Ⅳ
𝒸𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁ℴ
𝚝𝚛𝚊𝚓𝚎 𝚊𝚖𝚊𝚛𝚒𝚕𝚕𝚘
El sonido de alarma después de llamar al D.D.D. resonó por todo el edificio.
El doble del señor Agus parecía demasiado convincente de no ser por que tenia la cara cocida.
A veces sentía que insultaban su inteligencia.
Abraza su llavero de gatito con fuerza contra su pecho mientras se esconde debajo del escritorio.
Tembló mientras sentía las lagrimas juntarse en el borde de sus ojos.
Nunca lo admitiría en voz alta pero los dobles eran aterradores. Algunos tenían deformaciones, caras cosidas, más extremidades de las habituales o eran demasiado perfectos que era complicado encontrar el error.
Cuando la cortina fue abierta pudo ver al hombre de traje amarillo de la primera vez, estaba herido y parecía costarle ponerse de pie.
Trago saliva, ¿debía ayudarlo? ¿dejarlo morir? ¿abrir la puerta? ¿salvarlo? ¿que debía hacer?.
Sus manos temblaron frente al boton de acceso, habían dos posibilidades arriesgaba la seguridad de sus vecinos y dejaba pasar al uniformado o lo dejaba ahí.
— ¡¿Por qué tenias que estar herido?! ¡¿eh?!. — Finalmente abre la puerta de acceso, corriendo de inmediato para sostener el cuerpo de aquel hombre de traje.
Pasa su mano por debajo de sus hombros y básicamente lo arrastró por todo el pasillo hasta llegar nuevamente a su oficina.
Cerro la puerta y por fin pudo respirar con normalidad.
— Estoy loco, soy un loco. — Murmuro para si mismo mientras se agarraba el pelo con furia.
El hombre a lado suyo se aleja unos centímetros sosteniendo su estómago.
— ¿Qué hiciste?. — Lo escucha decir.
— Salvar tu escuálido cuerpo. — Le responde mientras lo ayuda a sentarse en su silla. — ¡Más te vale no ser un doble!.
— Si tenías sospechas ¿por que me dejaste pasar?.
— Por desquiciado.
— Buen punto.
El silencio fue roto cuando el uniformado se quejó por el dolor.
— Quitate la ropa. — Pide James buscando algo en el estante, de inmediato es consciente de sus palabras pero el de traje amarillo ya estaba arrinconado en una pared. — ¿En serio?.
— ¡¿Qué clase de indecoro haces a diario?!
— Te voy a curar, pedazo de estúpido. — En su mano estaba un botiquín y en la otra tenia vendas.
— No tienes por que hacerlo.
— ¿Seguro?. — Pregunta, examinándole con esos ojos azules que se asemejaban a un mar. — Si ese es el caso, te puedes ir ya.
A pesar de que tenia una mascara que privaba a James de ver su rostro, se pudo notar de inmediato el desconcierto.
— Vuelvo a preguntar, ¿seguro que quieres irte así de herido?.
Dudoso y con algo de vergüenza el hombre se desabrocha el traje quedando solo con la máscara y los pantalones.
— No me tardo. — Dice sacando algunos productos del botiquín: pomada, algodones y alcohol.
Su herida no era profunda pero había mucha sangre alrededor, rápidamente mojo el algodón con alcohol y limpio toda la zona.
Sorprendentemente el hombre no hizo ningún sonido, pero apretaba los puños cuando el alcohol tocaba la herida.
— ¿Cómo te paso esto?. — Se atreve a preguntar mientras le coloca una pomada.
— Por un descuido.
— ¿Tuyo?
— De un compañero. Intentó hacerse el valiente y acabó sin cabeza. — Miller lo mira atónito, trabajar para el D.D.D era horrible. — ¿Y tú? ¿por qué trabajas aquí?
— Necesito el dinero, mi abuela está en el hospital y necesito pagar las cuentas. — Sus dedos rozan su piel al momento de vendarle, no lo mira pues está muy concentrado en no apretar demasiado. — Mi sueño era estudiar medicina, incluso cuando tuve mi primer empleo use mi sueldo para comprarme un libro.
— ¿Qué paso con tu abuela?.
Un silencio incómodo se instaló en el cuarto pero los movimientos siguieron.
— Tuvimos un accidente, un doble habia entrado a nuestro edificio y bueno... solo sobrevivimos tres personas.
— ¿Qué edad tenias cuando paso ese... incidente?
— Tenía trece años. — Aprieta los labios en una linea, demasiado incomodo para seguir respondiendo. — Bueno, si quieres puedes irte.
¿Así? ¿Sin mas? Piensa el uniformado mientras lo ve guardar el botiquín, este portero era extraño.
— ¿Qué pasa?. — Cuestiona James mirándole.
— No es nada, te agradezco tu ayuda. — Rápidamente se acomoda el traje y se pone de pie, estirando su mano para poderlas estrechar.
— De nada.
Mientras camina de regreso al cuartel de la D.D.D no puede evitar recordar al hombre de largas pestañas y mirada mar.
"Por desquiciado".
Unas risas abandonan sus labios ante el intrépido portero que había tenido la valentía o estupidez de ayudarlo.
— Eso fue peligroso. — Aquel uniformado por fin puede quitarse en uniforme y con él, el estorboso casco. — James.
Me gustaría saber por que escribí esto es vez de hacer la tarea. Ni modo.
Prioridades ☝🏻
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