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El calor no tardó en extenderse por todo mi rostro. No sabía con exactitud en qué momento las palabras salieron de mi boca, pero lo hicieron. Realmente su rostro me había hipnotizado por un momento y, al fin, comprendí su obsesión con esconderse y mantener el perfil bajo.

—Me... ¿Me habías visto antes?—Preguntó, con algo que parecía preocupación su voz. Sonreí dulcemente, enternecida por su reacción. Mis manos seguían estando en su rostro y nuestros cuerpos seguían estando lo suficientemente cerca como para sentir la energía que fluía entre nosotros.

—MinHo, quiero que sepas que no solo me importa tu apariencia física. Me importa quien eres como persona, tu calidez, lo egocéntrico que eres y lo mucho que cuidas de mí. Eres hermoso, tanto por dentro como por fuera—le aseguré para tranquilizarlo.

—Gracias, Hana. Y no soy tan egocéntrico

Rode los ojos sin dejar de sonreír, al igual que él. Para aligerar el ambiente; que se había puesto demasiado pesado por la revelación de él, nuestra extraña cercanía y el remolino de sentimientos que me tentaba a hacer cosas de las que me arrepentiría, tuve la maravillosa idea de darle unas pequeñas palmaditas en la cara. 

Claramente había sido extraño y fuera de lugar. Estaba rojísima de la vergüenza.

No sé que pasaba por mi mente en ese momento.

Quería alejarme y correr; sin embargo algo de él me hacía seguir pegada a él sin siquiera poder bajar mis manos de su cara. Estaba completamente embobada, y no sabía si era por sus actos, su carisma, su cercanía, lo atractivo que era o simplemente todo junto.

Y acabé por aceptar que la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.

—Al final resultó que sí tenías un lindo rostro debajo de esa mascarilla—dije en un intento fallido de ocultar mi sonrisa.—Supongo que tendré que aprovechar esta oportunidad de algún modo.

MinHo rio suavemente ante mi comentario, supongo que disfrutando mi coquetería burlona del momento.

—Supongo que tendrás que verlo como un privilegio exclusivo, Hana—respondió MinHo con una mirada juguetona, ladeando su cabeza haciendo que se apoye totalmente sobre mi palma. Sin percatarme, esa posición me permitió el acceso a su flequillo con más facilidad, por lo que me encontraba jugueteando con un pequeño rizo que caía sobre su frente.—No todos tienen el honor de ver un rostro tan bonito desde tan cerca.

—¿Un honor, dices? Quizás deberías agradecerme apropiadamente, MinHo—susurré, en un tono diferente.

MinHo levantó una ceja, fingiendo indignación.

—¿Y cómo debería agradecerte, Hana? ¿Con una reverencia? ¿O acaso te gustaría una serenata personalizada?

Ambos estallamos en risas, separando mis manos de él al fin, disfrutando de la tensión que se hacía más palpable.

Ninguno de los dos parecía querer que aquel momento terminara.

Finalmente me levanté, separándome por completo de él.

—¿Acaso eres un cementerio de neuronas?—Pregunté, lanzándole un cojín a la cara.

—¿Se puede saber que he hecho mal esta vez?—Inquirió fingiendo estar enfadado.

—Todos sois iguales. Ciegos y desconsiderados. ¿Acaso me ves cara de querer una reverencia?—Chillé, procediendo a lanzarle todos los cojines mientras que él se tapaba y reía sin cesar.

—¿Entonces qué? ¿Querías un besito?—Terminó por burlarse de mí.

—Me conformo con que vayamos esta tarde al cat café. Solo bebe tu limonada y cállate.

MinHo asintió y se acurrucó en el sofá mientras que yo fui a hacer algo de comer. Ya casi era la hora de comer y MinHo no parecía pensar mucho en el tiempo; así que supuse que no le importaría quedarse a comer.

Picaba el perejil, pero no era capaz de concentrarme en ello al completo. MinHo rondaba por mi cabeza una y otra vez, y la emoción por contarle todo a Min me comía por dentro.

El arroz con verduras estaba listo, después de mis dificultades echando a MinHo de la cocina, que no paraba de insistir  en ayudarme.

Fui a ver lo que hacía MinHo, para avisarle, y para mi sorpresa había caído dormido en el sofá.

Al parecer, el cansancio hizo mella en él y acabó por dormirse en una posición un tanto incómoda sobre mi sofá.

Sonreí tiernamente al verlo descansar pacíficamente. Había sido un día lleno de montañas rusas para los dos, así que me acerqué para acomodarle su cabeza adecuadamente sobre un cojín y así evitarle un terrible dolor de cuello. Lo observé durante unos instantes y, luego de dudarlo durante mucho tiempo, posé el dorso de mi mano sobre su mejilla, acariciándolo suavemente. Estaba realmente agradecida, porque después de tanto tiempo había vuelto a sentir el gusto de bromear y pasar un buen rato con alguien que no fuera Min. Con delicadeza, lo cubrí con una manta, asegurándome que estuviera cómodo y abrigado

—Descansa—dije en un susurro y me dirigí al baño a darme una ducha. Se me hacía incómodo comer sola estando acompañada.

Al pasar por mi cuarto, Goro seguía acurrucado en mi cama durmiendo, así que agarré algo de ropa y me fui silenciosamente.

Mientras el agua caía sobre mi piel, no pude evitar pensar en todos mis encuentros con él. Desde aquel día en la cafetería, cuando me hizo hervir la sangre; hasta día de hoy, cuando me regaló las galletas que más me gustaban, me acompañó hasta la puerta, estuvo conmigo cuando Taeyong apareció y finalmente me acompañó a casa.

Recapitulé cada momento en mi mente, como si de una película se tratara. Recordé la charla del coche y sus risas nerviosas y sonrojos, y no pude evitar reírme sutilmente. Se veía tan adorable, tal como un niño. No estaba completamente segura de si aquello había sido una declaración o simplemente se siente confundido.

Taeyong también me dijo que yo lo confundía. Que era mi culpa.

No quería pensar el ese cabrón justo cuando momentos antes MinHo era el único que dominaba mis pensamientos.

Mientras seguía reflexionando, me pregunté si mis propios sentimientos eran genuinos o no. No quería cometer el mismo error dos veces, pero tampoco quería dejarlo ir. Era un dilema bastante serio.

El sonido del agua me relajó y ayudó a despejar mi mente. A medida que el vapor llenaba el baño, dejé que mis pensamientos fluyeran. Estar cerca de MinHo, su sentido del humor, coqueteo repentino y abrazos me hacían sentir viva, después de mucho tiempo. A su vez, era consciente de quien era él... y quien era yo. Me había sorprendido bastante el ver su rostro, y darme cuenta de que él no era cualquier Lee MinHo. Era totalmente consciente de lo problemático que podía llegar a ser para él el involucrarse románticamente con alguien, y precisamente era una esa una de las razones por las que me sentía insegura.

Nada me costaba intentar algo con él, pero no quería ser un problema más en su vida; estába suficientemente cansada de ser una carga para cualquier persona cercana a mí, y me mataba pensar que sería así durante toda mi vida.

Me envolví en una toalla, me maquillé y arreglé mi pelo. Y por primera vez, en mucho tiempo, me divertía arreglarme para alguien más.

Me encontraba renovada, me había sentado bastante bien la pequeña sesión de reflexión y estaba más que lista para continuar la tarde con MinHo.

Iba saliendo del baño, más risueña que cualquier otro día, y, para mi suerte, mi queridísimo MinHo decidió que era buena idea abrir la puerta a la misma vez que yo.

Justo cuando iba a empujar la puerta sentí un fuerte estirón desde fuera y acabé por tropezar hacia delante. Gracias al de arriba, MinHo activó sus reflejos y pudo estirar uno de sus brazos para evitar caerme. Sin embargo; como consecuencia, acabé por tercera vez entre sus brazos, y esta vez pudiendo contemplar su sonrisa ladina y una expresión burlona.

—Hana, no crees que aún es demasiado temprano para que me toques las tetas tan descaradamente—rio, rodeando mi cintura y pegándome más a él.—Aunque si me lo pides con por favor, me lo puedo pensar.

Quería correr de la vergüenza, pero no tenía escapatoria. Estábamos completamente pegados, y MinHo se estaba divirtiendo demasiado como para soltarme. Mi corazón palpitaba cada vez con más velocidad y no sabía como ocultar la reacción de mi cuerpo ante su contacto.

—Dime, ¿quieres que te suelte?

Y esa pregunta rondó por mi cabeza. Habría sido fácil decirle que sí; no obstante, en el fondo sentía curiosidad y quería satisfacer mis ganas de querer descubrir hasta donde podría llegar.

Momentos antes me había prometido a mí misma aclarar mis sentimientos antes de dar cualquier paso, pero eso ya no parecía una opción. El respeto por mí misma se esfumó y me pareció buenísima idea mandarlo todo a la mierda.

Si él iba a provocarme así, no había razón para que yo no reaccionara.

Levanté la mirada y lo miré fijamente, desafiante y llena de determinación, deslizando una de mis manos desde su pecho hasta rodear la parte inferior de su cuello, lentamente. Con un sutil e inocente puchero acompañado de un insinuante mirada pícara en mis ojos, respondí con voz segura pero cargada de provocación:

—¿Soltarme? ¿Por qué querría que me sueltes MinHo?

Vi claramente en el rostro de MinHo como, momentáneamente, se quedó sin palabras, pero eso no duró por mucho. La tensión en el aire se volvía cada vez más palpable mientras que nuestros ojos se encontraban en un juego de seducción y deseo.

Su apretado agarre me hacía sentirlo todo de él, y me gustaba. Acerqué mi rostro al de él, sin llegar a rozar nuestras narices, deslizando mi mano desde su cuello hasta el pequeño rizo que caía sobre su frente. Él frunció el ceño, intentando mantener su compostura, pero sus ojos lo delataban, reflejando el anhelo que sentía. Lentamente, su expresión burlona se desvaneció y fue reemplazada por un mirada que desbordaba intensidad.

—En realidad—seguí diciendo—me gusta estar así, tan cerca de ti.

—Veo que te gustan los desafíos, Hana—dijo con su voz cargada de un tono seductor.

Dejé escapar una risa juguetona y tracé con mis dedos un camino hasta la parte inferior de su cuello, esta vez posicionando mis dos manos en el lugar. Mis ojos brillaban, inevitablemente, con picardía mientras desafiaba al chico frente a mí.

—No me subestimes, MinHo. Sabes que puedo lidiar con tus encantos.

Una sonrisa traviesa se dibujó en el rostro de él, y terminó por acercar su cara a la mía al punto de rozar nuestras narices. Sentir la cercanía de su aliento y la pesadez de su respiración solo me hacía querer más y más.

—Bonita, no creo que puedas resistirte tanto como crees—susurró con una voz ronca que jamás había escuchado salir de él.—Y tampoco sé si quiero soltarte.

Siguió inclinando ligeramente su cabeza y fue suficiente para rozar superficialmente mis labios, haciendo que la tensión sexual que había entre nosotros creciera notablemente.

MinHo, con voz ronca susurró cerca de mi oído:

—Quiero ser tuyo, y poder decir que eres mía. Déjame explorar cada centímetro de ti, sin restricciones.

Su aliento cálido envió escalofríos por toda mi columna.

—Demuéstrame entonces, MinHo. Hazme sentir todo lo que me prometes.

Ambos nos miramos intensamente por un momento más, antes de finalmente ceder al deseo por completo.

Sin más palabras, el espacio entre nosotros se redujo por completo. La mano de MinHo se deslizó ágilmente por mi espalda y me empujo suavemente contra la pared. La fuerza de su gesto era evidente, pero también la ternura que se filtraba en cada movimiento.

Mi respiración se volvió entrecortada cuando sentí su cuerpo presionando contra el mío. No había espacio para la timidez, así que me dejé controlar por completo. Quería disfrutar el calor que emanaba su cercanía y dejarme llevar, disfrutando del gusto de entregarme a él y su toque.

Su mano se deslizó por toda mi espalda, dejando un rastro de fuego a su paso. Le correspondí acariciando su cabello y aferrándome a él, sintiendo una inmensa cantidad de deseo que no podía seguir ignorando.

Sus labios, suaves y cálidos, se encontraron con los míos en un beso que parecía llenar el aire de electricidad. Me estremecía el agarre de sus manos en mi espalda baja, cintura y cualquier lugar de mi cuerpo en el que se posaran. Sus besos eran firmes, sin dejarme tiempo ni para respirar. El contacto desesperado ente nuestros cuerpos era intoxicante, despertando oleadas de deseo en lo más profundo de mí.

Nuestras bocas de movían en perfecta sincronía, explorándose con pasión y ansia. Los besos comenzaron algo delicados, aun dejando espacio para descubrir nuevos sabores, pero pronto se volvieron más intensos y ardientes. Sus labios de apoderaron de los míos con una urgencia irresistible, y respondí con las mismas ganas, sintiendo que me derretía contra la dura pared y los necesitados roces de su cuerpo contra el mío.

Nos separamos durante unos segundos, en los cuales aproveché para atacar esta vez yo. Rodeé su cuello con mis brazos y volví a chocar mis labios con los suyos, intensificando el beso más y más.

Me volvía loca escuchar sus roncos y pequeños gemidos, haciéndome querer más de él. Sus labios exploraron cada rincón de mi boca, saboreando con avidez. Nuestras lenguas se entrelazaron en un baile sincronizado, desatando una sinfonía de gemidos sofocados y suspiros entrecortados. Todo desapareció a mi alrededor, para mí solo existía MinHo.

Sin separarnos en ningún momento, guie a MinHo hacia la sala de estar para estar más cómodos. Sin romper el contacto de nuestros labios y con un movimiento ágil, MinHo se sentó en el sofá y me atrajo hacia él, posicionando cuidadosamente sobre su regazo. Me separé ligeramente y aprecié la vista frente a mí. Gotas de sudor caían sobre su frente y su dificultosa respiración solo lo hacía ver más atractivo de lo que era.

Sentí el calor y la reacción de su cuerpo a través de la tela de nuestras ropas, y una corriente eléctrica recorrió mi espina dorsal.

—MinHo—susurré, con mi voz cargada de deseo—me encanta la forma en la que te mueves conmigo sobre tu regazo.

Él sonrió, sus ojos brillando con lujuria mientras sus manos pasaban de mi espalda a mis muslos.

—Hana, no miento cuando digo que eres irresistible en todas las maneras en la que alguien puedo serlo.

Mis labios se curvaron en una sonrisa traviesa, y decidí tomar el control. Me incliné hacia delante, mis labios rozando los suyos en un beso feroz y hambriento. Sus labios respondieron con la misma intensidad, y nuestras bocas se fusionaron, de nuevo, en un torbellino de pasión.

Sus manos masajeaban hábilmente la zona interna de mis muslos sin piedad, aunque de repente sentí como MinHo deslizó audazmente una de sus manos bajo mi camiseta, sorprendiéndome con su agarre. No fue más allá, simplemente posicionó sus manos en la parte baja de mi abdomen, mirándome y esperando a ver mi reacción.

Un suave gemido escapó de mis labios ante el contacto, y mis manos se aferraron a sus hombros, enterrando mi cara en su cuello.

—¿Quieres que pare?—Preguntó con algo de preocupación en su voz, apartando rápidamente sus manos de mi piel.

—No, joder—me quejé ante la falta de su tacto.—Sigue y arráncame la camiseta si hace falta.

Sin dejarle tiempo para reaccionar, mis labios se encontraron con su cuello, trazando un camino húmedo y cálido a lo largo de su piel. Mi pintalabios había acabado entero en él.

Él arqueó su cuerpo hacia atrás, dándome un mejor alcance. Estaba disfrutando, y me complacía oír sus gruñidos pidiendo más.

Dejé de succionar su cuello por unos instantes para descansar, en los cuales el aprovechó para darle la vuelta al asunto.

Fue un giro que no me esperaba, pero tampoco iba a quejarme, así que envolví mis piernas en su cintura y me tumbé con gracia, dejándole algo de control estando sobre mí.

Sus manos volvían a sentirse frías sobre mi delicada piel, pero esta vez, sin temor y en un acto ágil, me ayudó a desprenderme de mi camiseta .

Durante unos segundos su mirada bajo y subió, parándose en mis pechos.

—¿Te gusta lo que ves?—susurré, anhelando más de él.

—No me hacía falta verlo pasa saber que me encanta—dijo inclinándose para darme un pequeño y suave beso en los labios.—Eres preciosa.

Mis ojos se encontraron con los suyos, llenos de deseo y confianza, mientras sentía sus manos acariciar suavemente mi abdomen expuesto.

Sus labios buscaron mi cuello esta vez, dejando un rastro de besos y mordiscos por toda la zona, bajando hasta mi clavícula. Sus manos trazaban la curva de mi cintura y caderas como si fuera la escultura más admirable. Yo solo pude arquear mi espalda en un acto desesperado y clavar mis uñas en su espalda.

MinHo descendió lentamente por mi torso, dejando un rastro húmedo con sus labios, hasta llegar a mi abdomen. Su lengua trazó círculos alrededor de mi ombligo, provocándome gemidos entrecortados. Mi cuerpo se estremecía bajo sus caricias, y mi respiración se volvió más agitada.

Cada lamida, cada beso, me llevaba al borde del éxtasis.

El aire estaba cargado mientras nuestros cuerpos se entregaban el uno al otro.

Sin embargo, un repentino estruendo llenó la sala de estar. Ambos nos sobresaltamos y nos separamos abruptamente, aunque nuestros corazones seguían latiendo con fuerza por la interrupción inesperada.

Mi pequeño Goro, que parecía haber aprovechado el momento para hacer su aparición, había saltado sobre la repisa y tirado un jarrón, rompiéndolo en mil pedazos. Nos miramos, desconcertados y con una mezcla de risa nerviosa y frustración.

Los dos nos levantamos, y MinHo me ayudó a ponerme mi camiseta de nuevo.

Solté un suspiro resignado, tratando de contener la risa mientras miraba el desorden causado por mi pequeño.

MinHo corrió rápidamente a agarrar a Goro antes de que se hiciera daño y yo fui a por la aspiradora para limpiar el desastre.

—Bueno, parece que el destino tiene un sentido del humor bastante peculiar—comenté con una sonrisa.

MinHo se rio también, y la tensión acumulada escapó por completo. Él se acercó a mí, aún sosteniendo a Goro entre sus brazos, y me abrazó inesperadamente.

—Parece que universo tenía otros planes para nosotros en este momento—respondió, besando delicadamente mi frente.

Asentí, sin poder evitar sonrojarme por su tierna cercanía después de lo sucedido con anterioridad.

—Goro, cariño—me dirigí a él, aunque estaba demasiado ocupado acurrucándose en los brazos de MinHo.—Hay algo que se llama privacidad.

Ambos compartimos una risas, ante la indiferencia del pequeño gato, mientras nos arreglábamos y limpiábamos todo el desastre.

Por otro lado, Goro se alejó con elegancia meneando la colita, como si fuera dueño de la situación, mientras nosotros compartíamos una animada charla y pequeñas risas debido al pequeño incidente.

A veces, los imprevistos pueden ser una señal para apreciar la anticipación y prolongar el deleite del deseo. Y por mi parte, estaba dispuesta a esperar y saborear cada momento cuando llegara su ocasión adecuada.


Goro siendo el más iconic en su primera aparición es todo lo que está bien en este mundo.

He intentado escribirlo lo mejor posible, aunque me ha costado un poquito. Espero vuestra apreciación guapes.

Las canciones que me han inspirado para este capítulo son:

OH MAMI - Chase Atlantic

Meddle about - Chase Altlantic

Seven - Jungkook

Nada más que añadir y buen fin de semana muak<3

❁ Con mucho amor, Vin.

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