
Capítulo O4
Es graciosa la forma en que las personas intentan guardar las apariencias con el único propósito de cumplir las expectativas de alguien. Desde joven me sucedió y creo que sigo en ese punto de inflexión en el que me intento convencer de que ciertas cosas que hago son por gusto y no para cumplir las expectativas de alguien más, lo cuál es una farsa total y lo sé muy bien; es como una mentira que yo misma sostengo y me aferro a ella porque tal vez de eso depende mi felicidad. O no. Tal vez nunca lo sabría.
Es difícil conocer la respuesta a una cuestión así cuando lo único que tienes en mente son cientos de signos de interrogación con preguntas que no tienen una respuesta inmediata, acumulándose en cada rincón de tu cabeza.
Este es mi caso. Por alguna razón el día resultó ir bastante lento y fue uno de esos días en que el no hacer nada resulta más agotador mentalmente porque sabes que no has hecho nada de provecho. Leí un rato, cociné, incluso terminé de desempacar un par de cajas más que llegaron de Japón con pertenencias mías, entre las cuáles venía una libreta que hacía años no tocaba. La palabra "diario" está impresa en su portada y recuerdo que sólo utilicé un par de hojas, así que en momentos como este me sirve bastante.
Mi padre se está encargando de enviarme la mínima pertenencia que tengo en mi país natal, así que mi estadía en Nueva York no es cosa de un par de meses. Mi propósito es asentar el clan para que no pase a la historia, por alguna razón mi progenitor vio como buena idea hacerlo en esta ciudad y no pude rehusarme a obedecer esa orden. Además, admito que estoy emocionada aun si implica estar aquí sola por un tiempo. Sin embargo, como ya mencioné, este día fue sumamente cansado.
Casey no vino a visitarme tampoco así que aproveché para escaparme un rato a las azoteas a disfrutar un poco de aire fresco, después de todo las personas no se darían cuenta de que una extraña va paseando por sus azoteas, en edificios de oficinas o departamentos es menos probable que alguien se percate de algo como eso.
No quise quedarme en las escaleras de incendios como comenzó a ser mi costumbre, quise más espacio para correr y saltar, gritar y desahogar un poco de la frustración que está intentando apoderarse de mi ser y no dejaré que eso suceda. Me gusta ser energética o "intensa" como mi hermana me ha llamado un par de veces, pero eso es ya que no puedo negar lo que soy: amante de la vida. Amo demostrarlo, amo sentir intensamente, amo disfrutar al máximo porque nunca sabré cuándo pueda ocurrirme algo que me lo impida, y no pienso vivir con arrepentimientos.
Eso también lo he aprendido de mi mejor amigo. Ha decir verdad, cuando lo conocí pensé que Casey era una persona aburrida o el típico chico que le dice al profesor "¿no va a revisar la tarea?" Pero con el tiempo me di cuenta de que Jones es más bien el chico que no entra a clases y duerme al fondo del salón y eso lo hace interesante dentro de la vida de alguien que siempre se ha regido por reglas, porque te impulsa a probar el riesgo de saber cómo pueden salir las cosas; no voy a mentir diciendo que no sentí miedo la primera vez que lo intenté. Fue liberador.
Ese chico me hace tan feliz que lo aprecio hasta el punto de preocuparme por su bienestar, herirlo a él es como si lo hicieran conmigo. Suelo darle muchas vueltas a un mismo asunto y es que de verdad estoy preocupada por Casey y esos horribles golpes, por más que lo analizo solo hay una posible respuesta.
Y mi pensamiento parece materializarse. Al volver a mi departamento, a unos edificios de distancia veo una figura bastante similar a la suya sobre la azotea del edificio vecino y me resulta extraño ver a Casey ahí, digo, ¿las personas normales no usan el elevador o la puerta? Claro que mi amigo no es normal, pero no creí que llegaría a este punto. Apresuro mi paso y al estar lo suficientemente cerca para que me escuche pronuncio su nombre en un grito, como respuesta se tensa y aún no mira hacia mi dirección ya que me da la espalda; parece que había estado hablando con alguien.
Aferra las manos al palo de hockey y adopta una posición de ataque en caso de estar frente a una amenaza, o eso deduzco yo, tal vez ser más sigilosa sea mejor opción y observo a mi alrededor con el fin de asegurarme de que Casey no esté en riesgo de ser atacado por algún otro medio.
Pero no veo que sea así...
Decido llamarlo por segunda vez y gira lentamente sobre sus talones hacia mi dirección, causando que frunza el entrecejo con confusión al ver todo lo que lleva encima. Es bastante gracioso si me preguntan la primera impresión, y lo sería más si se tratara de alguna fiesta de disfraces o algo similar, aunque no parece que este sea el caso y mi imaginación comienza a trabajar creando un par de posibilidades.
—Antes de que digas algo déjame explicarte —Casey se apresura en hablar para justificarse haciendo amago de acercarse, por inercia doy un paso hacia atrás mientras niego con la cabeza en respuesta, rehusándome a creer lo que estoy viendo. Me parece imposible que sea lo que creo que es y no estoy segura de querer escucharlo de su propia boca.
—Se explica por sí solo —añado mirándole con los ojos entrecerrados, casi como si quisiera ver su interior a ver si de casualidad sus entrañas no ocultan algo también.
—Oh vamos, no estoy haciendo nada malo —Me responde con hastío, virando los ojos y quitándose esos enormes guantes que lleva puestos. En un momento como este solo logro recordar una de tantas ocasiones en que discutí con mi hermana menor, era algo como esto así que me resulta familiar, aunque es un recuerdo amargo que estoy reviviendo, solo que con diferente persona y otra clase de contexto, un poco extraño a decir verdad.
—No es lo que estás haciendo sino cómo lo estás manejando —No puedo evitar apretar los labios en una línea porque además de estar molesta y confundida también siento unas ganas incontenibles de reír. Siendo sincera, Casey luce ridículo y da gracia mil veces más ya que él seguramente piensa que es un atuendo heróico, algo que los niños imitarían al igual que un héroe que lleva capa.
No puedo creer que me encuentro en esta situación y me abofeteo mentalmente por haber tomado la decisión equivocada respecto a cómo pasar la noche, simplemente había querido tomar aire fresco, no enterarme del secreto de mi mejor amigo, que más bien parece secreto de estado. Ojalá poder borrarme la memoria o regresar el tiempo para quedarme en las escaleras de incendio apreciando la noche en la ciudad.
Después de un minuto en silencio observando su atuendo e intercambiando miradas incómodas, Casey vuelve a hablar:
—Bueno, finalmente no es de tu incumbencia —Al oír sus palabras me es imposible no abrir la boca en una pequeña "o" para demostrar mi indignación, quizás porque tiene razón y me duele aceptarlo. Entiendo que es su vida, él sabe cómo manejarla sin importar que haya demostrado que no siempre es así, lo único que puedo hacer es observarlo y apoyarlo si lo necesita sin importar la impotencia que eso me genera.
—Tienes razón, no lo es —Doy un paso hacia adelante y quedo a pocos centímetros de él y mi dedo índice toca su hombro—. Y solo te advierto que el día que llegues a mi departamento con heridas sumamente graves, no me va a importar lo que tú digas, iré a buscar al desgraciado y yo misma me encargaré ¿queda claro?
—Cálmate ¿sí? Nunca me pasa algo tan horrible —Posa sus manos sobre mis hombros y me mira como siempre lo hace, con esa absurda tranquilidad que yo quisiera tener siempre. Admiro su habilidad para ver con optimismo la peor situación que se le pueda presentar.
Como respuesta me limito a alzar los hombros y asentir para darle la razón, no puedo hacer más y tampoco pienso hacerlo. Si le gusta que le terminen de romper los dientes en su decisión porque no soy su madre y tampoco pretendo serlo, así que le resté importancia y logré zafarme de su agarre para irme.
Esta revelación me tomó por sorpresa, aunque no pienso meterme es algo que debo procesar. Finalmente se trata de mi mejor amigo y no se puede librar de sujetos peores que puedan empeñarse en matarlo. Jugar a ser el justiciero no es muy buena idea que digamos.
—Hey, ¿a dónde vas?
—Planeo ir a mi departamento —Señalo hacia abajo donde se encuentra mi ventana en el edificio vecino.
—Te acompaño.
—Puedo ir sola, gracias —Le sonrío forzosamente y me doy la vuelta para irme pero Casey me detiene sujetando mi muñeca y resoplo ante su acción. ¿Cómo le explico que sí me causó molestia enterarme de que es un supuesto héroe nocturno sin decirle eso exactamente? De algún modo me siento traicionada porque no tuvo la confianza de contármelo, posiblemente no soy tan "mejor amiga" como yo creí.
—Insisto, por favor...
—Te dije que puedo sola —Hablo entre dientes para disimular mi intención de gritarle y me suelto bruscamente.
—No quería que te pusieras así, lo siento —Su tono de voz se vuelve bajo y demuestra la pena que siente. Si en algún momento llega a reconocerlo, con gusto le daré la razón en que hizo las cosas incorrectamente.
—Descuida —Finalmente vuelvo y le doy un par de palmaditas en la espalda para levantarle el ánimo. No es para tanto, quisiera poder convencerme de eso y no sobrepensar algo a lo que no debo darle tantas vueltas, pero me resulta casi imposible cuando la presión en mi pecho comienza a dificultarme la respiración—. Debo irme, te veo después.
Al mismo tiempo que me despido, veo cómo Casey se da la vuelta dispuesto a irse, así que aprovecho ese descuido para irme nuevamente a cualquier otro lugar que no sea mi departamento. No puedo encerrarme ahí después de esto porque resultará un desastre, me conozco.
Este no era momento para descubrir su secreto y eso es lo que me pone peor. Sé que Casey me lo habría contado en su momento, y también existe la posibilidad de que jamás lo hubiese hecho, así que no sé cuál de las dos opciones es peor, no sé qué pensar y me duele la cabeza al intentar encontrarle lógica a lo que posiblemente no la necesita. Simplemente ese asunto no es de mi incumbencia y punto. Hasta los amigos consideran qué cosas son ideales para contar y cuáles no, pero ¿por qué no puedo evitar pensar que en realidad Casey no me lo contó por falta de confianza? ¿Acaso no soy suficiente para que alguien más sea honesto conmigo? ¿No lo merezco?
Las lágrimas nublan mi vista y limpio mis ojos agresivamente mientras me detengo en un edificio que se encuentra considerablemente lejos. Solo es el cielo nocturno, el viento helado erizando mi piel, la soledad, mis pensamientos y yo, necesito aclarar mis ideas y convencer a mi mente de que no puede hacerme este tipo de jugadas en mi contra, somos una sola, no debo intentar derribarme; papá me enseñó a ser fuerte y debo demostrar esa fortaleza si quiero llegar lejos.
«Peleo estas batallas internas sola y quisiera ir a casa».
Tomo aire y lo suelto como un intento por relajarme y callar el ruido dentro de mi cabeza, cierro los ojos e intento imaginarme en mi lugar feliz, tal vez en mi habitación o en el dojo golpeando a alguien hasta sentir la sangre manchando mis nudillos, o el dolor entumeciendo mis extremidades hasta caer rendida con el único propósito de obtener aprobación propia y sentir que por lo menos he hecho algo bien.
Entonces las lágrimas corren por mis mejillas hasta llegar a mi mentón al experimentar esa pequeña oleada de recuerdos. Mis fortalezas también terminan siendo mis debilidades y eso es lo que me jode más, quisiera huir de todo pero he sacrificado demasiado como para rendirme.
«No soy quien se rinde aquí».
De pronto mi corazón comienza a acelerarse y llevo mi diestra hacia mi pecho, sintiendo cómo este golpea fuertemente, sus latidos son tan intensos como el ritmo frenético de grandes tambores. Mi intuición me dice que alguien se encuentra en el mismo lugar que yo pero por alguna razón no siento miedo; es extraño cuando la primera reacción que alguien podría tener es ponerse a la defensiva.
De algún modo es difícil moverme, estoy ligeramente paralizada por la incertidumbre de lo que hay a mis espaldas, solo espero que no se trate de Casey porque entonces lo golpearé sin importar qué. Pero al darme la vuelta lo que veo termina por congelarme en mi sitio.
—¿Q–qué eres tú? —Las palabras se atoran en mi garganta al sentir un nudo que me hace pronunciar esa pregunta con voz trémula, puedo sentir cómo mis dedos comienzan a temblar y lo peor de todo es que mis piernas no responden para escapar, es como si me obligara a estar aquí—. ¿Qué q-quieres?
La azotea está completamente despejada como para permitirle a ese ser ocultarse en alguna sombra. No me asusta porque me transmite esa sensación de seguridad, lo cuál es extraño para algo o alguien que "nunca" he visto en mi vida. Seguro estoy soñando y en algún momento despertaré.
—Tranquila, no te haré daño —Si está tan nervioso como yo logra disimularlo porque sus palabras salen con seguridad de su boca.
—¿Qué eres tú? ¡Responde! —Mi alteración habla por mí y doy un paso hacia atrás, mirando a otras direcciones para escapar de esto. El color de su piel y las características físicas obvias demuestran que es una tortuga, aunque ¿una tortuga humanoide? ¿de dónde había salido? ¿existen más como él? Me parece curioso que lleve una bandana, lo cuál me recuerda a Casey ocultándose detrás de una máscara.
Oh no...
—Es obvio ¿no lo crees? —Se cruza de brazos y ahora me mira con diversión mientras yo intento salir corriendo. Mi expresión habla por sí sola al demostrarle el desagrado que siento por no responder mi pregunta.
—Ya me di cuenta de que es increíble que sepas hablar, pero ¿qué quieres de mí? No tengo dinero así que por favor, no me hagas daño —Debo suplicar por mi vida ya que me he percatado de que unos sais cuelgan del cinturón que lleva puesto, son armas de defensa finalmente, pero siendo objetivos una pelea aquí mismo sería injusta al encontrarme en desventaja, indefensa y desarmada.
Sonríe ante mi comentario así que no puedo negar que tiene una sonrisa que transmite confianza, y esos orbes color esmeralda son tan brillantes que siento haberlos visto antes, al pensar eso mi corazón vuelve a latir fuertemente e inhalo y exhalo para controlarme; me encuentro en una situación tensa y de posible riesgo, es entendible que mi cuerpo reaccione así pero no quisiera sufrir un infarto frente a un extraño nada común. La voz me sale temblorosa aún y me limpio el pequeño rastro de lágrimas solo por no demostrarle debilidad.
—No creo que tengas algo que me sirva —Me ofende por algún motivo—. Tal vez tu alma o...
—¡Auxilio! —No puedo evitar interrumpirlo con mi grito. Estoy frita. Al menos tendré un epitafio distinto al de los demás y quizás sea lo más icónico y extraño que pueda leerse sobre la lápida. Morir a manos de una tortuga humanoide, quién lo diría.
—¡Cállate! —Después de gritarme de vuelta hace un "shh" y yo lo miro con indignación frunciendo las cejas y entrecerrando los ojos mientras mi boca forma una "o", justo como hice con Casey.
—¡No me calles, tortuga!
—¡Tengo nombre, niña!
—¡Pues yo también lo tengo, tortuga!
—¡Qué no me llames así, maldita sea!
—A ver, creo que empezamos por el pie izquierdo...o pata, como quieras llamarlo —Intento modular la voz a un tono más bajo y tranquilo aunque vira los ojos y me causa gracia—. No sé cómo actuar, no es que todos los días conviva con tortugas gigantes ¿sabes? Mi nombre es Setsuko .—Le extiendo la mano finalmente y la mira con duda.
Me analiza de pies a cabeza sin intención de corresponder mi saludo y le miro con el mismo asco que expresa en su rostro. Las tortugas en realidad son animalitos muy adorables, pero esta me ha caído mal, no me simpatiza su actitud y mucho menos que me juzgue físicamente porque no tiene cara para hacerlo. De igual modo logra ponerme nerviosa, no me gusta que se fijen mucho en mi apariencia, aunque quiero pensar que me mira con desagrado por la ropa que llevo, la cuál no es la mejor de mi armario pero tampoco iba a ponerme mis prendas más decentes para correr por las azoteas.
Al pensar en todo eso mientras estábamos en una especie de batalla de miradas, se digna a abrir la boca y hablar:
—Suena a japonés, ¿correcto? —Bajo la mano al ver que nunca me correspondería y eso me pone de malas. Qué maleducado.
—El nombre japonés más bonito que tal vez escuches en tu corta vida. ¿Cuántos años vives? ¿diez? —Me reí pero estoy segura de que puedo quedar como tonta porque no sé nada sobre esos animales. Me gusta leer sobre conejos, tiburones o leones, lo que sea, pero no he tenido la oportunidad de apreciar como tal a los animales, nunca tengo tiempo por los entrenamientos y otras responsabilidades que por fin me he quitado de encima al estar en Nueva York.
—Tengo más de veinte. Algunas tortugas viven cincuenta años o más, aunque no creo que alguien con poco cerebro como tú pueda entenderlo —Ese tono burlón que utiliza para hablarme me hace pensar que es su tono de voz normal, y si hay una tortuga hembra esperándolo dónde sea que viva, me compadezco de ella. No puedo creer que exista una tortuga humanoide así de sarcástica.
—Ya, y entonces ¿cuál es tu nombre?
—Raphael —Hace un ademán restándole importancia. A decir verdad, le queda muy bien, no podría imaginarlo con otro nombre.
—¿Ves? No te costaba nada decírmelo.
Gruñe al saber que tengo razón y sí, no era necesario todo este rodeo para decirme su nombre, ni que estuviera tan bonito como para hacerse el misterioso aunque, bueno, en su condición tiene el derecho de hacerlo.
No imaginé que existieran seres como él ya que todas las personas se concentran en otro tipo de problemas como para reflexionar si en la ciudad hay tortugas humanoides andando por ahí en las azoteas. Luego, mi mente hace clic al recordar haber visto que lleva armas con él, y no son armas cualquiera: son las que un ninja usaría y eso hace que mi miedo y desconfianza pase a una notable emoción que me dibuja una amplia sonrisa, claramente él lo nota y por alguna razón sonríe también.
Es emocionante para mí por la simple razón de no sentirme sola. Si Raphael sabe ninjutsu, tengo un tema en común con alguien que podría entenderme y eso me genera curiosidad.
—Así que tus armas son los sais, interesante elección —Le toma por sorpresa lo que digo y su mirada se ilumina y lo hace ver más agradable.
—¿Sabes de eso? —No sé si ese sea su tono de emoción y si lo es resulta que se siente como yo.
—Soy una kunoichi. Entreno desde que tengo memoria —Decir esa parte de mi vida en voz alta no resulta tan complicado como creí que sería. Ojalá no pregunte sobre alguna especie de clan porque me soltaría a llorar aquí mismo con un completo extraño y no quiero ahuyentarlo, se ve que no sabe dar apoyo emocional.
—Yo también, desde pequeño.
—¿En serio?
—Por supuesto. El ninjutsu es mi vida entera, si borraran esa parte de mi memoria me quitarían todo lo que soy —Evita mirarme y enfoca su vista en el cielo nocturno, diviso una pequeña sonrisa. Estoy segura de que su manera de amar el ninjutsu es muy distinta a la mía y no sé si deba replantearme las cosas gracias a sus simples palabras.
Se escuchó como algo que yo hubiese dicho siendo más pequeña. Por desgracia, mi sentimiento cambió y eso me preocupa bastante; Raphael y yo podríamos tener eso en común, tal vez más.
Pensar eso hace que mi corazón lata fuertemente dentro de mi pecho y la sensación me desagrada, se siente como si me fuera a dar un paro cardíaco.
—¿Tú cómo te sientes respecto a eso? —Suelta esa pregunta y ahora me mira con atención, eso me pone nerviosa y me hace desviar la mirada.
¿Cómo me siento? Indecisa, confundida. ¿Y si no nací para esto? Me considero buena pero ¿lo soy en verdad? Claramente no puedo decirle todo esto, al menos no ahora cuando lo conozco apenas, así que decido mentir, no una mentira tan grande pero que ayude a disimular los sentimientos negativos con los positivos.
—El ninjutsu se convirtió en algo más que una pasión o enseñanza inculcada por mi padre, es mi vida entera también —Al decirlo un nudo se instala en mi garganta porqué ya no estoy segura de nada, Raphael parece creerme y de momento es suficiente eso.
Con unos quince minutos de conocernos parecemos dos amigos que se conocen de toda la vida.
—Nos entendemos —Asiente y se acerca un poco más a mí, extendiendo su mano en mi dirección y aunque lo miro dudosa la tomo porque yo no soy tan grosera como él—. Fue un gusto conocerte.
—¿Gusto?
—Bueno —Se rasca la nuca con la mano libre aún sin soltar mi diestra—, digamos que el gusto fue tuyo.
Ambos reímos bajito y finalmente nos soltamos.
—La próxima vez espero puedas mostrarme un poco de lo que sabes.
—¿Habrá próxima vez?
Buena pregunta. Realmente no lo sé.
—Posiblemente —Me limito a responder y él se vuelve inexpresivo de repente, supongo que así es.
—Si la hay te mostraré lo que sé, a cambio de que lo hagas también.
—Me agrada tu idea, Raphael.
Ambos sonreímos y se siente como si ninguno de los dos quisiera irse, aunque finalmente él se da la vuelta y lo veo alejarse saltando de azotea en azotea.
Por mi parte, suelto un gran resoplido y siento alivio porque parecía como si hubiese estado reteniendo el aire en todo ese momento.
Fue una experiencia extraña y sí me dio miedo, creí que podría hacerme algún daño porque en tamaño y peso es mucho más grande que yo. A pesar de tener las ventajas para aprovecharse de mí, asaltándome o simplemente golpeándome, no lo hizo y creo que por esa razón mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza en todo ese rato.
Raphael me genera una sensación de familiaridad que me hace sentir bien y no tengo idea de por qué.
Medité en la situación de regreso a casa y la conclusión a la que llegué es que no puedo buscar una explicación donde posiblemente no la hay aún. Tal vez había escuchado una voz similar a la suya o podría ser que me recordara a alguien...
Aunque tampoco estoy segura de ello.
Esta pequeña aventura sonaría como una historia de ficción a cualquiera que se le cuente y ahora creo entender la razón por la que Casey no me contó al respecto, es muy lógico a decir verdad. Aún así no comprendo porque no puedo dejar de sentir que no fui suficiente amiga y eso me genera unas ganas de llorar que elimino limpiando con brusquedad mis ojos usando mi mano.
No soy débil. No puedo ser débil, no me entrenaron para llorar fácilmente, debo demostrarme que esa simpleza no va a afectarme.
Aunque es difícil cuando los pensamientos negativos te atacan de todas las maneras posibles. Al entrar por mi ventana la oscuridad parece envolverme y me siento cómoda, así que ni siquiera me esfuerzo por encender la luz, me recuesto directamente en mi cama y busco mi teléfono solo para encontrarme con un mensaje de Casey.
La pantalla se ilumina con un "¿Me perdonas?" y me es inevitable no reír. No puedo estar enojada con él, esa es la realidad, porque posiblemente es la única persona que me ha aceptado sin importar lo que implique tenerme en su vida aún con todas mis tormentas. Sin embargo, decido no responderle por ahora y cierro los ojos dispuesta a dormir, no sin antes pensar en ese pequeño encuentro con la tortuga de bandana roja.
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n/a: siento que me
quedó medio soso
pero equis, finalizado
el fic tendrá más edición 🤙
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