veinticinco
スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo veinticinco
«el temor a amar»
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El brillo de la Luna comenzó a entrar con debilidad por el gran ventanal, chocando en el rostro sereno de aquel pelinegro que conversaba amenamente con la pelirroja, como si nada hubiera pasado hace unos años. Ambos con un pequeño brillo en sus ojos y una brillante y diminuta sonrisa que iluminaban sus corazones, hablando de temas triviales que no trataba de Akatsuki o el trabajo de la mayor, solamente de ellos. Compartiendo recuerdos del pasado, riendo ligeramente al comentar alguna travesura que habían hecho cuando eran más pequeños o el vómito de Sasuke en el sillón de la Uzumaki, diciéndole al Uchiha que ella obligó al azabache a lavarle con la lengua su sillón cuando fue más grande, haciéndole sonreír divertido.
Para los mejores amigos estaban apreciando aquel momento que le brindaba la Vida, agarrando entre sus manos en ese preciso instante para que no se vaya antes de lo esperado y pueda tenerlo a su lado un poco más.
Itachi observó el pequeño león de arena y le lanzó una mirada interrogativa a su amiga que rápidamente apartó su mirada azulada con un pequeño e invisible rubor en sus mejillas, logrando que el menor abriera sus ojos con sorpresa ante ello. Tragó saliva volviendo a ver la figura y soltó un pequeño resoplido con diversión para cruzarse de brazos y mirar a su mejor amiga con tranquilidad.
—¿Quién es? —preguntó con su tono suave, tranquilo y grave.
—Sabaku no Gaara —respondió volviendo a verlo, sin tener ese rubor en sus mejillas que la hacían sentir una mocosa enamoradiza; y no, ella no era una mocosa enamoradiza—. Tiene quince años.
—Es ilegal, Miko —informó con seriedad Itachi acomodándose en el asiento, viendo como la mayor asentía con la misma seriedad de él y sin ese brillo en sus ojos como hace unos minutos tenía—. Son doce años de diferencia.
—¿Crees que no lo sé? Joder, se lo dije —pasó una mano por su rostro frustrada, frunciendo su ceño y soltando una exhalación—. Se lo dije pero él dijo que me enamoraría y que si yo correspondía sus sentimientos, cuando él sea mayor estaríamos juntos. Pero, ¿qué le puede dar una mujer como yo que no tiene conocimiento en cosas amorosas? ¿Qué solamente vivía para cuidar a su sobrino y hacer misiones para ello? ¡Es más! ¡Él puede tener a muchas chicas detrás de el y me elige a mi! —se señaló mientras sus labios temblaban—, ¡me eligió a mí, Itachi! Una mujer que tiene un carácter de mierda, que solamente le importa su sobrino, una mujer que tiene más de veinticinco años que posiblemente podría ser su hermana o tía.
Nunca la había visto así, a punto de perder los estribos. Reconocía perfectamente lo inexperta que era ella en temas así, y durante los años de amistad que tuvo con ella ni una sola vez la vio con un pretendiente o interés amoroso. Y verla así le traía una sensación dolorosa, entiendo el por qué reaccionaba de esa manera. Temía que si se enamoraba el chico podría terminar teniendo el mismo final que tuvieron sus padres, su clan, su hermana y cuñado. No quería tener a otra persona a esa lista de fallecidos. Suspiró tomando las manos de la mujer, tranquilizándola con su toque suave y solo eso fue suficiente para que una lágrima bajase por el pómulo de ella y más la siguiesen. Estaba rota y se había cortado miles de veces al intentar reparar cada trozo de su ser con cinta que pronto se comenzaría a salir.
—No quiero enamorarme, Itachi —susurró con voz quebrada Miko, acurrucándose en su silla y soltando las manos del mencionado para ocultar su rostro en ellas.
Parecía una niña con miedo y eso era lo que no quería el pelinegro que se paraba para rodear el escritorio y abrazar con cariño el cuerpo acurrucado de la pelirroja que lloraba en silencio. Acarició sus hebras escarlatas, susurrando que todo estaría bien pero sabía que no podía haberle dicho eso a ella, precisamente a ella. Esa mujer que lo entrenó teniendo ella solamente trece años y él siete, quien le compraba Dangos cuando finalizaba los entrenamientos, quien de manera desinteresada le regalaba tomates para que se lo de a su pequeño hermano, preparándole alimentos antes de que vaya a una misión y siendo la persona que la veía como una hermana mayor dispuesta a dar su vida para velas su bienestar junto con el de Naruto. Y lo demostró hace tan solo unas horas, cuando mandó a Danzō a la cárcel por todos los delitos que hizo y probando su inocencia ante los consejeros y comenzando a informar a las demás aldeas que la Masacre Uchiha que había hecho él había sido todo un plan de aquel hombre y testificando a favor del Uchiha como testigo, ya que ella sabía la verdad a medias pero que no podía presentar cargos ante los Consejeros por no tener suficiente evidencia. Y a pesar de que no pudo cuidar a Sasuke, dejándolo ir con Orochimaru, sabía demasiado bien que ella desde que asumió el cargo de Hokage comenzó una búsqueda conformada por sus leones rojos para encontrar con rapidez a su pequeño hermano.
—¿Para no perderlo? —preguntó Itachi ante la declaración de la Uzumaki mientras aún acariciaba aquellas hebras rojas que le recordaba a una rosa roja.
—No quiero que muera como a las personas que amé.
—Eras a penas una niña cuando fallecieron todos ellos, pero ahora eres una adulta capaz de protegerlo a él como lo hiciste durante todo este tiempo con Naruto —dijo él haciendo que lo vea con un pequeño puchero en sus labios que le dio ternura al menor—. Como lo hiciste conmigo.
—A ti no te pude proteger 'ttebade —negó con su ceño fruncido y eliminando aquel ridículo puchero que había hecho inconscientemente.
—Lo hiciste y hoy lograste protegerme al probar mi inocencia en lo que hice hace unos años.
La mujer suspiró profundamente para luego pararse y rodear el delgado y fornido cuerpo de su mejor amigo que reía con levedad al escucharla murmurar que pronto la alcanzaría, ya que el pelinegro estaba alcanzando el metro setenta y nueve de la mayor. Correspondió el gesto con una pequeña sonrisa y se quedó un buen rato ahí, sintiendo esa tranquilidad y seguridad que le proporcionaba la mujer.
—Gracias por lo que hiciste por mí, hermana —susurró Itachi apoyando su mentón en el hombro de ella.
Y Miko no pudo evitar sonreír ante el título.
—Gracias a ti por estar a mi lado 'dattebade.
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