
𝐝𝐨𝐬
~¿Destino o casualidad?~
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👑Hinata Tachibana👑
|𝐕𝐢𝐞𝐫𝐧𝐞𝐬 𝟏𝟗 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨, 𝟐𝟎𝟎𝟓|
6:30 pm
Todo un mes ha transcurrido y mi corazón permanece en el mismo lugar. Este lunes fue un día que usualmente admiro mucho, pero al mismo tiempo me pone algo melancólica: El día de San Valentín. Un día en donde se celebra no solamente al dulce y hermoso sentimiento del amor, sino también a la amistad que sentimos por aquellos quienes consideramos queridos y cercanos en nuestras vidas. Todo el colegio desde el inicio de la semana está lleno de colores rojizos, rosados y blanco gracias a las decoraciones que hemos realizado. Ya que hoy en la noche se llevará a cabo un gran baile por la celebración recién pasada; donde toda la escuela estará presente para pasar un buen rato entre música, comida, amigos y diversión.
Mis amigas y yo al formar parte del consejo escolar, nos tocaba quedarnos el viernes después de clases con el propósito de preparar la cancha de basquetbol para el gran evento de esta noche. Era un ambiente tan divertido. Todos en el grupo nos ayudábamos entre todos; nadie se quedaba sin hacer nada. Reíamos, conversábamos, decorábamos y hasta bromeábamos entre nosotros. Cada uno de los presentes siempre aportan grandes y creativas ideas. Ninguno se quedaba atrás. Sin duda alguna, el formar parte de clubes y actividades escolares te ayuda bastante en mejorar el trabajo en equipo, a conocer gente nueva y a siempre ver por los demás.
Haruna, Karen y Gina son las encargadas de pegar los carteles hechos por los estudiantes en todo el lugar, mientras que Mariana y yo optamos por realizar cadenas de corazones para colgarlos en medio de toda la escenografía. Como ella no puede subirse a escaleras, Akemi y yo escogimos hacerle compañía para que no se sienta tan sola. Charlábamos de cualquier cosa que se nos venía a la mente. Pues tratamos de que el trabajo sea menos aburrido aunque esto de las manualidades y de decorar me fascina.
–¿Creen que haya algún chico lindo que nos saque a bailar? –Akemi me pasa las tijeras y yo gustosamente las recibo.
–Yo tengo dos pies izquierdos. De seguro el pobre terminará sin pies. –digo con un tono medio pesimista pero realista. Yo casi nunca bailo; mucho menos canciones lentas.
–Ustedes por lo menos pueden mantenerse de pie. –la peli castaña por otro lado responde uniendo dos pequeñas secciones de la cadena de papeles de colores.
–Seamos positivas amiga. Llegarás hasta correr con nosotras y a nadar en el mar. –con un listón color rojizo realizo un moño y lo ato en un nudo.
–Ojalá fuera tan sencillo. –la peli castaña piensa en voz alta. Posteriormente, su suspiro da el indicio de que la conversación cambiará de tema. –¿Saben ustedes quienes vendrán al baile? –indaga. –Me enteré que Karen y Haruna lograron vender más de cien boletos en menos de dos días. Aunque no tengo idea como les fue a los demás.
–Fíjate que vi la lista pero no recuerdo bien. –Akemi por su parte, remarca las letras de uno de los carteles con marcadores de colores.
–Espero que-
–Una más que menciones a ese inútil perdedor y no respondo. –la peli morada me amenaza con arrojarme el pegamento en la cara. Mariana por otro lado no evita en carcajearse de la risa.
La posibilidad de encontrarme con mi príncipe azul es infinita. No obstante, la preocupación de que habrán miles de chicas que le pedirán bailar o pasar tiempo con él es mortificante. Si tan solo tuviera el valor de acercármele, podríamos ser solamente él y yo platicando solos afuera con la brillante luna como testigo. A menudo me imagino que sus brazos me rodean y me acercan a su cuerpo; que me abraza por largos minutos para sentir su amor y su calor. Sueño con tomarlo de la mano y caminar juntos hacia donde el viento nos lleve. Anhelo ser yo la única chica en su mundo; solamente yo.
Pero yo sé que eso es imposible...
–¡Chicas, chicas, chicas! –exclama la única pecosa de mis amigas. El entusiasmo en su tono de voz nos llama la atención al grado de que mi cabeza gire hacia la derecha. Gina, Haruna y Karen corren en nuestra dirección a paso acelerado y las manos de la primera mencionada posan fuertemente contra la mesa para frenar. Sus pulmones toman bocados de aire antes de hablar. –¡Adivinen quién acaba de confirmar a última hora su hermosa asistencia al baile!
–No me digas, Takemichi Hanagaki. –la peli lavanda plantea con obviedad.
–Aparte... –la pelirroja sonríe con nervios. –El hermano de Karen vendrá esta noche. –por fin escupe.
–¡¿QUÉ?! –las tres exclamamos.
Karen tiene un hermano mellizo. No es de nuestro colegio, pero al parecer se lleva bastante con el hermano de Akemi y la hermana de Haruna; ya que ellos tres son una generación arriba de nosotras y se conocieron por medio de otras amistades. Según Karen, lo adelantaron un año debido a que en la primaria, sacaba buenas calificaciones. De lejos se ve como un chico bastante inteligente; pero en las fotografías que Gina nos ha mostrado parece otra persona. Guapísimo si pudiera resumir toda la oración. Normalmente él es el que viene por mi amiga después de las clases al igual que el hermano de Akemi. Él no solamente viene por ella, sino que Haruna y su hermana mayor los acompañan todas las tardes.
–¡No me digas que vendrá él! –vuelvo a clamar en shock.
–¡¿Cómo es que recibió la invitación?!
–Setsuna. –Haruna nombra a su hermana mayor. –Pidió también un boleto extra para su novio.
–No me digas que el matadito de mi hermano también vendrá. –ríe la oji morada.
–¿Para verte fracasar en ligarte al insípido de Yamamoto? Seguro. –Karen le hace burla mostrándole un corazón de cartulina rojiza y esta se lo arrebata de las manos. Akemi suelta un fuerte jadeo.
–¡Oye! ¡Eso era un secreto!
–Vaya vaya, al parecer Tachibana no es la única que babea por los rubios oxigenados. –la peli chocolate se pone en medio de nosotras dos para rodearnos de los hombros. –Pero como avanza la dignidad femenina.
–JAJAJA, tanto que Akemi se quejaba del crush de Hina y mira nada más, justo la cachamos con las manos en la masa. –por su parte, Gina opta por sentarse en medio de la mesa.
–P-Pero yo-
–¡Feliz día de San Valentín atrasado! –Mariana le enseña la cadena de corazones de papel que hizo por su cuenta para burlarse.
Entre todas nos reímos. Son de esos momentos tontos de los que atesoro con mucho cariño. Ninguna de nosotras somos perfectas; y eso es lo que nos mantiene tan unidas. Quizás no será tan malo terminar la semana de los enamorados sin tener uno. Despejar mi mente de Takemichi por una noche no me vendría nada mal...¿O sí?
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[Una hora después]
–¡No Haruna! ¡Devuélveme el iluminador!
Me es difícil comprender cómo es que chicas como Gina y Akemi puedan saber perfectamente qué maquillaje es para qué y cuánta cantidad hay que ponernos en cada sección del rostro. Puede que aún sea una niña de trece años que cumplirá los catorce en tres meses, pero esto de la moda es bastante complicado. Ni siquiera uso maquillaje para salir de paseo con mi familia o con mis amigos.
¡Estoy horrenda!
–¡Ay Hinata no seas aburrida! –la pelirroja me quita la brocha del rubor. –¡Aplícate más! –me exige en lo que pasa con más fricción el suave artefacto por mi mejilla derecha. –¡Tienes que lucir como una princesa para Takemichi!
–Me veo ridícula... –ver mi pintado rostro en el reflejo del espejo me quiere desplomar la poca autoestima amorosa que me queda. –Parezco un payaso recién despedido del circo.
–No, no, no, no, no. No puedes llorar ahorita. –mi amiga maquilladora sopla con suavidad hacia mis ojos. –Una que el rímel se te corra por la cara y estarás más frita que una milanesa.
–¿Para qué me pones eso? –le cuestiono cuando veo que saca un brillo labial para untarlo en mis labios. –Ni que hoy fuera a besar a alguien. –aún así pasa el producto por ahí.
–Es importante darle chispa a tu rostro. –excusa. –Ahora cierra los ojos. –obedezco a su orden. Un especie de spray con un agradable aroma a rosas se impregna en cada centímetro de mi piel facial. –¡Listo! ¡Te ves divina! –exclama con satisfacción. Mi par de luceros corales se abren de poco a poco para apreciar una vez más mi propio reflejo.
Insisto que me veo diferente, espantosa quizás. Pero es porque no estoy acostumbrada a tener la cara así de pintada. Si Setsuna, la hermana mayor de Haruna, se entera de que nos robamos sus maquillajes, nunca más volveremos a ver la luz del día. Según lo que nos comentó la peli lavanda momentos atrás, todo se lo obsequió su novio como regalo de aniversario recién cumplido el sábado anterior. Me siento bastante mal con usar pinturas que no son mías. Debió costarle una lana para regalárselos a su chica.
–Definitivamente me va a matar con esto. –Haruna expresa con temor mientras se pasa el rímel en sus pestañas a una velocidad desesperada. –Chicas vayan apurándose que Setsuna no tardará en buscar su mochila por favor.
Por más que amamos las bromas entre nosotras, teníamos bien en claro que estábamos cometiendo un delito en contra de la moda y la propiedad privada, pero...¿Valdrá la pena? ¿Takemichi podrá por fin percatarse de mi desolada existencia? No lo sé. Pero jamás sabré si no intento acercarme a él antes de que cualquier otra chica lo haga. Apuesto que la mayoría de la raza femenina de este colegio está por y para él...aunque parece ser que ama ser el centro de atención. Disfruta la fama. Le fascina. Le encanta. No sé si ser popular con el sexo contrario sea bueno o malo.
–Niñas díganme que ya termin- ¡Mariana apúrate! –la peli café con desesperación se aproxima a la oji castaña para ayudarle rápidamente con su peinado. –¡Setsuna en cualquier momento va a buscar sus maquillajes!
–¡Ay, ay, ay! –se queja. –¡Haruna me estás jalando fuerte!
–¡Agh! –exclama. –Niñas ustedes váyanse adelantando y dejen los maquillajes de mi hermana en el zipper del medio. Yo me quedaré con Mariana. ¡Vamos, vamos, VAMOS!
De veras que nos vemos tan tontas saliendo del baño como si se tratara de una persecución. Pero el correr por los pasillos vestidas casi como chicas de preparatoria me parece tan típico en las películas de romance juvenil.
Poca es la iluminación que hay cerca los salones. Mucha es la que alumbra el pasillo en dirección a la gran cancha de básquetbol. Aún no comienza la festividad, pero los asistentes están comenzando a formarse por la entrada principal. Donde cuatro de nuestros amigos pertenecientes al consejo escolar, yacen sentados en una mesa para en unos instantes, comenzar con el registro y recibimiento de los boletos. No podemos pasar por ahí. Milagrosamente la cancha cuenta con puertas traseras que dan a las canchas de soccer y futbol americano que compartimos con la preparatoria vecina, ya que pertenece a la misma institución al igual que el edificio de primaria y jardín de niños.
–¡¿Nadie ha visto a Setsuna?! –exclama Akemi a causa de la música resonando del interior.
–¡Me acaba de mandar un mensaje que se fue a la entrada a recibir a su novio y a mi hermano! –Karen contesta a su pregunta. –¡Aún tenemos tiempo!
–¡Oigan niñas! –uno de los chicos nos grita desde la entrada a la cancha. –¡Todos los del consejo escolar tenemos que ir al salón de arte para una junta rápida! ¡Vamos!
–¡ESTAMOS PODRIDAS! ¡ESTAMOS FRITAS! ¡VAMOS A MORIR! –la pelirroja me toma de los hombros sacudiéndome apanicada.
–¡Haber, haber, haber! ¡No perdamos la calma! –la peli chocolate nos tranquiliza. –Gina y Tachibana vayan a dejar la bolsa de Setsuna a su mochila. Akemi y yo nos adelantaremos a la junta y le mandaré un mensaje a Haruna que se traiga a Mariana al salón.
–¡PERO CÓRRANLE QUE SETSUNA TIENE PIES Y PUEDE CAMINAR! –insiste la peli morada.
Gina es la que me guía tomándome de la muñeca mientras que con la mano libre, sostengo la bolsa de maquillajes. Afortunadamente al todavía ser invierno y no ser un baile semi formal, optamos por correr a toda velocidad sacrificando nuestros peinados y la firmeza de nuestro cabello.
Si Setsuna llega a cacharnos me olvidaré de que soy tu amiga y te quemaré, Haruna.
–Rápido Hina. –me dice. –Ya casi llegamos.
Las mochilas las tuvimos que dejar todas en fila en frente de uno de los salones de primero, ya que al estar más cercano a uno de los patios, muchos tuvieron que aprovechar los espacios del exterior para utilizar materiales como pintura y aerosol con tal de terminar los adornos, decorar los globos y pintar los carteles. Nuestros celulares no cuentan con la función de linterna a través del flash de la cámara. A estas horas anochece temprano que ni siquiera podemos ver bien por donde pisamos. Para nuestra fortuna, las luces en los techos de los pasillos se encienden. Lo cual nos deja ver con claridad el sitio en donde dejamos todas nuestras pertenencias.
–¡Ahí está! –le exclamo a mi acompañante pelirroja, señalando a unos pocos metros de nosotras, una mochila escolar de color azul pastel. –Fiu...estuvo cerca. –suspiro caminando hacia la dicha pertenencia. –¿Crees que Setsuna notará que usamos sus maquillajes? –cuestiono, abriendo el zipper en donde Haruna nos indicó que guardáramos la floreada cosmetiquera.
–Estará ocupada dándole besos a su galán. Es el baile de los enamorados por si no te acuerdas. –me ayuda a cerrar el zipper y aprovecho para soltar un suspiro y recargar mi espalda contra la pared. Cierro los ojos y medito un poco. La música se escucha desde donde estamos. La fiesta está recién comenzado. Los gritos, la bulla y la alegría de todos los asistentes se puede sentir hasta más allá de la escuela. Es un evento escolar a pesar de todo. La diferencia de grados no importa en estas ocasiones, mas la amistad y el compañerismo lo que nos hace disfrutar de una buena velada. –Oye... –murmura. –Sobre las chicas, no les hagas caso. Haz lo que tu corazón te pide. –expresa. –Si te mira directamente a los ojos, lo lograste. Si te deja en visto, quiere decir que eres solo una más.
–Eso es lo que más temo. –le confieso mi preocupación como si fuera la primera vez. A pesar de que Gina sabe perfectamente todas y cada una de mis inquietudes. Ella es la segunda persona que más me conoce y sabe leer al derecho y al revés mis emociones, después de Mariana. –Es que cada vez que lo tengo a la vista se me va la voz. Me da mucha vergüenza hablarle. Es mucho para mí corazón soportar tanta agonía.
–Ay Tachibana. –niega. –Si para ti esto es demasiada agonía, entonces lo que tendremos que pasar en la vida adulta sería una bomba nuclear. Pero te comprendo. –añade, sin querer sonar bruta. –Comprendo esa frustración de que siempre hay algo que te impide hacer lo que quieres. Y es normal sentir vergüenza Hinata, es tu crush de quien estamos hablando.
–Yo solo quiero que las cosas cambien Gina...quiero ser valiente. –resumo todo mi punto en tres claras palabras. –Hasta las princesas tienen miedo si tienen que huir de sus propias torres. Ni yo soy capaz de hablar.
–Ya verás que sí, no seas impaciente. –su mano frota cariñosamente mi hombro derecho. Veo mis manos que portan un par de guantes sin dedos color vino y las entrelazo para buscar un poco de calor. En invierno, las noches se ponen más frías a comparación de los días. Son los periodos en donde más se me antojan las bebidas cálidas como el chocolate. Frío o caliente, sólido o líquido, su sabor me deleita. Hablando de chocolate, tengo antojo. Mi estómago cruje y parece que mi acompañante logra escuchar el incómodo sonido.
Qué oso...
–¿Quieres ir a la plaza? –con su pulgar señala la salida de la institución. –Tengo ganas de comprar comida y sirve si también les compramos de cenar a las chicas.
–¡Gina no sabes cuánto te quiero! –me abalanzo hacia ella para abrazarla. Ella sí que es una experta en leer las mentes.
–Más que Hanagaki, estoy suponiendo. –se burla, al mismo tiempo aceptando el gesto.
–Ya no empieces. –me aparto con las mejillas encendidas, pero las risas no pueden faltar.
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Lo bueno de tener el centro comercial a solo pocas calles de la escuela, es que no nos tenemos que preocupar de la seguridad alrededor. Las instalaciones son vigiladas las 24 horas del día, las cámaras siempre están en función y hasta el transporte cuenta con un buen personal. Y lo sé porque conocemos a todos los taxistas, donde algunos parecen ser estudiantes de universidad que trabajan de medio tiempo para conseguir sus propias cosas sin tener que pedirle dinero a sus padres. Quisiera poder hacer algo parecido, pero mamá y papá no me deja porque según su principal motivo, soy bien chica para trabajar.
–Gina, no tenías porqué pagar todo. –tímidamente le ayudo a recoger las bolsas con nuestras órdenes.
–Ya te dije que no pasaba absolutamente nada. –asegura de una manera despreocupada mientras me ayuda abriendo la puerta del restaurante de comida rápida. –Ahora que a papi lo subieron de puesto nos está yendo mejor que nunca.
–Sí al igual que mi familia pero deberías usar la tarjeta de débito para casos de emergencias.
–¡Hellooo! Esto era una emergencia. –sus labios atrapan el popote de su vaso con refresco para darle un sorbo. –De por si llevamos siglos sin comer algo deli.
Y le doy la razón. El olor de las hamburguesas, tiras de pollo y papas fritas combinados y provenientes de las bolsas de entrega, me nubla todos los sentidos y mis tripas rugen más fuertes que un león . Me urge comer, pero tenemos que regresar al colegio y disfrutar del baile. No hemos pagado 1,104 yenes en cada boleto por nada.
Para no sentirme con tanta culpa y que estoy abusando de la cortesía de Gina, le insisto pagar el taxi de regreso a la escuela. Lo cual termina cediendo aunque a final de cuentas ella quería hacerlo. El camino no duraba más de cinco minutos en carro, siendo esto una buena ventaja porque no me quiero perder esa fiesta por nada en el mundo. Y más cuando el hombre de mis sueños asistirá para robarme el aliento sin que él lo sepa...como siempre.
–Aquí en la entrada está bien. Muchas gracias. –agradece la pelirroja al señor taxista que nos hizo el amable favor de traernos. Este responde un "De nada" con una sonrisa en lo que recibe la propina de parte nuestra. Nos despedimos del adulto una vez que cerramos la puerta y retomamos el paso al ver como el automóvil se retira del portón.
La caminata era rápida a causa de nuestras inmensas ganas de entrar a un sitio techado. Las noches de invierno en Tokyo son congeladas por más que Marzo se encuentre a la vuelta de la esquina. Dicho dato me da motivos para aguantar el frío de las mañanas mientras pueda. Por ahora, debo de enfocarme en enfrentar mi temor. Tengo que hablarle.
–Vaya. Parece que todos se llevaron las cosas al salón de arte en lo que nos fuimos. –dice notando la ausencia de las mochilas en el pasillo donde las dejamos; incluyendo las nuestras. Le da otro sorbo a su refresco. –Ya entremos a la fiesta Hinata. Tengo ganas de bailar –me suplica.
–Pero si tu misma me dijiste que querías ir por comida para las chicas.
–¡Sí! Pero tan solo pensar en todos los chicos lindos que hay en la cancha se me quita el hambre.
–Ay, ay ay... –suspiro y niego con la cabeza. –Si quieres avánzale. Iré al baño antes de entrar. –le propongo, dándole las bolsas repletas de comida rápida y mi refresco.
–Lo siento amiga. –se disculpa. –Ahorita nos vemos en las mesas. –dice retirándose casi a prisas lejos del pasillo para llegar al edificio del fondo.
Esta Gina. Va a llegar el día que enserio me va a hacer darle la más fuerte de las regañadas. Cuando se tratan de los chicos guapos de la escuela, no hay quien la pare.
Y hablando de chicos, debería pensar muy bien qué debería hacer en caso de que él y yo nos topemos en la fiesta de pura casualidad o me atreva a querer hablarle. De todos modos la segunda opción sería imposible porque soy la niña más cobarde del universo.
Un sonido extraño suena a unos metros de mí en cuanto mis pasos se aproximan a los baños. Una fuerte tos para ser exacta. No de una chica, sino de un varón.
Qué raro. Yo no vi a nadie más por estos rumbos.
Pronto esa tos se mezcla con una especie de quejido al identificar otro pesado sonido: El de un cuerpo dejándose caer en el suelo y chocando con la pared. Ahora sí la curiosidad me mata. No tengo ni la menor idea de qué está ocurriendo o de quién se tratará. Aquella persona ya pareció darse cuenta de que alguien se acerca a donde se ubica. Pues las pisadas y el sonoro choque de mis botas contra el liso suelo parecieron alertarlo.
Bastó solo el cambio de dirección hacia la derecha para toparme con lo que menos pero más me esperaría aún siendo tan tarde y dentro de las instalaciones de la escuela. El chico respiraba de una forma que conocía. La esquina derecha de su frente sangraba levemente. Sus nudillos estaban rojos y temblando. Ahí ni siquiera lo pienso dos veces.
–¡¿Estás bien?! –le indago. Tose levemente al sentir las yemas de mis dedos sujetando con cuidado su adolorido rostro. –¡Ey! –vuelvo a llamarlo. –¡Si no me muestras una señal de vida juro que haré un escándalo y llamaré a la enfermería! –ahora sí se me colma la paciencia.
Sus orbes de poco a poco van manifestando el océano atrapado alrededor de ese par de oscuras pupilas. Intento peinar su sofisticada cabellera rubia para al menos arreglar un poco su apariencia y no hacerlo ver tan mal.
–¿T-Tachibana?
–Vaya, hasta que por una te sabes mi apellido.
Tal cual como me lo imaginé.
Veo que te encanta meter la nariz en donde menos te conviene, Takemichi.
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