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009

El primer rayo de sol se filtraba por las cortinas, iluminando la habitación con una suave luz dorada. Sentía el calor de los brazos de Thomas a mi alrededor, su respiración lenta y profunda contra mi piel. No había despertado aún, pero yo ya podía sentir la tensión que él siempre llevaba consigo, incluso en sus momentos más tranquilos. Me giré con cuidado para observarlo, permitiéndome unos segundos de paz antes de que el día comenzara.

Después de unos minutos, los ojos de Thomas se abrieron lentamente, y una pequeña sonrisa apareció en su rostro cuando se dio cuenta de que yo lo estaba mirando.

—Buenos días, amor —murmuró, su voz grave y aún cargada de sueño.

—Buenos días —respondí, sonriendo mientras acariciaba suavemente su brazo.

Pero la paz del amanecer no duró mucho. Thomas suspiró y se sentó en la cama, su expresión se volvió seria, dejando claro que el día ya traía consigo sus propias preocupaciones.

—Tengo que salir, iré a la casa de apuestas, tengo un negocio en mente—dijo, levantándose lentamente—Te espero allí linda—Dice mientras toma mi cara y me da un corto beso

Después de que Thomas se fue, decidí que no podía quedarme en la cama todo el día. Me levanté y me vestí con algo sencillo, lo suficiente para salir a la casa de apuestas.

El aire fresco de la mañana me ayudó a despejar mi mente, y mientras caminaba por las calles empedradas, podía sentir el latir de la ciudad, siempre en movimiento, siempre alerta.

Llegué a la casa de apuestas y al entrar sentí el gran ambiente pesado de las apuestas

—Buenso días chicos—Salude a los que estaban allí

—Buenos días señorita Corleone— escuché decir a la mayoría

Vi a Polly, tomando té como si el mundo a su alrededor no estuviera al borde del caos.

—Buenos días, Polly —la saludé, dándole un beso en la mejilla antes de sentarme a su lado.

Ella me devolvió una sonrisa ligera, pero con ese brillo perspicaz en los ojos.

—Buenos días, Jennifer —respondió, mientras daba un sorbo de su taza—. ¿Y qué tal? ¿Cómo van las cosas?

Sabía perfectamente a qué se refería, y me sentí un poco nerviosa al pensarlo.

—¿Te refieres a Thomas? —pregunté, intentando sonar despreocupada.

Polly arqueó una ceja y soltó una pequeña risa, dejando la taza en su platillo con delicadeza.

—No soy tonta, querida. Todo el mundo puede ver lo que pasa entre ustedes. ¿Es oficial ya o seguimos jugando a que no pasa nada?

Me reí, un poco incómoda, pero agradecida por su franqueza.

—No lo hemos hablado directamente, pero... algo está cambiando. Aunque ya sabes cómo es Tommy, nunca va a ser fácil.

Polly asintió, con esa sabiduría que solo ella tenía.

—Oh, lo sé. Pero si alguien puede lidiar con él, eres tú. Solo no te pierdas en el caos que él arrastra consigo.

Le sonreí, sintiendo un pequeño alivio al hablarlo en voz alta.

Polly me miró un momento más, con una mezcla de cariño

—Hablando de Tommy, está en su oficina —dijo, inclinándose un poco hacia mí.

Me levanté de la silla

—Gracias, Polly —dije, dándole un último vistazo antes de dirigirme hacia la oficina de Thomas.

La oficina de Thomas estaba envuelta en sombras, iluminada apenas por la luz de la lámpara sobre su escritorio. El ambiente tenía esa tensión tranquila que siempre sentía cuando estaba cerca de él, como si estuviera a punto de suceder algo inesperado, algo que solo él sabía manejar. Yo estaba sentada, observando cómo caminaba de un lado a otro, como si meditara sobre algún asunto importante.

De repente, se detuvo y me miró con una expresión que me tomó por sorpresa. Sus ojos, oscuros y profundos, me sostuvieron la mirada mientras caminaba hacia mí.

—Cierra los ojos —me dijo en ese tono firme, pero no brusco.

Lo miré desconfiada, pero también curiosa.

—¿Qué estás tramando, Thomas?

—Solo cierra los ojos, confía en mí —respondió con una leve sonrisa, esa sonrisa que podía ser tanto de misterio como de promesa.

Suspiré, rindiéndome ante su mirada, y cerré los ojos. Sentí cómo sus manos se movían con suavidad detrás de mi cuello, y un delicado roce frío se deslizó sobre mi piel. Estaba claro que era un collar, pero este no era un gesto común de él.

—Ya puedes abrirlos —dijo, pero su tono tenía un matiz diferente, más suave.

Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue el destello de un hermoso collar en mi cuello, reflejado en un pequeño espejo a un lado. Era una cadena fina, de oro, y en el centro colgaba un zafiro oscuro, profundo y brillante, que atrapaba la luz de la lámpara y la devolvía con un brillo cautivador.

—Thomas... —mi voz salió en un susurro—. Es... Hermoso

Me giré hacia él, y ahí estaba, observándome con una intensidad que hacía que mi corazón latiera más rápido. No estaba mirando el collar, estaba mirándome a mí.

—Eres tú la que lo hace ver hermoso —dijo finalmente, su voz baja, casi un murmullo—. Este collar no es solo un regalo, Jennifer.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar el peso de sus palabras. Thomas Shelby, siempre tan calculador, tan frío, ahora se mostraba de una manera que pocas veces había visto. Se acercó más, su mano acariciando la línea de mi mandíbula antes de tomar mi rostro con firmeza, pero con cuidado.

—Sé lo que somos, y sé lo que hemos pasado —continuó, su mirada sin apartarse de la mía—. Pero no puedo seguir ignorándolo. No quiero que esto sea solo algo pasajero, como todo lo que hacemos, quiero... quiero que seas mía, no solo en negocios, sino en todo. Quiero que estés conmigo, siempre.

Mis labios se entreabrieron, sorprendida por la franqueza en su confesión. Era Thomas, el gángster, el hombre que no se doblegaba ante nada ni nadie. Y sin embargo, aquí estaba, abriéndose ante mí, como si me estuviera dando una parte de él que rara vez mostraba.

—Thomas... —empecé a decir, pero él me silenció acercándose más, sus labios apenas rozando los míos, interrumpiendo cualquier palabra que pudiera haber dicho.

—No te pido una respuesta ahora —dijo, con esa confianza habitual, aunque ahora teñida de algo más profundo—. Pero lo que te estoy dando, Jennifer, no es solo un collar. Es mi promesa. Tú y yo... no somos como los demás. Y quiero que eso sea real.

No pude evitar sonreír, emocionada y con el corazón latiendo con fuerza. Me acerqué a él, poniendo mis brazos alrededor de su cuello y besándolo, un beso suave pero lleno de promesas.

—Te amo, Thomas y claro que quiero ser parte de ti, de tu vida—le susurré cuando nos separamos, apenas lo suficiente como para hablar.

Él esbozó una sonrisa, esa sonrisa que siempre mantenía al borde de lo peligroso y lo encantador.

—Lo sé —dijo, como solo él podía hacerlo, con esa mezcla perfecta de arrogancia y devoción.

Llegamos al Garrison, el aire estaba cargado de ese olor familiar a humo y whisky. John ya nos esperaba en la sala privada. Al ver la puerta entreabierta, tuve el impulso de quedarme afuera. Sabía que esto era un asunto de familia, y por un momento dudé si debía involucrarme.

Me di la vuelta para irme, pero Thomas me tomó suavemente del brazo.

—No te quedes ahí —dijo, con esa mirada que mezclaba determinación y algo más profundo—. Ahora eres parte de la familia.

Su voz tenía un tono firme pero protector, que me hizo sentir más segura. Lo miré por un segundo, sintiendo la calidez de sus palabras, y finalmente asenti entrando al lado de él

—¿Y ella que hace aquí tommy?—Pregunta Arthur

—Bien, no les había comentado, pero la señorita aquí presente, ahora es parte de esta familia—Dice para mirarme con una sonrisa

—Ya era hora tommy—Menciona John

Tomé asiento al lado de Polly quién me miraba con una gran sonrisa

—Bien ahora lo que vayas a decir que sea rápido—Dice Tommy

—Mis hijos me están volviendo loco, corren descalzos con los perros a todas horas

—Polly dale 10 chelines para que compren zapatos—Vuelve a decir Tommy

—Tommy estaríamos mejor sin ti, que es lo que quieres decir John—Menciona Polly

—Los niños necesitan una madre, por eso voy a casarme—Anuncia John

—La pobre chica sabe que se van a casar o se lo anunciaras—Dice Polly

—Ya se lo propuse y dijo que si—Dice John

—Creo que estamos presenciando una bomba que va a estallar—Dice Tommy

—Es lizze Stark—menciona John

Todos estallaron en carcajadas. No sabía exactamente quién era la chica, pero seguro no tenía gracia

—Lizzie Stark es una mujer fuerte —dijo Polly, con ese aire de autoridad inquebrantable—. Seguro les ofrece un buen servicio a sus clientes.

John levantó la mano para detenerla.

—Ni una palabra más —advirtió con seriedad—. No uses esa palabra. Ya sabes cuál.

Tommy soltó una leve risa desde su esquina, encendiendo un cigarrillo.

—Todo el mundo lo sabe —dijo Tommy con su calma habitual, sus ojos afilados y atentos.

John resopló, irritado.

—Todo el mundo se va al carajo —bufó John, entre risas y frustración.

—¿Cuál palabra, John? —interviene con una sonrisa sarcástica—. ¿"Puta" o "prostituta"?

Las carcajadas volvieron a llenar la habitación. John, Arthur y los demás soltaron otra ronda de risas, disfrutando del momento.

De repente, la puerta se abrió de golpe y Finn apareció, pálido y jadeando.

—¡Tommy! —gritó, cortando de raíz el ambiente relajado—. ¡Nos emboscaron!

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