⁰⁴. 𝓛𝓾𝓷𝓪
𝓬𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸
𝙻𝚞𝚗𝚊
La visita de Ashley había sido un rayo de sol en medio de la tormenta. Con una sonrisa se dedica a limpiar las mesas mientras coloca la vajilla de gatitos en agua con desinfectante que dejaría toda la noche para evitar impurezas en los artículos.
El sonido de la campanilla del lugar lo alertan mirando por encima del hombro a cierto rubio en particular.
— ¡Scott!. — Dejó el trapo en la mesa mientras se acercaba al rubio con una sonrisa.
— Hola Suyin. — Lo saludo observando la infinidad de pecas en el chico, no importaba cuantas veces las viera, para él eran algo digno de admirar.
Había sido valiente, sosteniendo el pequeño ramo de flores detrás de su espalda. Los ojos azules del asiático lo observaron con detenimiento.
En realidad estaba demasiado cohibido como para decir alguna palabra.
En un movimientos rápido las manos de Leon mostraron el pequeño obsequio, ante el repentino acto las mejillas de Suyin adquirieron un carmín leve.
Rozando sus dedos, tomó el ramo de orquídeas blancas deleitándose ante la exquisita fragancia y la bonita imagen de ellas.
— Muchas gracias.
— Tu... — Titubeo un poco mirando el ramo. — ¿Tienes algo que hacer?
— ¿Eh?. — La pregunta lo había tomado desprevenido, es decir, ¿iban muy rápido? era posible, ¿le importaba?, no. — ¡No! ¡Yo estoy por cerrar!.
Cubrió su boca de inmediato, había alzado la voz sin querer y escuchar al rubio burlarse de él no lo hacían sentir mejor.
— Yo, cerraré ahora mismo, ¿puedes esperarme unos minutos?. — Pregunta el Wong, llevándose el ramo a la cocina.
— Tomate tu tiempo. — Responde el rubio, observando a su alrededor inusualmente callado. — ¿Y los gatitos?.
— En el veterinario. — El rostro del rubio se transformó en una mueca de preocupación. — ¡Oh! ¡No te asustes! ¡Solo es un chequeo!
Explicó de inmediato sacando sus llaves y candados en el proceso, apagó las luces del local y observo al rubio indicando que ya debían salir.
— Permíteme. — Aviso el rubio bajando la cortina que protegía el interior del lugar, asegurandolo con los candados que Suyin le había pasado.
— ¿Y, a dónde iremos?.
— ¿Te gustan los miradores?. — Murmuró en un tono tímido.
— Si te soy honesto nunca he ido a uno.
— ¿En serio?. — Comentó mientras empezaba a caminar siendo seguido por Wong. — Como es primavera las vistas son preciosas.
Las calles eran iluminadas por los faros de la ciudad de Raccon, el ambiente romántico traspasaba los corazones de ambos disfrazados de acelerados latidos.
— Cuando era pequeño mi mamá me llevaba al mirador cuando había un cambio de estación. — Relato mirando el cielo nocturno. — Mi estación favorita siempre fue invierno.
Suyin lo miró con una sonrisa, jugó con sus dedos permitiéndose exponerse, solo un poco.
— Yo no podía salir mucho de casa, me enfermaba muy rapido asi que la única forma de mantenerme sano era resguardarme en cuatro paredes. — Explicó mirando el suelo. — Me gustaba ver la nieve desde la ventana, incluso podía dibujar en el vidrio.
Bastaron segundos para poder observar el lugar donde verían el grandioso espectáculo que el cielo podía ofrecerles.
— Es un lugar grande. — Menciona el pecoso.
— ¿Te sorprende?
— Solo un poco, creo que he visto muchas películas.
"En realidad era lo unico que podia hacer", quiso decir pero no queria arruinar el momento.
Frente a él estaba una cabina con un gran telescopio que les permitía ver la luna con mayor detalle.
Cual niño pequeño, Suyin se acercó al artefacto mirándolo con emoción. Paseándose por el lugar mientras sonreía.
Sin embargo, detuvo sus movimientos al sentir su acelerado corazón, debía tener cuidado, no debía emocionarse demasiado.
— ¿Estás bien?. — Pregunta el rubio acercándose.
— Sí. — Mintió. — Yo quiero ver la luna.
Ante la petición el preocupado rubio solo asintió apagando las luces dejando entrar la luz que transmitía la luna.
Frente al ventanal se encontraba el telescopio, dudo en acercarse, miro a Leon buscando una sola respuesta.
Puedes hacerlo.
Acercó su rostro tímidamente hasta que sus ojos pudieron captar lo anhelado.
La inmensa luna, brillante y rebosante de vida. Sus ojos se dilataron ante la hermosa vista, contuvo la respiración en una epifanía.
— Muchas gracias, Leon. — Habló en un susurro. — Gracias por existir.
Como me gusta sufrir a mi, no me soportooOOo.
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