⊱✿⊰𝕏𝕏𝕀𝕀𝕀
El viento otoñal acariciaba suavemente mis mejillas mientras caminaba al lado de MinHo, cada paso resonaba con el crujido de las hojas secas bajo mis pies. Era una tarde que parecía salida de un sueño: los árboles teñidos de tonos naranjas y dorados, las hojas esparciéndose en remolinos juguetones y el aire impregnado de esa mezcla familiar de tierra y humedad que anuncia el cambio de estación.
MinHo caminaba en silencio, pero de vez en cuando lanzaba una mirada hacia mí, observando cómo me arrebujaba en mi bufanda. La bufanda. La había elegido para mí el otoño pasado, después de verme un par de veces temblando en las noches más frías. Era de un color burdeos profundo, que resaltaba contra el negro de mi abrigo, y no podía evitar sonrojarme al recordar el momento en que él me la entregó y la razón por la que escogió ese preciso color.
—¿Tienes frío? —preguntó MinHo, interrumpiendo mis pensamientos.
—No mucho —respondí, intentando sonar convincente, aunque un leve escalofrío me traicionó.
Sin decir más, MinHo detuvo su paso, tomó mis manos entre las suyas y comenzó a frotarlas suavemente. Las manos de MinHo estaban cálidas, con una textura áspera pero reconfortante, como si el roce pudiera transferirme algo más que calor. Sentí cómo mi piel se ruborizaba bajo el contacto y, sin querer, dejé escapar una pequeña risa nerviosa.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó él, mirándome con una sonrisa pícara.
—Nada —respondí, bajando la vista.—Es solo que... aunque hayamos pasado tanto tiempo juntos, se sigue sintiendo como el primer día.
—¿Esperabas que te dejara con frío? —bromeó MinHo, alzando una ceja.
Negué con la cabeza, riendo un poco más, y él aprovechó ese momento para acercarse aún más, manteniendo su mirada fija en mí. Sentí un cosquilleo en la nuca, una mezcla de timidez y algo que no podía identificar del todo. MinHo, sin embargo, parecía completamente tranquilo, como si aquel instante de cercanía fuera la cosa más natural del mundo.
—Me gusta esto —dijo él en voz baja.
—¿Qué cosa? —pregunté, consciente de que mi corazón estaba acelerado.
—Esto. Nosotros. Los dos aquí, como si el tiempo no importara —respondió, apretando suavemente mis manos antes de soltarlas. Me miró con ternura y añadió— Siempre he pensado en un futuro contigo.
Lo miré sorprendida, sin saber exactamente cómo responder. MinHo hablaba con tal serenidad y certeza que parecía que sus palabras eran una realidad inamovible, algo que había decidido hace mucho tiempo. Yo, incapaz de sostenerle la mirada, me volví ligeramente hacia el lago cercano, observando cómo el agua reflejaba el atardecer. Sentía mi rostro enrojecido y, en un momento de valentía, volví a mirarlo, encontrando sus ojos aún sobre mí.
MinHo sonrió y, con un gesto lento, se inclinó hacia mí, depositando un beso suave sobre mis labios. Fue un beso tranquilo, como si quisiera grabar aquel momento en el aire que nos rodeaba, y yo, cerrando los ojos, me dejé llevar, sintiendo que el tiempo realmente se detenía.
Después de unos minutos, MinHo tomó mi mano nuevamente y me propuso ir a una pequeña cafetería que, según él, le recordaba a mí. Caminamos en silencio, dejando que el viento llevara las palabras que aún no habíamos dicho. Al llegar, me sorprendí. La cafetería era un lugar acogedor, con una decoración rústica que combinaba mesas de madera oscura y sillas desparejas que parecían haber sido recogidas de distintas épocas. Había velas en cada mesa y una luz tenue que creaba un ambiente cálido, casi íntimo.
MinHo abrió la puerta y me dejó pasar primero, guiándome a una mesa junto a la ventana. Me quité la bufanda mientras él pedía el café, eligiendo algo para ambos sin consultarme, pero, de algún modo, conociendo exactamente lo que me gustaría. Sonreí al ver la taza de chocolate caliente que él me entregó, adornada con pequeños malvaviscos flotando en la espuma.
—Sabes lo que me gusta, ¿verdad? —dije, divertida.
—Obviamente —respondió él, mirándome con una sonrisa.— Aunque han pasado varios años, todavía no has cambiado de gustos.
Le devolví la sonrisa, pero mi expresión se suavizó mientras lo observaba. Había algo en la manera en que MinHo me miraba que me hacía sentir cómoda, segura. Los pequeños gestos de amabilidad, la atención que me prestaba, me daban la sensación de que estaba, realmente, con alguien que me conocía en cada pequeño detalle.
—¿Sabes? A veces me pregunto cómo sería la vida si fuera así siempre —dijo MinHo, rompiendo el silencio.
—¿Así? —pregunté, algo intrigada.
—Sí, tranquila, sin todas esas... distracciones que hay en nuestro día a día. Solo tú y yo, y un café de por medio. —Se detuvo un momento y luego añadió, casi en un susurro—: ¿Te gustaría?
Sentí cómo mi pecho se llenaba de una mezcla de alegría y temor. MinHo hablaba con tal naturalidad sobre un futuro juntos que no podía evitar preguntarme si de verdad lo decía en serio. No obstante, algo en su voz, en la manera en que sus dedos jugueteaban con la taza, me decía que sí. Que MinHo realmente creía en lo que decía.
—¿Y qué harías tú en ese futuro? —pregunté, queriendo aligerar el ambiente.
—Yo me encargaría de conseguir los cafés. Tú solo tendrías que preocuparte de decirme si prefieres chocolate o café ese día —respondió él, riendo, pero manteniendo su mirada fija en mí, como si quisiera memorizar cada detalle de mi expresión.
Reí y, sin darme cuenta, alargué mi mano hacia la de MinHo, que estaba sobre la mesa. Él la tomó sin dudar, entrelazando sus dedos con los míos. Era un gesto simple, pero cargado de significado, como si a través de ese contacto silencioso ambos pudiéramos confirmar lo que no nos atrevíamos a decir en voz alta.
—Cada segundo a tu lado hace que olvide cualquier dificultad —dijo él en voz baja, rompiendo el silencio. Lo miré con atención mientras cada una de sus palabras resonaban en mi interior.
MinHo se inclinó hacia mí y, con una sonrisa tranquila, susurró:
—Y cada vez que te veo, me pregunto cómo es que tuve tanta suerte.
Sentí que mi rostro se iluminaba en un sonrojo que intenté ocultar mirando hacia otro lado, pero MinHo no me lo permitió. Acarició mi mejilla, haciéndome volver la vista hacia él. En sus ojos había una seriedad que pocas veces había mostrado. Sentí mi corazón latir más fuerte y, sin necesidad de palabras, supe que él me quería.
Después de terminar nuestro café, caminamos de regreso a casa en silencio, disfrutando de la quietud de la noche. El parque estaba casi vacío y la zona de la ciudad en la que estábamos comenzaba a llenarse de la tranquilidad que solo se encuentra en las últimas horas del día. MinHo, de repente, me miró de reojo y me propuso una idea.
—¿Quieres venir a mi casa? Prometo que no habrá nadie más, aunque a los chicos les habría encantado pasar la tarde contigo.
Asentí, dibujando una sutil sonrisa en mi rostro. Bien cierto es que poco a poco me he ido acercando más al círculo de amigos de MinHo, y resultaron ser personas bastante agradables Al llegar, MinHo encendió la luz y puso su canción favorita, una melodía suave y nostálgica que resonó en el pequeño espacio. Sin decir una palabra, me abrazó. Sus brazos me envolvían de una manera que transmitía más que palabras.
La calidez de su cuerpo me rodeó como un manto, mientras me dejaba llevar por la seguridad que él me ofrecía. El abrazo era perfecto: no era demasiado apretado ni demasiado suelto, sino justo como debía ser: virtuoso en su justa medida. MinHo me sostuvo con firmeza, sus manos en la parte baja de mi espalda, sintiendo cada curva y cada latido. Al percibir su aliento en mi cabeza, sentí cómo un escalofrío placentero recorría mi espalda. Era un momento en el que el tiempo se detuvo y todo lo demás se desvaneció.
Apoyé mi cabeza en su pecho, sintiendo el latido de su corazón, un ritmo constante y tranquilizador. En ese instante, con la música envolviendo el ambiente y la sensación de su piel contra la mía, me sentí más en casa que nunca. El aroma de su perfume, mezclado con el olor familiar de su piel, me llenaba de una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Cerré los ojos, dejándome llevar por la conexión palpable entre ambos.
Con un susurro que parecía ser apenas un eco del latido de mi corazón, me atreví a romper el silencio. Las palabras salieron de mis labios como un susurro delicado, casi como si temiera que el momento se desvaneciera con cualquier sonido más fuerte.
—¿Realmente crees en nosotros?
MinHo se separó lo suficiente para mirarme a los ojos, y en su mirada encontré la respuesta que tanto anhelaba. Era una mirada llena de determinación y ternura, una mezcla que solo él sabía proporcionar.
—Yo creo en nosotros —respondió—. Siempre.
Y en ese momento, supe que, sin importar lo que viniera, estaba lista para enfrentar cualquier desafío a su lado.
──────────❀◦∘ NOTA DE LA AUTORA
Perdón por traer un capítulo tan corto, pero quería hacer algo cortito, cozy y ñoño para usarlo de "introducción" al time skip.
Espero que de igual manera lo hayáis disfrutado y que me perdonéis por la tardanza.
Por cierto, justo recordé que empecé a escribir este ff cuando me estaba viendo True beauty, y ahora me encuentro viendo Family by choice. Era muy cierta la teoría de que las personas volvemos a dónde éramos felices 😭
Y sin nada más que añadir, besitos muakmuak<33
❁ Con mucho amor, Vin.
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