siete
スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo siete
«te quiero, pequeño remolino»
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Naruto había despertado sin el típico sonido que hacía su tía en la cocina o los rugidos del animal de invocación de ella, supuso que debió de haber salido a una misión o unos mandados. Pasó la mañana solo, hasta le hizo sentir solitario el no tener la presencia de su familiar mirándolo con su seriedad o sus chasquidos de lengua cuando lo veía eructar. Nunca pensó en extrañar a su tía.
El resto del día la paso genial, tratando de enamorar a aquella peli-rosa y buscando algún aspecto positivo en Sasuke, los cuales ambos eran su equipo de Genin. Clavó su mirada azulada en la figura de aquel hombre de hebras plateadas, encontrándolo levemente conocido pero su memoria no era muy buena por lo que no podría saber con exactitud quién era.
Luego de la presentación que les pidió aquel Jōnin y que éste también se presentara, vio una cabellera pelirroja pasar por detrás del hombre y a una mujer alta y de ojos azules aterrizar en el barandal con un aire serio, aunque vio una ligera sonrisa en sus labios al verlo.
—¡Tía! ¿Qué haces aquí? —cuestionó Naruto abriendo sus ojos sorprendido—. ¡¿Serás nuestra sensei 'ttebayo?!
A su lado, Sakura tenía la boca abierta impresionada al ver a aquella mujer que era su heroína. Miró rápidamente a su compañero rubio para luego pasarla a la fémina, y así repetitivamente buscando alguna similitud en ellos.
—No, solo venía para ver como le iba a este mocoso —señaló a Kakashi con una mueca y se sentó en el barandal, dejando que sus hebras rojas bailen al son de la pequeña brisa que apareció—. Tienes algo de trabajo, Kakashi.
—Sí —contestó desinteresadamente mientras cambiaba de página de su libro.
—¡Espere! ¿Usted es la Leona Sangrienta? —interrogó Haruno intentando verificar que ella era esa mujer.
La Uzumaki la miró fijamente, clavando sus zafiros en los jades de ella y asintió desviando su mirada al cielo. Hizo una mueca al escuchar el chillido emocionado salir de los labios de la menor y cerró sus ojos tratando de no llevar sus manos a su oído ante el potente sonido, ya que tenía una audición sensible.
Naruto se paró rápidamente y corrió hacia su tía para luego saltar abrazándola, haciendo que el cuerpo de ambos se vean impulsados para atrás y, si seguía así, terminar chocando en el suelo; pero sintió una mano posarse en su cintura agarrándolo con firmeza y alzó su mirada, viendo como la mayor lo sostenía con una mano y con la otra se sostenía del barandal.
—Mocoso tonto —masculló entre dientes la portadora del elemento sangre y tomó impulso para subirse nuevamente al barandal con su sobrino en brazos, lo dejó en el suelo y chasqueó su lengua—. Casi te matas.
—¿Pero tu me ibas a salvar, verdad, tía? —cuestionó con una sonrisa inocente a la vez que se rascaba la nuca con nerviosismo—. ¿Tía?
—Depende.
Abrió su boca impactado y notó un brillo burlón en los ojos de su familia, sonrió a lo grande y se volvió a sentar a un lado de Sasuke, éste tenía sus ojos oscuros clavados en la silueta delgada y esbelta de la única mujer mayor que estaba en ese sitio, preguntándose el cómo no podía recordar habiendo estado casi dos años en su casa la presencia de Naruto, o es que su mente quiso olvidar al inútil.
La última era más válida.
—Bien, eso era todo; recuerden no desayunar —se despidió el Hatake desapareciendo en una bomba de humo y dejando a los tres menores con la Jōnin, la cual veía a todos con un ligero tic en su ojos derecho; el grupo del Hatake tendría sus pros y contra.
Agradecía internamente el no haber recibido la carta de grupo que le hubiera lanzado su compañera jugadora, la Vida; no podría lidiar con mocosos.
—Tía, ¿ahora serás mi sensei? —escuchó la pregunta de su sobrino y lo miró con una ceja alzada, cuestionándose en finalmente serlo o no; sin embargo asintió emocionando al pequeño remolino amarrillo.
—Solo con otra condición —paró al Uzumaki, intrigándolo a él y a los dos compañeros de equipo—. Debes pasar el examen de supervivencia del mocoso, si lo logras te entrenaré. Aunque aún tienes tiempo de negarte, no soy suave con los entrenamientos.
—¡Lo haré 'dattebayo! ¡Haré que estés orgullosa de mí y me convertiré en el mejor Hokage 'ttebayo!
—Si, si, si —asintió despreocupada y se acercó al rubio, sintiendo las miradas penetrantes de la peli-rosa y del Uchiha clavarse en su cara—. Ahora vamos, debo darte tu regalo de graduación.
—¡¿En serio?! ¡Vamos, vamos! —agarró la mano derecha de la mayor y comenzó a correr, dejando detrás a sus dos compañeros.
El rubio no podía contener su emoción, miraba a cada rato hacia atrás para asegurarse de que su tía lo esté siguiendo y sonreía notablemente al ver aquella sonrisa diminuta que solamente su tía le dedicaba a él; de verdad la quería. Hace no mucho tiempo le había preguntado a la mayor sobre sus padres y el porqué no había fotos de ellos dos, solo recibió una mirada inexpresiva por parte de ella y le explicó brevemente el porqué no podía contarle sobre ellos, algo de que sus padres tenían muchos enemigos y si se enteraban de su existencia podían hacerle algo malo.
Al principio se lo tomó mal, tenía el derecho de saber quiénes fueron sus padres, hasta le gritó que ella era una farsante. Ese día fue la primera vez que la vio derramar una lágrima y la primera vez que ella pronunció su nombre sin ese brillo en sus ojos, como usualmente los tenía cuando estaba junto con él.
Y al final, terminó pidiéndole disculpas luego de media hora sabiendo que lo que hizo había estado mal. Eso sí, no se salvó de bañarse con agua helada por haber hecho sentir mal a la mayor.
No preguntó más por sus padres, solo quería permanecer al lado de su tía y hacerla pasar por lindos momentos, porque notaba el esfuerzo que ella hizo desde que tomó su custodia completa. Cuidar a un bebé recién nacido y solo con la edad de doce años no era fácil, pero ella era alguien fuerte que logró salir adelante junto con el.
—¿Naruto?
Parpadeó rápidamente dándose cuenta que se había detenido en medio de una calle, teniendo fijas las miradas de los aldeanos que lo miraban con desprecio y terror. Se encogió en su lugar y sintió un tirón en su mano, alzó su rostro observando el como su tía clavaba su amenazante mirada en los pueblerinos y lo tomaba en brazos para caminar con la frente en el alto.
Lo ubicó arriba de sus hombros y ella le dijo algo que hizo que sonriera.
—Naruto, nunca bajes la mirada cuando la gente te mire así; muéstrales que tu eres un niño fuerte y capaz de romper barreras, que serás el mejor Hokage que la aldea pudo tener 'ttebade.
—¡Dijiste "ttebade"! —chilló emocionado tocando las mejillas pálidas de su tía y soltó una risa entusiasmado. Hace mucho tiempo no escuchaba aquella palabra cómica que, según ella, caracterizaba a los Uzumaki's—. ¡Dilo de nuevo, tía! ¡Quiero escucharla 'ttebayo!
—No, y punto.
Sonrió identificando una matiz de vergüenza en las cortas palabras que pronunció la mayor y apoyó su mentón en la cabeza de ella, aspirando el aroma suave del limón que tenía en su cabello y que sabía que tenía en cada tramo de su piel, ya que desde niño se acostumbró y se relajó con aquel aroma.
—Ten.
Dejó de refregar su nariz en las hebras rojas que portaba su tía y miró el objeto que le tendía, la agarró con emoción y abrazó la cabeza de ella soltando infinitas gracias; le había regalado un sobre con dinero, seguramente de las misiones que ella realizaba.
—Te juro que te devolveré todo cuando tenga misiones, tía.
—No es nada —no le dio importancia la mayor y siguió caminando tranquilamente por la aldea—. Estaba pensando en la herencia que te dejaron tus padres, ¿te gustaría recibirlo todo cuando seas más grande?
—¿En serio? ¿Qué heredaré?
—Todo el dinero que ellos tenían y la casa de ambos.
—¡¿Una casa?! ¿Y por qué no estamos viviendo ahí, tía? ¡Con el dinero de mi herencia hubiésemos, seguramente, podido vivir sin que tu vayas a misiones 'ttebayo! —apretó las mejillas de la Uzumaki ante lo que dijo y la mayor chistó su lengua sacando las pequeñas manos de Naruto de su rostro.
—Porque eso es tuyo, y yo no me iba a aprovechar de tu herencia —dijo seriamente Miko doblando por la calle y a lo lejos vio el bloque de departamentos en el que vivía.
—Pero...
—No, Naruto. La herencia es tuya, y yo no la tocaré hasta que tu seas mayor.
El rubio solo sonrió ligeramente con sus ojos cristalizados, su tía de verdad lo quería. Abrazó la cabeza de Miko y ésta escuchó unos pequeños sollozos salir por parte de Naruto. Suspiro relajando su hombros y acarició las pequeñas manos de él, queriendo transmitirle su escasa calidez y así dejase de estar triste.
—Te quiero mucho, tía.
Miko se quedó tiesa en su sitio y sus manos se paralizaron hasta el punto de dejar de hacer las respectivas caricias que le proporcionaba a las manos de su sobrino, pero tragó el nudo que se formó en su garganta y sonrió ligeramente, volviendo a caminar.
—Yo también te quiero, pequeño remolino.
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