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treinta y nueve

スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo treinta y ocho
«el poder de la sangre se activa»

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❝Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos.❞────El zorro de El Principito.


Miko miró por unos instantes al resto de su manada —quienes la veían con ojos decaídos por la declaración del primer mano derecha que tuvieron los leones— para luego dirigir sus ocelos al primer león que acompañó al primer líder, tensando su cuerpo ante la respuesta que obtuvo por parte de él. ¿Tanto costaba aceptar qué entrenen a un humano? Lo habían hecho con el compañero de Sasuke, podrían hacerlo ahora con Naruto para que controle la fracción de odio que posee en su interior. O —por lo menos— que lo ayuden a que no caiga en el odio.

—No, es mi última palabra.

—¿Por qué? ¿Qué tiene mi hijo que no sea aceptado por ti?

—Principalmente él no es tu hijo biológico —espetó el felino, mostrando sus colmillos con levedad—. En sus venas no corre sangre 100% Uzumaki, posee en su interior un demonio que es nuestra presa natural y enemigo, su actitud infantil e inmadura no es aceptada por los leones.

—Pero le enseñaron a Jūgo a controlar su inestable poder, ¿por qué a mi hijo no? —se tocó su abdomen al sentir una fuerte punzada, pero lo dejó de lado ante la molestia que sentía ante lo que decía el integrante de la manada.

—Son casos diferentes.

—¡No lo son! ¿A caso tu no me decías que todas las personas eran iguales? ¡No me vengas a joder con esa puta mierda, Tashi! —su mal vocabulario había salido a flote, sacando de su interior el odio que aún permanecía en su cuerpo—. Soy la líder de esta manada y puedo hacer lo que se me dé la puta gana. Si yo estuve pidiendo permiso era por respeto, pero si vienes con esos juegos me pondré en el título que tengo. ¿Te tengo que recordar que Naruto es el líder si no estoy al mando? ¡Tu mismo estuviste cuando le hice la ceremonia de iniciación cuando él solo era un bebé!

Ambos pelirrojos se miraban con llamas en su ojos azules, con la sangre que pasaba por su cuerpo hirviéndose ante la reciente situación. Los trapos estaban saliendo a la luz, todo por una negación a algo tan simple: ayudar al hijo de la líder a controlar una porción de su poder. Solo eso.

—Naruto es el sub-líder de esta manada, a pesar de que no lo sepa, lo es. Y estoy segura que no importa si él no tiene el elemento sangre, o si es cien por ciento un Uzumaki, si el actual líder (o sea, yo) le hace la ceremonia de iniciación y comparten un vínculo de sangre él puede convertirse en el líder si la actual no está. ¿Crees que lo dejaría solo sin protección? ¿Por qué crees que Takeshi es capaz de dar su vida para salvarlo? Él, como mano derecha, es el encargado de proteger a los líderes. Incluyendo a ¡mi hijo!

—¡Haz hecho lo tu querías estando en este puesto! ¡Llevándote todas las reglas por encima!

—¡En ningún lado del contrato o la historia de los leones nieguen que yo pueda declarar a un humano con sangre Uzumaki un sub-líder! ¡Yo estoy velando por el futuro de esta manada, Tashi! —ante aquello un hilo de sangre bajó por el labio inferior de la líder, preocupando al resto de los felinos que veían con nerviosismo la discusión.

—Miko, apóyate en mi —exclamó Takeshi poniéndose al lado de la mayor, olfateando el aire impregnado de la sangre de la muchacha para asegurarse si su condición había empeorado—. No te alteres, eso solo dañará a tu corazón.

—Me importa una mierda mi corazón —espetó haciendo una mueca, deslizando su mano que descansaba en su abdomen hacia la zona de aquel órgano vital—. Siempre he velado por esta manada. Sabía que ser la única Uzumaki poseedora del elemento sangre traería sus consecuencias, también que soy una de las pocas con vida, ¿y si soy no puedo dar hijos? ¿Qué pasaría con el futuro de la manada? Sabes que si se quedan sin líder la estabilidad de este monte se irá a la mierda, dependen de las futuras generaciones Uzumaki para mantenerse estables.

—Tashi, hazle caso a la niña. Además, Naruto es un buen niño —una leona alta apareció entre los arbustos, presumiendo su alta altura y las cicatrices que toda su anatomía portaba—. Miko, yo te aseguro que entrenaremos a Naruto. Aunque me temo que solamente será por unas dos semanas, no podremos soportar mucho la presencia de ese zorro bruto. Ya sabes, querremos hacerlo nuestra cena —sonrió a su manera, como un león lo haría. Una de las cinco primeras mano derecha dio su aprobación y con eso Miko ya estaba más que satisfecha.

—Líder, regrese a su casa, debe descansar —musitó el anteúltimo mano derecha, acariciando su rostro con su hocico—. El pequeño sol debe de haber despertado, se preocupará si no la ve.

—Hazle caso, Miko. Yo me encargaré de este viejo león estúpido —le aseguró la leona, mordiendo el cuello del felino que se quejó de lo agresiva que era su pareja—. Ser la dominante tiene sus ventajas.

—Si tu lo dices, Shina —susurró soltando una fina risa, limpiando su barbilla para que su hijo no se preocupe.

Takeshi la llevó al departamento luego de haber realizado la técnica innata de los felinos: la teletransportación; aunque solo servía para ir del mundo humano a al Monte Rojizo y viceversa. Miko suspiró caminando despacio hacia su respectivo cuarto, encontrándose con la figura medio despierta del rubio. Él estaba sentado en la cama, fregándose el ojo derecho mientras se rascaba la rodilla, y —al escucharla abrir la puerta— la observó con sueño aún.

—Hueles a sangre, ¿mataste a alguien? —fue lo primero que salió de los labios del menor, divirtiéndola—. Espera, ¿desde cuándo distingo ese olor?

—Vuelve a dormir, mocoso —dictó la Uzumaki, subiéndose a la cama para dormir un poco más antes de ir a la oficina y quejarse del papeleo que acumuló su amiga. Naruto la miró con rareza pero se acomodó al lado de ella, descanso su cabeza en el pecho de la mayor a la vez que subía una pierna sobre las de ella; cómodo.

—¿A dónde fuiste?

—A la manada, debía pedir permiso para algo —susurró ante la corta distancia. Le hizo una seña a Takeshi para que se acueste con ellos pero el león hizo una expresión de asco y desapareció en un charco de sangre—. En unos días te irás para allá, te ayudarán a controlar el odio que tienes en el interior y de paso a Kurama; será un dolor de cabeza lo último porque es un zorro terco, pero sé que lo lograrás. Aunque prefiero que lo domestiques.

—¿Eh?

—Si lo domesticas formarás una unión. Serás único para él, y él será único para ti. No puedo decir con seguridad que yo lo hice con Takeshi, si no que ambos supimos que era mejor estar juntos, poco a poco formamos esa unión.

—¿Domesticar? Ni que fuera un perro... ¿o lo es?

¡Maldito niño, cuando tenga la oportunidad te haré pedazos! —escuchó Naruto dentro de su cabeza y sonrió nerviosamente.

—Cuando vuelvas de esas dos semanas en la que entrenarás, y seguramente Shina te ayude con las cadenas que te dije, te diré dos cosas que te impresionarán —dijo, acomodándose en la cama para cerrar sus ojos con tranquilidad y tranquilizar su respiración para dormir.

Naruto se mordió ligeramente su labio inferior escuchándola dormir serenamente, dudoso de un pensamiento que había aparecido por su mente. Se deslizó suavemente hasta salir de la cama, acomodando el acolchado rojizo para que la mayor no pase frío.

Caminó hacia el exterior del cuarto, frunciendo su ceño mientras se dirigía hacia la entrada del hogar. Se encontró con Jiraiya a punto de golpear la puerta, a punto de interrumpir el sueño de la Uzumaki.

—Ero-sennin —saludó Naruto en voz baja, apoyándose en la pared del pasillo para que la charla que tendría con su sensei no llegue a oídos de su familiar. Aunque sabiendo que ella era alguien con una buena audición, era imposible que no lo escuche—. ¿Qué hace aquí?

—Naruto, ¿me estás corriendo?

—No, para nada 'ttebayo —negó nerviosamente, moviendo sus manos en forma de negación—. Solo que no es usual que venga a la casa.

—Quería hablar con Miko-chan de algo... beneficioso —no sabía la palabra que usaría para lo que quería, y esa fue la única que se le vino a la mente. El de marcas rojizas observó como la curiosidad se posaba en los cielos azules del muchacho y sonrió revolviendo las hebras rubias de él—. ¿Está o debo ir a su oficina?

—Está durmiendo, últimamente está más cansada con eso de las heridas —musitó, rascando su mejilla ligeramente. Pero volvió a mirar a su sensei—. ¿De qué iba a hablar con mamá?

—¿Ah? Cosas de adultos, niño —golpeó su frente con su dedo índice, insinuando cosas que no lo eran.

—Miko es mía, ni se te ocurra poner tus feas manos en el cuerpo de ella. Gaara te matará si lo haces, Ero-sennin —lo señaló en modo de advertencia, obteniendo una risa por parte de su acompañante.

—No me refería a eso, pero podría ser...—se rascó su barbilla, pensando en las medidas de los atributos de la Uzumaki pero fue golpeado en su abdomen—. ¡Oe! ¿Qué te sucede, niño?

—Con mi mamá no, Ero-sennin.

—Ya, ya. Si está durmiendo tendré que venir después, de todos modos necesito su permiso —se encogió de hombros, llevando sus manos a su bolsillo y yéndose del complejo de departamentos. Naruto hizo una mueca y trotó para llegar hasta Jiraiya—. ¿Qué ocurre?

—¿Podría esperarme? Quiero hablar de algo con usted y con estás pintas no voy a salir.

Su ropa era la que usaba para dormir y aún permanecía con el gorro que había tenido unas buenas modificaciones por parte de Miko. El Sannin de los sapos lo pensó y asintió, siguiendo al varón hasta el interior del hogar para esperarlo hasta que se cambie.

Vagó por unos minutos por la sala hasta quedarse mirando una foto enmarcada —la cuál era también rodeada por otras más, ocupando la mitad de una pared de solamente fotos—, aparecía Miko con Naruto de pequeño. Ella sonreía enormemente, con sus hebras rojas oscuras hondeando por el aire y su vestido negro que usaba muy de vez en cuando en casa; Naruto era pequeño, pero la veía con demasiado cariño mientras le sonreía de la misma manera. Era como si en ese preciso instante todo fuera olvidado por ellos y solamente reinaría el cariño entre ambos.

—Fue hace diez años, yo tenía seis y ella dieciocho cuando Kakashi-sensei nos sacó esa foto a escondidas 'ttebayo.

Apareció el rubio con el nuevo traje que le había comprado su madre, también luciendo el haori rojizo y negro que ella misma había hecho a mano. Parecía otro Naruto, uno más adulto y maduro; a pesar de sonreír recordando el momento su expresión era tranquila, no como antes que delataba lo feliz que estaba.

Naruto había cambiado en poco tiempo.

—¿Y eso, niño? Está fabuloso, así conquistarás a varias muchachas... y muchachos —subió y bajó sus cejas en señal de picardía pero el rubio solamente suspiró, acostumbrado al comportamiento de su padrino.

—Vamos, no quiero despertar a mamá.

Jiraiya se quedó mirándolo en silencio, encontrando un cambio muy abrupto en su estudiante y lo siguió sin decir muchas cosas. El mayor notó como la mirada del Uzumaki era diferente a la usual que poseía, sus ojos ya no brillaban con tanto fulgor que antes, la sonrisa que siempre portaba era más decaída pero seguía siendo tranquila, su semblante ya no era alegre o energético, más bien era uno estoico. 

Sentía las miradas fugaces que jovencitas y aldeanos le dirigían al rubio que estaba a su lado, pero éste ni siquiera prestaba atención a ello. Estaba en su propio mundo. Lo tomó del hombro, llevándolo a Ichiraku a pesar de que aún no era mediodía; seguramente el menor le gustaría comer su comida favorita.

—¿Y bien? ¿Qué querías contarme? —cuestionó con paciencia el de hebras blancas, luego de haber pedido lo que comerían.

—Mamá me contó sobre su cicatriz y el ataque del zorro —informó el rubio en voz baja, teniendo en cuenta que algunos seguían paranoicos con el último suceso—. Dijo algo que me dejó pensando. Al Kyūbi lo estaban controlando cuando ocurrió todo eso, ¿cree... qué es posible?

—Sabía algo de eso pero al no estar ahí no podía confirmarlo —musitó, acariciando su barbilla pensativo—. Cuéntame más.

—¿Y si ese mismo enmascarado llega de alguna manera a controlarme, dejando libre a Kurama? —tocó su barriga instintivamente, en donde estaba el sello que su progenitor había puesto para sellar al zorro dentro suyo. Jiraiya no respondió, simplemente se quedó pensando en esa posibilidad—. Todos estarían en peligro, mamá lo estaría.

—Miko-chan es alguien fuerte, seguramente lograría que salgas bien de la situación y los demás también.

—Yo estoy asustado —confesó, sonriéndole ligeramente a Teuchi cuando éste le dejó el plato de ramen al frente de él—. No quiero que usen a Kurama para planes malvados, tampoco poner en riesgo a la aldea y a mamá. 

—Que no sucederá eso, niño. Para eso estamos tus padrinos —le guiñó el ojo, prosiguiendo a degustar el alimento que le caería como piedra al estómago al comerlo tan temprano.

—Mamá me va a mandar al Monte Rojizo para que los leones me ayuden a controlar el poder de Kurama y el odio que tengo en mi interior —dijo el rubio, revolviendo con los palillos la comida—. Ella... ¿por qué ella quiere mandarme lejos luego de todo lo que le pasó, Ero-sennin?  ¿A caso ya se cansó de mi?

—Hey, no pienses eso de ella, Naruto —negó el escritor, un poco indignado que su estudiante haya dicho tal cosa de la pelirroja—. Esa chica es la persona que más te ama en el mundo; imagínate, una vez casi me manda a la otra punta del país cuando te asusté de bebé. Que recuerdos...—sonrió con nostalgia—. Lo que digo es que por más que pareciera que Miko-chan te esté alejando, solo es para que te vuelvas más fuerte y consigas manejar todo el poder que tienes; solamente quiere que seas capaz de protegerte solo si es que algún día ella no esté para ti en ese momento.

—Lo sé, solo que a veces es demasiado compleja la situación 'ttebayo —se quejó absorbiendo los fideos—. Por cierto, ¿cuántas botellas de sake bebiste? ¿Unas trece? Es fuertísimo el olor.

—Pero si me bañé y lavé los dientes...—murmuró, mirándolo con el ceño fruncido—. ¿Desde cuándo captas tan bien el olor? Hace unas semanas ni quiera podías distinguir el aroma de tierra del mío.

—Dejando de lado el olor a alcohol, tienes un olorcito a tinta y a... lavanda, pero prefiero el de limón suavecito de Miko.

—¿Te estuviste entrenando en el sentido del olfato o qué? Ni yo sabía que Miko-chan olía a limón.

—Hace poco me di cuenta que distingo más los olores, ¡hasta puedo oír lo que dicen las personas que están lejos 'ttebayo!

Siguieron hablando un poco más, atrayendo a su alrededor un ambiente hogareño y fresco por las personalidades de ambos. «Aunque sonría —comenzó a pensar el mayor, escuchándolo hablar sobre una técnica que le había enseñado Miko—, él se ve diferente. Como si solo le quedase pensar como un adulto y pensar a futuro para lograr lo que tiene que hacer, o aceptar lo que pasará.» Dejó el dinero sobre la mesa, pagando la comida de los dos y le hizo una seña a su alumno que lo siguió a la par mientras miraba a su alrededor con un aire sereno.

—¿Cómo vas con lo de Sasuke?

—Primero me quiero concentrar en mamá. Ella es la importante en estos momentos —exclamó con firmeza, acariciando con su dedo índice el filo del kunai que le había regalado su madre—. Pero luego de eso, no muy bien. No he conseguido mucha información del paradero de Sasuke, los leones no me dejan entrar a la oficina de mamá para leer los informes sobre la posible ubicación del teme.

—¿Y si él... viniera a la aldea por si solo? —lo miró de reojo, esperando alguna reacción.

—Me alegraría 'ttebayo. Lo llevaría a vivir a la casa que pronto mamá me entregará, y los seis viviremos felices.

—¿Seis?

—Así es. Mamá, Sasuke, Takeshi, la abuela Tsunade, Ero-sennin y yo —sonrió mostrando sus dientes, también los colmillos que estaban tomando una punta más afilada, aceptando la paleta azulada que le tendía el Sannin—. ¡Una familia feliz!

«Una familia feliz —lo pensó en su mente, agradándole la idea de eso—, suena lindo.»

 


2/2

Como que el cambio de mi modo de narración se notó en este capítulo.


Fondo de pantalla de Miko.

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