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CAPITULO 004

ᵐⁱʳᵃᵈᵃˢ


En la mañana, desperté emocionada. Iría con Thomas y sus hermanos a la feria. Desde que la guerra había terminado, no había vuelto a ir a una. Hoy decidí ponerme un conjunto que había hecho yo misma: un chaleco sin mangas de un tono gris claro, que se ajustaba perfectamente a mi cintura gracias a las pinzas que le daban forma. El chaleco se cerraba al frente con una cremallera, lo que lo hacía lucir estructurado y elegante. Lo combiné con unos pantalones de drill gris, de talle alto y con un pliegue en el frente.

Desde que Tommy me había propuesto ir, me había sentido feliz e importante. Sólo era algo casual, al fin y al cabo.

Me encontré con Gabriel y Mateo en la sala. Gabriel lucía una expresión seria, como siempre, mientras que Mateo parecía más relajado.

—¿Se puede saber a dónde vas? —preguntó Gabriel.

—Iré a la feria con Tommy. Tranquilos, regresaré en la tarde —respondí, despreocupada.

Cuando llegamos al punto de encuentro, Arthur y John ya estaban allí.

—Arthur, John —Thomas comenzó, captando su atención—, esta es Jennifer Corleone, nuestra nueva socia.

Arthur me observó con una sonrisa tranquila, asintiendo en señal de saludo. John, por otro lado, tenía esa chispa traviesa en los ojos, y antes de que pudiera detenerse, soltó:

—Vaya, Thomas. Con una socia tan linda, cualquiera se distraería... Deberías tener cuidado, o podrías encontrarte sin más remedio que compartirla. Aunque, personalmente, yo la querría en mi cama.

El comentario de John me hizo sentir un nudo en el estómago, pero antes de que pudiera responder, vi cómo el rostro de Thomas se oscurecía. Sus ojos se volvieron fríos, y en un instante, su mano se cerró en un puño.

—¡Cállate, John! —espetó, con un tono que no admitía réplica.

John levantó las manos en señal de paz, claramente sorprendido por la reacción de su hermano.

—Tranquilo, Tommy, solo estaba bromeando...

Pero Thomas no estaba de humor para bromas. Dio un paso hacia John, lo suficientemente cerca como para dejar claro que no se trataba solo de negocios. Se notaba que había olvidado momentáneamente que yo era su socia, y me estaba defendiendo como si fuera algo más.

—No vuelvas a hablarle así —dijo Thomas, su voz baja pero cargada de amenaza—. No es una de tus conquistas. Ella está aquí por negocios y se merece respeto.

John asintió, bajando la cabeza en señal de disculpa, y la tensión en el aire comenzó a disiparse. Thomas, sin embargo, seguía tenso, su mirada todavía fija en su hermano como si no estuviera del todo seguro de que la situación hubiera terminado.

Arthur intervino entonces, cambiando el tema con una risa incómoda y sugiriendo que nos dirigiéramos hacia los caballos. Aun así, pude sentir la mano de Thomas en mi espalda, guiándome de manera protectora hacia el auto.

Después de un buen rato en el auto, llegamos a un extenso campo.

—No dijiste que íbamos para la feria, Thomas —preguntó Arthur.

—Primero hay que hacer negocios —respondió Tommy.

—Es la familia Lee —susurré.

—¡Hola, Tommy! —escuché decir mientras salía del auto.

—¿Cómo estás, cabrón? —preguntó.

Al recomponerme, aquel hombre me miró detalladamente.

—Vaya, tú debes ser la chica Corleone. Es un gusto, Johnny Dogs —dijo él.

—Es un placer, Johnny —respondí, sonriéndole.

Mientras Thomas hablaba con Johnny, me quedé con Arthur y John.

—Ese maldito cabrón, jamás me cuenta sus planes —dijo Arthur, molesto.

—Tranquilo, Arthur. Si no te lo dijo, debe ser por algo —dije, tratando de alentarlo.

Escuché cómo Thomas hablaba de un caballo y Johnny del auto.

—Espera, Thomas, ¿vas a cambiar el auto familiar por un maldito caballo? —replicó Arthur.

—Por supuesto que no vamos a cambiarlo. ¡Ni que estuviera loco! —dijo Johnny.

Reí ante su reacción.

—Lo echaremos a la suerte —dijo Thomas.

—Ay, no —susurré.

—Lo sabía, lo sabía, Tommy. Eres un imbécil —exclamó Arthur.

Mientras ellos charlaban de negocios, me acerqué hacia el caballo. Empecé a acariciarlo, tomé su crin y la empecé a peinar, hasta que un estruendo llamó mi atención. Ciertos hombres habían empezado a pelear.

Prendí mi cigarrillo y me recosté contra el carro donde estaba amarrado el caballo.

—¿Debería separarlos? —pregunté, mirando al caballo—. No, cierto, son unos imbéciles.

Llevé el cigarrillo a mi boca y dejé salir el humo.

—En fin, hombres —dije.

Saqué la pistola que cargo conmigo y di un disparo al aire para asustar a todos allí.

—Creo que es suficiente —dije.

Ya cuando nos íbamos, tomé el rostro de Thomas.

—Estás herido. Ven, te limpio la herida —le dije.

—Tranquila, linda, estoy bien —respondió, mirando en dirección al caballo.

Me quedé congelada. ¿Acaso me había dicho "linda"?

Ya entrada la noche, salí de casa con Mateo y Gabriel. Después del atentado de los policías en Liverpool, Thomas nos había invitado a una hoguera que iban a hacer. La idea era llevar cuadros del rey y quemarlos, una muestra de desafío que solo los Peaky Blinders podían permitirse.

Al llegar al lugar, el calor del fuego iluminaba los rostros de la pandilla, resaltando sus expresiones intensas en la oscuridad. El ambiente estaba cargado de tensión y camaradería a partes iguales. Me encontré con Finn, que me saludó con una sonrisa juguetona.

—Vamos, Jennifer. Tommy te espera —dijo, tomándome del brazo con un entusiasmo juvenil.

—Mocoso, despacio —le respondí, divertida, mientras me dejaba guiar por él.

Al acercarme a ellos, saludé a Arthur y al resto de la pandilla. Y después sólo vi a él, Thomas estaba de pie cerca del fuego, su figura destacando en la penumbra. Cuando me vio llegar, una sonrisa enigmática se asomó en sus labios.

Me acerqué, y noté cómo su mirada se posaba en mí, examinándome de arriba a abajo. Sin decir una palabra, me ofreció un vaso de whisky. La mirada en sus ojos era tan penetrante que me hizo sentir un calor diferente al que emanaba de las llamas.

—Toma, creo que esto te vendrá bien —dijo, su voz cargada de un tono íntimo.

Tomé el vaso y el calor del licor me recorrió la garganta. A pesar del bullicio y la calidez de la hoguera, el espacio entre nosotros parecía estar cargado de una electricidad palpable. Thomas no apartaba la mirada, y yo me sentí irresistiblemente atraída por su presencia.

—Espero que el día de hoy te haya dejado buenas impresiones —comentó, con una sonrisa que parecía querer decir más de lo que realmente decía.

—Sin duda ha sido un día—respondí, intentando mantener la compostura a pesar del cosquilleo que sentía bajo la piel.

Thomas dio un paso más cerca, lo suficiente para que nuestras manos casi se rozaran. Su proximidad hizo que el ambiente se volviera más denso, y la manera en que su mirada se mantenía en la mía no hacía más que intensificar la tensión entre nosotros.

—Jama pensé decirlo pero, hoy te vez hermosa Jennifer —dijo, su voz casi un susurro, como si cada palabra estuviera cargada de intención.

Me sentí ruborizar, y mi corazón empezó a latir con más fuerza. Intenté responder con una sonrisa casual, pero no pude evitar sentirme atrapada en su mirada.

—Gracias, Tommy —dije, tratando de mantener la voz firme, aunque la calidez en sus ojos que me derretían por dentro.

—No sólo es un cumplido —añadió él, acercándose aún más—. Es un hecho. Espero que hayas disfrutado de la compañía tanto como yo he disfrutado de la tuya.

—Por cierto señorita Corleone, mañana pasaré por usted a las nueve, quiero que veas algo —Dice Thomas

—Vaya, señor Shelby que caballeroso al pasar por mi—Dije para después reír

Thomas tomó un trago de su whisky, sin apartar la vista de mí. La hoguera proyectaba una luz cálida sobre su rostro, resaltando la intensidad de su mirada. Yo me encontré atrapada en ese instante, sabiendo que, de alguna manera, este encuentro estaba marcando el inicio de algo que ambos sentíamos pero que aún no comprendíamos del todo.

𝘣𝘺: 𝘫𝘪𝘵𝘪𝘯𝘺𝘵𝘪

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