treinta y cinco
スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo treinta y cinco
«la noticia en boca de todos»
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❝El Tiempo es secreto, el Destino es incierto y la Vida es imperfecta, pero siempre justos.❞────S.T
La aldea estaba en un estado de shock absoluto, mirando a la nada mientras murmuraban aquellas palabras que estaban de boca en boca: La Hokage había muerto. Miraban al sobrino de ésta, parado en las puertas de Konoha deseando que el atardecer no llegase, con lágrimas en esas orbes azules que no poseían brillo algunos. Sus brazos rodeando débilmente el sombrero que le arrebató a la Senju, acariciándolo con añoranza y aspirando con levedad el aroma a limón suave que su madre había dejado impregnado en el material. Hace unas horas habían sido notificados ante esa inesperada noticia, y ya todos estaban preparando la vestimenta para el funeral que muy pronto se haría si es que ella no aparecía. Algunos se dedicaron a llorar, rogándole algún ser superior a ellos que la Sexta Hokage volviese sana y salva; otros simplemente no asimilaban lo que estaba sucediendo, los pequeños ninjas habían sido retenidos por sus sensei a que salgan de la aldea ante la búsqueda de la joven adulta, amigos del Uzumaki solo se quedaron a su lado con su cabeza gacha, escuchando los audibles sollozos del rubio.
Shikamaru con algunas vendas cubriendo parte de su cuerpo llevó su mano al hombro del rubio, dándole un ligero apretón en forma de apoyo mientras le pasaba un plato de Ramen que Teuchi le mandó gratis por el mal momento que estaba pasando su gran cliente. El Uzumaki vio el alimento frente a él y negó soltando una exhalación temblorosa para que las lágrimas no salgan de sus orbes azules cuando recuerdos inundaron su mente con fuerza. Ella llevándolo por primera vez a comer Ramen, ella dándole cupones gratis para que coma su plato favorito, ella estando hasta altas horas de la noche haciendo el pastel en donde se mostraba un sapo grande comiendo ramen, ella llevándolo a Ichiraku cada vez que él terminaba alguna misión o el entrenamiento denso de ella; ella, ella, ella, ella...
Sentado en el piso, justo en la entrada de la aldea a la que tanto empeño le puso su madre y miró el camino, notando como el cielo celeste se teñía de colores cálidos que lograron que un nudo en su garganta se formara. ¿La iba a perder, así sin más, de nuevo? Tanto que él deseó que los años de entrenamiento pasaran rápido para volver con su madre, solo bastaron unas semanas para terminar de perderla de esa manera. Ni siquiera lo dejaron ir con el equipo de búsqueda que Tsunade había mandado, tampoco podía ir con los leones para que les diga si sabían algo de Miko porque desaparecieron a penas la noticia se propagó por la aldea.
—Naruto, come algo —pidió Sakura con suavidad, triste por el rostro abatido de su compañero.
—Ella volverá, ¿cierto, Sakura? —la observó con esperanza, pero que fueron rotas cuando ella apartó su mirada sin saber qué decir—. Si solo me dejaran ir a buscar a mi madre...
—La Hokage no hubiera querido que su hijo estuviese en peligro, creo que tampoco que viera su cuerpo sin vida —exclamó Sai, alzando su vista de sus dibujos para luego ser golpeado por una rubia por su comentario fuera de lugar.
Naruto se quedó callado, pensativo y siguió mirando el camino a la espera de que su madre volviese a casa. Y ante la atenta mirada de sus compañeros de generación acarició inconscientemente el sombrero de Kage que tenía Miko, susurrando su nombre con esperanza cuando el atardecer se presentó ante sus ojos.
—Temari, golpea antes de entrar —pidió Gaara sin levantar su mirada turquesa de los interminables papeles, oyendo unos gritos en la lejanía y como su puerta era azotada con fuerza. Entrecerró sus ojos, fijándose en el intruso y se sorprendió al ver al león de Miko—. Takeshi, ¿vino contigo Miko? —preguntó con nerviosismo, se pasó una mano por su cabello para intentar arreglarlo y acomodó su traje—. ¿Takeshi?
—Ella pidió que te entreguemos esto —informó, con voz seca.
Lo aceptó con lentitud, sorprendido de la actitud decaída del león y musitó un agradecimiento para proseguir a leerla con ese extraño nerviosismo que recorría sus manos, logrando que la hoja tiemble.
❝Gaara, muchas veces me cuestioné si era necesario que yo, una persona sin nulo conocimiento en el juego del amor, pudiese o tenga la oportunidad de amar. Fue difícil asimilar que tu gustabas de mí, y sé que no nos pudimos ver con mayor frecuencia o que no soy muy expresiva en las cartas, pero quiero decirte que te quiero. No puedo decirte que te amo, porque es raro en mí amarte de la misma manera que amo a Naruto, sería... extraño. En sí, aún no puedo identificar ese diferente amor, tal vez aún no nace pero capaz que aún se está formando silenciosamente y yo no lo sé.
Quiero que sepas que lograste enamorarme, aún sigo recia a aceptarlo porque debo mantener mis emociones a cuerda pero lo lograste. Sin embargo, aún hay muchas cosas que no sabes de mi, yo tampoco sé mucho de ti, pero seguramente en un futuro ambos sepamos todo del otro o nos sorprenderemos de las cosas que no nos contemos, un efecto sorpresa.
Partiré a una misión dentro de unos minutos, será peligrosa, tengo la esperanza de volver a la aldea con mi corazón latiendo. Pero si no llego, seguramente esta carta te será entregada por Tsunade o Takeshi. Si no llego, olvídame, enamórate de otra persona, vive, pero cuida de mi pequeño remolino para que no haga ninguna estupidez. No será fácil, lo sé, pero sé que la Vida te ayudará a olvidarme, confío en ello.
Si no vuelvo, ten por seguro que tus sentimientos, o la mitad de estos, fueron correspondidos.
Te quiere, Uzumaki Miko.❞
—No, es mentira —negó con incredulidad el menor, riendo con levedad sin creerlo, pensando que era una mentira pero sabía en el fondo que ella no hacía esas clases de juego por lo que su risa se desvaneció en el aire—. Takeshi, ¿qué es... esto?
—Miko acompañó a un grupo que iban tras dos Akatsuki, ella ayudó a que escapen los shinobis antes de que sean asesinados y se quedó luchando. Dejó el cargo a Tsunade Senju, y mandó unas palabras de despedida a Naruto. Creen que ella... murió en combate.
—¿La están buscando? —interrogó con sus labios temblando ligeramente, guardando la carta dentro de su traje para luego pararse y ponerse su túnica junto con el sombrero. Lo vio asentir y suspiró—. Vamos, guíame a Konoha.
—¿Irás?
—Por supuesto, no acepto que la persona que me gusta esté muerta —musitó, tragándose el dolor y las lágrimas que querían salir, y se retiró de la oficina siendo seguido por el felino. Notó a sus hermanos mirándolo con tristeza, seguramente sabiendo sobre la noticia—. Temari, Kankurō, serán mis escoltas hasta Konoha y ayudaremos en la búsqueda de la Hokage.
—Gaara...
—Ella no está muerta, ella no —exclamó con fuerza, señalándolos cuando supo que le dirían que no vaya—. Algo en mí me dice que no.
—Está bien, te acompañaremos.
«¿En serio te perderé tan pronto?» se preguntó el Kazekage, presionando sus labios con tristeza. Porque por más quiera tener la esperanza de que ella siguiese viva, la realidad era otra. Él que era Kazakage no pudo contra un integrante de Akatsuki, ¿ella podría con dos? Era tan jodida la situación, estaba sintiendo cómo la desesperación recorría todas sus entrañas y las retorcía con ímpetu, ni siquiera podía entender como es que no se había puesto histérico, cómo su antigua actitud deseosa de sangre no tomaba posesión de su cuerpo. Lo notó, claramente que lo notó, veía en los ojos del gran felino de su Hokage la tristeza, como si supiese que ella ya no estaba ahí. Al paso que iban tardarían tres días en llegar, y eso no quería, porque tres días implicaba que ella posiblemente no aparecería y con todo el dolor del alma apoyó una mano en el pelaje del león, deteniéndolo.
—A este paso no llegaremos, necesito estar lo antes posible en Konoha para poder buscarla —exclamó con precisión el Kage.
—Podemos llegar en seis horas, o tal vez más. Sin Miko a mi lado, mi fuerza y velocidad disminuye bastante —informó el felino, ya que se dio cuenta que había tardado seis horas en ir hasta Suna y eso a una alta velocidad—. Solo puedo llevar a uno, pero podría llamar a otros dos mano derecha para que lleven a tus hermanos.
—Si es la única manera de llegar antes, por supuesto —asintió con firmeza el pelirrojo.
Dos enormes leones mostraron sus colmillos, descontentos de que Takeshi haya tomado la osadía de llamarlos pero cambió todo cuando posaron sus miradas azuladas en la turquesa de aquel pelirrojo del que tanto pensaba su líder. Comprendieron la situación y bajaron sus gigantes cabezas junto con la parte de su lomo para que los dos hermanos del Kazekage se subieran arriba de ellos.
Mientras ellos partían de Suna, viendo como aquel astro de fuego se terminaba por ocultar, otro grupo se enteraba de la noticia.
Sasuke presionó entre sus dedos el papel que le había entregado un pequeño león que lloriqueó viendo la luna y desapareció en un charco de sangre; su grupo lo observó con preocupación, estaban yendo a otro país al haber conseguido información de Orochimaru pero ahora no sabían que hacer por la mirada seria que tenía el Uchiha luego de leer esa carta.
—Terminemos esto lo antes posible para volver a Konoha.
—¿Qué sucedió, Sasuke? —preguntó curioso Suigetsu, sin enterarse de nada.
—Miko se enfrentó a dos Akatsuki, posiblemente murió, o eso dice la nota que mandó Tsunade —la hizo un bollo y la tiró al suelo, preparándose para seguir avanzando.
—¿No irás a apoyar a Naruto? —todos ya habían notado los sentimientos del Uchiha hacia el hijo de la Hokage, por lo que fue sorpresivo al no oírlo ordenar que regresen inmediatamente a Konoha.
—Cuando confirmen que esté muerta.
El Uchiha miró al frente, comenzando a correr sin detenerse a esperar a sus tres compañeros. Sus orbes amenazaron con la aparición de las lágrimas y los cerró por unos instantes, molesto por aquel picor en su garganta que le traía dolor. «Eres mejor que eso, Miko, tu debes vivir» pensó, saltando de rama en rama. Ella era mejor que todo eso, poseedora de un elemento que ningún otro tenía, manejándolo a su antojo y pudiendo lograr que sus enemigos se maten entre sí al manejar la sangre de ellos. Era uno de los mejores elementos que pudo ver en su corta vida, llegando a superar al dōjutsu del clan Uchiha, también el del Hyūga y el Rinnegan. Era poderosa. Hasta las personas más poderosas pueden morir, recuerda el Uchiha haber escuchado uno de los tantos días que tuvo entrenamiento con ella esa frase salir de sus labios. Miko podía ser la excepción claramente, al igual que Itachi, simplemente... no, ella no.
Frenó en seco cuando frente a él apareció en una horda de cuervos su hermano mayor, con tranquilidad en cada poro de su piel pero con intranquilidad en esas piedras negras que tenía como ojos. Paró a su equipo cuando percibió que estaban listos para enfrentarse al integrante de Akatsuki, y se quedó quieto observando al mayor.
—¿Ya te enteraste? —preguntó el ex ANBU, mirando de soslayo a ese diverso grupo.
—Sí, ¿alguna noticia?
—Por el momento no —negó con su ceño ligeramente fruncido—. La intenté buscar a penas me enteré, pero no lo conseguí.
—¿Crees que murió? —se percató cómo el rostro de su hermano mayor se contraía ante el solo pensamiento de que aquella figura fraternal, hasta podría decirse que materna, haya fallecido. Itachi se quedó en silencio, recordando de manera lúcida aquellos momentos agradables que pasó con la mayor y realmente no quería creerlo; no quería admitir que ella posiblemente esté muerta. Pero todas las cartas estaban a favor de eso que ella ya partió de ese mundo lleno de hipocresía y dolor.
—Solo el juego que ella hará con la Vida lo determinará —y tras decir eso, desapareció como llegó, en una horda de cuervos.
—Tampoco creo que la Vida quiera perder a su mejor jugadora —susurró Sasuke y mirando la luna que brillaba con levedad le hizo una seña a los demás integrantes de su equipo—. En marcha, eliminemos a Orochimaru antes de que el Sol se ponga de nuevo.
—Después a Konoha —espetaron los demás, ansiosos de regresar a aquella aldea que los acogió con amabilidad, precisamente la Sexta Hokage.
Qué jodida eres, Vida, ¿no pudiste tener otro juego peor?
Lo siento, tenía que poner memes de mi diosa Ayanami
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