
⊱✿⊰ 𝕏𝕏𝕍 (+18)
Alerta gogogo MUY explícito, leer con precaución.
La luz dorada del amanecer se filtraba por las cortinas de la habitación de hotel en Manila. Hana abrió los ojos lentamente, acostumbrándose al nuevo huso horario. A su lado, MinHo dormía plácidamente, con una expresión serena que contrastaba con la energía que desprendía sobre el escenario. Contempló por un momento las suaves líneas de su rostro antes de deslizarse fuera de la cama.
La primera semana de gira había sido una vorágine de emociones: las despedidas en Namhae con los padres de MinHo (quienes la habían acogido como a una hija), el vuelo a Filipinas, y la adrenalina del primer concierto. Ahora, mientras se preparaba para un nuevo día, Hana sentía que finalmente empezaba a encontrar su lugar en este mundo tan distinto al quirófano.
Una hora más tarde, Hana ajustaba la credencial que colgaba de su cuello mientras entraba al comedor privado del hotel. El bullicio de voces y risas la recibió como una ola cálida.
—¡Noona! ¡Por aquí! —la llamó Jeongin agitando la mano desde una de las mesas donde se encontraban todos reunidos.
Hana sonrió y se dirigió hacia ellos. Se había sorprendido de lo rápido que los miembros de Stray Kids la habían aceptado, tratándola con una familiaridad que la hacía sentir parte del grupo.
—Buenos días —saludó, sentándose en el espacio libre junto a MinHo, quien inmediatamente deslizó una taza de café frente a ella.
—Exactamente como te gusta —murmuró MinHo con una sonrisa cómplice.
—Hana, tienes que ver esto —intervino Hyunjin, inclinándose sobre la mesa con entusiasmo con su teléfono en mano. —Encontré un parque increíble cerca del hotel ayer durante nuestro tiempo libre.
Hyunjin comenzó a pasar fotografías en su teléfono: imágenes de aves exóticas con plumajes vibrantes, algunas posadas sobre ramas, otras en pleno vuelo.
—Este es un maya-pecho-rojo —explicó, señalando un pequeño pájaro de pecho escarlata.— Y este, un martín pescador. ¡No puedo creer la diversidad que hay aquí!
Hana observaba las imágenes con genuino interés. La pasión de Hyunjin por la fotografía y las aves era contagiosa.
—Son preciosos —comentó, ampliando una de las fotos.— La resolución es increíble. ¿Qué lente has usado?
Mientras Hyunjin le explicaba los detalles técnicos de su equipo, el resto de la mesa vibraba con conversaciones simultáneas. Seungmin y Felix debatían sobre modificaciones a la coreografía, Jisung y Chan revisaban el setlist del concierto de esa noche, y Changbin intentaba convencer a Jeongin de probar un plato local que parecía particularmente picante.
—¡No puedo creer que hayamos vendido todo en menos de una hora! —exclamó Jisung, interrumpiendo momentáneamente la conversación sobre aves.—Las STAY filipinas son increíbles.
—Estoy seguro de que será un espectáculo inolvidable —comentó Hana, observando cómo MinHo masticaba distraídamente una tostada mientras, muy seguramente, repasaba mentalmente algunos pasos.
Bangchan levantó su vaso de jugo.
—Por una noche más bajo las luces de Manila y por tener a nuestra nueva integrante honoraria con nosotros —brindó, mirando a Hana con una sonrisa cálida.
Todos levantaron sus bebidas y Hana sintió un calor familiar expandiéndose en su pecho. Era diferente a la unidad que sentía en el quirófano, pero igualmente poderoso: el sentido de pertenencia a una familia elegida.
El backstage bullía de actividad. Técnicos, estilistas y managers corrían de un lado a otro, asegurándose de que todo estuviera perfecto para el concierto; el cual empezaría en menos de una hora. Hana, con su credencial de staff colgando del cuello, se mantenía al margen, observando el ir y venir del equipo sin intervenir.
—¿Primera gira? —Preguntó una voz a su lado.
Hana se giró para encontrarse con una joven de pelo corto teñido de azul y una sonrisa afable. Llevaba la misma credencial de staff, pero con más siglas adicionales.
—¿Tan obvio es? —Respondió Hana con una pequeña risa.
—Solo un poco —la chica extendió su mano.— Soy Jiwoo, coordinadora de relaciones públicas para la gira asiática. Te he visto por aquí estos días.
—Hana Soo —estrechó su mano.
—No me malinterpretes, pero no pareces staff. No te he visto hacer nada en específico.
Hana sonrió con un deje de diversión. —No lo soy. Solo acompaño a MinHo.
Jiwoo alzó una ceja con interés antes de que una expresión de comprensión cruzara su rostro. —Ah... con razón. Eres la novia.
Hana asintió sin incomodidad.
—Eso explica por qué te han dado acceso total. Lo sospechaba, pero ya sabes cómo es esto... los rumores vuelan.
—Lo imagino —Hana sonrió con tranquilidad.
—Bueno, si alguna vez necesitas un descanso de la mirada de los curiosos, dímelo. Puedo encontrar un buen escondite en cualquier recinto —dijo Jiwoo en tono cómplice.
Hana rió suavemente antes de asentir.
Su conversación se interrumpió cuando las luces del pasillo parpadearon, indicando que quedaban quince minutos para el inicio del espectáculo. Jiwoo le dio un apretón amistoso en el brazo antes de dirigirse hacia la consola de comunicaciones.
—Nos vemos después en la fiesta de la discográfica —se despidió.— Te guardaré un asiento lejos de los ejecutivos más pesados.
Hana asintió agradecida y se dirigió hacia un lateral del escenario desde donde podría observar sin estorbar. Los técnicos ajustaban los últimos detalles del equipo mientras los bailarines de apoyo hacían estiramientos finales.
Y entonces los vio. Los ocho miembros de Stray Kids entraron en fila, transformados por el maquillaje, los trajes y esa energía especial que precede a una actuación. Pero sus ojos solo podían seguir a uno.
MinHo caminaba con determinación, la concentración evidente en cada línea de su rostro. Ya no era el chico que le preparaba café por las mañanas o el que susurraba bromas en su oído; era Lee Know, el performer, el artista que estaba a punto de conquistar a miles de personas.
Mientras realizaba los últimos ajustes a su in-ear, MinHo giró la cabeza y la vio. Por un segundo, su máscara profesional se deslizó, revelando una sonrisa personal que era solo para ella. Hana le devolvió el gesto, levantando sutilmente el pulgar.
Las luces se apagaron, el público rugió y Hana se encontró conteniendo la respiración mientras el espectáculo comenzaba a desplegarse ante sus ojos.
(...)
La fiesta de la discográfica ocupaba todo el salón principal del hotel Solaire. Ejecutivos, inversores, figuras de la industria y medios seleccionados se mezclaban bajo la suave iluminación azulada. Hana, ataviada con un elegante vestido negro que MinHo había insistido en regalarle antes del viaje, observaba la escena desde una esquina estratégica.
Jiwoo se materializó a su lado, ofreciéndole una copa de champán.
—Regla número uno de las fiestas corporativas: nunca estés con las manos vacías —explicó con un guiño.— Te hace parecer más ocupada de lo que realmente estás.
Hana aceptó la copa, agradecida por tener algo que hacer con las manos. Sus ojos buscaron instintivamente a MinHo, encontrándolo rodeado de personas que gesticulaban con entusiasmo. Él sonreía educadamente, pero Hana podía reconocer los signos de fatiga en la ligera tensión de sus hombros.
—Los pobres llevan dos horas siendo manoseados por los ejecutivos —comentó Jiwoo, siguiendo su mirada.— Política de la industria. Después de cada concierto exitoso, toca alabar a quienes financian la gira.
—¿Cuánto tiempo más? —Preguntó Hana, sintiendo una punzada de preocupación al notar que MinHo apenas había tocado su bebida.
—El brindis oficial es en veinte minutos. Después de eso, la atención se dispersará y podrán respirar un poco.
Exactamente diecinueve minutos después, un hombre de mediana edad con traje impecable golpeó suavemente una copa con una cucharilla. El murmullo de conversaciones se apagó gradualmente.
—Damas y caballeros, les pido que se unan a la mesa central para nuestro tradicional brindis por el éxito de la gira. Representantes de los artistas y ejecutivos, por favor.
Hana vio cómo MinHo y Bangchan eran conducidos hacia una mesa redonda en el centro de la sala. Jiwoo la tomó del codo suavemente.
—Ese es tu momento. Ve con tu chico —le susurró.— Como su acompañante oficial, tienes derecho a estar en la mesa.
Con un nudo en el estómago, Hana se dirigió hacia la mesa. MinHo la vio aproximarse y discretamente apartó la silla junto a él. Sus ojos transmitían una mezcla de alivio y agradecimiento cuando ella se sentó a su lado.
—Pensé que te habías escapado —murmuró él, tan bajo que solo ella pudo oírlo.
—¿Y dejarte solo con los tiburones? Ni lo sueñes —respondió ella con una sonrisa, deslizando su mano bajo la mesa para un breve apretón tranquilizador.
El ambiente en la mesa era cortésmente tenso. Dos ejecutivos de traje y una mujer con un impecable corte bob estudiaban a Hana con mal disimulado interés.
—¿Y usted es...? —Inquirió uno de los hombres, un ejecutivo de cara rojiza y ojos pequeños que Hana recordaba vagamente de las presentaciones iniciales.
—Lee Hana Soo —respondió ella con la misma calma profesional que usaba al presentarse ante las familias de sus pacientes.— Estoy acompañando a MinHo durante la gira.
—Ah, sí —intervino la mujer del corte bob, sonriendo sin calidez.—La amiguita especial de Lee Know. ¿Primera vez en la industria del entretenimiento, verdad? Debe ser fascinante observar este mundo como... turista.
El énfasis en sus palabras no pasó desapercibido. MinHo se tensó visiblemente, pero antes de que pudiera responder, el hombre de cara rojiza soltó una risa condescendiente.
—La curva de aprendizaje debe ser empinada. Este negocio requiere años de experiencia para entenderlo realmente —dijo, agitando su copa.— No es como otras profesiones donde simplemente sigues protocolos establecidos.
Hana mantuvo su expresión serena mientras tomaba un sorbo de champán. Sus años en el quirófano frente a egos médicos enormes la habían preparado para este tipo de dinámica.
—Tiene razón —respondió con voz tranquila.— Cada profesión tiene sus peculiaridades. Por ejemplo, en neurocirugía observamos patrones que revelan mucho sobre las personas.
Los tres ejecutivos parpadearon, momentáneamente desconcertados por el giro de la conversación.
—Por ejemplo —continuó Hana, mirando directamente al hombre de cara rojiza—, la ligera asimetría en su sonrisa y esa tendencia a parpadear excesivamente con el ojo izquierdo sugiere una leve parálisis de Bell en desarrollo. Probablemente debido al estrés crónico. Debería consultar pronto a un especialista.
El hombre se llevó instintivamente la mano a la mejilla.
Hana giró suavemente hacia la mujer del corte bob. —Y esa rigidez en su cuello al girar la cabeza indica un probable síndrome de tensión cervical. Las migrañas deben ser bastante frecuentes, ¿me equivoco?
La mujer abrió los ojos con sorpresa, toda su pose de superioridad desvaneciéndose.
—Afortunadamente —continuó Hana con una sonrisa profesional—, ambas condiciones son tratables si se abordan a tiempo.
Con un movimiento fluido, extrajo una tarjeta de su pequeño bolso y la deslizó sobre la mesa.
—Mi tarjeta, por si desean una consulta más detallada cuando regresemos a Seúl. Dra. Lee Hana Soo, Especialista en Neurocirugía del Hospital Universitario de Seúl.
El silencio que siguió fue roto por la risa contenida de Bangchan, quien había estado observando el intercambio con fascinación creciente.
MinHo tomó la mano de Hana bajo la mesa, entrelazando sus dedos con los de ella en un gesto de orgullo silencioso.
El ejecutivo principal, recuperando la compostura, alzó su copa. —Por el éxito continuo de Stray Kids y... por contar con un equipo tan diversamente talentoso —brindó, con un nuevo respeto en su mirada al dirigirse a Hana.
(...)
La habitación del hotel estaba iluminada únicamente por la suave luz de las lámparas de noche. MinHo y Hana se habían despojado de sus atuendos formales, cambiándolos por ropa cómoda. Sentados en la cama que compartían, con las espaldas apoyadas contra el cabecero, compartiendo un momento de tranquilidad después del largo día.
—No puedo creer que diagnosticaras a dos ejecutivos en medio del brindis —comentó MinHo, todavía asombrado.— La cara de Kang cuando vio tu tarjeta...
Hana rio suavemente, recostando su cabeza en el hombro de él.
—Probablemente no fue lo más ético desde el punto de vista médico, pero se lo merecían.
—Fueron condescendientes contigo sin saber quién eres realmente— dio MinHo, mientras jugaba distraídamente con los dedos de ella.— Es lo que más me molesta de este mundo a veces. Las suposiciones y los juicios rápidos.
—Es lo mismo en todas partes —reflexionó Hana.— En el hospital también había jerarquías invisibles, prejuicios. La diferencia es que allí mi bata blanca me daba cierta armadura.
MinHo soltó una carcajada, antes de hacer una mueca de dolor.
—¿Qué pasa? —preguntó Hana, incorporándose con preocupación.
—Nada, solo... la espalda —respondió, girándose para mostrarle.— Demasiadas horas de ensayo y luego el concierto. Estoy un poco tenso.
Hana lo observó con una mezcla de compasión, pensando en cómo podría ella ayudar con eso.
—Déjame ayudarte con eso —dijo, levantándose de la cama con decisión.
Se dirigió hacia el minibar, ignorando las bebidas para tomar un cubito de hielo. Luego fue al baño y regresó con una toalla pequeña y su frasco de aceite de lavanda.
MinHo la observaba con curiosidad, una sonrisa jugando en sus labios.
—¿Qué estás planeando, Doctora Lee?
Hana le devolvió la sonrisa, pero había algo diferente en ella. No era la sonrisa tímida de su primera cita, ni la sonrisa cómplice de sus noches tranquilas. Era una sonrisa que MinHo había llegado a conocer bien durante los meses que llevaban juntos. La sonrisa que prometía que la noche estaba lejos de terminar.
—Quítate la camiseta y ponte de pie —ordenó, con ese tono que no admitía discusión.
MinHo obedeció, sintiendo un escalofrío de antelación recorrer su columna. Se puso de pie junto al ventanal que daba a la ciudad iluminada de Manila, quitándose la camiseta con un movimiento espontáneo.
Hana se acercó, deteniéndose a unos centímetros de él. La ciudad se extendía bajo ellos, un mar de luces parpadeantes que se reflejaban en las ventanas del piso 27.
—Apoya las manos en el cristal —indicó, su voz más baja, siendo casi un susurro.
Cuando MinHo colocó las manos contra el frío cristal, Hana se acercó y comenzó a aplicar el aceite en su espalda. Sus manos trabajaban con precisión, encontrando cada nudo de tensión, cada punto de dolor. Años de estudio le habían dado un conocimiento íntimo de la anatomía humana y una precisión en sus dedos que ahora empleaba para un propósito muy diferente.
MinHo dejó escapar un gemido cuando ella presionó un punto particularmente sensible.
—¿Duele? —Preguntó, sin detenerse.
—En el mejor sentido —respondió él, su voz más ronca que antes.
Hana sonrió contra su piel, depositando un beso entre sus omóplatos. Sus manos continuaron su trabajo, descendiendo por su columna hasta la cintura del pantalón. Cuando sintió que los músculos comenzaban a relajarse, tomó el cubito de hielo.
Sin aviso, lo deslizó por la columna de MinHo, quien se sobresaltó con un jadeo.
—¿Qué...?
—Contraste térmico —explicó Hana, su voz profesional contrastando con la intimidad del momento.—Ayuda a la circulación.
El hielo dejaba un rastro húmedo que se evaporaba rápidamente con el calor de su piel. Hana siguió la gota de agua con sus labios, su lengua trazando el mismo camino que el hielo había recorrido.
MinHo respiraba cada vez más rápido. Su pecho subía y bajaba visiblemente. Sus nudillos se tornaban blancos a medida que los apretaba contra el frío cristal.
—Hana... —comenzó, pero ella lo interrumpió.
—Silencio —ordenó, tomando otro cubito.— Estoy trabajando.
Esta vez, cuando el hielo tocó su piel, MinHo estaba preparado. No se movió, pero un escalofrío visible recorrió su cuerpo. Hana alternaba el frío del hielo con el calor de sus labios, creando una sinfonía de sensaciones que tenía a MinHo al borde.
Cuando se acercó para besar su nuca, notó que MinHo observaba su reflejo en el cristal.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.
—Siempre —respondió él, su voz apenas audible.
Hana dejó que sus manos vagaran por el torso de MinHo, explorando los músculos definidos por años de baile y entrenamiento. Se detuvo en el borde de su pantalón, jugueteando con la cintura.
—Date la vuelta —ordenó.
Cuando MinHo se giró, Hana pudo ver el efecto que sus atenciones habían tenido en él. Sus pupilas estaban dilatadas, su pecho subía y bajaba rápidamente y la evidencia de su excitación era imposible de ocultar.
Se miraron por un largo momento... la ciudad brillaba a sus espaldas. Luego, sin palabras, MinHo la tomó por la cintura y la levantó. Hana envolvió sus piernas alrededor de su cintura por instinto,y él la llevó hasta el mueble que ocupaba una esquina de la habitación.
Con un movimiento rápido, apartó la lámpara y los papeles, colocándola sobre la superficie lisa. Sus labios se encontraron en un beso hambriento, meses de conocerse, de aprender los secretos del otro, evidentes en la forma en que sus bocas se movían juntas.
Las manos de MinHo encontraron el cinturón de la bata de Hana, desatándolo con impaciencia. Cuando la tela se separó, se quedó inmóvil, su mirada fija en lo que había descubierto.
El conjunto de lencería granate contrastaba exquisitamente con la piel pálida de Hana. El sujetador de encaje apenas contenía sus pechos, y las braguitas a juego dejaban poco a la imaginación.
—Dios mío —murmuró MinHo, su voz mezclando asombro y deseo.— Granate.
Hana sonrió, complacida por su reacción.— ¿Recuerdas cuando muy desvergonzadamente me recomendaste este color?
—Cómo olvidarlo —respondió, pasando sus dedos por el borde del encaje.— En realidad, estaba muy nervioso...
—Y ahora mírate —dijo ella, atrayéndolo hacia sí.— No pareces nada nervioso.
MinHo sonrió, una sonrisa que guardaba solo para ella.
—Contigo nunca sé si debo estar nervioso o no. Eres impredecible, Doctora Lee.
Sus manos recorrieron el contorno del sujetador, admirando cómo el color realzaba la belleza de Hana. Con reverencia, deslizó los tirantes por sus hombros, besando la piel expuesta.
—Me compré este conjunto pensando en ti —confesó Hana, estremeciéndose bajo sus caricias.—Pensando en este momento.
MinHo la miró a los ojos y, en ese instante, algo cambió entre ellos. La ternura del momento se transformó nuevamente en urgencia. Sus manos se volvieron más exigentes, sus besos más profundos. Con destreza, desabrochó el sujetador, liberando sus pechos.
Hana dejó escapar un gemido cuando la boca de MinHo encontró uno de sus pezones. Su hábil lengua trazaba círculos lentos alrededor de la sensible punta. Sus manos se enredaron en el cabello de él, guiándolo, animándolo.
—Más —exigió, su voz apenas reconocible por el deseo.
MinHo sonrió contra su piel, complacido por su impaciencia. Sus dedos encontraron el borde de las braguitas, deslizándose por debajo del encaje para descubrir la humedad que lo esperaba.
Los dedos de MinHo comenzaron a explorar con delicadeza, encontrando el botón de placer hinchado y sensible. Con movimientos expertos, trazó círculos lentos a su alrededor, observando como Hana cerraba los ojos y dejaba caer la cabeza hacia atrás. Conocía su cuerpo lo suficientemente bien como para saber exactamente cuánta presión aplicar, cuando acelerar el ritmo y cuando ralentizarlo para mantenerla al borde.
—Ahí... justo ahí— suspiró ella, moviendo sus caderas instintivamente al ritmo de sus caricias.
Las yemas de sus dedos resbalaban con facilidad gracias a la humedad que encontraron. MinHo se inclinó para capturar sus labios en un beso profundo, mientras continuaba con su atención meticulosa. Gradualmente, introdujo un dedo en su interior, sintiendo cómo los músculos de Hana se tensaban a su alrededor.
—Más—exigió ella nuevamente, mordiéndole el labio inferior.
MinHo obedeció, añadiendo un segundo dedo y comenzando un movimiento rítmico que sabía que la volvía loca. Su pulgar continuaba estimulando su clítoris mientras sus dedos rozaban las paredes de su húmedo interior. Tantos años de práctica con instrumentos musicales le habían dado una destreza manual que ahora usaba para arrancar gemidos cada vez más intensos de la garganta de Hana.
Ella se retorcía sobre aquel mueble, con una mano aferrada al borde y otra clavada en el hombro de MinHo. Sus piernas se abrieron más, invitándolo a profundizar su exploración. La respiración de Hana se volvía cada vez más errática, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras el placer se acumulaba en su interior.
MinHo podía sentir cómo comenzaba a palpitar alrededor de sus dedos, una señal inequívoca de que estaba cerca. Curvó sus dedos ligeramente, presionando con más insistencia contra ese punto que sabía que la hacía ver estrellas, mientras aumentaba la velocidad de sus círculos en su exterior.
Hana estaba al borde. Sus músculos tensos y cuerpo arqueado hacia la mano de MinHo eran muestra de ellos. Él podía verlo en sus ojos, en la forma en que se mordía el labio, en cómo sus uñas se clavaban en su piel.
—No tan rápido —jadeó, deslizándose del escritorio para quedar de pie frente a él.
Con movimientos deliberados, se deshizo de las braguitas, quedando completamente desnuda ante él. Luego, con una sonrisa que prometía tanto placer como tormento, se arrodilló frente a MinHo trabajando en el botón de su pantalón.
—Mi turno —susurró, bajando la cremallera con tortuosa lentitud.
Los ojos de MinHo se oscurecieron aún más mientras observaba a Hana liberar su virilidad completamente erguida. La expresión de expresión en el rostro de ella hizo que su ego masculino se hinchara tanto como la parte de su anatomía que antes estaba expuesta ante ella.
Hana lo miró directamente a los ojos mientras se inclinaba hacia delante, sacando su lengua para dar una larga y lenta lamida de la base a la punta. Él dejó escapar un gemido gutural, haciendo que sus nudillos se tornaron de un color blanquecino por la fuerza a la que se aferraba al borde del mueble.
Con deliberada lentitud, Hana envolvió sus labios alrededor de la punta, aplicando una suave succión que hizo que MinHo cerrara los ojos y dejara caer la cabeza hacia atrás. Gradualmente, tomó más de él en su boca, usando una mano para acariciar lo que no podía abarcar.
MinHo enredó sus dedos en el cabello de Hana; no para dirigir sus movimientos, sino para mantener un punto de conexión, para sentir el ritmo de su cabeza moviéndose. La imagen de ella, arrodillada ante él con sus labios envolviendo su miembro, era casi suficiente para llevarlo al límite.
—Hana... Dios... —murmuró con la voz entrecortada por el placer.
Ella respondió aumentando ligeramente la presión, usando su mano libre para acariciar suavemente sus testículos, añadiendo una nueva dimensión de sensaciones que hizo que MinHo temblara visiblemente.
Cuando sintió que MinHo estaba cerca, Hana se detuvo, mirándolo con una sonrisa traviesa.
—Todavía no —dijo, poniéndose de pie.
MinHo la miró con una mezcla de frustración y adoración. Sin palabras, la levantó nuevamente, esta vez llevándola hasta el amplio ventanal. El cristal estaba frío contra la espalda desnuda de Hana, creando un delicioso contraste con el calor que emanaba del cuerpo de MinHo.
—¿Confías en mí? —preguntó él, sus ojos fijos en los de ella.
Hana asintió, sabiendo exactamente lo que estaba pidiendo. —Siempre.
Con un movimiento veloz, MinHo la levantó, colocando sus piernas alrededor de su cintura. La sostuvo contra el cristal, teniendo la ciudad de Manila extendiéndose bajo ellos como un testigo silencioso de su pasión.
MinHo se alineó con su húmeda entrada, deslizando primero la punta de su pene por su zona exterior, humedeciéndose con su excitación. Hana no puedo evitar dejar escapar un gemido, apretando sus piernas aún más contra la cintura de él. Con una mano apoyada firmemente en la parte baja de su espalda y otra contra el cristal para mantener el equilibrio, MinHo comienza a presionar hacia delante.
La penetración era lenta, deliberada; con ambos saboreando cada centímetro de conexión. La respiración de Hana se sentía profunda, adaptándose a la intrusión, con sus músculos internos acomodándose a su tamaño y forma. No era la primera vez, pero cada encuentro sigue siendo tan intenso como el primero.
—¿Estás bien? —susurró MinHo, siempre atento a su confort a pesar de la pasión del momento.
—Perfectamente—respondió ella, ajustando ligeramente su posición para permitirle llegar más profundo.
Cuando finalmente estuvo completamente dentro de ella, ambos permanecen inmóviles por un momento, frentes unidas, respiraciones mezclándose, disfrutando de la sensación de plenitud y conexión. Hana podía sentir cada pulso, cada latido de su miembro dentro de ella, mientras MinHo se deleitaba con la calidez y estrechez que lo envolvía.
Lentamente, comenzó a moverse, estableciendo un ritmo pausado al principio. El cristal frío contra la espalda de Hana creaba un contraste delicioso con el calor de sus cuerpos unidos. Cada embestida la presionaba contra la ventana, intensificando la sensación.
—Más rápido— pide ella, clavando sus uñas en los hombros de MinHo, dejando marcas de media luna que él llevaría con orgullo la mañana siguiente.
Él obedeció, aumentando el ritmo, moviendo sus caderas con precisión y control. Cada embestida era directa, profunda, alcanzando lugares dentro de Hana que la hacían ver destellos de luz detrás de sus párpados.
El sonido de sus cuerpos encontrándose, el cristal vibrando ligeramente con sus movimientos, sus respiraciones entrecortadas y gemidos, crearon una melodía de pasión que llenó la habitación. MinHo cambió ligeramente el ángulo, buscando ese punto especial dentro de ella.
—¡Ahí!—Exclama Hana cuando lo encontró, su voz siendo una mezcla de súplica y demanda.
MinHo mantuvo ese ángulo, golpeando repetidamente ese lugar que la hacía temblar. Sus movimientos se tornaron más intensos, más urgentes. El control daba paso gradualmente a la necesidad primaria. Su agarre en las caderas de Hana se volvió más firme, probablemente dejando marcas que ella descubriría al día siguiente en la ducha.
—Dios, Hana —gruñó MinHo, su frente apoyada contra la de ella.—Eres perfecta.
MinHo podía sentir que Hana estaba cerca por la forma en que sus músculos internos comenzaban a contraerse alrededor de él.
—Mírame —ordenó, su voz ronca.
Cuando Hana abrió los ojos, encontró la mirada de MinHo fija en ella, tan intensa que casi dolía. En ese momento, suspendida entre el cielo y la tierra, sostenida solo por la fuerza de MinHo, se sintió completamente suya, y él completamente de ella.
El placer se acumulaba dentro de ella como una ola creciente, comenzando en su vientre bajo y expandiéndose en todas direcciones. Podía sentir cómo sus músculos internos comenzaban a contraerse involuntariamente alrededor del miembro de MinHo, anunciando la inminente llegada de su clímax.
—Te siento palpitar —murmura con una voz ronca por el esfuerzo y el deseo MinHo contra su oído.— Déjate ir, Hana.
Sus palabras eran el catalizador que necesitaba. Con un gemido que intentó ahogar mordiendo el hombro de MinHo, Hana se precipitó hacia el abismo del placer. Su liberación comenzó con contracciones rítmicas que aprisionan a MinHo dentro de ella, mientras oleadas de calor y electricidad recorrían cada nervio de su cuerpo.
Sus piernas temblaban alrededor de la cintura de MinHo, quien la sostuvo con firmeza contra el cristal mientras continuaba moviéndose dentro de ella, prolongando su éxtasis. La expresión de Hana durante el orgasmo era algo que MinHo atesoraba cada vez: ojos cerrados con fuerza, labios entreabiertos, mejillas sonrojadas por el esfuerzo y el placer, completamente entregada y vulnerable en sus brazos.
Mientras las contracciones de Hana comenzaban a ceder, MinHo aumentaba el ritmo de sus embestidas, buscando su propia liberación. La sensibilidad post-orgásmica de ella intensificaba cada sensación, arrancándole pequeños gemidos con cada movimiento.
—MinHo... —susurra ella, abriendo los ojos para mirarlo directamente.— Dentro.
Es todo lo que necesitaba oír. Con unas pocas embestidas más, profundas y potentes, MinHo alcanzó el punto sin retorno. Su cuerpo se tensó completamente mientras su semen era derramado dentro de Hana en pulsos calientes. Sus labios buscaron los de ella en un beso desesperado que ahogó su gemido gutural.
Durante esos segundos eternos de placer absoluto, el mundo dejó de existir para ambos. No existía Manila bajo ellos, ni el concierto de gorras antes, ni las preocupaciones sobre ser escuchados por los demás. Solo existía la conexión perfecta entre sus cuerpos, la culminación física de lo que sentían el uno por el otro.
Gradualmente, sus respiraciones comenzaron a normalizarse. MinHo apoyó su frente contra la de Hana. Ambos estaban empapados de sudor y flujos de ambos; pero sus cuerpos y corazones estaban más unidos que nunca. Con cuidado para no lastimarla, la sostuvo firmemente mientras se separaba del ventanal, caminando hacia la cama, donde se desplomaron juntos; exhaustos y satisfechos.
Cuando sus respiraciones comenzaron a normalizarse, MinHo la acercó más a él, besando su frente con ternura.
—El granate es definitivamente tu color —murmuró, provocando una risa suave de Hana.
Ella trazó perezosamente patrones sobre el pecho de MinHo, contemplando la ciudad a través del ventanal que acababan de abandonar.
—¿Sabes qué es lo mejor de viajar contigo? —preguntó, su voz adormilada.
—¿Qué?
—Que no importa dónde estemos, siempre se siente como en casa.
MinHo la estrechó más fuerte contra su pecho, besando su cabello con infinita ternura.
—Porque el hogar no es un lugar —respondió— Eres tú.
──────────❀◦∘NOTA DE LA AUTORA
Holis! Siento la tardanza, pero estaba en proceso de perfeccionar el contenido de este capítulo. Ya sé que es DEMASIADO largo, comparado con los otros capítulos, pero no había forma de hacerlo más corto. Lo siento, guapotas:(
Tal y como prometí, I delivered. Así que espero que os guste tanto como a mí me ha gustado escribirlo.
Y sin nada más que añadir, besitos muakmuak<33
❁ Con mucho amor, Vin.
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