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22

Poco a poco, el castillo y todo su reino se iban despojando de su calidez y flora, del rocío evanescente sobre las hojas del amanecer, dando paso a un lúgubre invierno que prometía ser el más gélido y duradero en décadas. Los cultivos peligraban y las enfermedades tanto morían como nacían.

En lo alto de las torres, la niebla y la nieve hacían casi imposible vigilar los alrededores. A pesar de las enormes corazas de acero y las múltiples prendas bajo la armadura, los guardias tiritaban de frío por horas, incapaces de hablar entre sí mientras protegían las puertas del reino de cualquier nuevo visitante.

Una noche, entre la nieve y el fuerte viento, ambos caballeros de las torres más cercanas divisaron a lo lejos una cálida luz en medio del tormento; era una maravilla, una antorcha soportando la inclemente situación climática.

La luz se acercaba lentamente a las puertas del reino, revelando que la antorcha era llevada por un joven sobre un caballo. Parecía ser un mensajero, dada su buena vestimenta y su excelente montura.

A pesar de la distancia, ambos guardias intercambiaron una mirada cómplice, preguntándose si era prudente permitirle la entrada, especialmente después de los recientes acontecimientos.

— ¡Prohíban la llegada a invitados! —había exclamado el rey.

Sin dudar, siguieron las órdenes de su monarca. Pero ningún sirviente del reino comprendía plenamente la situación, excepto aquellos más cercanos que habían presenciado el atentado contra la vida del aprendiz.

— No era necesario tanto alboroto, estoy bien —susurró el aprendiz en cuanto se encontró a solas con el rey.

— Te llevé a una cena prometiéndote seguridad y no cumplí —replicó el monarca con pesar.

— No fue culpa tuya —trató de tranquilizarlo el joven, acariciando el rostro del rey.

— Pero ella quiso envenenarte —soltó el rey con rabia en su voz, haciendo que Yeonjun tragara duro.

No era cierto. La condesa, a pesar de su recelo hacia el aprendiz, jamás había intentado envenenarlo. Pero Yeonjun no pudo contradecir al rey, no pudo confesar que la bebida le había causado malestar debido a su incapacidad para ingerirla. Así, la condesa fue injustamente expulsada.

— Estoy bien, ya no te mortifiques por lo que pasó.

El monarca carraspeó antes de alzar la mirada hacia el aprendiz. Sus ojos eran sinceros y su mirada gentil, cautivadora. El rey, sentado en su cama, posó sus manos en las piernas del aprendiz y lo hizo sentarse sobre él.

— Eres perfecto, ¿te lo había dicho? —susurró contra sus labios. Yeonjun soltó una leve carcajada, hundiendo sus dedos en el suave cabello del rey.

— Sí, todos los días —respondió con voz suave.

Soobin sonrió cómplice y, sin pensarlo, devoró los labios del aprendiz, quien correspondió de inmediato. Durante el beso, el monarca alzó las cejas sorprendido; aunque el aprendiz había aceptado besos simples antes, jamás uno tan duradero y apasionado.

La mano del monarca se deslizó hasta la cintura del aprendiz mientras los besos se volvían más húmedos, ruidosos y necesitados.

Hasta que, en su torpeza, Yeonjun mordió el labio inferior del rey con demasiada fuerza, lastimándolo. Soobin soltó un quejido de dolor y se apartó un poco.

Yeonjun, preocupado, también se alejó.

— Lo siento, ¿estás bien? — su mirada se clavó automáticamente en los labios del rey, que no paraban de sangrar por la profunda herida.

— Sí, no te preocupes. — tranquilizó Soobin pero la sangre oscura se deslizaba por su barbilla.

La respiración de Yeonjun se cortó y cometió el error de lamer sus propios labios. En el instante en el que el primer rastro de sangre tocó su lengua y recorre su garganta, enciende cada célula del cuerpo de Yeonjun y sus sentidos se agudizan de sobre manera, llegando a oír el corazón del rey.

Después de la placentera sensación de la sangre en su boca llegó el hambre descomunal, como si un abismo se abriera paso en su interior y clame por algo. Sus manos comenzaron a temblar y sus colmillos se alargaron involuntariamente, deseando clavarse en la carne del rey.

El sabor lo embriaga pero se mezcla entre el miedo y la desesperación. Si bien no era la primera vez que trataba de probar al rey, jamás había llegado a hacerlo y sabe que está a punto de perder el control y que el hilo de su autocontrol era tan frágil que podía romperse en cualquier momento. Ve más sangre brotar de la boca del rey y en ese instante, comprende que ya no tiene siquiera una gota de humanidad. Ya no era un hombre, era una bestia come hombres.

— Yeonjun, espera. ¿A dónde vas? — preguntó alarmado el rey cuando el aprendiz se levantó bruscamente y salió de la habitación.

— ¡A buscar a alguien que te atienda! — gritó sin dejar de avanzar hasta llegar a un balcón apartado del resto.

Su respiración es más acelerada de lo normal, su estómago arde y siente como si sus dedos fuesen a explotar en cualquier momento. En medio de su desesperación decide morder su mano con fuerza, sin importarle la cantidad de sangre que goteaba. Ahora lo único que sentía eran ganas de vomitar ante el sabor de su propia sangre, porque Yeonjun estaba muerto, su sangre ni la de ningún otro de su tipo era fresca.

Arrodillado sobre el charco de sangre que poco a poco se evaporaba, observó cómo la herida en su mano comenzaba a cerrarse. Su respiración se calmó y sus colmillos se retraían. Una paz serena lo invadió, tranquilizándolo.

Así, Yeonjun se quedó allí, recobrando la compostura mientras la tensión se disipaba de su cuerpo.

Mientras tanto abajo, en el comedor del rey, las sirvientas se encargan de limpiar y dejar todo en órden.

— Pero qué desastre. — comentó el sustituto del rey tomando la copa que se le había sido otorgada a Yeonjun, observó el fondo y un poco de los bordes

— ¿Usted cree que la condesa haya intentado algo? — preguntó Taehyun y Beomgyu dejó la copa nuevamente en su lugar.

— No, por más que me duele admitirlo, no es tan estúpida como parece. Siquiera se le ocurriría tal cosa. — soltó con burla pero sin una gota de gracia, luego volteó hacia su ciervo — ¿Tú lo crees, Taehyun? — preguntó hacia el joven mientras tomaba un cuenco y lo llenaba de leche.

— Bueno, no estoy seguro del por qué lo haría.

— Porque las mujeres son ambiciosas, quieren mucho pero dan poco, y ella era de ese tipo. No trató de deshacerse de Yeonjun pero sí de mi. — confesó antes de colocar el cuenco en la mesa y en solo unos segundos apareció el gato del sustituto. Taehyun solo asintió, como si tuviese que estar de acuerdo con todo lo que salga de la boca del doncél — Hablando de ambición, iré a ver cómo está el rey. Tú espérame en mi habitación, no quiero que vagues por el castillo a estas horas y llévate a Dion, por favor.

— Sus deseos son órdenes. — soltó con amabilidad el ciervo y se encaminó con el gato en brazos hacia la habitación del doncél, quien por otra parte, levantó la mirada hacia las escaleras antes de acercarse y comenzar a subir hacia la habitación del rey.

Al doncél le pareció inusual poder observar la habitación del rey con la puerta abierta, así que se acercó con poca discreción y se posó en el marco de la puerta para poder observar el interior. Solo pudo encontrar al rey sentado en la cama.

— ¿Qué haces? — preguntó el sustituto y se alarmó cuando el rey levantó la mirada — ¿Qué te sucedió en la boca? ¿Te mordiste la lengua?

— No eres gracioso. — comentó el rey limpiándose con el pulgar.

El doncél bufó y se acercó hacia el rey.

— Estoy bien. — dijo el rey al ver que el doncél se acercaba con un pañuelo.

— Te creo, pero estás manchado. No seas indecente. — dijo el doncél mientras borraba el rastro de sangre con un pañuelo. — ¿Dónde está tu querido aprendiz? — preguntó, desechando el pañuelo y escudriñando a su alrededor en busca del aclamado aprendiz.

— ¿Y tú por qué quieres saberlo?

— Solo pregunto. Causaste un gran alboroto por él hace un momento. Probablemente cortarán relaciones con nosotros por haber expulsado a la condesa del reino.

— No me importa en lo más mínimo. Más te vale ir y hacerles saber que ya no tendremos conexión con ellos y que no permitiremos invitados sin previo aviso. — ordenó el rey mientras se levantaba, a punto de despojarse de su ropa para darse un baño.

— Ja, no tienes un escribano, ¿lo olvidaste? — replicó el sustituto con tono agrio.

— Pues consigue otro. — dijo el rey con indiferencia.

— ¿Qué? No, no necesitamos otro.

Cuando el rey se volvió hacia su sustituto, notó su evidente disgusto y soltó un bufido antes de quitarse la camisa.

— Sí, sí necesito uno, porque el mío ahora es un esclavo gracias a ti. Consígueme otro.

— ¿Culpa mía? ¿Estás loco?

El monarca soltó una risa nasal mientras pasaba la lengua por sus labios y se acercaba rápidamente al sustituto.

— Sé que intentaste entregar a Yeonjun, pero te salió mal, ¿verdad? Haz tu trabajo, Beomgyu.

Y el doncél Beomgyu no pudo articular ninguna respuesta.

En la torre, el viento helado seguía azotando los rostros de los guardias, recordándoles la crudeza del invierno mientras la figura del mensajero se acercaba lentamente.

— ¡¿Quién eres?! — se atrevió a preguntar uno de los guardias — ¡No aceptamos visitas sin previo aviso!

— He sido enviado, señor. — explicó el joven con un rollo en mano.

El hombre que había traído la luz, se quitó la prenda que cubría su rostro y su cabeza, los guardias quedaron perplejos por la belleza del joven.

— Me han recomendado para el nuevo amanuense. — exclamó el hombre con una brillante sonrisa.

Pero los guardias de las torres no habían sido los únicos hombres en haber visto la llegada del joven, el sustituto del rey, curioso entre las finas cortinas del castillo, observó a la distancia el hombre que alumbraba el lúgubre camino con su antorcha. De inmediato supo de qué se trataba y se apartó cerrando las cortinas con brusquedad.

Al sustituto le molestaba dicha situación, pero después de todo sentía que su derecho a la objeción había sido vetado, no estaba en la posición de reclamar por nada. Después de todo era su culpa que Taehyun haya sido condenado a muerte y destituido de su cargo, a pesar de que también logró resolver la situación.

— Llegó tu nuevo escribano. — avisó el doncél hacia el rey.

— Diles que lo hagan pasar. — Soobin dijo con obviedad y Beomgyu enarcó una ceja mientras arreglaba su traje.

— Yo no soy tu sirviente, soy tu reemplazo. — murmuró el doncél con desagrado y Soobin poco sorprendido por su actitud solo lo observó, sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa. — ¿Qué? Solo hago mi trabajo. — se defendió Beomgyu ante la mirada del rey, este solo se encogió de hombros.

— Como gustes. — dijo, su voz ronca sugería la misma actitud de antes — Yeonjun, ¿podrías-...?

— Sí, claro. — el aprendiz interrumpió involuntariamente e hizo una reverencia como disculpa antes de alejarse.

El doncél, con una pierna cruzada sobre la otra, se acomodó mejor en el trono adjunto con la cabeza alta y sin despegar la vista del aprendiz.

— Mm, es muy sumiso. — habló el sustituto — Se nota a distancia que es un pobre doncél que jamás ha tenido voz ni voto. — añadió sin despegar la vista del camino en el que fue el aprendiz.

El monarca, quien estaba viendo en la misma dirección, giró su rostro hacia el sustituto a su lado, sin decir una palabra.

— Acepta el destino que han puesto sobre los hermafroditas sin reparo alguno. — afirmó y giró hacia el rey al sentir su mirada puesta en él.

— Porque siempre ha sido así, están acostumbrados. Tú incluso has sido así un tiempo. ¿No lo recuerdas? — indagó Soobin en voz baja.

Los ojos del sustituto temblaron y pestañeó unas veces antes de removerse en el trono.

— Antes de que nos comprometieran tú eras un doncél muy sumiso, Beomgyu, aceptabas toda condición o petición mía, de mi padre o de los tuyos.

— Está bien, ya no necesito recordar más. — dijo el doncél entre dientes.

— Si cambiaste no fue mérito tuyo. — dijo el rey en voz baja, y Beomgyu se levantó bruscamente del trono.

— Te dije que ya no necesito recordar más. — alzó la voz, desafiando al rey en su mirada. — No es momento para hablar de esto, tienes probablemente cosas que atender con el nuevo escribano. — terminó de hablar y se dirigió hacia su habitación, el rey soltó un suspiro mientras seguía al doncél con la mirada hasta que este desapareció en el siguiente piso del castillo.

Yeonjun regresó rápidamente, su mirada se posó directamente en el trono del sustituto, ahora vacío, lo que lo desconcertó ligeramente.

— ¿Qué sucede? — preguntó el rey con amabilidad, observando a Yeonjun desde su imponente trono.

— El nuevo escribano estará aquí en breve. — anunció el aprendiz.

— Ah, perfecto. ¿Te gustaría acompañarme? — preguntó el rey, señalando hacia el segundo trono a su lado.

Yeonjun, con las manos entrelazadas, miró de nuevo el trono vacío y luego al rey, negando con una sonrisa nerviosa mientras retrocedía.

— No, no puedo permitírmelo. — murmuró en voz baja.

— Ven, no hay problema. — insistió el rey.

— Lo siento, pero no puedo ocupar el lugar de doncél Beomgyu. — explicó Yeonjun con sincero respeto.

El rey no dijo más, ya que en ese momento el guardia entró con el joven escribano a su lado. Yeonjun observó de reojo al guardia mientras esto ocurría.

— Estaré con Huening Kai en su oficina, con su permiso. — hizo una reverencia Yeonjun antes de voltearse y encontrarse cara a cara con el joven escribano.

El aprendiz se detuvo abruptamente al ver al joven desconocido. Nunca antes lo había visto en su vida, pero al encontrarse con esos ojos oceánicos, el cabello ligeramente largo, las cejas densas y el rostro juvenil, una extraña sensación invadió su pecho, haciendo temblar ligeramente sus ojos.

El joven escribano parecía igualmente sorprendido al encontrarse con Yeonjun y le ofreció una sonrisa tímida mientras hacía una reverencia.

— Supongo que usted es el implacable aprendiz del que todos hablan. — dijo el hombre, atreviéndose a tomar la mano de Yeonjun y posar sus labios sobre sus finos dedos. — Es un placer conocerte. — añadió con cortesía.

El rey, levantándose de su trono, carraspeó ruidosamente para llamar la atención.

Yeonjun volteó nerviosamente hacia el rey y luego hacia el joven que aún sostenía su mano.

— Igualmente, uh...

— Brenton, mi nombre es Brenton Abel.

— Brenton. — repitió Yeonjun, asintiendo lentamente. — Un placer igualmente. Me retiro. — concluyó el aprendiz, retirando su mano de los dedos del escribano y dando un último vistazo al rey antes de retirarse del salón.

Una vez que el aprendiz dejó la estancia, el rey se acercó más al escribano.

— Majestad, he estado ansioso por...

— Repíteme tu nombre, por favor. — interrumpió el rey, con las manos cruzadas detrás de su espalda, escrutando al joven de arriba abajo.

— Brenton Abel, vengo de muy lejos, su majestad. — explicó el joven.

— ¿De dónde eres, Brenton?

— Soy británico, señor, de Escocia. — respondió el joven.

— ¿Quién te recomendó para este cargo? — inquirió el rey.

— Oh, sí. — el joven extendió el manuscrito que llevaba consigo. — Es mi maestro, él me aseguró que usted y él se comprenden bien.

El rey tomó el manuscrito y lo revisó detenidamente.

— Harrington MacLeod. — pronunció en voz alta el nombre, con una expresión de leve desconfianza mientras observaba al joven. — Sí, lo conozco. ¿Cuántos años tienes, Brenton?

— Tengo veinte años, señor. — respondió el joven, asintiendo con respeto.

— Muy bien. Si Harrington te ha enviado, eso es suficiente. Tienes el cargo.

— Muchas gracias, su majestad. — expresó el joven con otra reverencia.

El rey hizo un gesto y una de las sirvientas se acercó rápidamente.

— Asegúrate de que el escribano tenga su habitación lista antes de la cena. — ordenó el rey a la sirvienta, quien asintió con una reverencia y se retiró diligente.

•bd•

Kai alzó la mirada hacia el aprendiz, quien parecía muy sumergido en sus pensamientos, a pesar de estar haciendo lo que Kai le había indicado, parecía estar pensando en otra cosa.

— ¿Ocurre algo? — preguntó Kai pero el aprendiz siquiera se inmutó — Yeonjun. — llamó sin obtener respuesta — Yeonjun...— llamó una vez más alzando un poco más la voz y Yeonjun pegó un pequeño brinco en su asiento, haciendo que varios papeles caigan al suelo.

— Agh, disculpame. — soltó el aprendiz recogiendo los papeles — Estaba... concentrado. — dijo mientras ubicaba los papeles sobre la mesa para alinearlos.

— Te noto más distraído que concentrado. — confesó Kai — ¿En qué piensas tanto?

— No lo sé. — dijo con la mirada un poco perdida.

— Vamos, puedes contármelo. — insistió Kai, transmitiendo confianza hacia el aprendiz.

— Estaba pensando sobre... el nuevo escribano. — confesó finalmente Yeonjun, pausando ocasionalmente para elegir con cuidado sus palabras. — Lo conocí hace poco y sentí... como si ya nos conociéramos, como si hubiera algo familiar entre nosotros. No logro explicarlo del todo... simplemente me cautivó por un momento, nada más.

Kai asintió, dejando que sus pensamientos se sumieran en la profundidad del tema antes de suspirar levemente.

— Entiendo. Sin embargo, según tengo entendido, el rey tiene interés en ti. — señaló Kai con franqueza, notando la leve frustración en el gesto de Yeonjun al desordenar su cabello.

— Lo sé, Kai. También siento algo por él.

— ¿Estás seguro de eso?

— ¿Por qué dudas de mis sentimientos? — respondió Yeonjun, visiblemente desconcertado. — No tengo dudas sobre lo que siento por el rey. Simplemente, la presencia del escribano me evocó recuerdos, nada más.

— Bien, si tú estás convencido, yo también lo estaré. — concluyó Kai, confiando en la sinceridad de Yeonjun.

En ese momento, se oyeron dos golpes en la puerta, junto con un "Knock, Knock" pronunciado, interrumpiendo la conversación. Kai y Yeonjun dirigieron su atención hacia el recién llegado.

— Taehyun. — saludó Yeonjun con una sonrisa acogedora. — Entra, por favor. — invitó el aprendiz con un gesto amistoso, y Taehyun ingresó a la oficina de Kai con una sonrisa cordial.

— ¿Qué están haciendo? — preguntó Taehyun con curiosidad, tomando asiento junto a Yeonjun.

— Solo conversábamos un poco. — respondió Yeonjun. — El rey está ocupado, así que decidí venir aquí con Kai.

— Claro, siempre que su amante está cumpliendo sus deberes, recuerda mi existencia. — bromeó Kai, provocando que Yeonjun se sonrojara levemente.

— Oh, cállate. Me haces sentir mal, amigo. — replicó Yeonjun con una leve mueca, mientras Taehyun soltaba una risa suave.

— Hablando de amantes, es inusual verte por aquí también. — comentó Kai dirigido a Taehyun. — ¿Y Beomgyu?

— Está tomando un baño. No quise molestarlo. — explicó Taehyun encogiéndose de hombros. — Supongo que el rey estará ocupado con mi reemplazo. — añadió Taehyun, creando una leve tensión en la oficina. — Estoy bien con ello, no se preocupen.

— Tú estás bien, pero Beomgyu probablemente no. — comentó Kai con un ligero bufido.

— Sé que no dirá nada. Está molesto, pero entiende que en parte es responsable. — murmuró Taehyun, causando confusión en Yeonjun, quien frunció el ceño ligeramente.

— ¿Responsable de qué? — preguntó Yeonjun, sorprendido, mientras Kai y Taehyun intercambiaban miradas perplejas.

— ¿No lo sabías? — preguntó Kai a Yeonjun.

— ¿Saber qué? — respondió Yeonjun con una risa nerviosa.

— Beomgyu hizo un acuerdo con el general para que esos hombres te descubrieran y te causaran problemas, pero pude evitarlo.

Yeonjun, a pesar de conocer a Beomgyu, quedó atónito, sorprendido por el atrevimiento.

— No tenía ni idea. — confesó sinceramente Yeonjun.

Taehyun suspiró y se levantó de su asiento.

— Probablemente Beomgyu ya ha terminado su baño y querrá compañía. — habló Taehyun, acercándose a la puerta. — Nos vemos más tarde. — se despidió antes de salir de la oficina.

No faltaba mucho para la cena y es probable que Beomgyu ya hubiera salido del baño, así que Taehyun se dirigió hacia las habitaciones reales. Normalmente, la puerta de la habitación de Beomgyu estaba cerrada, pero al acercarse, notó que estaba entreabierta. Por un momento, temió que alguien hubiera entrado, pero no escuchó ningún ruido sospechoso, así que entró con cuidado y se detuvo abruptamente al ver a Beomgyu a través de la abertura de la puerta.

Beomgyu, dotado de gracia y belleza en cada gesto, estaba frente al espejo con su espalda desnuda. La mirada de Taehyun quedó momentáneamente fascinada por la figura del doncél. Su garganta se secó rápidamente y, aunque deseaba retirarse, su cuerpo parecía estar congelado en el lugar. Beomgyu parecía ajeno a su presencia mientras dejaba caer la toalla frente al espejo. Taehyun contuvo un jadeo, cubriéndose rápidamente la boca con la mano, y apartó la mirada brevemente, sobresaltado.

Cuando volvió a mirar hacia la figura atractiva frente al espejo, notó algo peculiar en la imagen reflejada. Entrecerró los ojos, intentando discernir lo que veía, y cuando finalmente comprendió, retrocedió unos pasos de la puerta, incapaz de creer lo que estaba presenciando.

El delicado cuerpo de Beomgyu, que parecía humano, mostraba una marca distintiva en su esbelta cintura, la marca de un clan de bestias come hombres.

ujujui 

sábado 13 .   julio  . 2024  .  01:02

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