𝟓𝟐 | 𝐋𝐄𝐕𝐈 𝐀𝐂𝐊𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍 𝐏𝐭. 𝟏
❝ levi ackerman; primera parte ❞
Lo conozco de forma superficial. Como las demás chicas que suelen admirar su belleza, aunque él no lo nota o lo hace y lo ignora. Sé que tiene un cabello negro como el azabache, muy peculiar en estos lugares, donde casi nadie lo lleva así de oscuro. Algunos sí, pero al haber sol, les brillaba en marrones y dorados. En cambio, el cabello de Levi, se veía medio azulado cuando los rayos pasaban en él, incluso hasta se veía blanco. Sé que tiene una bonita nariz recta y fina que me recordaba a las de las muñecas Dresden, de porcelana. Y, quizás, también es igual que ellas: manteniéndose dentro de una urna de cristal, por lo excesivamente costosas y delicadas que son. Sé que tiene unos labios finos y un suave mentón. Las delicadas facciones de su rostro, combinan bien con su marcada mandíbula. Sé que posee unos ojos afilados, de un color que me recuerdan incesantemente a las escamas de los peces, siempre destinados a vivir en el mar contemplando la belleza de un cielo azul. Algunas veces, a los peces que solo habitan en los abismos, donde todo es oscuro, quizá sin saber sobre la existencia de un firmamento. Sé que tiene unas bonitas manos delgadas con dedos largos, pues estas capturaron mi atención por el cómo sujetaban el lápiz y creaban maravillas, dibujando los rostros de gente que no vería jamás, dibujando rostros de quienes aún están a su lado. También dibuja el amor como una metáfora vieja y usada, donde todo se vuelve a color. Y, por alguna razón, se sentía fresco cuando veía sus dedos pasar las hojas de alguna libreta antigua, al sostener la linterna, al sujetar el timón, incluso cuando tomaba de una taza.
He escuchado decir que la idea de alguien enamora más que el conocerlo en persona. "No me esmero en conocerlo. Una vez que lo conoces, te das cuenta que es un aburrido". Sin embargo, Levi Ackerman no es ni por poco aburrido, de hecho, es incluso más interesante en persona y tal vez por eso mis ilusiones crecieron. El amor es doloroso o, como dice Rockwell, "corta como un cuchillo".
Incluso cuando nos miramos el uno al otro, en diferentes balcones no tan alejados, me pongo a pensar cómo es que siquiera le pude dirigir palabra la primera vez, cuando ya me había acostumbrado a contemplarlo de espaldas a mí.
Ninguno hizo ademán de ir hacia el balcón del otro. Seguimos viéndonos como si fuese un sueño. Que no puede ser real. Pero, el olor a cigarrillo me decía que él está allí, de verdad.
—Hola —dijo él, alzando un poco la voz, la cual sonó un tanto grave. Tosió un poco después, mientras el humo danzaba junto a la ventisca de las cero, cero horas —. No pensé que estarías aquí. —pronunció después, acercándose un poco desde su balcón.
En la tierra hay una fiesta de luces y por ello, las estrellas no brillan. Observo los pequeños puntos naranjas brillantes que hay en el cigarro. Pienso en sus pulmones. En realidad también lo pensé antes. Luego pienso en los míos. Pero cada quién, moriré antes de un ataque al corazón, porque después de tiempo no le he visto encender cigarrillo alguno y mi corazón late como si estuviese a punto de morir. He escuchado cada una de las palabras que han salido de su boca. Y sigo aquí, contemplando esta escena tan onírica en los balcones, contemplando lo onírico que es él.
—Hola —respondo. Mis manos van nerviosas hacia mi cabello, acomodándolo. Por un momento pensé que quizás me falta algo de arreglo, a pesar de que hace un buen rato ya me he visto en el espejo y confirmé que todo está perfectamente bien—. Digo lo mismo. No sabía que estabas invitado a la boda.
—No fui invitado a esta inicialmente. En este Royal Club se hará la galería. Cerca de las cinco estuve conversando con el dueño —le escucho decir después de expulsar ese humo grisáceo como sus pinturas—. Dime de ti, tú si fuiste invitada —. Sus ojos dejan de mirarme el rostro, para ver mis hombros y los tirantes brillantes del vestido— ¿Eres familiar de alguno de los recién casados?
—No. Solo una invitada. El hermano de mi mejor amigo es el que se acaba de casar —contesto, y luego me fue imposible no suspirar mientras ya no le pude sostener la mirada y me propuse a ver el jardín.
Tras decir eso, algo parece iluminarse en él. Tal vez puedo adivinar lo que piensa. O tal vez, si es que yo estoy aquí, sabe que puede estar otra persona conmigo. Sin embargo, deshice aquellos pensamientos y me concentro en la forma en que usa de cenicero la reluciente losa del balcón, y puedo ver cómo esos dedos parecen temblar al sostener un nuevo cigarrillo, llevárselo a labios, para prenderlo con el pequeño y elegante encendedor rojo.
—Parece que ves un fantasma.
—... Es solo que... Trataba de pensar en cómo sigues aquí tan tarde.
—Una de las hermanas de la recién casada me invitó. —afirmó sin apuro —. De seguro la conoces, es una chica rubia y enana. Pero sabes, nunca me han gustado las grandes fiestas. Prefiero estar cerca a donde hay una, pero no en ella. Me agrada la sensación de un bullicio alejado de dónde estoy, pero que aún se escuche la música lejana. Estuve como un par de minutos dentro, y luego salí con la excusa de fumar un solo cigarrillo.
Al terminar de decir lo último, alza la mano aquella que lo sostenía.
—Van cinco. Y aún no regreso.
—A ella la acabo de conocer hace minutos —contesto en referencia a Historia. Sonrío un poco, posee un nombre bonito, cae tan bien con ella—. Yo estoy aquí porque me perdí en el camino de regreso y no sabía que habían balcones grandes... Entonces... Estuviste aquí todo este tiempo...
Creo escuchar un leve indicio de risa en él tras terminar de hablar. Me ruborizo de forma inevitable. El espacio entre nosotros, aunque es chico, por primera vez en lo que llevaba conversando, lo siento extenso.
—Sí, te vi llegar, aunque no creía que eras tú, hasta que te vi de perfil.
—Que vergüenza, estuve medio bailando.
—No me importó eso cuando te miré. Solo pensé que quizás eras tú. Y eso fue lo único que abarcó mi mente hasta que te recostaste y comenzaste a cantar.
—¡Cantar! Eso es el doble de vergonzoso. —exclamé. El jugueteo entre sus dedos y el cigarrillo me llamó la atención. Miró al suelo del primer piso como si estuviese pensando.
Así ya no me sentía tan nerviosa. Él está al otro extremo, de otro balcón y ninguno habla sobre ir al balcón del otro para acercarnos y hablar.
—¿Te gusta cantar?
—Sí, me encanta. Solo que no soy especialmente buena para ello.
—Si te gusta, hazlo. A mí no me molesta. Y creo que a nadie debería molestarle.
Ojalá aquello se me quede para siempre en la cabeza. Su voz se escucha baja, tal vez es la distancia o algo más. Solo puedo ver su perfil, recordando los tiempos aquellos donde solo me dignaba a verlo desde la puerta del salón de arte. Otra corta ráfaga de viento nos acoge. Y después de un breve silencio a causa mía, él vuelve a hablar.
—¿Quieres embriagarte? —preguntó con cierta aura bromista.
—¿Qué clase de invitación es esa? —contesto siguiéndole el juego. Comienzo a sentir un poco de frío en las piernas.
Levi Ackerman hace un ademán con la mano libre, dándome a entender que irá hacia mi balcón. Siento que se me va el aire cuando lo veo retroceder, recogiendo algo del suelo, que no alcanzo a ver y después desaparece por la puerta del balcón donde él se encontraba. Me quedo estática en mi sitio, mirando de reojo la puerta donde ingresé a este gran espacio libre y por allí, lo veo llegar.
Camina sin apuro, mientras inclinaba un poco la cabeza al verme. Se posiciona frente mío, mientras alza la botella de vino blanco en la mano. Y cuando voltea a expulsar el humo retenido en su boca, dice:
—Pensé que eras producto de mi imaginación.
—Oh, te refieres a...
—Estás usando un vestido —contesta mirando a otro lado y recostándose en el balcón. Me sonríe. Siento mi rostro calentarse y casi torpemente digo un "Gracias" que posiblemente no escuchó.
Me pregunto entonces, cuánto tiempo llevo aquí con él, y si alguien estará preguntando por mí allá dentro. Tal vez solo pasaron unos quince minutos, porque sonaba Caribbean Queen, y esa es una canción que me hace recordar los lindos vestidos de disco, llenos de lentejuelas brillantes y de diferentes colores.
—¿De dónde lo tomaste? —le pregunto tras otro silencio que no se sintió.
—Historia estuvo aquí hace como una hora. Ella me lo dio, diciendo cosas como que, si no voy allá dentro a disfrutar, que disfrute aquí afuera. Pero si voy a beber, que no sea solo, pensé yo después de que se fue.
—Fue considerada.
Sonrío y me acerco un poco.
—La conozco desde hace un mes —responde algo indiferente al tema, mientras sirve en una pequeña copa. De hecho, solo hay una.
A veces quería preguntar por qué fumaba, pero no sé cómo meterme a esos temas y no quiero incomodarle. A veces, los temas como el alcohol o el cigarro tienen muchas cosas detrás o solo simplezas. Puedo imaginarme miles de escenarios pero no sabré nunca cual es el verdadero.
Tampoco me molestaba el olor a tabaco. Cuando aún era estudiante de secundaria, solía molestarme demasiado, era un olor molesto para mí y lo sentía en todo mi cuerpo impregnado cuando llegaba a casa. Pero los años pasaron, y el tabaco y nicotina, me recuerdan solo a él. Y cada vez, que lo olía en algún lado, imaginaba su figura tan fresca en la mente con ese leve temblor en los dedos al encender el cigarrillo.
Me extendió la única copa servida, y mientras bebía sin apuro a pesar de mi nerviosismo, comencé a pensar. En la escuela media, me han gustado varios chicos. Incluso sentí alguna atracción leve hacia algunas compañeras mayores. Pero fueron efímeras. Nunca había buscado algo más y tampoco es que tuviese el valor de confesarles algo. Hasta a veces parecía que ya no me gustaban de repente y luego caía en conclusión que realmente nunca me gustaron. Nunca antes he experimentado algo como esto, entre estar nerviosa, asustada, feliz, y con ganas de llorar a la vez. Pensé que moriría, aunque sonase exagerado, porque mi corazón latía como el de un ratón asustado.
Incluso cuando bebía el vino blanco, solo quería echarme a llorar pensando en que nunca cambiaría o que se detuviese el tiempo para no seguir ni un día más enamorada de Levi Ackerman, quien es ajeno a todo lo que me sucedía en el interior. Que se detuviese el tiempo para que no llegue un mañana con sol y mi corazón siguiese muchas horas y horas más sintiéndose roto.
Sin embargo, luego veía su suave perfil. Él está igual que yo. Y la noche no es buena para unos corazones rotos. Entonces imaginaba si nunca me hubiese enterado de que le gusta mi amiga... Tal vez, yo ahora estaría bailando alocadamente en la oscuridad de este lugar, y él estaría cantando de lo ebrio que se encontraría, y quizás esa escena de mi mente, se vería hermosa en alguna pintura suya.
Pero esas cosas nunca pasarían y solo se quedarían en mi imaginación, recordándome los viejos tiempos de mi primer año en la universidad, donde aún podía permitirme imaginar que hablaba con él.
Paso mis dedos bajo mis ojos al sentir mi corazón encogerse, si eso es posible, sintiéndolos un poco húmedos.
—¿Haz dibujado últimamente? —le pregunto mirando el cielo vacío. El vino me deja la garganta caliente.
—Cosas pequeñas, insignificantes. Solo he estado ocupado con lo de la exposición de mis pinturas.
—¿Cuándo es? —pregunto vagamente. Y aunque sé que se acerca y volverán las ganas de ir, lo miro algo deseosa de saber.
—En dos días. He estado estresado por ello últimamente —menciona dejando de fumar. Y aunque veo que en su cajetilla tiene muchos pares más, no volvió a sacar alguno —Ya no hay ninguna pintura mía en el club de arte, hoy las trasladé al primer piso de este lugar. Estuve casi todo el día aquí.
De pronto se incorpora y bebiendo un poco directo de la botella, camina hacia la puerta.
—Ven, quiero mostrarte algo —dice mientras coloca sus manos en los bolsillos y me espera en la puerta. Con un poco de duda, camino hacia él, y al estar a su lado, caminamos juntos. Yo sigo sus pasos y él parece tratar de recordar donde está aquel lugar que quería mostrarme.
Luego de caminar por un rato, abre sigilosamente una gran puerta con detalles dorados. Al entrar ambos, en completa oscuridad, él prende una de las luces.
Mis ojos se abren completamente, más de lo normal, mientras observo las pinturas que están pintadas directamente en la pared. Ya de por sí, el techo de este lugar no es como en las casas comunes y corrientes, sino mucho más altos. Y las pinturas en las paredes tienen un tinte bíblico con desnudos. La forma en que las mujeres miran hacia abajo, asemejándose las vírgenes, y la forma en que los hombres miran hacia el cielo, como si clamaran a ello, es lo surrealista de esta habitación, que huele a hierba buena e incienso. Hay grandes sillones revestidos de rojo delante de cada pintura. Mis tacones resuenan creando eco en la gran habitación cerrada sin ventana alguna cerca. Al frente hay una gran pared vacía.
—Sabes, yo también me perdí y llegué aquí por error cuando buscaba el baño. —confesó, y el eco de su voz, resonó en mi cabeza, volteando a verlo.
Esbozo una tímida sonrisa. Él mira las grandes pinturas al lado.
—Uno de mis sueños, es pintar en una pared. Me canso de los lienzos.
Imagino miles de rostros tristes en esa pared blanca. El infierno entre todas esas pinturas celestiales de alrededor. Y un infierno hermoso, de bellas caras y bellos ojos, que llegarían incluso el techo y oh, pensé qué hermoso es el arte de dibujar y que ojalá y yo también fuese así de buena como lo es él, para pintar al lado suyo. Después deseaba ser tan hermosa, porque si dibujar no es lo mío, entonces que él me dibuje y haga arte de mi rostro y lo embellezca hasta que no me reconozca.
—Imaginé, esa pintura de Miguel Ángel.
—Tu eres Dios, y yo soy el Hombre. —dije sin pensar, extendiendo mi mano como en aquella pintura, recostada un poco en ese bonito sillón.
Él extendió su mano también, y nuestros índices nunca se tocaron.
Me reí en contra de lo que deseaba mi corazón.
—Espero que algún día logres pintar una pared de algún lugar tan elegante como este.
—Ojalá. Estoy resentido desde que tenía siete años y nunca me dejaban pintar las paredes de mi casa con las crayolas.
Comienzo a reír fuerte y aunque me apené debido al eco, puedo ver su pequeña sonrisa, aún con mis ojos entrecerrados, imaginando a un pequeño niño enojado con los lápices de colores y crayolas en mano.
—Tenía miedo que me evitaras — Levi acomoda sus cabellos negros, que se ven incluso más largos desde la última vez que lo vi. Solo logra desordenarlos más.
—¿Evitarte? —. Incluso cuando ya me estoy sintiendo relajada a su lado, no dura mucho y comienza de nuevo, aquel remolino de emociones.
—Sí. Siempre pareces sentir miedo cerca mío. Llegué a pensar que tal vez luzco intimidante.
—Un poco —digo contestando lo último. Pero sé que no es por eso. Estoy enamorada de Levi Ackerman. Él me ve por unos efímeros momentos —. Bueno, mucho.
Lo veo sujetar la cajetilla otra vez y comienzo a creer que fumará. Pero sé que no lo hará.
—Siempre lucías un poco cohibida.
—¿Siempre?
—Verás, soy consciente de ti desde hace dos años.
Mi respiración vuelve a ser errática mientras estoy sentada a su lado.
—Siempre ibas al club de arte en tus ratos libres ¿No? En ese tiempo pensé que querías inscribirte, por lo que esperé pacientemente en el salón, quedándome hasta las últimas pintando o dibujando, esperando a que entraras y te inscribieras. Después del paso de los días, abría un poco la puerta, para que pudieses entrar fácilmente e incluso dejaba los papeles de inscripción en un lugar donde pudieses verlo. Sin embargo al día siguiente los encontraba vacíos. —contó mientras seguía mirando un punto de la habitación. — Hanji desde este año es la encargada de las inscripciones de algún club de ese edificio. Pero antes, yo era el encargado... Recuerdo haberte visto varias veces en el campus con tus amigos y pensar por qué no te inscribías hasta que al fin usé bien la cabeza, y llegué a la conclusión que solo te gustaba observar las pinturas... A veces quería hablarte, y decirte que podías entrar incluso si algún miembro del club estaba allí. O si solo estaba yo...
Fácilmente, aquello me quitó el habla. Llevo desde los últimos meses de mi primer año de universidad siendo consciente de que Levi pinta tan bello, que solía observar un poco tras la puerta semi abierta... Y él notó aquello tan fácil incluso cuando creía que era sigilosa. Mis mejillas se enrojecen, sin saber cómo sentirme.
—Me gustan bastante tus dibujos. Siguen siendo mis favoritos... Pero yo no soy tan talentosa para estar en un club de arte. Me gustaba verte pintar a esas mujeres que desconocía —confieso con las manos en mis rodillas desnudas. De pronto, me percato que en este lugar la música del gran salón de baile, no se escucha para nada.
Está tan silencioso que creo escuchar mi propio corazón y el eco en mi mente, que me dicen que no diga nada de lo que tengo tantas ganas de decir. Recordando el olor del tabaco y el corazón de Levi, hecho de sangre y alquitrán, con esa mirada dura que siempre luce relajada cuando de arte se trata... Otra vez, ese juego con los dedos. Otra vez yo, acomodando mi cabello. Le miro y él, con ese olor de colonia de almizcle más vino blanco, habla:
—Te he dibujado. Muchas veces. Porque muchas veces, te he visto. Soy bueno recordando los rostros de las personas, y me he aprendido los tuyos de memoria.
Me sentí caer entre bonitos detalles en blanco y negro, y cuando me observó con esos ojos que tanto adoré que me observarán, solo quise llorar.
Llorar, porque nunca podría olvidarlo. Nunca a él, Nunca a sus pinturas. Cada lienzo, cada acuarela, cada lápiz, cada ventanal, cada cigarro marchito me recordarían a Levi Ackerman. Cada madrugada, cada sillón rojo, cada auto bonito, cada puerta dorada, cada olor a colonia varonil... Todo.
Y pensé, qué desdicha la mía.
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
⊰ 𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑! ⊱
¡Hola, hola!
Qué nostalgia. Me gusta pero no me gusta. A veces no quiero editar los capítulos solo para conservar los antiguos comentarios en su sitio. Quizás lo considere (aunque he dejado algunos párrafos tal cual solo por eso). Y solo lo edite cuando lo pase a otra plataforma (como ao3)
¡Espero que su semana esté yendo bien! lqm <3 cuídense y beban mucha agua.
nos leemos el jueves-viernes con dos capítulos seguidos.
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