
Capítulo O3
❛ Pero mi corazón aún se encuentra con la cálida esperanza de que te encontraré por obra del destino ❜.
«Los pétalos de las flores que crecen en las ramas de los árboles caen con la pequeña ráfaga de viento que sacude a los árboles y pienso en ese pequeño instante de calma que obtengo al salir del dojo después de un largo entrenamiento matutino. Suspiro y observo las distintas formas de las nubes que decoran el amplio cielo y sonrío con satisfacción mientras estiro mis brazos hacia arriba, sintiendo felicidad por el nuevo día que tengo por delante. Mi padre me acompaña y pone su zurda en mi hombro, sonriéndome con orgullo y lo único que hago es sonreír de igual manera aunque por dentro un desagradable nudo se forme y me cause ese desagradable sentimiento.
Conozco el objetivo de mi padre y la razón de mis arduos entrenamientos. Los efímeros momentos que tengo fuera de esa estructura son un pequeño recordatorio de que en algún momento dejaré de ser libre, y no deseo decepcionarlo pero sé en el fondo de mi corazón que no es algo que yo quiero. ¿Para qué fui hecha entonces si no es para heredar y dirigir el clan de mi padre, y que este no muera olvidado en las ruinas del tiempo? »
De pie frente a su ventana, Setsuko estira sus brazos recordando sus años en Japón y en cómo extraña su hogar en estos tres largos meses que han transcurrido en la ciudad. Admitía que en un inicio la propuesta de su padre le emocionó: una aventura nueva, otras experiencias, rostros distintos y sobre todo el inicio de una etapa más en su vida, posiblemente los duros entrenamientos cesarían y tendría un tiempo de descanso antes de cumplir el objetivo que su padre le encomendó. Después de dedicar, prácticamente, toda su vida al ninjutsu consideró que tenía bien merecido un descanso, y por esa razón se propuso darse tiempo para explorar cosas nuevas, pasatiempos por ejemplo.
Casey le obsequió una cámara como bienvenida a su nuevo hogar. Las palabras plasmadas en la pequeña nota se le quedaron bien grabadas:
"Usa esto para capturar todos los buenos momentos que vivas a partir de ahora".
Bebé su taza de café diaria parada al pie de la mesita de centro que tiene sobre su superficie unas cuántas fotos que ha tomado recientemente e hizo una mueca de impresión ya que nunca se imaginó cultivando un amor hacia la fotografía. Definitivamente se siente como un amor distinto al que tiene por el ninjutsu, tal vez porque en cada fotografía ve una parte nueva de sí misma y eso le agrada.
Pensó un par de veces en enviarle algunas fotografías a su padre, quién la llama cada día si es posible para averiguar cómo le va en Nueva York, y Setsuko se limita a contestar sus preguntas porque entiende que hay otras prioridades, pero por alguna vez quiere ser escuchada por él, lo extraña demasiado como para no decírselo.
Ese pensamiento pareció materializarse cuando el teléfono sonó y el identificador mostró su nombre. Dejó la taza de café a medio acabar y se dirigió al aparato, mirándolo con cierta duda que la abrazó repentinamente o que quizás ya se encontraba presente desde momentos atrás preparándose para atacarla en este preciso instante. ¿En realidad tenía ganas de contestar y escuchar las mismas preguntas de siempre? ¿Podría atreverse a expresarle cuánto anhelaba volver a Japón para no sentirse sola en toda esta situación? Mordisqueó su dedo índice para canalizar su nerviosismo y su mano libre hace amago de levantar el teléfono. Algo dentro de ella suplica que la conversación sea distinta esta ocasión.
No quiere escuchar nada que tenga que ver con los ninjas o con la responsabilidad que se la ha otorgado como hermana mayor y futura heredera. Es consciente de ello pero en realidad quisiera no estarlo.
—¿Hola?
—Setsuko —La grave voz del hombre se escucha contenta y puede visualizar la sonrisa en el rostro de su padre—. Qué alegría escuchar tu voz, hija mía.
—Lo mismo digo, padre —Está decidida a entablar una conversación normal, quiere intentarlo.
—¿Cómo va todo en Nueva York? —Su padre se escucha genuinamente interesado por saber de sus días así que inspira profundo y se dispone a hablar y contarle tanto como pueda.
—Todo va perfecto. La realidad es que no he terminado de acomodar mi departamento, como sabes, aún hay pertenencias mías en Japón.
—Lo sé, me estoy encargando de ello, después de todo, ese será tu nuevo hogar —En sus oídos escucha el eco de algo rompiéndose dentro de ella. La tristeza la invade y no puede evitar formar un mohín en sus labios aunque sabe que él no la ve.
—¿Estaré...sola?
—Por el momento sí, ya te lo había dicho —El tono de voz del hombre se vuelve más gutural de un segundo a otro—. Tu objetivo es explorar la ciudad y descubrir si es apto para una de las sedes de nuestro clan. Recuerda que lo que hagas hoy será el fruto que cosecharás en el futuro.
—Lo sé —Suspira y se masajea la sien.
—Será tu clan desde el primer minuto en que yo no esté.
—No digas eso, padre —suplica con cierta irritación porque sabe que es verdad y cabe una posibilidad de que suceda, pero está cansada de escucharlo siempre. El clan no podría llenar el espacio vacío de su padre. Nunca.
—Debemos estar preparados para cualquier cosa —Después de esas palabras, ambos guardaron silencio por unos segundos que parecieron horas, volviendo el momento incómodo mientras Setsuko analizaba las palabras de su padre a pesar de haberlas escuchado infinidad de veces. Siempre parecían tener un significado distinto pero terminaba siendo el mismo: está atada de por vida a ser ninja.
El instinto de pelea, las ganas de ser la mejor y proteger a los suyos son cosas que corren por sus venas. Sin embargo, últimamente esas cuestiones parecen asfixiarle, como si alguien en la profundidad jalara su tobillo para hundirla en el mar de dudas que se crea en su mente.
Un nudo se forma en su garganta, las palabras que quiere decirle a su padre se atascan y solo se limita a hacer un sonidito de afirmación ante lo que ha dicho.
—Bien. Sé que has aprovechado para descansar pero necesito que te pongas en acción ¿ha quedado claro? —Demanda con ese tono autoritario que siempre ha sido característico de él.
—Sí, padre.
—Espero informes cuánto antes, no quiero que me orilles a usar otra clase de métodos, confío plenamente en ti.
Un pitido continúo anuncia que la llamada ha finalizado y Setsuko coloca el teléfono en su lugar, resoplando y llevando sus dedos hacia su cabello para jalar ligeramente este en un acto de frustración. Estuvo a punto de lograr una conversación normal, ¿por qué nunca termina bien?
Una vez que creciera sabía que esto pasaría, así que se maldijo y se tiró en el sofá con molestia, creyendo que en ocasiones a su padre parece solo importarle su clan sobre todo lo demás.
"Estar preparados para cualquier cosa" murmura las palabras de su padre imitando su voz. ¿Prepararse para qué? Es como si él supiera que va a pasarle algo y eso no la dejaba más tranquila.
Necesita romper algo, o en su defecto, golpear a alguien. Sus sentimientos y pensamientos respecto a esta situación son tan confusos que ni siquiera ella misma los entiende: está emocionada por estar en Nueva York, pero siente tristeza al estar lejos de su hogar, lo cuál conduce a la frustración al conocer el objetivo de todo esto y saber que nunca podrá dejar de lado el ninjutsu. Quisiera que la situación sea distinta y que solo se trate de una simple vida nueva, pero es más complejo que eso.
Tal vez Casey pueda ayudarle a digerir tantas cosas, pero recuerda que él tiene sus propios problemas y aunque el pelinegro le ha reiterado que se interesa por su sentir, es inevitable para Setsuko guardarse sus tormentosos pensamientos, y claramente ha discutido con Jones al respecto, pero ¿qué puede hacer cuando ella es la palabra nada con pies? Casey piensa que es la palabra favorita de Setsuko desde que la conoce.
"¿Te pasa algo?"
"Nada".
"¿Se te antoja algo?"
"No, nada".
"¿Qué haces?"
"Nada".
Así que mientras observa el techo se plantea si será buena idea contarle a su mejor amigo respecto a la conversación con su padre. Debe pensarlo bien ya que no le ha contado la razón para estar en la ciudad; a Casey y las demás personas les maneja una respuesta y existe otra, la cuál es la correcta y por ende, resulta ser secreta.
Resopla y se da cuenta de que está sola en esta batalla interna, por lo tanto, debe luchar contra su frustración en completo silencio.
Luego, su mente piensa otra vez en Casey: está preocupada por lo que vio hace dos noches.
Si algo se le da pésimo a Jones es mentir, todo en él lo termina delatando. Suele hacer ojos ciegos a ciertas cosas porque sabe que para él es mejor no mencionar nada, pero hay otras que no puede pasar por alto, como el hecho de que posiblemente alguien le dio una de tantas palizas que va a recibir a lo largo de su vida. Casey es un chico hábil y fuerte a pesar de tener una complexión delgada que le hace parecer un palillo, y no es precisamente lo que los demás podrían llamar chico tímido cuando se trata de alguien que no se defiende; así que la pregunta que se le viene a la cabeza es ¿qué sucedió en realidad? Porque debió ser evidente para él que Setsuko no se tragaría cualquier mentira que dijera para encubrir la verdad.
Al abrazarlo, la conclusión a la que llegó fue que descubriría lo que sucedió y se encargaría personalmente de quién se atrevió a ponerle un dedo encima a su mejor amigo. Debía haber un momento indicado y lo encontraría, mientras tanto debe olvidar la conversación con su padre y seguir con su día sin importar lo demás.
[...]
Casey a veces se consideraba lo que en películas llaman "superhumano", no sólo por su increíble fuerza sino por la supuesta rapidez en que sanaban sus heridas. El dolor disminuyó considerablemente y los hematomas comenzaban a tomar aquel color que indica que están por desaparecer, así que está listo para retomar la acción después de dos largas noches. Leonardo le indicó que no sería prudente hacer patrullajes de momento, pero se trata de Casey Jones y no es tan fácil sacarlo de la jugada, así que se adelantó a la zona de la ciudad que patrullarían esa noche. Nada complicado, en realidad Leonardo recalcó que sería algo muy tranquilo con tal de cuidar al humano.
Casey se dio cuenta de que es muy cerca del departamento de su mejor amiga, así que pensó en visitarla una vez terminara su labor de justiciero nocturno.
En el cielo nocturno hay estrellas, las observa atentamente en la espera de sus amigos mientras juguetea con su palo de hockey. El tiempo suele parecerle lento, preguntándose si todo esto no se trata de una simulación, como el experimento de alguien que juega con las desgracias de la vida con tal de poner a prueba la resistencia de las personas dentro de una supuesta realidad; o quizás Casey volvía a sentirse como hacía un par de años cuando no tenía una pasión hacia algo. El vacío que aplastaba su pecho era desesperante, y la monotonía que lo acompañaba en ese punto de su vida es una compañera que no quiere volver a tener.
Solo recordarlo le causa un escalofrío que se sacude y cambia de pensamientos ya que no quiere volver a sentirse de esa manera. Desde que conoció a esas tortugas ninja su vida dio un giro drástico y sí que le dieron otro color a sus noches porque la rutina pasó a segundo plano desde entonces. Se siente vivo y completo, una sensación que desearía que su mejor amiga tuviera también porque suele observarla y se da cuenta de que sus ojos solo brillan cuando tiene esa cámara entre sus manos.
Siempre que lo piensa llega al mismo punto: Setsuko es un misterio, y todo lo que la rodea y conforma también, pero ¿quién en esta vida no guarda secretos? Ella tiene los suyos, él también y sus amigos de igual manera, así que ¿por qué le generaba curiosidad todo lo que tuviera que ver con Setsuko, como su familia y su tiempo en Japón?
Negó con la cabeza al escuchar la energética voz de su amigo pecoso, gritando y pidiéndole ayuda. No es difícil deducir la situación: en el camino seguramente Miguel Ángel le hizo una broma a Raphael y si algo ha aprendido conviviendo con ellos es que el de bandana roja nunca se va a quedar cruzado de brazos.
—Tranquilo, Rapha —Casey llama su nombre con calma y extiende los brazos para evitar que alcance al menor, pero Raphael solo irradia ira y unas incontenibles ganas de golpear a su hermano.
—¡Por favor dile que pare! —El de bandana naranja grita y se sube a la espalda de Casey, dramatizando toda la escena y como respuesta a sus gritos, Leonardo lo manda callar y esa orden es suficiente para que los tres jóvenes detengan el alboroto.
—¡Somos ninjas! ¿Qué parte de sigilosos no entienden? —Hace énfasis en la principal cualidad que deben tener como ninjas. A Leonardo no le han dejado el trabajo fácil, y precisamente hoy no tiene paciencia suficiente para lidiar con sus hermanos—. Una más y me encargaré de que te castiguen, ¿queda claro, Rapha?
—¿¡Por qué siempre soy yo el que tiene la culpa!? ¿Acaso no te diste cuenta de que Mikey empezó todo?
—¿Quedó claro o no? —El mayor repite la pregunta con ese característico tono demandante, el cuál le irrita al de bandana roja.
—Oh, claro —responde sarcástico, se cruza de brazos y se dirige hacia Casey. Su amigo le da una suave palmada en el hombro y resopla con frustración. Siempre es lo mismo y por una vez quisiera sentirse escuchado y no bajo la sombra de su líder.
Luego de poner fin a toda la discusión, comienzan a patrullar, saltando de azotea en azotea entre risas y pequeñas bromas que hacen más ameno el momento. Siempre hay algo nuevo qué contar a pesar de que las tortugas no puedan tener una vida normal fuera de esas alcantarillas, lo cuál para Casey es triste, bueno, son chicos muy agradables y si él los aceptó tal vez los otros humanos lo harían también...
«La gente le teme a lo que no entiende».
Las palabras del maestro Splinter vinieron a su mente de golpe y mientras observaba a los chicos una tristeza lo invadió. Merecían lo mejor del mundo, siempre se han encargado de mantener a salvo a la ciudad, al menos deberían darles el mérito que merecen...
—¡Casey! —La voz de uno de sus amigos llamando su nombre lo desconcentra de sus pensamientos y le hace frenar sus pasos, evitando caer de la orilla del edificio. Se lleva la mano hacia su pecho e intenta tranquilizar los alocados latidos de su corazón ante semejante susto. Pudo haber muerto por sobrepensar.
—¿Estás bien? —Donatello se dirige al pelinegro y este asiente en respuesta, los demás se acercan y lo miran preocupados.
—Estoy bien, me distraje —Intenta disimular el susto con su pose heroica mientras por dentro está lloriqueando al pensar en la tragedia que pudo haber sido que no le gritaran.
—Bueno chicos, descansemos aquí por un momento.
Todos comienzan a estirarse y Casey se sienta en el suelo, observando alrededor para deducir qué tan lejos está de su hogar o el de su mejor amiga.
—¿No te parece conocida esta área? —Su amigo aparece y se sienta a su lado.
—Creo que sí —Sigue paseando la vista y se topa con la sorpresa de que están justo sobre el edificio vecino de Setsuko, lo cuál es una muy mala señal. Sus dedos sostienen el palo de madera y aprieta este con fuerza, riéndose bajito, lo cuál es el inicio de un posible ataque de nervios.
¿Qué hará si a su amiga se le ocurre estar sentada en la escalera de incendios como en ocasiones es su costumbre? Oh no, está frito. Él. Ellos. Qué gran problema.
Casey le sonríe a Raphael intentando disimular su crisis y este le mira con cierta confusión, lo cuál le extraña y le hace pensar otras cosas.
—¿Qué no es aquí donde vives? —Raphael señala el edificio de Setsuko y Casey resiste el impulso de darle un manotazo a su mano, además, señalar es de mal gusto.
—¿Yo? —Se señala a sí mismo y luego realiza un ademán para restarle importancia, debe cambiar el tema a como dé lugar—. No vivo aquí, es más, ni siquiera vivo cerca.
—Eso no fue lo que yo vi antier.
—¿Me estabas siguiendo acaso? —Cuestiona con indignación porque le es imposible creer que piensen que es incapaz de cuidarse.
—Leo me dio la orden.
—¡Pero nunca le haces caso!
—¡Eso no tiene nada que ver! —Los dos se levantan alterados y los tres hermanos observan desde lejos porque saben que cuando ellos dos pelean, lo más prudente es dejar que todo fluya, así sean golpes, palabras o incluso un abrazo. La amistad de Jones y Raphael tiene un extraño funcionamiento, pero a ellos les gusta así y es lo que importa, aunque sea más de una ocasión en que estén en desacuerdo.
—¡Sí que tiene que ver! —Se para frente a él y baja la vista para encarar a Raphael, quién es más bajo—. Además, eso no te incumbe.
—Le incumbe al equipo porque sería una gran ventaja —Raphael está seguro de poder ganarle al pelinegro aunque lo que diga no tenga sentido del todo, Leonardo se lo hizo saber anteriormente.
—¿En qué rayos?
—En que si hay una emergencia podemos acudir a ti y todo sería más rápido —Bueno, había que admitir que Raphael tenía razón, el único inconveniente es que ese es el departamento de su amiga, no de él, no pueden saber que ahí vive ella y Setsuko no puede saber de la existencia de sus amigos mutantes. La cabeza comienza a darle vueltas y se quita los guantes para masajearse las sienes y disminuir las punzadas que lo atacan a cada segundo.
—Por favor, mantente lejos de aquí —Dice casi como una súplica. Casey siempre ve por sus amigos, y si debe protegerlos evitando que se conozcan, entonces lo hará.
—¿Por qué?
—Haz lo que te piden por una vez en tu vida ¿sí, Rapha? Por favor.
—Bien, bien —Alza las manos en señal de rendición, pero algo en Raphael le insiste en que debe investigar.
La intuición le decía a Rapha que lo mejor era seguir indagando. O posiblemente no se trataba de la intuición, tal vez era otra cosa.
Antes de poder agregar algo más a su conversación con Casey, percibió que su hermano mayor hizo aquel ademán que indica silencio y que por lo tanto, deben ponerse en posición de ataque. Se dispersaron y sacaron sus armas, Casey volvió a ponerse los guantes y la máscara, sujetando con fuerza el palo de hockey en caso de que tuviera que atacar mientras se suplicaba que Setsuko no se hubiese dado cuenta del alboroto con su amigo.
Los pasos de alguien se escucharon con claridad en esa azotea y en la del edificio vecino, anunciando la presencia de una sexta persona de la cuál no conocían sus intenciones.
Raphael se da cuenta de la preocupación en el rostro de su amigo y eso le lleva a observar a la persona por la que Casey tiene aquella expresión.
La alta y delgada silueta le pareció, de cierto modo, imponente, pero no se compara a la profundidad de esos ojos oceánicos que le hicieron sentir hipnotizado. Quizás en ese instante, sin saber de quién se trata, algo le hace creer que antes ya ha caído en la profundidad de esos orbes.
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