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veintitrés

スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo veintitrés
«carta»

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Nada podía ser igual desde la perspectiva de la mujer de hebras rojas, su mirada azulada había estado opacándose sin reparo alguno y un pequeño brillo había aparecido desde la directa confesión de aquel niño de la arena. No. No podía, por más que su corazón estuviese volviéndose cálido no podía hacerlo.

No podía enamorarse, y mucho menos de alguien menor.

Resopló mientras volvía a leer el documento que informaba una junta con los del Consejo, en la cual se hablaría de temas que abarcaría su liderazgo y en los "errores" que había cometido al comenzar. Una sonrisa para nada grata se produjo en su semblante sombrío, sabía que no era buena, en ningún momento había recibido un libro en dónde se explicase cómo ser un buen Hokage; pero hacía lo que podía.

¿Qué podían esperar de ella? Si bien había logrado ser una buena jōnin eso no implicaba serlo en ese nuevo puesto que tenía, y del cual había recibido más elogios que estando de jōnin. Los del Consejo no eran más que una bola de idiotas, señores que por la edad ya no sabían que era el bien y el mal y buscaban todo lo que les beneficiara sin importarle arrebatarle un vida a una persona o hacerle la vida un infierno.

Y, posiblemente, a ella se la harían si no toma cartas en el asunto.

Pensó en Gaara de repente, logrando que sus ojos azules se desvíen del papel para posarse en la pequeña figura de un león hecho de arena que reposaba con tranquilidad arriba de su escritorio en una esquina. Durante las tres última semanas había recibido figuras de ese tipo y cartas que se tomaba el tiempo de leer y contestar con un poco de... nerviosismo.

Suspiró relajando sus músculos y  giró su silla para ver por el enorme ventanal la aldea que era iluminaba por las farolas y la Luna que brillaba con un poco de fuerza.

—Gaara, ¿por qué?

Su vista fue a las incontables estrellas, esperando que una de ellas le diese la respuesta a su interrogante. ¿Por qué ella? ¿Por qué una mujer que se la pasaba cuidando a su sobrino y haciendo misiones? ¿Por qué Uzumaki Miko? Había muchas mujeres mejores que ella, pero se cuestionaba el por qué la había elegido a ella.

Un pequeño león apareció en su regazo, llevaba un pergamino enrollado sostenido por un listón que rodeaba su cuello con delicadeza. Lo miró por unos instantes, escuchando un rugido suave por parte del animal y con una sonrisa leve acarició su cabeza logrando hacerlo ronronear. Obtuvo entre sus manos el pergamino mientras dejaba que el pequeño de la manada se acomodara en su cuerpo y leyó el contenido del papel.

"¿Cómo has estado? Últimamente presiento que estás algo fastidiada, no lo sé. Tal vez sea porque la última vez me comentaste que los del Consejo te estaban obligando a abandonar el mandato, o tal vez porque has estado ocupada buscando el paradero de Sasuke.

Esto de las cartas me parece un buen método de comunicación y, siendo sincero, realmente creo que sí habláramos en persona yo me pondría nervioso. No es porque seas intimidante y mucho menos que tu mirada siempre es seria, solamente que...

Sí, me intimidas de una buena manera.

Respondiendo a tu pregunta de la carta anterior, sobre qué ví en tí; la verdad no puedo decirlo con exactitud, porque realmente no sé qué gesto, actitud o una parte de tu personalidad logró que mi corazón te elija a ti.

Pero, ¿por algo se empieza, no? Después de todo, tendré mucho tiempo para escribir una lista de las cosas que me llamaron la atención de tí y tal vez tú puedas hacer lo mismo pero de mí, si es que quieres.

Las cosas por acá han estado tranquilas. Sin embargo, aún escucho como Tamari grita por la casa diciendo que la familia se agranda mientras Kankuro le sigue emocionado. ¿Te pasa o es solo mi familia?

Debo terminar, ya llegó a mi cuarto.

Gaara."

Soltó una risa algo divertida ante lo último pero sus manos temblaron ligeramente por la respuesta de su pregunta. Se regañó por haber preguntado tal cosa y hacerla sentir avergonzada pero no pudo evitarlo, la duda la carcomía.

Tragó saliva mientras guardaba el pergamino en su bolsillo con delicadeza, sabiendo que al llegar a casa contestaría la carta y posiblemente siguiera haciendo trabajo desde allí. No le gustaba contestarle las cartas a Gaara en su espacio de trabajo, sentía que en cualquier momento entraría un shinobi o Tsunade, y realmente no quería que ésta última se enterase que tenía un pretendiente ilegal y que pueda comenzar a sentir una mínima cosita por parte de él.

Se sentía una mocosa, y odiaba sentirlo.

—Cachorro, hay que ir a casa —movió con suavidad su cuerpo y sujetó con firmeza el pequeño león que bostezo abriendo sus ojos rojos que brillaron al ser sujeto por su líder.

Dejó acomodada la silla y caminó con lentitud hacía la salida de su oficina, apagando las luces a su paso. Miró el solitario pasillo y caminó con tranquilidad por éste, notando como en el edificio no había nadie más que los ANBU que custodiaban y hacían una reverencia hacia ella cuando la veían pasar.

—Tengan linda noche.

Frunció el celo ante sus palabras. «¿Por qué dije eso?» y por un momento escuchó lo que hace el amor por parte de la Vida que sonreía divertida sentada sobre una mesa y desaparecía como si nunca hubiese estado ahí.

Rodó los ojos y cuando llegó a su casa, dejó con cuidado al león rojizo sobre un almohadón de su sillón y fue directo al baño a hacer sus necesidades y enjuagar su rostro para despertarse por completo y así no sentir como el cansancio invadía su sistema.

Takeshi apareció cuando salía del baño, mirándola con esos zafiros que parecían dormidos. La siguió hasta llegar al comedor, saltando hacía la mesa y echándose sobre ésta con total relajamiento. Notando como la mujer sacaba con esmero un papel pulcro de un cajón que estaba en un mueble y agarraba una pluma y tinta para comenzar a escribir sobre la hoja que muy pronto se llenó con una prolija caligrafía.

—¿Qué haces? —preguntó mientras se lamía una pata.

—Escribir —contestó ella sin terminar de escribir.

—¿Y qué escribes?

—Algo.

La miró mal, ganándose una sonrisita divertida por parte de ella y la golpeó con la cola, derramando un poco de tinta en la mesa. La vio pararse con rapidez y sacar con esa misma velocidad el pergamino antes de que se manche. No pudo evitar bufar con burla, al parecer la líder caía poco a poco antes los encantos del mocoso de la arena.

—Con que el chico de la arena eh —exclamó el felino.

No hace falta decir que se había ganado una mala mirada por parte de la fémina. No obstante, eso no evitó fijarse en el pequeño rubor que apareció en las mejillas de ella. Sonrió internamente, por fin su mejor amiga se abría ante una persona y dejaba que su frío corazón reciba un poco de calor por parte de Gaara.

Aunque Takeshi vio de reojo un informe que reposaba con tranquilidad sobre un pequeño estante, con su vista aguda identificó un par de letras que logró hacer que vea a la Uzumaki con incredulidad.

—¿Lo conseguiste? —vio confusión pasar por los rasgos delicados de la mujer y volvió a cuestionar—. ¿Lo conseguiste?

—¿A qué te refieres?

Señaló con su pata el informe que anteriormente había visto y notó como la expresión de ella se volvía una seria.

—Sí, lo conseguí.



Reporte de misión; Masacre Uchiha.




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