
𝐭𝐫𝐞𝐬
~Tres años después, de nuevo frente a frente~
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👑Hinata Tachibana👑
Si tuviera que mencionar una sola vez en la que me enredé en una situación como esta, yo diría que ninguna. Porque en mi vida tuve el valor de socorrer las heridas de mi príncipe azul; mucho menos preguntarle por su bienestar o si necesitaba ayuda para acudir a una enfermería o a lo mucho, curar su dolor interno.
Casi nadie de la escuela conoce este lado vulnerable de Hanagaki. Una persona que disfraza su debilidad con el orgullo. Será un idiota, pero me duele verlo de este modo. No es algo que se le desearía a alguien; porque estar una situación como esta se debe de sentir muy feo. Ya quizás perdería la cuenta de las regañadas que sus padres pudieran darle por estar metiéndose con la gente más fuerte que él.
–¿Q-Qué estás haciendo aquí? –me cuestiona, sosteniendo su costado izquierdo con molestia.
–Debería ser yo quien te hace la pregunta. –respondo en mi defensa. –¿Tienes idea de lo que pudiste provocar si alguien que no fuera yo te hubiera visto de esa forma? Serías la tendencia del periódico escolar. –el chico de los ojos oceánicos vuelve a toser.
–Podría ser el autor de mi propia nota y quizás amortiguar la anécdota. –su comentario me hierve la sangre. Un coco en la cabeza es lo que le doy. –¡AUCH! ¡¿POR QUÉ HICISTE ESO?! –exclama aún más adolorido de lo que está.
–Si fuera tú, estaría calladita y evadiendo comentarios innecesarios y absurdos. –voltea a verme en el momento en que poseo entre mis manos, un botiquín de primeros auxilios. El cual encontré justo encima de los casilleros en frente de mí, sacando provecho de los segundos que se distrajo en la expresión nefasta de sus ideas. Menos mal.
Me pongo de cuclillas, abriendo el pequeño paquete para explorar su contenido en el interior. Banditas, vendajes, alcohol, pomada y toallitas desinfectantes son solo algunos de los elementos.
–Alcohol y algodones para desinfectar la sangre.
Me pasmo; pero no es de sorprenderse de que Takemichi sepa exactamente para qué sirve cada cosa. De tantas veces que se tuvo que curar por cuenta propia ya hasta podría estudiar medicina o enfermería.
Medicina...
–Auch. –expresa. Instantáneamente aparto la mano donde sujeto el algodón en el que vertí aquél líquido transparente segundos atrás. Me aterra lastimarlo más de lo que ya está. –No... –sujeta mi mano al ver que aparto el brazo y lo atrae gentil y lentamente hacia su rostro. Justo en el sector de su frente en donde sangra su herida. –Tu continúa. Puedo aguantar.
–Conste que tú lo pediste. –regreso a mi labor de limpiarle la sangre y a pesar de todo vuelve a quejarse, solo que en voz baja. –Y...¿Me puedes contar ahora qué fue lo que hiciste para terminar así?
–Más bien lo que no hice. –corrige mi pregunta.
–¿Cómo? –indago sin captar su respuesta.
–Un imbécil me agarró desprevenido. Al parecer su colega lo felicitó por "pasar la prueba". Y vaya buena que se agarró. –suspiro y niego por la resumida anécdota.
–Vamos, si ya sabes que para esas cosas eres todo un fracaso.
–Wow, pero qué apoyo tengo. –niego, poniendo los ojos en blanco.
–¿Acaso me ves con cara de ciega Hanagaki? Ni tu mismo te crees esa estupidez. –consigo una bandita para pegársela en la esquina derecha de la frente. El siguiente paso que llevo a cabo, es agarrar la pomada, abrirla y pasar un poco del producto en los nudillos del oji azul. –Te pondré un poco también en la mejilla. –cambio la conversación por un instante.
Soy una enamoradiza. En el mero fondo soy una tonta y a la vez una orgullosa. Podría olvidar mi arrogancia y estar gritando a mis adentros de que estoy justo delante del chico que me roba el aliento y el causante de mis cartas de amor hacia él. ¿Cómo puede ser posible que el chico que tanto me gusta es un completo inútil y un perdedor? ¿Qué no las chicas bobas del colegio no se pueden dar cuenta de la realidad? ¿De que su carácter de popular no es nada más que un refugio? ¿Una mentira? ¿Un engaño?
–Es la primera vez que estamos así...de frente a frente. –cierra los ojos, sintiendo la suavidad y la lentitud de mis dedos pasar por sus nudillos. Aplicando la suave textura con un olor a hierbas finas para desinflamar la zona afectada.
–La segunda. –le corrijo.
–¿Como qué...? –mi enmienda lo desconcierta. –¿La segunda?
–Claro. No te acuerdas de nada. Han pasado tres años desde el día en que nos conocimos.
–...Perdóname, de veras. No me acuerdo.
Puedo ver en sus ojos las ganas que tiene de recordar. Que se siente mal por no tener registrado en su mente el día en que mi vida se convirtió en un verdadero cuento de hadas. Percibo el arrepentimiento. Estoy enojada; frustrada. Y me siento mal por reaccionar de ese modo.
–No importa. –le miento. –Es obvio que no te acuerdes de un día cualquiera.
Deja de mentir Hinata...
–Me moriría de vergüenza si toda la escuela me ve de esta forma.
–Debiste pensarlo dos veces antes de darle el gusto al chico que te dio la paliza. –aplico con precaución la pomada en su mejilla izquierda. No sin antes notar que la esquina derecha de sus labios la tiene inflamada.
Contrólate Hina. Contrólate...
–Sabes...creo que no tengo ganas de entrar al baile.
–¿Qué? –mis ojos se agrandan. –¿Vas a desperdiciar tu boleto nada más porque sí?
–Igual no tenía mucho antojo de ir. –habla como si no fuera la gran cosa. –Únicamente compré el boleto porque Akkun me dijo que me presentaría a una disque amiga suya. Siendo honesto ya se me quitaron las ganas.
Mi consciencia no evita desarrollar la idea de que esto puede ser una inmensa oportunidad de hacer lo que por dos años soñé desde el día en que nuestras almas se reencontraron en el primer día de la secundaria. Me pide a gritos que aproveche la ocasión e intente generar una cercanía con él o que al menos lo pueda conocer más. Un momento a solas. Es lo que nunca creí que llegaría. Aunque imagino que a lo que se refiere, es quizás irse a su casa sin compañía alguna.
–¿Tienes hambre? –es la primera pregunta que se me ocurre formular.
–Sí. –admite con un poco de pena.
–Mira... –cierro el botiquín de primeros auxilios. –Si no quieres entrar a la fiesta, deja que por lo menos te haga compañía afuera.
–Hace frío. No dejaré que te congeles por mi culpa. –se opone.
–Eso es lo de menos. Además mis amigas deben de estar ocupadas bailando y tratando de buscar algún galán por ahí. No pienso comerme mi cena sola en medio de la multitud y con la música a todo volumen. –cojo el botiquín recién cerrado, me pongo de pie y lo pongo de nuevo en el sitio donde lo encontré.
Presenciaba en sus ojos lo dudoso que se puso por breves instantes. No tenía idea si debía ceder a mi propuesta o simplemente rechazarla, darse la media vuelta y marcharse por cuenta propia. Aún así me extraña que se tarde en dar una respuesta. Takemichi Hanagaki jamás rechaza la invitación de una chica.
–Solo si me dejas comprarme mi parte. –su respuesta me desconcierta.
–No tienes porqué gastar. –deniego su petición. –Deja que te comparta de mi comida.
–¿Para qué? ¿Para que luego te quedes con hambre? Ni lo sueñes. –finalmente ilustra una sonrisa. De esas sonrisas despreocupadas que quieren convencerte de que no hay problema alguno. Verle expresarse de ese modo es extraño; al menos para mí. Aunque me encanta. –¿Y tú qué onda? Apuesto que mueres por disfrutar el evento allá adentro. No querrías pasar el resto de la noche con alguien tan "insípido" como yo.
–Yo curé tus heridas, así que me debes. –corrijo cruzada de brazos.
–Ja, ¿Yo deberte a ti? Pff. Estás vacilando. –niega.
–Ni siquiera puedes estar solo en la calle sin que te agarren desprevenido. Justo me lo acabas de demostrar. –contradigo, dándole en su mero orgullo.
–P-Pero- –lo interrumpo, poniendo mi mano derecha en sus labios sin darle chanza de terminar con su frase.
–Pagarás tu comida, pero seré tu chaperona por el resto de la noche. Ese es el trato. Y no te atrevas a decir un "No" como respuesta porque no respondo. –le remarco en caso de que se le ocurra.
Me encanta tener este tipo de poder con el género masculino a favor. Soy tímida con los chicos, pero al mismo tiempo tengo este carácter de mí que no se deja llevar por los encantos de los mismos. ¿Pero Takemichi? Es un tonto. Pero bien que me fascina ese tonto. Entiendo ahora el desespero de Karen y Akemi ante mis suspiros por él. Y bueno, no hay nada que pueda hacer. Solamente esperar a que él se dé cuenta de mis verdaderos sentimientos.
–De acuerdo... –suspira. –Pero solo porque no quiero deberte nada. Ya tuve suficiente con que me lo restregaras en la cara. –busca levantarse del suelo. No obstante, a causa de su molestia corporal, mi instinto es sujetar sus brazos para ayudarlo. –G-Gracias. –agradece, teniendo los ojos cerrados.
–¿Puedes caminar por cuenta propia? –le pregunto.
–Sí, pero estoy un poco adolorido. –responde, dando la vuelta cuidadosamente para salir al pasillo.
–Tengo una idea. –hablo, saliendo al pasillo. –¿Crees que me puedas esperar un ratito aquí?
–No me digas, ahora no quieres que nadie te vea conmigo. –cruza los brazos, pero no parece verse como el mismo molesto de siempre, sino bromista; risueño. Y lo sé por la manera en que sonríe. Niego ante esto.
–Solo espérame Hanagaki. –bufo, para después empezar a correr en dirección al salón de arte; palmeando mis mejillas evitando el calentón. Mi cena y mis pertenencias no serán llevadas solas.
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–Entonces...formas parte del consejo escolar.
No fue difícil convencer a Mariana que me cubriera; a final de cuentas conseguí llevarme mi cena y mis cosas. Me dolía en la mente que haya desperdiciado mi boleto, pero...no sé porqué me siento bien. Es como si lo hubiera hecho por una buena causa. Por un motivo del que solo yo soy conocedora de mis propios juicios. Hanagaki pudo haber entrado sin problemas y ligarse a todas las chicas que quisiese, pero no lo hizo. No comprendo su motivo. Solo sé que por mí, en mis sueños.
Habíamos recién salido del centro comercial después de que el chico pidiera la misma cena que la mía. Comíamos en el aire libre, en un parque. El mismo ubicado a sólo pocas calles de mi hogar. Vivo en un gran edificio; un apartamento familiar. Puedo conformarme con los espacios, pero papá está pensando en comprar una casa más grande en una vecindad recomendada por su hermano; el padre de una de mis primas. Después de haber buscado entre casa y casa, justo llegó la ideal en la misma colonia de mis tíos. Mis padres están entusiasmados con la futura mudanza aunque aún quedan varios pagos para hacer de la propiedad, nuestra.
Él y yo nos columpiamos. Charlábamos de cualquier tema mientras cenamos y miramos el hermoso resplandor de la luna y las estrellas. Nunca antes había intercambiado tantas palabras con Takemichi. Parezco verme tranquila e indiferente en el exterior; pero por dentro, mi corazón no puede soportar tantos latidos. Mi yo de hace tres años, jamás se creería lo que estoy viviendo en mi presente. Ni yo me la creo.
–Desde que ingresamos a la secundaria. –respondo ante su pregunta, dándole un sorbo a mi refresco. –Es obvio que no te hubieras dado cuenta. Vives en la Luna bien seguido.
–Quizás sí, pero es tanta la gente que estudia aquí que se me olvida. –coge una papa a la francesa de su bolsa para comérsela. –Es tedioso ser popular a veces.
–Dímelo a mí... –pongo los ojos en blanco y suspiro. –Y dime Hanagaki, además de ser un saco de boxeo, ¿A qué te dedicas?
–Pero qué alabanza. Mira lo regocijado que estoy. –dice en modo sarcástico. Es como si no le gustara el mundo de las peleas; y aún así se involucra.
–Te pregunto porque no conozco nada más de ti que no sean las peleas. –sustento, antes de darle otra mordida a mi hamburguesa con queso, jamón y tocino. –Algo te deberá de gustar. –añado en medio de mi masticada, y al percatarme de eso, ya era tarde. Me cubro la boca apenada mientras mastico, pero Hanagaki ya se está riendo de mí. Es tan vergonzoso. –Ya...no te burles. –le pido. Mas la servilleta que sujeta para limpiar mis labios me saca desapercibida. Takemichi lleva a cabo la tímida tarea por mí.
–Solía jugar béisbol en la primaria. –narra, pasando la servilleta por mis labios. –No era un profesional, pero me apasionaba. Mi sueño era algún día representar al país, pero comenzando la secundaria el soccer llamó mi atención.
–¿Y por qué dejaste de jugarlo? –le cuestiono, viendo como termina de darle un sorbo fugaz a su refresco.
–Empecé a fijarme en otras cosas. Además, mis amigos del equipo con los que crecí empezaron a retirarse. Pero no me arrepiento. –agrega a su testamento. –Solamente lo juego por diversión; aunque el fútbol también me fascina.
–¿Entrenas en la escuela o tienes un equipo fuera?
–Las dos cosas. –gira su semblante hacia mí.
–Pero si nunca te he visto en las tardes después de la hora de salida. –realizo una mueca confusa.
–Y yo nunca suelo verte tan siquiera en los pasillos a la hora de clases. Así que estamos parejos. –avienta una bola de servilleta a la basura desde su columpio. Logra atinarle. –No me digas que ya te llenaste. –se asoma a ver que no he terminado por completo mi cena.
–No, no. Es que la plática es entretenida... –musito, fijando la vista hacia mis pies balanceándose contra la arena. Quería hacerme la fuerte y no demostrar emoción alguna. La honestidad me delata; más cuando él está cerca de mí.
–Sabes...se me hace raro que estemos en el mismo grado y raras veces nos topemos de cerca. –niega con incredulidad.
–Teniendo a tantas chicas a tu alrededor se me hace evidente. –expongo con obviedad.
–Pensándolo bien...me alegro haber desperdiciado mi boleto. –sus ojos oceánicos no se despegan de mi figura.
–A mí también... –le sonrío, pero me percato de mi respuesta. –D-Digo haber desperdiciado el mío, no el tuyo por supuesto. –río como una boba. Me golpeo mentalmente en la frente.
–Sí, sí capte. –ríe, pero debe de pensar que soy una inepta más de su lista.
Se me habían pasado las ganas de revisar la hora. No quería saber cuán temprano o tarde era para mí estar fuera de casa. No me importó. Solo sé que haber echado a perder un boleto para el baile de San Valentín, valió la pena total. Esta noche me sirvió tanto que mi creatividad se inspiró en medio de la madrugada para escribir y escribir sin parar. Haber intercambiado palabras y haber curado las heridas de mi príncipe azul, fue un sueño hecho realidad. No había nadie que me interrumpiera a estas horas. Tan solo éramos mi bolígrafo, mi cuaderno, el velo de la noche, y la imagen de mi príncipe plasmada en las páginas de mi diario.
"Dar un paso más de estar cerca de ti me ilumina; me regocija. Comprender lo que hay detrás de ese personaje, es como leer las frases de un libro de poesía. Debo de admitir que por mucho tiempo juzgué tu portada, mas no tu contenido. Creía conocerte del todo. Me equivoqué. Lo siento, de todo corazón.
Aún hay tantos misterios rondando en tu aura. Anhelo saber la persona que eres. Si tan solo te dieses cuenta, de que puedo ser la chica que en verdad mereces tener a tu lado. Si tan solo abrieras tus luceros y te percatases de mis sentimientos puros. Que recuerdes quién soy yo.
Estoy encerrada en mi habitación, después de haber echado a la basura una inolvidable noche de amigas, música y coqueteos. Todo por querer ser tu única compañía. Pude haberte ignorado, pero no lo hice. Estabas tan desplomado que pude notar en tus ojitos la decepción y la rabia. No querías preocuparme, pero lo hiciste.
Takemichi, no todo lo malo que nos asecha es para siempre. No sé qué es lo que te incita a pelear contra los más fuertes. Qué es lo que mueve a ser alguien que no eres dentro del colegio. Por qué es que eres tan popular, y a la vez tan opuesto. No quisiera tomarme otros tres años para volver a encontrarte, ni un millón de vidas más para sentir tu cercanía estremecerme y mi corazón rugir de tanto amor.
Quiero volver a verte. Permíteme curar una vez más tus heridas. Hazme desperdiciar infinitos boletos más. Porque estar tres años después, de nuevo frente a frente ante ti, se ha vuelto mi nueva esperanza para que algún día, no tan lejano de esta vida, pueda nombrarte como mi primer y único amor."
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