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◦𝐑𝐨𝐭𝐨◦

La música de los violines se podía escuchar en todo rincón de aquel famoso teatro de Corea del Sur. Era una música tan suave que podía hacer que los espectadores sintieran demasiadas emociones en un sólo número.

Y, el impacto de la misma, era mucho más grande en los bailarines que se encontraban sobre el escenario, dando vida a una historia que, antes de ser narrada, era interpretada por actos de baile y sentimientos.

El ballet era, no sólo un tipo de baile, sino que era un sentimiento y un estilo de vida. Un estilo de vida que podía llevar a un individuo a vivir demasiadas vidas y realidades, en las que las palabras no existían, pero existía el baile y las emociones.

Y, ¿qué mejor que la música de los violines para acompañar estas historias? La orquesta era dirigida por un director, el cual, les indicaba a los músicos los tiempos de la canción y en qué momento entrar para acompañar a la melodía principal.

Y estas melodías podían variar considerablemente dependiendo de la historia y del acto. Podían ir desde lo más romántico y feliz, hasta lo más desesperado y triste. Todo dependía del acto y de los sentimientos que debía de expresar el bailarín.

Sin embargo, lo más importante en los ballets, eran los bailarines que le daban vida a una historia. Ellos eran los encargados de transmitir emociones por medio de su baile al público que los iba a ver, esperando ser conmovidos por historias contadas de una manera diferente a lo ordinario.

Y, en el mundo del ballet, era muy difícil permanecer. La persona tenía que ser perseverante y determinada si quería continuar bailando bajo disciplinas tan estrictas. El ballet no era para todos, eso sin duda.

Pero sí lo era para Park JiMin; un chico pelirrosa de profundos e inusuales ojos grises con una completa devoción al ballet y al baile artístico. Éste chico había estado bailando desde los cinco años y, con el tiempo, se había convertido en el bailarín más importante de su academia.

Ahora, con veinte años recién cumplidos, encabezaba otra más de las presentaciones más importantes a nivel nacional. Y no podía estar más nervioso. 

Puesto que, sí, era el mejor bailarín de su generación, pero eso no garantizaba que no estuviera nervioso por salir al escenario y comenzar a realizar todos los meticulosos pasos de ballet.

Estaba parado a un lado de la gran y pesada cortina roja de aquel teatro, mientras que observaba el acto en el que bailaba su mejor amigo de la academia y de la vida. Su estómago estaba completamente revuelto, lo cual era raro, ya que no había comido nada en dos días enteros.

Su rostro estaba maquillado con tonos rosas, sus cabellos resaltan gracias a este color; y sus preciosos ojos brillaban cual diamantes, dándole una apariencia mucho más angelical.

Tenía que desempeñar su papel en el escenario de la mejor manera posible; tenía que actuar ser un ángel perdido en las infinidades del cielo, a punto de caer a la tierra. Tal vez por eso el atuendo blanco entallado que hacía relucir su delgado cuerpo y su estrecha cintura.

Era, tal vez, la presentación más importante de su vida entera. Había millones de críticos, columnistas y reporteros en el público, y estarían ahí para captarlo y remarcar todos sus aciertos y errores. Tenía que hacer ese acto a la perfección.

La música cambió dramáticamente y los bailarines que estaban en el escenario comenzaron a salir con delicadeza y gracia. Entre ellos, el mejor amigo de JiMin: Kim TaeHyung, quien era un chico de su misma edad, de cabellos rubios y ojos azules cual zafiros.

—Tú puedes, JiMinnie. —habló el más alto de los dos chicos antes de correr a su vestidor y retocar el dramático maquillaje.

El pelirrosa respiró hondo y cerró los ojos; su momento de brillar por fin había llegado, y tenía que aprovecharlo al máximo. Y así, con esto en mente, salió al escenario realizando jetés y sintiendo cómo cada nota musical controlaba su baile.

Comenzó a realizar la dramática y complicada coreografía que había practicado y perfeccionado por meses. Cada movimiento era realizado con precisión y propósito, defendiendo su título como el mejor bailarín de la época.

El collar de diamantes que llevaba sobre su cuello resplandecía gracias a las luces blancas que lo iluminaban en su baile. Su expresión era angelical y transmitía demasiada inocencia combinada con pureza.

La música guiaba cada uno de sus movimientos y los volvía cada vez más exagerados y bruscos; el personaje de JiMin había llegado a la frontera entre el precioso cielo y la caótica tierra.

El ángel estaba asustado; había perdido por completo el control de sus movimientos y se despedía de toda la pureza con la que había sido creado. El público se estremeció cuando, entre fouettés, el bailarín simuló haber caído a la tierra.

Completamente confundido y arrepentido de haberse alejado tanto de los demás por su admirable curiosidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas al encontrarse en aquel lugar tan desconocido y aterrador para él.

Pudo terminar el acto de una manera exitosa y la gente del público aplaudió, completamente capturados por la historia y conmovidos por la gran actuación del bailarín.

Lo había logrado; él y el público —incluidos los críticos—, lo sabían. Era el mejor bailarín de ballet de la época, y lo había demostrado una vez más.

Cargaba unas rosas rojas sobre sus brazos; caminaba bajo la oscura noche, de la cual, todas las estrellas y astros parecían haber huido.

La luz que proporcionaban las lámparas que alumbraban la calle hacía que el collar de diamantes que llevaba el bailarín de ballet resplandeciera, al igual que sus preciosos ojos grises. Los cuales, brillaban como diamantes bajo la luz blanca de aquellas lámparas.

¿Por qué estaba caminando? Normalmente la respuesta es sencilla, y esta no sería la excepción; puesto que sus padres prometieron ir a recogerlo cuando el ballet —al cual, ni aunque movieran tierra y cielo iban a llegar—, cuando terminaran su jornada laboral y el acto de su hijo hubiera culminado.

Incluso le habían prometido ir a cenar para celebrar su triunfo. Era algo importante para Park, puesto que nunca podía pasar tiempo con sus padres. En lugar de esto, ensayaba y ensayaba para dejar a sus progenitores trabajar.

Pero sólo son palabras vacías; como todas esas veces en las que su madre se disculpaba con él por jamás estar presente y le prometía que a la siguiente oportunidad, no iba a faltar. Promesas vacías, realidades que duelen.

Ya estaba acostumbrado a no recibir atención por parte de sus progenitores; sin embargo, él seguía bailando y disfrutando de aquello. Tal vez, si mejoraba considerablemente, sus padres por fin irían a verlo.

Cuando su acto se acabó, todos los bailarines corrieron hacia él y lo abrazaron y felicitaron mucho. Pero lo que JiMin en realidad necesitaba, era el apoyo de las personas más cercanas a él, y no estaban ahí.

Esa era la razón por la cual terminó caminando hasta su casa con las zapatillas de ballet aún puestas —puesto que, cuando salió de su casa, ya se le hacía tarde y su madre prometió llevarle zapatos al recogerlo del teatro—, sus pies lo estaban matando y, sobre eso, las zapatillas blancas se estaban ensuciando.

Su maquillaje se había corrido por las cristalinas lágrimas derramadas al encontrarse solo, caminando por la calle. En la cual, podrían pasarle miles de cosas; y sí, ya era un hombre adulto, pero aún así, había peligro en las calles.

Y, bueno, digamos que su aspecto angelical lo hacía un objetivo obvio de asalto o secuestro. Pero, ¿qué se podía hacer? Él tenía que pasar por eso, y si era capaz de realizar más de cincuenta fouettés seguidos, seguramente, llegar a su casa a pie no sería mayor problema o reto.

Limpió sus lindos ojos con su muñeca, tratando de retirar el maquillaje que se encontraba en este y que, por las lágrimas y la humedad, ya era un completo desastre.

Fue casi poético cuando se vió forzado a atravesar un callejón abandonado lleno de basura para acortar camino; y se sintió vigilado, sentía una mirada penetrante sobre él.

Peinó su cabello y apresuró el paso para abandonar aquel oscuro y terrorífico lugar que le ponía los pelos de punta. Es una realidad que las zapatillas de ballet pierden dureza con el uso, pero de la misma forma, después de haberlas utilizado por un gran rato y de haber forzado a los pies como él lo hizo en su acto, comenzaban a matarle lentamente.

El chico pelirrosa sentía sus pies quemarse; sentía que estaba caminando sobre el mismo infierno que le prendía fuego a sus pies y disminuye su paso. Y se odió a sí mismo cuando recordó que, al esperar por sus padres por diez minutos sentado en una banca fuera del teatro, se retiró las vendas de los pies.

Ya podía sentir la sangre saliendo por sus profundas y rojas heridas. De verdad sentía que ya no podría caminar más; comenzaba a cojear con la esperanza de poder salir de aquel callejón y pedir ayuda. ¿A quién le pediría ayuda? No lo sabía aún, pero sí sabía que ya no iba a aguantar sobre esos pies mucho más tiempo.

Sus lágrimas de frustración hicieron su aparición de nuevo; tenía un tremendo peso sobre él, y era el hecho de que alguien, en definitiva, lo estaba observando; además de que estaba apunto de tocar el suelo con su ropa blanca.

Cuando cayó al suelo, cerró los ojos con fuerza para soltar un grito de frustración; ese grito no sólo liberó su frustración por la situación que vivía ahora, sino la que llevaba acumulando por un largo tiempo.

Entre los ensayos exigentes, las dietas, y la mala relación con sus padres, se sentía abrumado todo el tiempo; trataba de canalizar todo eso en su ballet, y en realidad le salía muy bien. Pero tuvo que guardar silencio y aceptar las cosas por un gran rato, menos mal que ya se había desahogado.

Pero, ¿fue buena idea?

Al abrir los ojos de nuevo y recuperar fuerzas para intentar ponerse de pie, notó un par de zapatos negros frente a él. Subió su mirada y pudo observar que era un hombre utilizando un traje negro sin una arruga.

—¿Estás bien? —preguntó ese hombre desconocido, cuya cara aún era desconocida para el bailarín. Quien notó una mano larga cubierta por un guante de cuero blanco frente a él. La tomó y con mucho esfuerzo y aguante al dolor, se levantó, y por fin pudo divisar la cara de aquella persona desconocida.

Era bastante apuesto en realidad, su cabello era castaño; tenía unos labios abultados con un tono ligeramente rosado, los cuales, formaban una sonrisa algo escalofriante para Park JiMin. También pudo observar que el chico tenía ojos color café que lucían una forma demasiado llamativa y peculiar. Casi como si un dragón te estuviera viendo hasta el alma; su mirada era fría y hasta cierto punto, escalofriante.

El agarre de manos se volvió más fuerte, al punto que el bailarín quiso acabar con el tacto, su mano comenzaba a dolerle por la presión ejercida sobre esta. Después de intentar con todas sus fuerzas, rompió el tacto y una de sus flores se rompió —pues aún las tenía agarradas con el brazo izquierdo—.

—Lo lamento, mis zapatillas me están matando y tengo que llegar a mi casa. —habló con amabilidad e inocencia, despegando sus ojos de aquel hombre escalofriante frente a él.

—Zapatillas, ¿eh? —preguntó el hombre que se veía unos cuantos años más grande que el de ojos claros, quien asintió mientras se mordía el labio inferior con fuerza por el punzante dolor—. En realidad te están matando lentamente, déjame ayudarte con ellas.

No sabía si desconfiar o no, pues el gran físico de aquel desconocido era algo desconcertante. Miles de preguntas llegaron a su cabeza cuando el de cabello oscuro se agachó frente a él, por ejemplo: ¿Quién es este tipo? ¿Qué hace en un callejón oscuro en medio de la noche? ¿Cómo demonios piensa ayudarme con las zapatillas?

Bajó su vista hacia el hombre de cabellos castaños, y no logró ver sus pies, ya que la espalda ancha los cubría por completo. Pero antes de mirar hacia arriba y soltar una lágrima más, notó que la luz que los alumbraba había sido reflejada por un artefacto en la mano del desconocido.

Seguido de esto, sintió el frío toque de las manos del moreno sobre su tobillo; jamás imaginó que era una cuchilla la que pasaba lentamente por sus tobillos. Y sintió un ardor incluso más insoportable al momento de darse cuenta de que, aquel artefacto que había brillado, era un arma, la cual, le había provocado un corte profundo en su tobillo.

Por lo tanto, gritó de dolor y cayó al suelo con sus pies aún agarrados por el hombre que le había hecho daño. Miró sus pies de nuevo y se encontró con los cordones de las zapatillas rotos y sus pies bañándose en sangre que salía de sus tobillos.

El tipo, aún sin mirar a JiMin, tomó las zapatillas en sus manos y las sacó de los ensangrentados pies; se las mostró con una sonrisa enorme, parecía creer que le había hecho un bien al liberarlo de esa forma.

—Listo, ya no te lastimarán más. —Park se sentía horrorizado y adolorido, y podía sentir escalofríos recorrer su espina dorsal mientras se encontraba sentado en el suelo. El individuo de ojos llamativos que lo había lastimado, le arrojó las zapatillas después de romperlas en su totalidad con la cuchilla—. Eres libre.

—¿Estás loco? —preguntó el menor, totalmente asustado e indignado al presenciar tremendo acto cruel. El contrario comenzó a reír y se puso de pie.

—Es una gran pregunta; sin embargo, no hay una respuesta para ese enigma. Ya que, o nadie está loco, o todos lo estamos. —habló con las manos en los bolsillos de su pantalón mientras se deleitaba con la hermosa escena de los tobillos de ese chico sangrando—. Y, ¿tú estás loco?

El menor no respondió, y deslumbró a aquel psicópata con sus brillantes ojos grises; sus cejas caían sobre sus ojos por la expresión aterrorizada que mantenía. Sólo deseaba salir de ahí; le dolían las piernas y sus pies, pero no le importaba tanto como abandonar aquel callejón.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó al pelirrosa con una sonrisa mientras le quitaba el ramo de rosas de las manos. Notó que el chico era en realidad hermoso; con su precioso y, a la vista, suave cabello rosa y sus raros ojos grises, los cuales brillaban como caros diamantes.

—Park... JiMin. —habló con desconfianza; se decidió por poner presión sobre sus heridas con sus pequeñas manos, en realidad quería salir corriendo.

—Y, déjame adivinar. Eres... —tomó una de las rosas del ramo y la sacó, llevándola cerca de la nariz para inhalar su fresco aroma—. Eres un bailarín de ballet, no es sorpresa. Pero en realidad se me hace interesante, ¿bailarín frustrado? —tomó la flor y con la fuerza de su mano y fricción, hizo que los pétalos comenzaran a caer al suelo.

—No. —el pelirrosa por fin tomó las fuerzas necesarias para ponerse de pie, sintiendo como la sangre caía por su tobillos hacia el suelo frío que pisaban sus pies—. Soy el bailarín principal de la academia, con reconocimiento mundial-

Al escuchar esto, el hombre soltó el ramo de rosas y tomó al bailarín por el cuello, estrellándolo contra la fría pared de aquel callejón. Mirándolo profundamente a los ojos e ignorando las manos que trataban de romper su agarre.

—¿Reconocimiento mundial? —se burló el mayor—. Es completamente subjetivo, ya que, por el simple hecho de ser mundial, estás diciendo que todo el mundo te reconoce; y, no me disculparé por contradecirte, pero yo no te había visto antes de hoy.

Observó alrededor de sus ojos y notó que el maquillaje estaba hecho un asco; ese chico soltaba lastimeras lágrimas y, sus maltratados pies, apenas tocaban el suelo.

—¿Y quién eres tú? —preguntó el menor, sintiendo su corazón apretarse al momento de sentir que el agarre de su cuello se hacía más fuerte.

—¿Te obsesiona hacer preguntas difíciles? ¿O eres tan idiota como para pensar que tú sí sabes quién eres? —podía sentir al chico luchar por seguir respirando bajo su mano; incluso sintió cuando tragó saliva duramente—. Tú crees que, por ser un bailarín de ballet que logró realizar su coreografía sin ningún error por primera vez, ya eres importante a nivel mundial. —se burló de nuevo—. No. No. No.

—¿Cuántos premios has ganado tú?

—¿Copas vacías intentando imitar el oro? ¿Las necesitas para sentirte importante? —preguntó sintiendo repulsión hacia la pregunta del chico, miró sus ojos con atención, intrigado—. ¡Oh, ya sé!

Comenzó de nueva cuenta con la risa macabra que salía de su boca. Soltó el agarre del cuello sólo para colocar ambas manos a cada lado de la cabeza del otro.

—¡Reconocimiento! Eso es lo que quiere nuestro pequeño Park, ¿no así? —preguntó mirándolo con los ojos bien abiertos. El bailarín cerró los suyos al verlo—. No me digas, tus padres no te ponen atención.

Los ojos cafés se percataron del collar de diamantes que portaba el bailarín en su cuello y lo arrancó con fuerza—. Imagino a un dulce niño, ¿cinco, seis años? Luchando desesperado por la atención de sus padres desobligados. —JiMin lo miraba con odio, un odio que jamás había sentido por nadie; ni por sus propios padres.

—¿Te enviaron a la academia de ballet? De día y de noche el niño entrenaba con todas sus fuerzas; pensaba en el día en el que por fin ganara aquel premio tan prestigiado... —acercó su hermoso rostro al de ojos grises—. Papi y mami por fin te harían caso, ¿no?

—Tú no sabes nada. —soltó el pelirrosa al sentir su corazón estrujado, sus piernas se volvieron débiles y quería tirarse a llorar.

—Claro que no sé nada, pero dime una cosa: ¿lo ganaste? —su voz se volvió más dura y grave, el menor sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo y sus dientes tiritaban—. ¡¿Lo ganaste?!

—Sí. —contestó el menor volviendo a llorar al ver cómo el hombre mantenía su mano arriba con el collar en su mano.

—Pero papi no cumplió su promesa. —formó un falso puchero con sus labios y acarició los suaves y rosados labios contrarios—. ¿Sabes? Eres demasiado transparente; es muy fácil ver a través de un chico que pertenece al escenario; solo. —negó con la cabeza divertido y, tomó el cuchillo de antes, para presionarlo contra el tórax del bailarín—. Eres una pequeña mierda que cree que, con subirse al escenario, cambiará su triste realidad. Crees que usando esos ridículos trajes y destrozando tus pies llamarás la atención de todos.

Sus palabras eran duras y cada vez más golpeadas, miraba al chico con repulsión mientras este se hacía pequeño en su lugar por la destrucción.

—No obtendrías la atención de nadie ni aunque te volvieras asesino. Y aunque fueras el más buscado del momento, aún así tendrías la necesidad de recibir mucha más atención, ¿no es así, JiMinnie? —presionó el cuchillo con más fuerza contra su cuerpo y la sangre comenzó a salir; el atuendo blanco perdió su puro color.

—No, por favor. ¡Te lo ruego! —casi gritó al sentir el corte profundo que se realizaba en su cuerpo; el cuchillo lo quemaba y lo hacía querer gritar. Fuerte, muy fuerte.

—Contestaré a tu pregunta, cielo. ¿Quieres un cuento? —preguntó, mientras que, con su mano, tomaba el cabello rosa pastel y jalaba la cabeza hacia atrás—. Un asesino cruel, despiadado, sediento de sangre; su nombre es Kim NamJoon. No es muy diferente a ti; él tenía problemas con sus padres. ¿Atención era la razón? Tal vez. —se burló de aquella historia tan trágica y patética—. Nada que no pudiera solucionarse con una escopeta, ¿no lo crees?

Dicho esto, despegó el cuchillo del abdomen plano del menor y lo pasó o fuerza y rapidez por ambas mejillas. El corte fue profundo, y Park sintió un calor impresionante en esas zonas de sus suaves cachetes. Miró con los ojos humedecidos en agua a su asesino; NamJoon se maravilló con los preciosos ojos que tenía y lo precioso que se veía con la sangre cayendo por su rostro.

JiMin estaba perdiendo demasiada sangre, se sentía débil; al borde del desmayo y sin poder decir una palabra. Intentaba mantener los ojos abiertos pero le era muy difícil.

—Estoy contando mi jodida historia. —habló antes de reír socarronamente y bañar sus guantes blancos en la sangre de su víctima.

El menor quería luchar por su vida, quería llegar a su cama, esconderse y pensar que era una horrible pesadilla. No sólo sus zapatillas estaban rotas, sino también su interior.

El moreno lamió la cara de su presa y besó sus labios fugazmente antes de sentir un golpe en su pierna. JiMin se había atrevido a patearlo. Lo hizo enojar, pero no podía quejarse, el pobre chico ya no tenía fuerzas ni para respirar.

—Mírate; el angelical bailarín se está desangrando. Manchando su pureza con su propia sangre; ¡mostrándose como en realidad es! —estaba destruyéndolo por completo; tenía la necesidad de hacer sufrir a las personas, tenía una insaciable sed de sangre.

Park JiMin en realidad quería escapar de NamJoon; era un asesino que lo estaba destruyendo y lo tenía desangrándose en aquel callejón. Intentó salir corriendo pero unas manos grandes lo tomaron y lo azotaron de cara contra la sucia pared.

—Eres un idiota, Park. —habló en su oído mientras susurraba y, de un solo movimiento, clavó el cuchillo en su espalda—. Pero, te ayudaré; te liberaré de tu miserable vida. Y como me encariñé contigo, haré lo que hice con mis papás con los tuyos. Ellos te arruinaron la vida, ¿no es así?

—¡No! —contestó el menor, a quien ya no le quedaban más lágrimas por soltar; estaba deshidratado y poco le faltaba para comenzar a ver borroso todo su entorno. No podía siquiera pensar en la idea de ese asesino terminando con la vida de sus padres, y sí, los odiaba. Pero jamás permitiría que alguien les hiciera daño; después de todo, eran sus progenitores.

—¿No? —preguntó sintiendo sus guantes blancos empapándose con sangre ajena; caliente y deliciosa sangre ajena—. Sería para ellos un placer que el asesino más buscado de Seúl los asesinara —la sangre cada vez salía más rápido y se deslizaba por la ropa manchada—, como a su patético hijo.

El cuerpo del menor estaba completamente débil, y cuando el asesino volvió a apuñalar su cuerpo con rapidez, abrió la boca y pudo saborear la sangre de su cuerpo. Puedo sentir la muerte antes de caer al suelo.

Su cuerpo aún seguía temblando y los diamantes que tenía por ojos se inundaron en lágrimas. ¿Por qué mierda a él? ¿Es que su vida era tan miserable como para terminar así? ¿Sintiendo su sangre salir y sus heridas arder? ¿Ese era el tipo de muerte que merecía un chico que gritaba en su interior por recibir un abrazo cálido de alguien y escuchar las palabras: "lo hiciste bien"?

Con las pocas fuerzas que le quedaban, miró a su asesino una última vez, viendo los ojos del mismísimo diablo. Vacíos, muy vacíos. Oscuros como la noche, y atemorizantes como ningunos otros.

—No somos diferentes. ¡Eres igual de patético que yo! —gritó el pelirrosa, antes de sentir el filo del arma blanca atravesar su pecho, y su alma abandonar su cuerpo. Pudo escuchar los violines cerca de él, tocaban una canción desesperada llena de miedo. Incluso en sus últimos momentos de vida, no dejaba de pensar en el ballet.

Park JiMin, el bailarín principal de la academia más importante de Corea y con reconocimiento mundial, había muerto. Los violines lo acompañaron hasta el final, y aquella devoción al ballet —adquirida por necesidad—, prevaleció con él.

—Tenías razón, no somos diferentes. A nadie le importaría que muriéramos. Teníamos vidas tan vacías, JiMin. Pero, a diferencia de ti, yo no trato de impresionar a nadie.

Dicho esto, guardó el collar de diamantes del chico en el saco de su traje. Limpió el cuchillo embarrándolo contra la ropa blanca de su víctima y lo guardó de nueva cuenta.

Comenzó a caminar por el callejón de nuevo cuando vió las zapatillas rotas; no dudó en tomarlas, pues serían una nueva adquisición para su colección de cosas que lo atormentaban cada noche.

Que le recordaban que no pensaba dos veces antes de matar a alguien; y que, jamás iba a poder parar, porque ya era una necesidad. Una horrible necesidad que lo llevó a llenarse las manos con sangre de diferentes tipos y, en múltiples ocasiones, a terminar en la cárcel.

Tenía la necesidad de hacer sufrir a la gente; de jugar con sus mentes para destruirlos por dentro y duplicar el daño. Sabía que lo más terrorífico de un asesinato, era la parte mental. Se divertía manipulando las mentes ajenas, haciéndolos recordar momentos malos de su pasado e incrementar su miedo. Era una maldita necesidad.

En realidad no sabía cuánta sangre se encontraba en sus manos; era invisible pero estaba ahí. El bailarín de ballet sólo fue otra de sus víctimas.

Pero las zapatillas rotas iban a ser su nuevo recordatorio de que había perdido su humanidad.

Y dijo la verdad cuando contó su historia; era irónico, ya que ningún asesino podía ser honesto. Pero algo roto lo hizo hablar. Algo roto, llamado: Park JiMin. 

Fin.
Palabras totales: 4289

©𝚄𝙽𝙶𝙺𝙿𝙾𝙿𝙻𝙾𝚅𝙴

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Sι тe ɢυѕтó, ɴo olvιdeѕ voтαr, coмeɴтαr y coмpαrтιr. Dαтe υɴα vυelтα por мι perғιl.

Brιɴdeмoѕ porqυe el NαмMιɴ ѕeα reαl.

Noѕ leeмoѕ.

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