ocho
スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo ocho
«mellizos de diferente especie»
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Sus cejas estaban elevadas, observando desde una distancia prudente el examen de supervivencia del equipo de Kakashi, chasqueando la lengua al notar los defectos que Kakashi deberá corregir en sus alumnos si es que lo terminaba aprobando; aunque eso se veía un poco difícil. A su lado se encontraba su fiel compañero, Takeshi, el cual bufaba mirando los movimiento ridiculeces de esos tres niños y la falta de compresión ante tal simple examen; miró a la mujer de hebras rojas con cansancio y apoyó su hocico en el brazo de ella, llamando su atención.
—¿En serio tengo que estar aquí mirando a los cuatro mocosos? —interrogó Takeshi.
—¿Cuatro? —cuestionó con gracia la mujer llevando su mano izquierda detrás de las orejas del león para acariciarlas, mientras le daba una mirada fugaz.
—Me hace mal estar contigo —murmuró el animal bufando—. Además, ese tuerto tiene algo que lo hace ser un mocoso.
—Así que te has dado cuenta —susurró sonriendo levemente de lado.
A pesar de que Kakashi era dos años mayor que ella, Miko lo veía como un mocoso, como veía a todos en realidad; pero así era ella. Su relación era algo extraña, casi nunca los veían juntos y tampoco es que dialogaban hasta por horas cuando se encontraban; eran momentos fugaces que le agradaban, no era necesario hablar o pasar tanto tiempo juntos porque se comprendían con una sola mirada, extraño, pero verdad. Alzó una ceja al ver como el peli-plata dejaba colgado en un tronco a su sobrino, y a los otros dos les dejaba a un costado para luego irse.
—Siempre haciendo entradas —escuchó el susurro de su león y sonrió de lado, asintiendo.
Ambos observaron el como aparecía Kakashi, luego de ausentarse por unos diez minutos tal vez, delante de los tres mocosos cuando dos de ellos le comenzaron a dar comida a Naruto, y oyó desde la lejanía los vítores que lanzaba su sobrino cuando dijo algo Kakashi. Había pasado el examen de supervivencia del mocoso de Kakashi, su pecho se infló de orgullo.
Un tic se vio en su ojo al notar como Sasuke, Kakashi y la niña se alejaban dejando a su pequeño remolino aún atado y suspiró bajando su mirada.
«Y así dicen ser un equipo.» Pensó con decepción y se subió arriba del león para emprender marcha hacia donde se encontraba el rubio, que quería zafarse de las sogas que lo retenían en el tronco. Apareció desde entre los árboles y se bajó del lomo de su amigo para comenzar a caminar lentamente hacia Naruto, atrayendo su atención.
El Uzumaki le sonrió a lo grande y comenzó a parlotear diciendo que ahora debía comenzar a entrenarlo, que sería el orgullo de ella y muchas cosas más que hizo sonreír de manera diminutiva a la pelirroja.
—Naruto, silencio, por favor —pidió la mayor dejando a la vista su kunai y cortando las sogas con agilidad, sentía la intenta mirada azulada de su sobrino clavarse en su rostro, como si estuviera buscando algo para confirmar una cosa que tenía taladrando su mente—. ¿Qué sucede?
Naruto dejó que las comisuras de sus belfos caigan con lentitud hasta formar una expresión triste, preocupando un poco a su tía. Alzó sus brazos, pidiendo que lo alce como ella hacía cuando él era un niño y sintió las frías manos de la Uzumaki rodear su cuerpo para alzarlo y apoyarlo en su pecho; el menor pasó sus brazos por el cuello de la pelirroja y aspiró el aroma que desprendía la piel de ella.
—¿Qué sucede, Naruto?
—Tía, ¿crees que pueda estar a la altura de mis compañeros? —susurró el de ocelos azules sintiendo como la mayor comenzaba a avanzar con lentitud por el campo—. Yo quiero protegerlos como tu lo haces conmigo, y no quiero depender de ellos cuando suceda algo malo 'ttebayo.
—Eres Naruto, mocoso, claro que puedes —respondió con el ceño fruncido la mayor afianzando su agarre y viendo de reojo como Takeshi asentía con su enorme cabeza, de acuerdo con sus palabras—. Yo te entrenaré para que seas capaz de hacerlo. Por más que la Vida me tire cartas en contra para que no te entrene, yo arremeteré contra ella para lograrlo, porque soy una Uzumaki y yo no me tiraré para atrás con lo que yo prometo.
« Solo dame tiempo y haré que seas el mejor shinobi, Naruto, un shinobi capaz de proteger a los que quiere y a sus compañeros.
—Además, ¡tu eres Uzumaki Naruto 'ttebade! Sobrino de la Leona Sangrienta e hijo de dos grandes y fuertes personas; hasta creo que llegarás a superarnos, pequeño remolino —exclamó con una sonrisa de lado, viendo a lo lejos como la Vida alzaba su mano mostrándole su pulgar en señal de aprobación y mostró su otra mano que tenía una gran mazo de cartas, avisándole que pronto tiraría una carta.
Eso la puso ansiosa, nerviosa pero también preocupada, no creía que algo bueno salga al tirar esa carta; algo en ella le decía eso.
—Hasta yo pienso lo mismo, mocoso —oyó decir a Takeshi a Naruto con orgullo muy bien ocultado.
—¡Haré que estén orgullosos de mí 'ttebayo! —exclamó el rubio con alegría haciendo gruñir a los dos que lo acompañaba—. ¿Eh? ¿Por qué me gruñen?
—Aún no sé como eres capaz de aguantar sus chillidos, creo que me rompió un tímpano —Takeshi ignoró al menor para hablarle a la mujer que tenía una mueca en su rostro, seguramente por el dolor en su audición.
—Tiempo, mucho tiempo y aguantar las ganas de cocerle la boca —musitó cerrando sus ojos fuertemente y llegando a un complejo de tiendas, logrando que algunas miradas inquisidoras se clavaran en las tres bestias que residían en Konoha. Miko por ser la Leona Sangrienta, capaz de usar aquel elemento en contra de todos ellos si eran capaz de lastimar a su querido sobrino; el gran león que la acompañaba casi siempre era una bestia sedienta de sangre, que ni siquiera dudaría en clavar sus fauces en los aldeanos si herían a su amiga, Miko; y por último, aquel niño rubio que tenía en su interior al Kyūbi de las Nueve Colas, una bestia con todas sus letras.
Murmurando a sus espaldas, temiendo que si lo decían de frente serían testigos de las bestias que eran aquel trío peligroso. Sin saber que los que portaban esas hebras rojas sonreían internamente ante aquellos cuchicheos despectivos hacia su persona, porque eso solo aumentaban las ganas de ver sangre, pero eso se iba rápidamente al escuchar lo que decían del pequeño Uzumaki, hirviéndoles la sangre ante la sola mención de querer acabar con el rubio.
Si se metían con el mocoso rubio, sangre correría por las pobladas calles.
—¿Tía, Takeshi...?
Ambos salieron de sus pensamientos y bufaron mirando a otro lado, sincronizados.
—¿Qué quieres, mocoso? —hablaron a la vez haciendo que un escalofrío pasó por la espalda del menor ante la sincronización de ambos y sus ojos se blanquearon por el susto, le aterraba cuando hacían eso—. ¿Nos dirás o te comió la lengua el gato?
—¡Basta, basta! ¡Me ponen de los nervios cuando hablan a la misma vez y con esa tonta sincronización 'ttebayo! —movió sus manos con exageración y Miko lo soltó en el suelo mientras rodaba los ojos a la par que el felino—. ¡Hasta hacen los mismos gestos 'dattebayo! ¡¿Qué son?! ¡¿Mellizos de diferente especie?!
—Cállate, me haces doler mis oídos —exclamaron a la vez, una tapando sus orejas y el otro bajándolas—. ¿Qué tienes con chillar?
—Mejor me voy con Iruka-sensei, ustedes me ponen de los nervios 'ttebayo —comenzó a correr alejándose de la vista de ambos compañeros y la mayor solo se pasó una mano por su nuca, algo divertida por la reacción de su sobrino.
La humana y el león caminaron sin rumbo alguno pero conversando en voz baja, ya que su audición era capaz de escuchar hasta el más mínimo ruido de un insecto, aunque a veces le jugaba en contra cuando chillaban de manera ostentosa, dañando sus tímpanos en el proceso. Ella al ser la última descendiente en poseer el elemento sangre, pasó por unas pruebas para obtener a su mando a la Manada de Sangre, compuesta por más de dos docenas de leones de diferentes tamaños, la cual, a pesar de necesitar a un/a líder para manejar la manada, era estricta en cuestión de líderes.
Fue un gran esfuerzo lograrlo, solo era una cría de ocho años pero que fue capaz de demostrarle a los más viejos leones que era alguien que podría pasar cada carta que le lanzaba la Vida y lo haría con la frente en alto. Y desde ese momento, se convirtió en la próxima líder de la manada, aunque lo sería oficialmente cuando lograra acumular más de diez litros de sangre de enemigos y lo consiguió; a los trece, un año después de tomar la custodia de Naruto, pudo tener los diez litros de sangre almacenado en la gran fuente que estaba en el mundo de los animales, específicamente en el territorio de los leones rojos.
Fue ahí cuando conoció al que sería su mejor amigo y compañero animal; Takeshi tenía su misma edad cuando ella lo eligió para ser su mano derecha y de ahí se hicieron inseparable, ambos con esa actitud seria y deseosos de sangre eran la dupla perfecta que podían ver, eran el arma y la sangre y amaban eso. A parte, tenían dos características que siempre llamaban su atención, los ojos azules y esas hebras rojas; mellizos de diferentes especies, según Naruto.
—¿En qué piensas, Miko? —cuestionó el felino deteniendo sus pasos y deteniéndose en las puertas de la aldea.
—En como me convertí en la líder de la manada y en como te convertiste en mi compañero —dijo la oji-azul mirándolo de reojo y dándose la vuelta para ir a su departamento, teniendo suficiente de tranquilidad con la caminata.
—Ah, eso fue algo sorpresivo —soltó bostezando para luego estirar sus patas—. Aún me acuerdo el momento en que todos se sorprendieron al elegirme, al más débil, serio y solitario de la manada.
—¿Y sigues pensando que eres débil? —le cuestionó la humana.
—No, porque debo estar a tu altura para servirte —contestó avanzando hasta estar a la par—. Aunque, sinceramente, entrenar a tu lado me hizo más fuerte.
—¿Quieres saber por qué te elegí a ti?
El felino se detuvo, intrigado pero confundido con la interrogante, pero solo cerró sus ojos ladeando su cabeza y se refregó en las costillas de la fémina, como un gato. Miko acarició su pelaje rojo con suavidad y sonrió ligeramente, le gustaba cuando Takeshi se mostraba cariñoso.
—No, porque sé que me elegiste porque te veías en mí cuando eras más pequeña, débil, seria y solitaria; y quisiste que yo, estando a tu lado, pueda ser increíblemente fuerte y ver con la cabeza en lo alto a los demás que me subestimaron.
Miko agrandó su sonrisa al escuchar eso, sabiendo que el felino tenía toda la razón. Cuando era más pequeña, la subestimaban por ser mujer y estar a la sombra de su hermana mayor; débil era en ese momento, seria para que no quieran buscarle problema y solitaria porque así se sentía mejor; y el verlo así a él le hizo querer convertirlo en alguien fuerte para que vea desde lo más alto a los que lo subestimaron, y demostrarle a la Vida que él también sabía jugar sus cartas. Y ahí estaba Takeshi, midiendo casi un metro sesenta y alcanzando la alta estatura de su amiga humana, con su increíble pelaje rojo escarlata que hacía juego con sus orbes azules brillantes, mano derecha de la líder y el segundo león más fuerte de la manada, porque la primera era Miko; un león rojo que pronto se convertiría leyenda en su mundo.
—Y no me arrepiento de mi decisión —espetó con suavidad la mujer mirándolo de reojo y recibiendo una mirada cargada de cariño por parte de su amigo felino.
—Y me alegra que me hayas elegido.
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