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cincuenta y ocho

スカーレット・ラブ

Amor escarlata; capítulo cincuenta y ocho
«la locura en su máximo esplendor»

● ● ●













































Miko.

Habían pasado varias horas.

No sabía con exactitud cuántas, pero mis sandalias ya tenían manchas de sangre y polvo que solo me recordaban que la gente estaba cayendo inerte y que yo ya había empezado a destrozar a todos los que venían a por nosotros.

Takeshi estaba con Naruto, por lo que mi compañero de batalla no se encontraba a mi lado para proteger mi espalda. Ese león no le gustó mi propuesta debido a las condiciones en la que aún seguía, pero sabía que, al lado de Naruto, él podría estar protegido debido a que yo estaría en la primera línea y sería más peligroso para él. Takeshi seguía herido, era mejor tenerlo al lado del mocoso rubio antes de que conmigo.

Resoplé cuando un mechón se interpuso en mi visión y lo tuve que sacar con mi mano. Estaba agazapada, con mi pierna estirada a mi costado y teniendo que apoyarme con una mano en el suelo. El enemigo estaba a metros de mí, observándonos desde su posición. Temari tenía preparado su abanico gigante y yo tenía a mis clones detrás de mí, preparadas con nuestros kunai y comenzando a respirar con lentitud. La calma no era nuestro fuerte en batalla. Solíamos ser una bestia que no se calmaría hasta que todos queden muertos. Pero, en estos momentos, teníamos que pensar bien debido a que, frente a nosotras, el enemigo parecía más fuerte que lo pensado.

Madara.

Uchiha Madara nos miraba con esos ojos oscuros bañados de sangre. El Sharingan del más fuerte no era algo de lo que no temer. Era una leyenda. Una que realmente podría matarnos en un pestañeo.

Miré a Temari y volví mi vista a ese hombre. Había hecho mierda a varios shinobis y solo fue esa pizca de poder que nos hizo tensar a todos. Temer por nuestras vidas.

―Los jutsus no funcionan con este muerto de mierda ―exclamé antes de tirarme a la batalla.

Me lancé sin pensarlo. Causé conmoción en los presentes. En Temari, en Gaara, en todo el batallón shinobi. Pero era característico de los Uzumaki.

Éramos suicidas.

Sonreí divertida a pesar de que no podía ver los ojos de Madara. Una cosa eran los ojos de Itachi y Sasuke, otra eran los de Madara que contenían un enorme poder al ser un muerto viviente. Seguí sus movimientos como si fuera una danza y mis clones mantenían sus ojos cerrados, dejándose llevar por el sonido que hacía Madara al bailar y los míos que contenían rastros de sangre.

Peleábamos dejando que el polvo se levante.

Su puño iba directo a mi cuello y mi kunai a su ojo. Las otras Miko iban a por sus pies y algunas estaban a punto de treparse a su nuca. Detuve su puño y él mi kunai, solo que no supo en qué momento un león salió del suelo y despedazó su muslo. Un gruñido salió de sus labios y, antes de que le diese un golpe fatal al felino, todos nos alejamos de él.

Una parte de su pierna se desprendía y eso me causaba satisfacción.

―Qué asco. Última vez que muerdo a un muerto ―Soltó Takeshi, ocasionando que me ría.

―Bailas bien para ser una Hokage ―comentó Madara.

Posé mis ojos en su nariz y mostré mis colmillos.

―A ti no se te oxidaron los huesos, muertito.

Luego los demás atacaron. Naruto y Gaara se pusieron de acuerdo en atacar, al igual que el Tsuchikage. Yo solo me mantenía atenta, buscando puntos en los cuales podría atacar pero la mirada de Naruto solo me hizo entender que él quería encargarse de esto ahora. Pero era difícil. Por más que usara lo que le enseñé y algo del poder de Kurama, era difícil volver a matar a esa mierda. Menos aún cuando Madara había despertado el Rinnegan.

Estábamos perdidos.

Estaba moviéndome para ayudar a los chicos cuando el sonido de armas caer me hizo detener y mirar lo que todos veían. El cielo estaba empezando a nublarse y un meteorito estaba cayendo. Algunos reían frenéticos de la desesperación.

La esperanza se volvía nula en estos momentos.

Le dediqué una sutil mirada a Naruto y aplané mis labios. Intenté recordar todos los jutsus que sabía. Los que no. Los que inventaría. Algo para poder ayudar en la situación. Lo único que pasaba por mi mente era realizar la cúpula. Pero eso implicaba proteger también a Madara, dejar a algunos afuera, porque la cúpula no abarcaría a todos.

Vi mis manos temblar y tomé con fuerza el kunai.

No podía proteger a todos.

Pero podría envolver la cúpula al meteorito y eso no haría daño al chocar en tierra.

―Elemento Sangre: Jutsu Esfera de Sangre Inmortal.

La sangre comenzó a elevarse del suelo y vi con intranquilidad como pequeños rastros de ese líquido se iba juntando con velocidad en el cielo y cubría aquel objeto de mierda. No sabía qué podría ocasionar, pero esperaba que funcionase. Utilicé la sangre que he ido recolectando en estas horas pero sabía que no era suficiente.

―Protejan al resto ―mandé la orden a mis clones que se dividieron y fueron a proteger a los shinobis.

Mantuve el jutsu estable mientras el meteorito caía y caía. Llegó al suelo y esperé algo. Una explosión. Una onda expansiva. Algo. Pero para nuestra sorpresa nada sucedía. El meteorito estaba ahí, increíblemente enorme pero estaba ahí, sin habernos hecho daño. Pude respirar tranquila y creo que hasta sentí como la garganta volvía abrirse y mis ojos dejaban de escocer. Estaban todos vivos.

Lo estaban.








● ● ●








Maldita sea. Esto cada vez se volvía más difícil. Esquivaba cada golpe y jutsu, pero nada era suficiente. Por más que combinaba los jutsus con los demás Kage's no podíamos detener a Madara que hacía barrer el suelo con nuestros cuerpos. Escupí un poco de sangre y salté hacia atrás antes de que el fuego me llegase. No pude evitar mirar como Tsunade junto con Mei cayeron, estando fuera de combate. Quedaba yo.

Solamente yo.

Puta mierda.

Solo yo quedaba.

La mano derecha apretó con más fuerza mi kunai y mis clones se dispersaron por la zona, tendríamos que retenerlo aunque sea un poco. Podría sellarlo, pero sería jodido. Kushina era la experta en estos temas de sellado. Yo solo era buena en golpear y en drenar sangre. Ni siquiera era capaz de despertar las cadenas de sellado de la que mi hermana era experta. Me mordí el labio cuando lo noté sonreír burlonamente al ver al resto hecho mierda y solo a mí parada.

―Has estado bailando bien, chiquilla.

―No puedo quedarme atrás sabiendo que bailo con un viejo muerto, ¿no? ―Le provoqué un poco, intentando buscar algo.

Necesitaba retenerlo un poco más. Había gastado una buena cantidad chakra y sangre de la fuente que estaba en el Monte, pero aún tenía para bailar un poco más. Aunque el repertorio de jutsus se volvía cada vez más escaso. Había hecho tantos que Madara ya sabría cuál podría hacer. Caminé a su alrededor, sin observarlo fijamente.

Estaba haciendo tiempo hasta que una puta idea llegue a mi cabeza.

Me volví a tirar de lleno mientras insultaba el hecho de que era una estúpida suicida. Uzumaki debía ser. Utilicé los jutsus de sangre. Elevé columnas, atrapé la sangre que estaba en su cuerpo para manipularlo. Pero él repelaba cada uno de mis ataques.

Se reía a carcajadas y eso me empezaba a molestar. ¿Por qué carajos estaba riéndose? Un gruñido se me escapó mientras intentaba darle una estocada con mi kunai. La rabia empezaba a presentarse porque no podía hacerle frente. Mierda. Estaba siendo una inútil. Posiblemente los Kage's estuviesen muriéndose ahí debajo de las rocas mientras yo juego con este estúpido. Ni siquiera podía darle un solo golpe certero cuando ellos sí pudieron.

Mierda.

¡Era una reverenda inútil!

Me enojaba eso.

Realmente me estaba empezando a molestar.

Porque yo no pude impedir las condiciones en la que estaban los demás.

―¿Qué... mierda?

Alcé mi vista furiosa por esa exclamación por parte de Madara. No me importó si caía en sus ojos, pero estaba tan molesta que me importaba ya una mierda todo. Gruñí mientras corría hacia él, mi mano iba directamente a su cuello y mis uñas brillaron por el filo. La bruma rojiza empezaba a darme calor y su sonrisa cada vez se deterioraba cuando mi mano agarró su cuello y lo apretaba con fuerza.

Mi mirada no se iba de la suya y parecía sorprendido. Lo lancé al suelo, creando un cráter enorme al que yo me lancé con el puño listo para hacerlo mierda. Mierda. Ese estúpido sí me hizo enojar. Intentó un truco de los suyos pero lo esquivé con rapidez y le di una patada a la cabeza y luego barrí sus piernas, agarrando a la misma vez su brazo que arranqué de un tirón.

Respiraba con fuerza. Mi cabello no estorbaba, algo raro porque solían los mechones interponerse en mi visión. Madara me vio con un pánico oculto cuando su brazo desapareció entre los escombros y quedaba con un hueco en su cuerpo. Tomé su cabello negro con una mano y le hice verme.

―Me has hecho enojar, muerto de mierda ―Le di un rodillazo a su nariz sin soltarle su estúpida melena. Golpeé otra vez su torso y me dieron ganas de arrancarle algo.

―¡Hija de puta! ―Gritó cuando su otro brazo voló por los cielos cuando se lo arranqué con mis dientes.

Las ganas de seguir descuartizándolo aumentaban con rapidez y él empezaba a preocuparse por su integridad. Utilizaba sus ojos y piernas para detenerme pero esquivaba todo. Tanto era que parece que su mente no hallaba más solución que escapar con lo poco que le quedaba. Gruñí acercándomele. La sangre comenzaba a caer por mis mejillas y me incitaba a no detenerme en esa matanza que me empezaba a gustar.

Fue un instante.

Uno solo.

Uno que me decía lo loca que estaba.

Volví con los Kage's con lentitud, observando como Orochimaru junto con Karin y Suigetsu ayudaban a los demás. Esa maldita serpiente era el signo de inmortalidad. Pero eso no dudó en ponerme alerta cuando estaba frente a él.

Me miró sorprendido y a lo que tenía en mi mano derecha.

―Sí que está loca, Uzumaki Miko.

Bajé mi vista a la cabeza de Madara que sostenía con fuerza y reí un poco, siendo acompañada por el Sannin.

―Puede que lo esté.

Púdrete en el infierno, Madara.






Los leo <3

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