❄️𝓒𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝓣𝐇𝐑𝐄𝐄❄️
᯽Dreams and Hopes᯽

➺🎄Los sueños no funcionan hasta
que vosotros no funcionéis primero.

𝐏𝐀𝐒𝐀𝐑𝐎𝐍 𝐋𝐎𝐒 𝐃𝐈́𝐀𝐒 𝐘 𝐍𝐎 𝐑𝐄𝐂𝐈𝐁𝐈́ 𝐍𝐈𝐍𝐆𝐔𝐍𝐀 𝐂𝐀𝐑𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐄𝐒𝐄 𝐓𝐀𝐋 𝐖𝐈𝐋𝐋𝐘 𝐖𝐎𝐍𝐊𝐀. Empecé a sospechar que todo lo que me había dicho mi tío era una mentira para darme ánimos a mí y a Fritz para Navidad.

Una verdadera decepción.

Una parte de mí quería conservar las esperanzas pero la otra..., la otra sabía que todo había sido un engaño. No paraba de preguntarme cómo arreglaría esto nuestro tío.

Y tenía que arreglarlo ya porque Fritz me estaba volviendo loca.

—¿Y el Sr. Wonka? —Me preguntaba mi hermano cuando me zarandeaba bruscamente todos los días para despertarme.

No sé cuántas veces me asusté.

—¿Dónde está el Sr. Wonka? —Me volvió a preguntar con la boca llena mientras comíamos.

No sé cuántas veces me atraganté.

—¿Hoy conoceremos al Sr. Wonka? —Incluso en el baño.

No sé cuántas veces me resbalé.

El caso es que, quiera o no, perdí la paciencia y un día, cuando nos encontrábamos Drosselmeyer y yo solos en la sala de estar, le confesé todo lo que pensaba.

—¿Cómo has podido mentirle?

Mi tío dejó de prestar atención al periódico y alzó su mirada hacia mí, por encima de sus gafas antiguas de lectura.

—Jovencita, no os he mentido, ni a ti ni a él. Solo confía. 

—No puedo, han pasado ya tres semanas desde que envié la carta y todavía sigue en el buzón —le expliqué haciendo un claro intento por controlar mi temperamento—. De hecho, hasta creo que tiene telarañas. No sé cómo pude haberte creído. Era una historia irreal. ¿A quién se le ocurre enviar....?

—A ti —me espetó mi primo: Zachary, que había venido de la nada solo para meterse de lleno en una conversación en la que nadie le había llamado—. Pobre ingenua. Mi padre solo lo hizo por Fritz pero tú eres tan inocente que te lo creíste.

Le fulminé con la mirada.

—¿Acaso te he pedido tu opinión?

Zachary me miró sin disimular su odio. Cuando se acercó a mí, mi tío se levantó para que no discutieramos y al hacerlo, le crujieron los huesos y profirió un pequeño grito de dolor.

—¡Ay, mis huesos! —exclamó al palparse la espada. Cuando se recuperó, dejó el periódico a un lado—. Ya estoy mayor para estas cosas así que por favor, por el bien de la familia, comportaos debidamente entre vosotros. Solo pido que os queráis.

Eso era muy complicado cuando tenías a Zachary a tu lado.

—¡No! —dijimos al unísono.

Mi tío puso los ojos en blanco y con un suspiro de cansancio, se quitó las antiguas gafas que le colgaron en el pecho gracias al cordón. Él era bibliotecario así que estaba acostumbrado a llevarlas de cerca.

—Los sueños no funcionan hasta que vosotros no funcionéis primero. —Drosselmeyer me dirigió una sonrisa y nos entrelazó las manos a mí y a Zachary. Vi cómo este último reprimió una arcada—. Y la familia es el mayor sueño, solo tiene que funcionar y creer para que la vida salga hacia delante y los sueños tomen el relevo en vuestras experiencias.

Asistí con la cabeza mientras meditaba sus palabras. Sabía que había algo oculto entre ellas, algo que mi tío quería que descifrara. Un mensaje profundo, quizá.

Tenía que creer. Creer de verdad. Había escrito la carta sin la suficiente esperanza de que Wonka existiera. Pero, sobre todo, dejé de creer cuando preguntaba a ciertas personas sobre un tal chocolatero y ninguno, absolutamente ninguno, lo conocía. Cuando era fiel testigo de las palabras que había dicho mi propio tío, el mismo que me había dicho que Wonka estaba en boca de todos.

Al final comprendí que no tenía que creer en esas personas, tenía que creer en mi familia, en él y en sus sueños.

Como si hubiera leído mi mente, me guiñó un ojo y se fue a dormir por sus dolores. Sin duda, era portador de muchas cosas pero la mejor de todas era aquella donde intentaba ayudarnos pese a todo.

—¿Definitivamente ha perdido la cabeza, verdad? —preguntó Zachary con indiferencia cuando su padre ya no podía oírlo y como no le contesté, se respondió a sí mismo—. Sí, la ha perdido.

—Tú no lo entenderías, jamás lo harías  —agregué maquinalmente y subí las escaleras para dirigirme a mi cuarto antes de que me reprochara algo.

Ciertamente mi cabeza estaba dándole mil y una vueltas al asunto pero al final pude conciliar el sueño y me dormí.

Y después de tanto tiempo, soñé.

Soñé con Fritz y su sonrisa, una sonrisa que hacía tiempo que no veía.

𝐀𝐋 𝐃𝐈́𝐀 𝐒𝐈𝐆𝐔𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐘 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀𝐒 𝐄𝐍𝐄𝐑𝐆𝐈́𝐀𝐒 𝐑𝐄𝐍𝐎𝐕𝐀𝐃𝐀𝐒 𝐇𝐈𝐂𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐈𝐒𝐌𝐀 𝐑𝐔𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐒𝐈𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄 𝐀𝐋 𝐒𝐀𝐋𝐈𝐑 𝐃𝐄 𝐂𝐀𝐒𝐀, lo primero que hice fue ir al buzón y mirar de nuevo la carta que había puesto desde hace... ¿cuánto dije que fue? Ni lo recuerdo. Lo cierto era que estaba cansada de verla porque siempre...

—¡No está! ¡No me lo creo! ¿Cómo es posible? —exclamé con emoción—. ¿¡Cómo es posible!? Oye, señorita Brown, la carta que le dirigí al Sr. Wonka ya no está, ¿se lo puede creer? Hacía un montón que se la había enviado y... ¡Esto es increíble!

Los transeúntes que pasaban a mi lado me miraban como si no estuviera en mis cabales y la señorita Brown —que en realidad era una mujer de ochenta años— me observó como si hubiera visto un espíritu pero no importaba. Estaba emocionada.

—Está bien, muchacha, está bien. ¿Necesitas ir al médico?  

—¡No, gracias! ¡Estoy bien! De hecho, estoy perfectamente. Gracias por tu preocupación. —Mi tío se había quedado en casa y yo me había encargado de que el buzón estuviera cerrado mientras yo no estaba. Luego lo dejaba abierto y Fritz y yo nos encargábamos de mirar cada dos por tres desde la ventana para ver quién cogía la carta pero nadie apareció. De modo que Wonka debía de ser alguien que le gustaba pasear por las calles de noche.

O... quizá no tenía hogar...

No, debía de ser alguien rico y muy famoso en tierras extranjeras. Seguro que tenía mucho chocolate.

Lo cierto es que no sabía nada, ni siquiera sabía cómo era físicamente y yo no podía quedarme toda la noche despierta.

Sin perder tiempo, fui a ver a Peter para contarle las novedades porque también le interesaba mucho el tema.

Cuando iba de camino hacia su paradero, me emocioné al ver cómo la ciudad cambiaba por un ambiente mucho más isleño. Casi diría que aquella parte de la localidad era como una maravilla culinaria con un delicioso aire paneuropeo con guiños clásicos a los cuentos de hadas que leía de pequeña.

Por eso y por muchas otras razones me encantaba ir a ver a Peter, mi mejor amigo. No os he hablado mucho de él pero también era huérfano aunque desafortunadamente no había tenido la suerte de que lo cuidara un familiar, así que tuvo que buscarse la vida como sirviente en la Casa de Huéspedes y Lavandería.

Aunque por algún extraño motivo, siempre que salía de allí lo veía triste. Incluso, diría que asustado pero luego cambiaba la expresión rápidamente cuando me veía para no preocuparme.

Así que sabía que al igual que mi tío, también me ocultaba secretos.

¿Por qué no me sorprendió? ¿Tienes tú uno que tampoco me quieras contar?

☃️🎄¡Espero que os haya gustado!🎄☃️

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