cuarenta y cinco
スカーレット・ラブ
Amor escarlata; capítulo cuarenta y cinco
«entre las penumbras del recuerdo»
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❪ advertencia, capítulo largo ❫
Naruto regresó a la aldea con una sonrisa en su rostro, meneando sus hebras rubias largas con despreocupación, atrayendo las miradas de mujeres y hombres que pasaban a su lado. Había algunas cosas diferentes en el aspecto del adolescente, pocas pero que atraían la atención del público que lo miraba de reojo y con un pequeño rubor en sus mejillas. Estaba un poco más alto, por fin alcanzando el metro setenta, solamente sumándole cuatro centímetros a su anterior estatura. No era mucho, pero se notaba. Sus ojos azules estaba brillosos pero a la misma vez serios; su sonrisa mostraba dos pequeños colmillos que le daban cierta peligrosidad a su persona y sus bigotes estaban un poco rojizos, pero no era tan visible como las delgadas cicatrices que le recorría algunas partes de sus brazos y clavículas descubiertas.
Regresaba del Monte Rojizo con un aura renovado.
—¡Naruto! —exclamó una peli-rosada, moviendo su mano de un lado a otro a unos metros de él. Se mostró contenta de verlo y se acercó a trote hacia el muchacho rubio que le sonrió ligeramente, dejando por fin de remover su cabellera—. ¿Cómo te fue en el monte?
—Hola, Sakura-chan —la saludó para volver a retomar su caminata teniendo a su amiga al lado suyo—. Me fue bien, doloroso, pero bien. Aprendí varias cosas, tengo muchas ganas de enseñárselas a mamá.
—¿Qué cosas super geniales aprendiste? —preguntó curiosa, saludando con un ademán de manos a algunos conocidos y felinos que vigilaban la aldea.
—Aprendí a usar a medias las cadenas de chakra de mi madre biológica —respondió con tranquilidad, causando sorpresa en la chica—. Luego me ayudaron con el "Dios Trueno Volador" y me enseñaron un poco a usar la sangre, como lo hace Miko.
—Te estás volviendo fuerte —declaró Sakura, volviendo su vista al frente—. ¿Podrías luego enseñarme algo? Quiero poder protegerte como lo hiciste varias veces conmigo. Sé que no estaré a tu altura, pero me gustaría intentarlo.
Naruto alzó su comisura derecha con serenidad y asintió, abrazando por los hombros a la más baja que reía abrazándolo con un brazo por el torso. Como un par de amigos que tenían mucha confianza entre sí. Un felino se detuvo frente a ellos, dando un reverencia de cabeza al rubio que le devolvió el gesto sonriente.
—Naruto-sama, Sakura-san, Miko-sama los requiere en su despacho —informó el león pequeño antes de desaparecer en un charco rojizo.
—Estamos lejos de su oficina —murmuró en forma de queja la chica, achinando sus ojos para ver la distancia—. Llegaríamos a este paso en diez minutos.
—O en unos segundos —profirió el joven, alzando un kunai de tres puntas con timidez—. Quisiera practicar mis nuevas habilidades 'ttebayo.
—Mientras más rápido lleguemos será mejor, el calor me está matando —profirió divertida Sakura afianzando su agarre porque conocía los efectos del jutsu que realizaría su acompañante, los pocos libros referidos a las técnicas del padre de Naruto le sirvieron de cierta manera.
En unos segundos ya estaban en la oficina de la actual Hokage, cayendo al piso ante la velocidad y poca práctica que poseía el Uzumaki que reía ligeramente recostado en el suelo, siendo secundado por la de hebras rosadas. Se detuvieron al sentir un ambiente tenso, oscuro y tenebroso rodearlos con pesadumbre. Naruto se paró ayudando a su amiga, notando que estaban siendo acompañados por unos sapos y otras personas.
—Hola, mamá —le sonrió alegremente a la pelirroja que tenía una mirada neutral.
—¿Él es el muchacho del que hablaba Jiraiya-chan? —señaló el sapo, viendo a la Hokage que asintió levemente—. Mmm, entiendo.
—¿Ero-sennin? ¿Hablan de él? —alzó ambas cejas con curiosidad el menor, cruzándose de brazos al no recibir ninguna sonrisa por parte de su madre de corazón.
—Naruto-kun, esto es hasta difícil para mí decirlo pero Jiraiya-chan te apreciaba mucho.
—¿Qué sucede? —interrogó serio el rubio, intentando ignorar el rumbo por el cual iba la conversación por parte del sapo.
—Jiraiya-chan murió.
Miró instintivamente a su figura materna que se tensó y apartó su mirada sin saber qué decir, logrando que las defensas recién entrenadas por el rubio se desvanecieran. Un pequeño destello rojizo se apoderó de sus ojos por unos instantes e inspiró profundamente para calmarse, quería creer que solamente era una broma de muy mal gusto pero el rotundo silencio que lo envolvía lograba que un nudo en su garganta se formase.
—Es mentira —espetó con brusquedad, frunciendo cada vez el ceño al sentir como aquel nudo dolía cada vez más y sus ojos escocían—. Mamá, dime que es mentira.
—No lo es, niño —exclamó el sapo, interrumpiendo la posible respuesta de Miko—. Yo estuve ahí, sé que murió.
—¿Tu lo dejaste ir? —avizoró de nuevo a la líder de la aldea, quien no profirió nada—. ¡¿Tu lo dejaste ir, mamá?!
—Naruto, tranquilízate. No le hables así a tu madre —le susurró entre dientes la Haruno, percibiendo como los sentimientos de Naruto se descontrolaban. Lo tomó del brazo, presionándolo con fuerza para intentar alejarlo de Miko que se veía algo afectada por tono que le dirigió el rubio a ella—. No le grites, por favor.
—Tu lo dejaste ir, sabiendo que era una misión suicida —profirió con dolor, soltándose suavemente del agarre de su compañera de equipo—. Sabía, ¡lo sabía! No debí aceptar tu propuesta, me engañaste para que yo no impida que Ero-sennin se enfrentase a Pain.
—Naruto-
—Es tu culpa que él esté muerto, ¡¿por qué no simplemente te alejas?! ¡Persona cercana a ti mueren o se alejan! ¡Seguramente me toca a mí morir! ¡Y todo por tener un vínculo contigo, como lo tuvieron mis padres, Sasuke y ahora Ero-sennin! ¡Eres la muerte, Miko, la muerte!
Y con eso gritado, el joven adolescente se retiró por la puerta hecho un manojo de emociones, dejando detrás de sí una atmósfera silenciosa y que se podía cortar un kunai sin filo. Todos miraban como la figura de líder tenía su mirada en la puerta, sin ningún rastro de emoción. Sentían pena por ella, era demasiado duro que alguien te diga esas palabras y aún más viniendo de un niño que considerabas tu hijo. Ella se mordió el labio inferior y suspiró, haciendo una seña para que se retiren de su oficina.
—Miko-chan —susurró Fukasaku, adivinando lo que le pasaba por la mente de la mujer—. No se culpe, nada es su culpa.
—La muerte... —murmuró ella, fijándose que solamente estaba Tsunade y el sapo en la oficina—, que... bonito.
—Lo siento, Miko —habló la rubia de la sala con su mirada baja—. Por... mi culpa te hiciste responsable de lo que sucedió.
—Tu lo dejaste ir, ¿cierto? —la observó vagamente. La Senju asintió—. Bien, puedes irte si quieres, Tsunade. Tengo que arreglar ciertas cosas aquí.
—Per-
—Ve, necesitas tiempo —le dio una mirada cansada y la vio salir de la oficina en una pose encorvada. Ahora avizoró a Fukasaku que se acercó a ella y frunció el ceño mirando lo que estaba en la espalda del anfibio—. No estuve mucho tiempo con Jiraiya para saber lo que significa esto... Aunque Naruto podría saberlo, pero está devastado.
—¿Qué hará ahora, Miko-chan?
—No lo sé.
La Uzumaki se dejó caer sobre su asiento mientras observaba el techo de la oficina, oyendo desde su posición los gritos ahogados de su sobrino —que a pesar de estar ya en el departamento, destrozando todo de su habitación, lo podía escuchar perfectamente—. Llamó a un ANBU para que informase a Shikamaru que lo encontraría en el departamento de tortura e investigación. Sin embargo, la ANBU en cuestión no se movió del sitio luego de que la mujer le ordenase partir; es más, se quedó moviendo con cierta timidez sus manos.
—Hinoko, ¿qué sucede? —la viró Miko con seriedad.
—Hokage-sama, ¿se encuentra bien? —aquella pregunta sorprendió a la mayor que rápidamente se recompuso, se paró de su asiento y se acercó a la chica para sacarle la máscara de gato que poseía.
—Eres muy curiosa, mocosa —sonrió de lado, divertida por el gesto infantil que pasó por los orbes oscuros de la muchacha—. Lo estoy, no deberías preocuparte.
—Pero usted es mi Hokage-sama y mi deber como ANBU es preocuparme de mi líder —musitó con seriedad la más baja, tomando con lentitud la máscara que aún tenía en sus manos la de hebras rojas—. ¿Quiere la escolte hasta el departamento?
—Estoy bien así, tu ve a informarle eso a Shikamaru, Soku —la llamó por su nombre clave y la vio asentir antes de ponerse la máscara y desaparecer en un instante—. Fukasaku, ¿quiere acompañarme?
—Solo por unos momentos, debo volver al Monte Myōboku. Tengo que mantener el orden —aquello hizo divertir a la muchacha que, con un gesto suave, le ordenó subirse a su hombro para que esté más a gusto. El anfibio se acomodó en el lugar mencionado y comenzó a hablar en voz baja a la figura importante de Konoha mientras iban hacia el sitio en el que se encontrarían con el Nara.
Naruto, por el otro lado, veía todo su cuarto destrozado y pequeñas manchas rojas de sangre decorándolo. Las lágrimas seguían bajando por su rostro y le dolía mucho el pecho ante la sensación de que algo le faltaba, alguien ya no estaba en el mismo plano que él. Se tiró de espaldas en su cama, cubriendo sus ojos con el brazo y débiles sollozos comenzaron a salir de sus labios, creando un ambiente deprimente en la habitación.
❝―Recuerda que no debes dejar que el odio te domine, solo causará desastre y caos a tu alrededor. Lo mejor será que pienses en algo que te llegue a reducir ese sentimiento o... buscar de qué manera te puede servir, solamente si lo sabes manejar, zorro rubio. ―❞
Realmente quería hacerle caso a aquella leona de cicatrices pero solamente estaba débil, y por consecuencia el odio parecía dominarlo. Tal vez hasta el zorro que estaba dentro suyo sentía lástima por él y no lo quería "poseer" al verlo en aquel estado.
Un pequeño hundimiento a los pies de su cama fue algo que le llamó la atención, pero aún así no despegó su brazo de su vista. No estaba para nadie en esos momentos.
—Sakura-chan, no quiero ver a nadie.
—Sigues igual de estúpido, dobe.
Una pequeña risa femenina inundó el lugar y se sentó mientras apartaba su brazo, viendo a las dos personas que se encontraban en su habitación con expresiones tranquilas. A los pies de su cama estaba la peli-rosada, cubriendo su boca con una de sus manos para no reír tanto, pero con sus ojos un poco entristecidos. En el otro, apoyado en el marco de la puerta, estaba aquel Uchiha al que tanto quería buscar pero que no tenía tiempo o información para hacerlo. Sasuke tenía sus cejas ligeramente arrugadas, observando todo el desastre que hizo.
—Sasuke... —susurró en shock el varón rubio, viéndolo a unos metros de él y no en una pose de lucha como en sus sueños pasaba.
—Naruto, ve a abrazarlo o a darle un choque de puños, lo que sea, pero no te quedes como un tonto mirándolo —habló divertida la Haruno, acomodándose en la cama del rubio y cerrando sus párpados con tranquilidad a pesar de que todo en el exterior sea un caos.
La mujer sonrió de lado al oír los pasos de su amigo Uzumaki acercarse al Uchiha que estaba quieto sin mover ninguna extremidad, aliviada de que por fin aquel dúo de amigos estuviesen juntos luego de unos largos tres años. Esperaba que de esa manera Naruto pueda superar con un poco más de velocidad la muerte del Sannin de los sapos, pero dudaba de ello. Naruto había madurado en un corto lapso de tiempo, y sabía que Sasuke ya no era tan importante para el blondo; va, sí era importante, pero no estaba en el lugar número uno de sus personas importantes, Miko sí lo estaba y ella sería la única que lo podría ayudar a superar aquella muerte.
Solamente quería el bienestar de su amigo, solamente aquello.
Naruto agarró los cachetes blancos del Uchiha, comprobando que aquel joven azabache que le robó pocos suspiros, su primer beso, un poco la atención de la Uzumaki, en su niñez estaba ahí y no una ilusión de su mente algo rota y débil. Sasuke frunció aún más el ceño, sintiendo un pequeño dolorcillo en sus mejillas al ser presionadas con fuerza por su acompañante que lo veía fijamente sin parpadear.
—Sí eres real 'ttebayo —expresó contento el varón de ojos azules, ahora presionando entre sus dedos la nariz del portador del sharingan. Asintió varias veces, y le sonrió castamente al Uchiha que no sabía si corresponder aquel gesto o ignorarlo como lo hacía hace unos años—. ¿Cómo es qué est-?
—Miko me encontró —informó alejándose un poco del Uzumaki, sintiendo que éste invadía su espacio personal y realmente la estaba necesitando—, luego me hizo volver a la aldea. Estoy aquí hace un año.
—¡¿Un año?!
Sakura se exaltó y abrió con brusquedad sus orbes, despabilándose del sueño que estaba sumiéndola y se sentó para ver duramente al que gritó.
—Eh, sí —se rascó la mejilla la chica, atrayendo la mirada azulada de su amigo.
—¿Por qué nadie me lo dijo? —cuestionó dolido Naruto, retrocediendo hasta apoyarse en un mueble que estaba en buen estado—. Fue mi madre, ¿verdad? Ella les ordenó no decírmelo.
—Bueno —meneó su cabeza dudosa Sakura, sin querer que la culpa vaya directamente a la Uzumaki—, en parte sí. Pero fue por tu bien, si sabías u otra persona ajena a la aldea que Sasuke estaba ahí, inmediatamente un caos se formaría. No es que tu seas cauteloso con ello —miró a otro lado, nerviosa—. Ella sabía que tu mayor debilidad era Sasuke-kun y Akatsuki lo usaría en tu contra, si se enteraban que él estaba aquí lo secuestrarían o le harían algo para que tu bajes tus defensas y ¡bum! Miko-sama tendría que arriesgar su pellejo para salvarlos a ustedes dos. Eres muy tonto cuando personas están en peligro, Naruto, tiendes a exponerte al peligro y sin medir el riesgo.
—Pero aún así —suspiró con fuerza, limpiando su rostro del rastro de las lágrimas—, yo merecía saberlo.
—Eso no te lo niego —señaló la de ojos jades—. Pero por algo se hicieron así las cosas; no te quejes del pasado si no quieres que tu presente y futuro se vuelvan en tu contra.
—¿De dónde sacaste eso? —cuestionó Sasuke, mirando neutralmente a la muchacha que inflaba su pecho de orgullo.
—De Miko-sama —alardeó.
Naruto bajó su rostro a sus pies, un poco decepcionado, triste, dolido y arrepentido. Luego de pensarlo en frío, lo que le dijo a su tía fue realmente fuerte y que no merecía recibir. El sentimiento casi indescifrable que había sentido en aquel momento le hizo decir todas esas cosas que se arrepentía. Exhaló con fuerza, llamando la atención de sus compañeros de equipo que se le quedaron observando, cortando las batallas de miradas que estaban teniendo.
—Hice mal, ¿verdad? —inquirió con lentitud Naruto.
—¿Mal? Te pasaste con lo que le dijiste, Naruto —musitó la Haruno, parándose para acomodar todo el caos que hizo su amigo—. Si hubieras visto los ojos sin brillo de Miko-sama te hubieras dado cuenta.
—Hmm, lo escuché también —exclamó desinteresado el azabache.
Hizo una ligera mueca al encontrar ropa interior a su costado y la tiró a cualquier parte que no esté cerca de él, cayendo arriba de la cabeza de la única mujer de la habitación, quien con un suspiro y una vena marcándose en la frente se sacó la prenda y la acomodó sin ver en el cajón —que suponía— que era de la ropa interior. Miró con falso odio al azabache que se regodeaba en su interior al haber hecho aquella... travesura, sintiéndose como un niño pequeño que no vivió aquellas muertes de su clan.
—¿Ustedes se llevan bien? —preguntó extrañado Naruto luego de echarles una miradilla y captar aquellos gestos.
—¿Hmm? —lo miró ambos, y la de hebras rosadas sonrió de lado para hablar—: Ahora somos amigos, ¿o no, Sasuke-kun?
—Piérdete.
—Eso es un sí —musitó con gracia la chica, dándole un ligero golpe al brazo del Uchiha que arrugó su nariz al sentir que se le entumió la zona golpeada—. Me costó, pero este jovencito cayó en la tentación del tomate así que lo logré.
—¿Tentación? ¿Tomate?
—Oh, sí —asintió repetidas veces Sakura, sonriendo orgullosa—. Le regalé durante un mes canastas con tomate, con eso compré su amistad.
—Entiendo —susurró, recordando las veces en que su tía le regalaba unos tomates cuando Sasuke vivía con ellos.
Se quedaron un tiempo así, en un silencio agradable, cada quien inmersos en sus cosas. Parecía que la llegada de aquellos dos amigos tan diferentes le ayudó a Naruto a sobrellevar un poco la pérdida de su maestro, pero aún el atisbo de tristeza estaba en los hermosos faroles del varón. Unos golpes en la puerta llamó la atención de los tres, quienes salieron de la habitación del Uzumaki para ir hasta en la entrada. El rubio abrió la puerta, encontrándose a una ANBU mirar con curiosidad los pequeños maceteros con flores que estaban a los costados.
—Esto... ¿hola?
—La Hokage-sama necesita a la señorita Sakura, me pidió que la escoltase —profirió la ANBU con serenidad, y dejando de ver las flores marchitas.
—¿Hmm? Bueno, guíame —salió de la casa de su amigo un poco intranquila y se giró a verlo un poco, deteniendo a la ANBU que ya estaba por avanzar hacia la salida—. Naruto, si necesitas algo tu solo dímelo.
—Gracias, Sakura-chan.
Sakura se fue junto con la ANBU con rapidez, ambas dirigiéndose a un recóndito sector a las afueras de la aldea. Mientras tanto, Naruto veía sin muchos ánimos el interior de la casa y arrastrando sus pies se dirigió a la cocina con la intención de prepararse un ramen instantáneo, ya que al llegar del Monte Rojizo no comió nada. Miró como la pava con agua comenzaba a soltar un sonidito agudo que lo tranquilizaba de cierta manera, y sintiendo a su costado como alguien se posicionaba de brazos cruzados. Lo vio de reojo, encontrándose a Sasuke mirar aquel artefacto que soltaba vapor y él hizo lo mismo, dejando de verlo.
El dolorcillo en su estómago no lo hacía pensar bien, y realmente no quería creer que se debía a la presencia del Uchiha que parecía demasiado tranquilo a su lado.
—Ha pasado mucho tiempo, ¿no? —y, sorprendentemente, Sasuke fue el primero en hablar.
—Tres años —confirmó el otro, quien se delineaba con su dedo índice el relieve de las cicatrices recientes que cubrían su piel bronceada—. Pensé que sería más tiempo. Eres de las personas que necesitan que le rueguen.
—No... no soy así —espetó frunciendo el ceño Sasuke, sin verse dentro de aquel montón. Por su puesto, tenía orgullo y todo, pero él no era así.
—Claro que sí —asintió frenéticamente el Uzumaki—, recuerdo que mi madre tenía que rogarte para que comas la sopa de verduras cuando enfermabas.
—Antes, ya cambié —dijo orgulloso de sí mismo.
—No parece.
El orgullo salió volando a quién sabe donde cuando esas dos palabras salieron de los labios del Uzumaki con facilidad. Sin temer que el Uchiha arremetiese contra él y comenzara una pelea al ser cuestionado su cambio. Por favor, ¿quién le niega algo a los Uchiha? Sasuke entrecerró sus ojos un poco, tentado de golpear a su compañero con un chidori para que aprenda a no cuestionarlo pero la sonrisa juguetona de éste lo impidió.
—¿Hace cuánto no podíamos hablar así, sin peleas ni discusiones? —lo observó Naruto, quien llevo su cabello rubio hacia atrás al tener unos mechones dorados estorbándole la vista.
—Tu las iniciabas —se encogió de hombros el azabache.
—Si, claro. Es lo mismo que diga que tu no eres Uchiha —se burló el hijo del Cuarto Hokage, separándose de la barra desayunador para abrir el pote de ramen y ponerle el agua hirviendo. Ignorando la mirada molesta de su acompañante—. Pero bueno, cada quién con lo que piense.
—Has cambiado —notó el Uchiha menor el cambio de actitud del chico que se volteó a verlo sonriendo de lado, dejando a la vista su colmillo afilado, como la de un felino.
—Las personas cambian, ¿no, Sasuke? —absorbió los fideos para caminar sin muchos ánimos al sillón del salón, sin querer estar en su habitación al no haber sido ventilada por unos días. Y el hedor no es como si fuera un perfume de rosas, era pasable pero no tanto si te quedabas mucho tiempo.
Sasuke lo siguió a unos metros, consciente de que aquella pregunta inquiría también en el cambio que él mismo sufrió hace un año, luego de que la Uzumaki lo buscase. En el de Sakura, quien parecía haber madurado más en el tiempo que Miko estuvo a cargo de ella en los días en que Tsunade tenía una resaca que le duraba días. Se apoyó en una silla, mirándolo desde donde estaba y tratando de buscar algo que le dé a entender que el rubio que unos años antes había besado estaba ahí, pero no quedaba mucho, ni siquiera la muletilla que usaba.
¿Y si el amor que sentía hacia él se extinguió y solo era una jugarreta de su mente que le quería hacer creer que estaba enamorado de aquel rubio idiota, que de idiota ya no tenía nada?
—Somos amigos, verdad, ¿Sasuke? —el susodicho percibió como algo dolía en su pecho ante lo dicho pero asintió con lentitud.
Si no era amor, podía sentir amistad hacia el rubio. Pero sus sentimientos no se iban, ni siquiera cuando el brillo de los ojos azules de la persona que estaba al frente habían desaparecidos. Es más, la seriedad de sus orbes, el toque burlón, picardía, sensualidad y poder le hacía sentir cosquilleos en su estómago y odiaba aquello, porque eso solo decía que aquel sentimiento de amar se multiplicaban.
«¿Qué diría Itachi si me ve así?—pensó el Uchiha, repiqueteando sus dedos en la silla de madera. Observando los gestos lentos que realizaba Naruto al comer aquel ramen—. Seguramente diría: Te falta odio, Sasuke.» Hizo una mueca, sintiendo que eso diría su hermano mayor y suspiró caminando en dirección a la salida. Sinceramente, esperaba otro recibimiento un poco más emocionado y alegre, no uno tan desganado y falta de emoción.
Las expectativas que le influyó Miko no se comparaban con la realidad. Se preguntaba si ella habría exagerado con el comportamiento de Naruto.
—¿A dónde vas? —interrogó el oji-azul, apartando el pote vacío para mirarlo seriamente, deteniéndolo.
—A mi casa.
—Te acompaño —profirió el de tez bronceada mientras se limpiaba las comisuras de los labios con la palma de su mano. Sasuke frunció el ceño, aún más confundido con el comportamiento del dobe—. ¿Distrito Uchiha?
—El mismo.
Ambos abandonaron el apartamento para irse al lugar en el que vivía el varón de hebras oscuras, quien miraba de reojo a su acompañante. No encontraba sentido el que lo acompañase a su casa, tal vez solo era caballerismo; y tampoco es como si Naruto tuviese una pizca de eso. Se detuvo a ver por unos instantes la ropa del blondo, encontrándose un haori rojizo hecho a mano que se veía muy bien en el rubio, unos pantalones y remera como usaba Kakashi; en sí, casi toda la vestimenta era igualita a la del Hatake, solamente sustituyendo el chaleco verde por el haori rojizo que utilizaba. Agrandó un poco sus ojos al avizorar unas delgadas marcas cubrirle las manos, pareciéndole sorpresivo que la piel bronceada de su compañero posea cicatrices. Según recordaba, por más que Naruto se haya golpeado, cortado en combates o lo que sea, nunca tuvo cicatrices. Pero ahora sí, y eso le daba un toque misterioso a su persona.
—¿Qué me ves tanto, teme? —lo vio divertido el rubio, aunque ese nivel de diversión era un 2 de 10.
—¿Cuándo te veía a ti, dobe? —chistó su lengua, mirando a otro lado que no sea al alto rubio que lo superaba por dos míseros centímetros.
—Si tu lo dices...
El Uchiha frunció el ceño nuevamente —comenzaba a pensar que tenía una manía con ello— al sentir como un brazo pasaba por sus hombros y lo atraía hacia su acompañante que respiraba con tranquilidad, importándole poco llamar la atención de los aldeanos que cuchicheaban entre sí ante su gesto.
—Gracias —soltó Naruto apaciblemente.
—¿Por qué agradeces?
—Por volver —lo vio de reojo unos momentos, plasmando una sonrisa ligera en su rostro—, y por hacerme pasar un lindo rato allá en casa.
—Deja de decir estupideces —dijo con molestia, un poco abrumado por la sinceridad del más alto.
—Y ahí está el Sasuke-teme que conozco —carcajeó el varón, deshaciendo el agarre que tenía en el cuerpo del Uchiha al estar ya en las puertas del distrito. Llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón negro y silbó al espiar un poco el interior del lugar, encontrándolo deslumbrando y casi nuevo, solamente se mantenía solitario y eso le daba cierto dolorcillo en su pecho al identificar que el oji-negro estaba solo en ese enorme sitio—. Que lindo está 'ttebayo.
—Obvio —soltó orgulloso de su arduo trabajo, y volteó a verlo antes de arrugar su nariz y tomarlo por las solapas del haori—. La próxima vez que te vea y no seas un estúpido que sonríe a cada hora, sin decir que quieres ser Hokage, te meto un chidori. ¿Entendido?
—¿Te asustó mi cambio? —lo observó con serenidad, nadando en ese oscuro mar que poseía de mirada el de tez blanca.
—Es un tonto cambio.
—Y yo que pensé que te gustaban los serios —suspiró decepcionado el rubio, impresionando al azabache que lo soltó inmediatamente. Le dedicó una sonrisa leve, aún sin tener muchos ánimos para hacerlo, y le desordenó su cabellera oscura—. Gracias por volver, Sasuke.
Y con eso, se marchó a pasos lentos en dirección a algún lugar en el que estaría tranquilo y solo, anhelaba un poco de silencio para reacomodar sus pensamientos y meditar antes de que la cerradura que encerraba a sus emociones negativas se abra bruscamente. Sasuke se mordió la piel de la mejilla interior derecha, observándolo irse. Y odiaba en su ser que aquella sola frase le haya dado un vuelco en el corazón.
—Estúpido dobe.
Capítulo de 4386 palabras.
Hoy no hay memes porque no me dió tiempo.
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