Apenas Izuku salió de su habitación, Bakugou se quedó un momento en silencio, observando la puerta cerrarse. Su mente, por primera vez, estaba tan dividida como su orgullo. ¿Vergüenza por lo que había visto el pecoso? Tal vez. Pero algo mucho más tentador lo mantenía despierto: durante esa incómoda visita, Bakugou había notado algo, justo ahí, entre los pantalones de Izuku.
¿Fue mi imaginación?, se preguntó. No. Esa pequeña hinchazón, apenas visible, pero claramente presente, le confirmó que había visto bien.
Izuku se había excitado, incluso con ese intento de cara de sorpresa. Eso lo dejó curioso, porque si Izuku había reaccionado así... entonces había algo entre ellos que él no podía ignorar.
Si vi mal, bueno, será solo un acoston. Pero si no... entonces encontré justo lo que necesito para satisfacerme.
Su "corazon" estaba puesto en él.
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Al día siguiente, Izuku, tras su búsqueda fallida de consuelo en internet, decidió que tenía que devolverle el dichoso libro de inglés a Bakugou, así que caminó hacia su habitación con el estómago lleno de nervios. Solo esperaba que esta vez la escena fuera menos... provocativa. Pero no tuvo tanta suerte.
Al abrir la puerta, allí estaba Bakugou, apenas cubierto por unos pantalones cortos y sin camisa, su piel brillando bajo la tenue luz de su habitación.
Izuku sintió el aire escapar de sus pulmones, y antes de darse cuenta, ya le había dado una mirada rápida de arriba a abajo.
Oh, dios...
—¿Qué quieres ahora, nerd? —Bakugou le lanzó una mirada astuta, captando ese vistazo fugaz que Izuku pensaba que había ocultado bien.
Izuku, tratando de no tartamudear, le tendió el libro con la mirada desviada hacia cualquier otra cosa en la habitación.
—T-Tu libro de inglés... pensaba que, emm, te lo debía.
Pero Bakugou no tomó el libro de inmediato. En cambio, dio un paso adelante, acercándose a Izuku y reduciendo la distancia entre ellos a solo unos centímetros. Izuku pudo sentir el calor que emanaba de él y, para su sorpresa, el rubio inclinó la cabeza hacia su oído.
—¿Sabes, Deku? Te va a costar mucho hacer que me contenga —le susurró Bakugou, su voz baja y retadora—. Si piensas mirarme así, al menos prepárate para las consecuencias.
Izuku sintió su cara arder, y su corazón empezó a latir como un tambor desbocado.
¿Las consecuencias?
No sabía exactamente a qué se refería Kacchan, pero esa palabra resonó en su mente. Por primera vez, sintió que el aire entre ambos se volvía espeso, y esa tensión le hizo dar un paso atrás, tambaleándose.
Pero antes de que pudiera escaparse, Katsuki lo sostuvo de la muñeca, observándolo con una mezcla de curiosidad y desafío.
—¿Qué pasa, nerd? ¿No que eras muy valiente? —le soltó con una sonrisa ladeada—. No me asustas... pero creo que yo sí a ti.
Izuku tragó saliva, tratando de encontrar una respuesta que le devolviera algo de control, pero su mente estaba tan nublada que solo alcanzó a asentir, sintiendo la electricidad recorrerle el cuerpo.
Bakugou le soltó la muñeca, pero no antes de susurrar, como si fuera un aviso:
—Si vas a quedarte ahí mirando, más vale que puedas manejar lo que viene después.
Izuku, sintiendo que sus piernas temblaban y su corazón estaba a punto de salírsele del pecho, salió rápidamente de la habitación. Mientras cerraba la puerta detrás de él, no pudo evitar pensar en esas últimas palabras.
Y, aunque aún estaba rojo como un tomate, una parte de él, en el fondo...
Izuku estaba con todas las ganas de decirle que si.
Si a comerte la boca.
Si a tocarte.
Si a hacerte temblar las piernas y voltear tus ojos.
Si a casarme contigo.
Si a todo.
Pero no sabría si Kacchan quisiera casarse conmigo...
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