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๑ OO ┊ 失われた

❝  Pérdida ❞

  Se sentía tan difícil de creer y hasta cierto punto, creía que era una horrible pesadilla todo lo que mis ojos estaban viendo en estos instantes. Era como si me ahogara, sin posibilidad de nadar y subir a la superficie para obtener un poco de aire, mi respiración se agitaba y yo estaba desesperado. Quería creer que todo era una gran mentira, una broma, una alucinación que causaba mi cruel mente...

  Aunque parecía que estaba demasiado equivocado. ¿Por qué las cosas eran así justo ahora? Solo le había dado un día de diversión a mi familia después de que insistí en que sería lo mejor para mi pequeña hija y mi esposa, pasar tiempo juntos después de varios días ausente. Me repetí muchas veces que nada había sido mi culpa, tal vez solo fue el día menos indicado, pero ¿cómo saber eso? Por eso, después de decir "no fue tu intención", inmediatamente mi mente volvía a gritarme "¡asesino, la mataste!", y así era a cada segundo en aquellos dos días que llevaba en el hospital con la esperanza de que lograran salvar a la chica que amaba.

  En cada hora de visita me mantenía a su lado, aferrándome a su mano, observándola como una de las cosas más preciadas del mundo, mi soporte, lo que me sostenía cada vez que yo quería rendirme ante todo. Cada vez que miraba nuestras manos entrelazadas soltaba una risita por recordar aquella vez que nos conocimos, ella estaba furiosa y me dio una bofetada tan fuerte que hasta el día de hoy me recuerda que ella fue la primera en atreverse a enfrentar mi asqueroso carácter. Esa chica que me había demostrado que vivir rodeado de personas es agradable, porqué estar con ella me causaba una felicidad inexplicable.

   Y es por eso, que en este decisivo momento estaba dispuesto a no dejarla ir.

  Por lo que miré su rostro, apreciando sus facciones tan tranquilas, y me costaba no pensar que era debido a que se encontraba en el delgado hilo entre la vida y muerte.

—Suhee, todo estará bien –El sudor en mis manos apareció de repente, y mis palabras simplemente se quedaban estancadas en mi boca. Quería decirle tanto, pero parecía imposible, lo único que vino a mi mente fue la confusión que seguro experimentaba mi pequeña hija–. No te voy a dejar. Debemos salir del hospital juntos, los tres. Youra está esperando afuera con NamJoon, ella llora todo el tiempo porque te extraña.

  En momentos como este me sentía tan egoísta pensando que me dolía más a mí verla en la camilla dependiendo de algunos aparatos, cuando en realidad Suhee estaba luchando más que nunca. Y todo por una bala que fue disparada cerca de su corazón; según entendí, una de las arterias fue gravemente dañada, pero estaba tan asustado que no escuché bien al doctor pues lo único que quería era que la salvaran. Algo muy en el fondo me decía constantemente que ella no saldría de esta, y por más que quisiera autoengañarme no funcionaría.

—Llevamos dos días esperando a que sobrevivas y lo harás. ¿Sabes por qué? Porque debes decirme cielos YoonGi, fue mala idea haber ido a ese parque de diversiones, debimos quedarnos en casa como propuse. Debes despertar para echarme la culpa de que estés así, lo aceptaré porque vendrá de ti y nadie más –La observé una vez más, esperando que ella abriera los ojos para escuchar aquel reproche que yo acababa de recitar, porque así era ella, decía lo que yo no quería oír aún sabiendo que tenía toda la razón.

  Y no ocurrió así.

  La máquina hizo un pitido continúo que indicó que la persona que tanto había amado se había ido de repente. Quise comprender bien lo que sucedía, pero el extraño trance se apoderó de mi realidad, volviéndome ajeno a todo lo que pasaba a mi alrededor. Las voces de los doctores se escuchaban tan remotas, y las lágrimas que amenazaban con caer por mis mejillas nublaron mis ojos, haciendo que afianzara mi agarre a la mano de mi esposa, agarrándome fuerte de lo que quería creer, que ella seguía aquí y ese sonido había sido solo un fallo de la máquina.

—Suhee ¿por qué la maquina hizo ese extraño ruido? –pregunté ingenuo, como si ella fuera a hablar de repente. Sentía que sólo éramos nosotros dos, luchando contra las adversidades más grandes que alguna vez enfrentamos. Aunque era obvio que ella no respondería y entonces caí en cuenta de que no se trataba de la filmación de alguna película. Era la realidad. Era mi rota realidad.

  Levanté mi cuerpo de la silla, tambaleándome por toda la habitación, dejando a los doctores ahí dentro con mi ahora difunta esposa, intentando hacer que ella volviera. Aún así ni siquiera me despedí, seguramente podrían mantenerla con vida un par de días más ¿verdad?

  Giré el pomo de la puerta para salir hacia el pasillo, topándome con NamJoon jugando junto a mi pequeña hija de un año.

—Hyung...–Su cabello de pigmentación gris causó cierta molestia en mi visión y aunque veces anteriores había halagado ese color, ahora me daban ganas de maldecirlo. Maldito dolor de cabeza. Bajé la mirada ante su llamado, ignorando todo lo que acababa de pasar, y mirar a Youra me repotenció un poco, porqué por ella aún tenía un propósito.

—Youra, vamos a casa, ¿sí? –La niña no hizo ruido alguno pues no era capaz de entender nada, aunque no puedo negar que quizá le di miedo con mi mirada vacía. Ese no era yo. Youra solía verme sonriente, lleno de energía.

—Hyung, no puedes irte. Los doctores...

—¿Doctores, Nam? ¿De qué hablas? –Mi mente me hizo recordar que Suhee nos esperaba en casa, una angustia se instalaba en mi cuerpo junto a la necesidad de querer correr hacia donde se encontraba la madre de mi pequeña.

  Tomé a mi hija, la envolví en mis brazos con el miedo de perderla, y caminé por el pasillo que me conducía a la salida. Encerrarme en casa con una buena cantidad de comida para no salir al exterior era una buena idea.

—Señor Min –Me detuve al escuchar mi apellido, y volteé mi mirada hacia el dueño de la voz. El doctor me miró con el entrecejo fruncido, con un par de papeles en sus manos, vaya a saber para qué rayos–, no puede irse todavía.

—Debo ir a casa, Youra debe descansar.

—Pero señor Min...

—¡No quiero escucharlo! Desconozco la razón de que estemos aquí perdiendo el tiempo cuando nos encontramos perfectamente. La madre de mi hija nos espera en casa –Sostuve con fuerza a Youra en mis brazos y salí corriendo, sin importarme si chocaba con otras personas, mientras miraba por el rabillo del ojo como es que mi mejor amigo y otros doctores me perseguían en mi huida. En otras circunstancias habría soltado cientos de malas palabras a NamJoon por meterse en algo que no le importa, e incontables veces prometió que estaría apoyándome, y seguramente esta situación no era la excepción. Sin embargo, era totalmente diferente porque yo quería a mi esposa y él no podía traerla de vuelta.

  Una vez que salí del gran edificio y me alejé un par de calles, me detuve a inhalar un poco de aire, pues mis fuerzas eran importantes para escapar. La lluvia no se hizo esperar y las gotas de agua cayeron en la piel que mi camisa no alcanzaba a cubrir, y ahí sí maldije a la naturaleza en mi mente.

  Y aunque quería quedarme a tomar más aire o esconderme, lo importante era perder a esas personas que seguían persiguiéndome. Así que suspiré, cobrando fuerzas para que mis piernas pudieran resistir, y con extrema delicadeza, oculté el rostro de mi hija contra mi pecho, para que ella no fuera testigo de esto.

  Sin duda alguna yo no deseaba que ella tuviera este recuerdo en su mente, porque era muy pequeña y no comprendería que por culpa de la crueldad se puede perder a alguien sumamente importante…

  Y pensando en eso, en los días en que Suhee me abrazaba, o la felicidad que le causaba la idea de tener a nuestra pequeña, mis lágrimas de desesperación se mezclaron con las gruesas gotas de agua de lluvia. ¿Qué podría hacer después de esto?

  Conocía las calles de Daegu a la perfección, sabía hacia donde conducía cada callejón, pero incluso había olvidado dónde vivía y eso era peor también.

  Terminé maldiciendo por lo bajo mientras corría por mi vida (aunque sonara exagerado).

  Todo estaba mal y no sabía qué hacer. Con eso en mente, diez minutos corriendo se pasaron rápido, dándome cuenta de que me encontraba en un barrio peligroso de Daegu.

  Miré hacia todos lados, intentando ubicar el lugar y con miedo a que pudieran asaltarme o algo parecido, pues me veía como un chico desesperado por ayuda, y muchas ocasiones la gente más maldita suele aprovecharse de eso.

  Sentía temor a lo que pudiera pasar, el extraño silencio me hacía tener incertidumbre al imaginar cientos de cosas que podrían pasar en ese mismo lugar. Y vamos, escuchar aquella profunda voz fue lo que me ayudó a comprender mejor lo que pasaba, y fue cuando sentí un tirón en el estómago

–Miren a quién tenemos aquí, Min YoonGi. Dime, ¿dónde está tu amada esposa? –Su irónico tono de voz causó que mi labio inferior temblara. No estaba enojado, estaba asustado y confundido, impotente ante este ser repugnante capaz de todo–. Ah, creo que ya murió. Al parecer, la bala que disparó mi arma no fue desperdiciada.

  Y no comprendí del todo a qué se refería, hasta que sacó un revólver; una colt cobra de color plateada. La miraba como si esta fuera un trofeo demasiado preciado.

—Todo este tiempo estuviste celoso de que Suhee se quedara conmigo, Taehyung –No quería mostrar debilidad, pero abrazar más fuerte a Youra solo le demostró que yo era consciente de lo que él era capaz.

—Bingo –pronunció con un extraño acento, y me sentí asqueado al recordar que ambos perteneciamos a la misma ciudad–. Si no la tenía yo, no la iba a tener nadie. Pero supo esconderse bien, eso pasa cuando alguna vez te relacionas con gente peligrosa, usó mis propios trucos contra mí para proteger a alguien que no vale la pena, y me alegra haberla encontrado –Quise estrellarle mi puño en esa dentadura que tenía un diente de plata, aunque no sería suficiente para hacerlo pagar.

—Mataste a mi esposa.

—Sí. Suhee debió casarse conmigo y esa niña– Señaló a la pequeña Youra– debió ser mi hija. ¿Por qué no me la entregas?

—¿Crees que es tan fácil?

—Yoongi, Yoongi, no sabes cómo se maneja este negocio ¿cierto? –Sacudió su cabeza y luego llevó una de sus manos hacia su cabellera, alardeando todos los costosos accesorios que llevaba–. Normalmente debes casarte con alguien que maneja el mismo tipo de negocio que tú, ella debía casarse conmigo por orden de su padre, y no te estoy echando la culpa de sus estúpidas decisiones, pero ahora que ella ha muerto es tu turno de entregarme mi legado.

—Ni siquiera es tu legado porque es mi hija, maldito.

—Así es como vas a jugar, bien –Soltó una carcajada y dió un aplauso en el que los anillos que adornaban sus dedos chocaron, y secuaces salieron de una camioneta–. Me darás a la pequeña y de ahora en adelante será mi hija.

  Miré a Youra, temiendo por su vida que apenas comenzaba. No podría defenderme porque eso implicaría soltarla, y no quería eso, pero dos de sus hombres me sostuvieron de los hombros mientras que otro golpeó mi rostro con tal fuerza que quise gritar por el agudo dolor. Su puño iba y venía, terminé por caer, sintiendo mis brazos débiles.

  Quizás en ese momento me arrebataron a mi hija, porque el tiempo parecía ir tan rápido, a veces lento pues esta tortura era más de lo que yo podía soportar.

  Escuché la forma en que le dijo a Youra que se parecía a su bella madre, acariciando su rostro con una sonrisa maliciosa que causó que intentara levantarme a pelear con él, pero una patada terminó por dejarme en el frío asfalto.

  Tal vez darme por vencido de una vez era lo mejor.

  Con el pensamiento de que ella estaría mejor con Taehyung, alguien que tiene dinero y podría darle lo que quisiera, me dispuse a dejarme morir, a implorar por más golpes que terminaran por matarme.

  Sin embargo, había perdido a una pieza vital de mi rompecabezas y no dejaría que tomaran otra. Anhelaba poder levantarme y salvarla, pero era obvio que yo no podría hacerlo porque estaba destrozado, y Taehyung para asegurarse de que no haría nada raro terminó por lanzarme un dardo tranquilizante.

  Tardó en hacer efecto ¿segundos o minutos? No estaba seguro, solo sentía que mis extremidades no respondían cuando quería.

  Me dediqué a observar el rostro de mi pequeñita por última vez, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas. Estiré mi mano con un ápice de esperanza en que podría alcanzarla.

  Y es doloroso cuando no logras lo que quieres, aún cuando luchaste duro por ello.

  Finalmente la camioneta blindada desapareció entre las calles, mientras yo me encontraba tirado bajo la lluvia; no fui capaz de proteger la posesión más preciada para Suhee y para mí.

2O.Octubre.2O19

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