró Stiles rápidamente—. Yo... solo ayudé e incité.
—Liam, Maya, ya he pasado por esto —dijo Scott tras unos segundos, intentando sonar convincente—. Algo les está pasando. Algo importante.
El chico negó con la cabeza, mientras su hermana rodaba los ojos con exasperación.
—Nada nos está pasando.
Ambos quitaron las vendas de sus brazos al unísono, mostrando las heridas.
—Nada.
Ante el silencio de ambos chicos, los mellizos se alejaron para dirigirse a sus clases.
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Maya cerró la puerta de su casillero tras sacar sus libros, solo para encontrarse con una castaña de cabello ligeramente rubio parada a su lado. La chica estaba sonriendo.
—No me digas que eres parte de los Scooby-Doo de McCall —dijo con una mueca de disgusto.
—¿Quiénes son esos? —preguntó Malia, frunciendo el ceño, antes de encogerse de hombros y sonreír de nuevo—. Como sea, ¿quieres venir a una fiesta esta noche?
Maya alzó una ceja, escéptica. Malia solo amplió su sonrisa, con una aparente inocencia.
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Llevaban rato caminando por el bosque, la mujer coyote lideraba con paso firme y constante, mientras que la ahora mujer lobo empezaba a mostrar signos de cansancio.
Maya sentía cómo el agobio la alcanzaba, su respiración era irregular, y unas gotas de sudor resbalaban por su frente.
Malia, al percatarse de su estado, disminuyó ligeramente el ritmo.
—Tranquila, ya falta poco para llegar —dijo sin detenerse—. Tu hermano viene con Kira, seguro también están cerca.
—¿Podemos ir más lento? —pidió, deteniéndose de golpe y apoyándose contra un árbol cercano.
La mayor se giró hacia ella, observando cómo sacaba un inhalador de su bolsillo.
La menor inhaló profundamente, no una, sino tres veces, intentando regular su respiración antes de guardar el aparato.
—Caminar por el bosque por horas con alguien que tiene asma no es precisamente lindo.
Unos minutos después, llegaron finalmente a la casa del lago. Maya alzó una ceja al notar que los únicos presentes eran Scott, Lydia y Stiles. Malia esbozó una sonrisa y se acercó a su novio, dejando que él la abrazara por los hombros.
Scott dio un paso al frente, con cuidado en su tono.
—Maya... todo tiene una explicación.
Ella hizo un ademán con las manos, cortándolo antes de que pudiera continuar.
—Ni siquiera quiero preguntar. Tus respuestas nunca tienen sentido —dirigió una mirada rápida al alfa—. Además, tu quijada torcida me incomoda al verte.
Scott se quedó en silencio, desconcertado. No supo cómo responder.
—Es cierto lo de tu quijada —murmuró su amigo, rompiendo el silencio.
Malia asintió en señal de acuerdo, mientras Lydia suspiraba antes de seguir a la rubia hacia el interior de la casa.
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Pasado un rato, Kira llegó con Liam. Maya, sentada en el sofá y visiblemente impaciente, se levantó al ver entrar a su hermano. Liam frunció el ceño al notar al grupo esperándolos.
—Lo siento —se disculpó Kira, algo avergonzada, cerrando la puerta detrás de ellos.
Liam avanzó hasta colocarse junto a su hermana, ignorando las miradas. La diferencia de altura entre ambos era evidente: Maya lo superaba, aunque compartieran la misma edad.
—¿Qué demonios es esto? —preguntó, observando a los demás con desconfianza.
—Piensen en esto como una intervención —dijo Stiles con seriedad—. Tienen un problema, chicos.
—Y somos los únicos que podemos ayudarlos —añadió Scott de la misma manera.
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Les contaron todo. Ahora los mellizos procesaban la información en silencio, sus expresiones eran una mezcla de incredulidad y confusión.
—¿Hombre lobo? —preguntó Liam, mirando fijamente a Scott, quien asintió con calma.
—Mujer coyote —dijo Maya, mirando a Malia con los ojos entrecerrados. Ella le devolvió la mirada con una sonrisa y también asintió—. Banshee —dirigió la vista a la pelirroja. Esta simplemente afirmó con la cabeza.
Liam, confuso, dirigió la mirada hacia Kira.
—¿Zorra?
—Kitsune —corrigió ella con una sonrisa amable—. Pero zorra está bien.
Finalmente, Liam se volvió hacia el único humano en el grupo.
—¿Y tú qué eres? —le preguntó a Stiles, con una pizca de sarcasmo en el tono.
—Por un tiempo, estuve poseído por un espíritu diabólico. Era muy diabólico.
—¿Y ahora? —curioseó Maya, ladeando la cabeza.
—Estoy mejor...
El momento fue interrumpido cuando el rubio notó algo sobre la mesa: unas cadenas dentro de un bolso. Frunció el ceño, cruzando los brazos.
—¿Eso es para nosotros?
—No, son para mí —respondió Malia, señalándose a sí misma antes de mostrar sus ojos de un azul eléctrico brillante.
La rubia alzó una ceja, ligeramente impresionada.
—¿Cómo hiciste eso?
—Aprenderán —respondió el alfa antes de que su amiga pudiera contestar—. Pero primero, tienen que pasar la luna llena.
—La luna ya salió —dijo Maya en tono seco.
—Y ya están empezando a sentir algo, ¿no? —preguntó Scott, observándolos de cerca.
Liam suspiró, exasperado.
—Siento que estoy rodeado de un grupo de lunáticos —dijo, alzando la voz—. Son unos dementes. No sé cómo hacen eso, pero no me importa.
Sus latidos empezaron a acelerarse, y el cambio en él se hizo evidente.
—¡Me voy ahora mismo! —espetó, furioso—. Si alguien trata de detenerme, incluso tú, Maya, juro por Dios que...
No terminó. Un fuerte zumbido inundó sus oídos, haciéndolo callar y gruñir mientras llevaba las manos a su cabeza. Maya también se detuvo en seco, sus ojos brillando en un ámbar intenso mientras sus colmillos comenzaban a salir inconscientemente.
Scott prestó atención, agudizando sus sentidos. El ruido de unos autos estacionándose afuera llamó su atención.
—¿Le contaron a alguien sobre esto? —preguntó Lydia, mirando por la ventana con preocupación.
La rubia negó con la cabeza, luchando por contenerse mientras un gruñido escapaba de su garganta.
—A nuestro amigo Mason —respondió su hermano con dificultad, tratando de controlar su respiración.
Kira se acercó rápidamente a la ventana para inspeccionar.
—Dijiste que era una fiesta.
Stiles frunció el ceño.
—¿A quién invitó Mason?
La chica suspiró.
—A todos.
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Los gruñidos de Maya y Liam resonaban en el cobertizo, llenando el espacio con una tensión palpable.
La chica ya estaba atada, pero desde hacía unos minutos, su descontrol había comenzado a ser más evidente. Mientras tanto, los demás intentaban sujetar al chico, quien, al verlos acercarse, sacó sus garras con furia.
—Lo tengo. Toma sus manos —ordenó Scott.
Kira intentó agarrarlo por la espalda, pero Liam, en un impulso, logró soltarse y saltó sobre Scott, tratando de atacarlo. Maya, atada y furiosa, solo gruñía y se retorcía, intentando liberarse.
En ese momento, Kira tomó un remo y, con fuerza, lo golpeó, dejándolo en el suelo de inmediato.
—Dios, no lo maté, ¿cierto? —exclamó, alarmada, mientras se acercaba junto a su enamorado al cuerpo de Liam.
—No. Está inconsciente.
Kira se dejó caer a su lado, exhausta.
—Espero que Stiles tenga mejor suerte —murmuró, alzando la vista hacia Scott.
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Un rato después, Liam seguía inconsciente, mientras Maya, que se había calmado un poco, dormía profundamente. La pareja observaba a los dos, notando lo jóvenes que eran.
—Se ven tan jóvenes —comentó Kira, su voz suave, mientras los veía.
—Lo son. Solo tienen 15 —respondió Scott, sin apartar la mirada de ellos.
—¿Qué haremos con ellos? —preguntó la chica, volteándose hacia él. Este la miró y suspiró.
—Los ayudaremos. Lo harán.
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Después de un rato de silencio, Scott y Kira habían logrado tener un pequeño momento a solas, pero el instante se desvaneció cuando un fuerte ruido los hizo voltear hacia el interior del cobertizo.
Maya había despertado, y con una fuerza sorprendente, había roto sus cadenas. Su rostro estaba transformado, al igual que el de Liam, con los colmillos al descubierto y los ojos de un ámbar intenso, brillando con furia.
—¿Esas cadenas podrán detenerlos? —preguntó, mirando con preocupación a los dos hermanos.
—Sí. Eso creo. Definitivamente —respondió Scott, aunque sin mucha convicción. Era claro que las cadenas no parecían ser suficientes para contenerlos.
Pero, para sorpresa de todos, Liam también rompió sus cadenas y se levantó del suelo con una velocidad aterradora.
—¡Maya! —gritó Scott, al ver cómo la chica corrió hacia la ventana y saltó a través de ella.
Scott, decidido a ir tras ella, se apresuró a saltar por la misma ventana rota. Pero, justo cuando lo hacía, Liam lo alcanzó por detrás, derribándolo al suelo con una fuerza sobrehumana.
Scott se levantó rápidamente, mirando cómo Liam, ya de pie, lo miraba con furia y le gruñía amenazante.
No fue hasta ese momento que Maya, regresando al cobertizo por la puerta, se lanzó sobre su hermano, tirándolo al suelo con un movimiento.
Maya lo sostuvo en el suelo y miró a Scott, asintiendo levemente, dándole a entender que ahora ella misma podía encargarse.
Sin embargo, Liam, con un rugido, la arrojó al suelo con facilidad y, al igual que ella, saltó por la ventana. Rápidamente, comenzó a correr hacia el bosque.
Scott no tuvo otra opción más que seguirlo.
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Kira, con calma, ató nuevamente a Maya, quien, en esta ocasión, parecía tranquila y no intentaba soltarse. Solo era por precaución.
—Creo que estarás bien ahora —le dijo mientras ajustaba las cuerdas—. Parece que encontraste un ancla. Scott me habló sobre eso.
Maya desvió la mirada, pensativa, y bajó la cabeza con una expresión melancólica.
—Es... un chico que conocí en mi antigua escuela —confesó en voz baja—. Era un idiota, pero... pasé buenos momentos con él. Aunque a escondidas de mi hermano, porque él no lo soportaba, y ese sentimiento era mutuo.
Kira asintió con comprensión mientras terminaba de atar las cuerdas de Maya. Sabía que, a pesar de las circunstancias, todos necesitaban algo o a alguien que los anclara en su humanidad.
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