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🌼 𝐎𝐎𝟖 | Perdiendo La Cabeza

CAPÍTULO OCHO | PERDIENDO LA CABEZA


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📍 Wonderland. Antes de la Maldición.

Alicia le había pedido Rumplestiltskin un trato, algo a cambio para salvar a Jefferson de la Reina de Corazones en el País de las Maravillas, pero él nunca le había dicho lo que quería a cambio, al menos no por el momento. Eso inquietaba a Alicia, sabía que hacer un trato con Rumplestiltskin demostraba su desesperación, pero también conocía los peligros de confiar en un hombre como él. Sin embargo, había llegado al País de las Maravillas con su ayuda y ahora no podía desear más nada que la felicidad de Jefferson. Sabía que Rumplestiltskin había cumplido una parte del trato, ahora faltaba que ambos regresaran sanos y salvos al Bosque Encantado junto a la pequeña Grace para que todo quedara en el pasado y simplemente fueran felices juntos. Pero Alicia llevaba días con un mal presentimiento, la idea de que Rumplestiltskin reclamaría su parte del trato antes de cumplir con el resto del mismo. Y teniendo a la Reina de Corazones cuidando que la joven no buscara la espada de la profecía para llevársela a la Reina Blanca y a todos los guardias observándola en cada pasillo la tenían demasiado tensa. Por lo que aquella mañana, luego de dejar a Jefferson trabajar en algunos sombreros para la reina, Alicia se alejó para ir a los jardines del castillo lleno de rosas de color rojo brillante. 

Tenía sueños de aquel lugar, más bien parecían recuerdos de haber estado por aquellos jardines pintando las rosas del lugar una por una. Y mientras avanzaba por los rosales, más recuerdos de aquel lugar llegaban a su mente. Había visitado el castillo de la Reina Roja muchas veces siendo una niña, pero sabía que no era el único lugar de aquel mundo que conocía. Se adentro cada vez más entre las hermosas rosas hasta que a lo lejos observó a alguien pintando un par de ellas que aún tenían un poco de color blanco. Alicia se acercó lentamente hasta la persona que pintaba las flores, pero detuvo su andar al encontrarse con la persona que menos pensaba.

──Todo en este castillo... parece falso ──Rumplestiltskin volteó a verla sonriendo dejando el pincel en el suelo, Alicia se detuvo en su lugar sorprendida de verlo──. Bueno, todo menos tú y tu amor eterno al Sombrerero. 

──¿Qué hace... qué hace aquí? ──miró a todos lados buscando no ser vista por ninguno de los guardias de la reina. Rumplestiltskin se acercó a ella. 

──Como si no lo supieras querida. Vengo por mi parte del trato ──Alicia tragó en seco. Sabía que ese momento llegaría en cualquier punto, pero parecía que todo había sido demasiado rápido.

──¿Qué es lo que quiere a cambio? ──Rumplestiltskin pasó al lado de ella hasta quedar por detrás de ella mientras que Alicia se mantuvo en su lugar siguiéndolo con la mirada. 

──Lo que quiero, tiene mucho valor para ti. Al menos tiene que tenerlo, sino el trato no será justo. Sabes que tienes algo que cumplir aquí en está tierra también ──Rumplestiltskin se detuvo nuevamente delante de ella──, cumplirás tú destino. 

──¿Eso es todo? ¿Debo matar a la bestia de la Reina Roja? 

Rumplestiltskin sonrió.

──Hay... algo más querida. Dije que debes darme algo valioso, no gano nada con que cumplas tu destino ──Alicia sabía que lo que pediría era claramente algo de valor sentimental, le gustaban los sacrificios valiosos a cambio de su palabra. Él había cumplido. 

──¿Qué es lo que quiere entonces?

──Lo que pido es simple, solo necesito... un día de tu vida. Más precisamente, el día que conociste a Jefferson. 


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📍 Storybrooke. 

Se veía corriendo entre los árboles, riendo mientras sentía el aire fresco golpeando su rostro y haciendo mover su cabello rubio. Su vestido celeste estaba algo manchado de tierra, pero poco parecía importarle porque solamente reía mientras a su lado corría una pequeña niña de cabello castaño. Era como estar en un cuento de hadas, libre de cualquier preocupación y feliz como nunca antes lo había estado. Pero tan pronto como ese sueño se apareció en su mente, cambió a otro escenario. Un inmenso castillo se levantaba alrededor de ella, portaba un vestido de color rojo con negro mientras se encontraba rodeada de muchos guardias que portaban todos el mismo uniforme semejante a cartas. Todos le apuntaban tratando de detenerla mientras ella parecía aferrarse con fuerza a una espada completamente de plata brillante. 

──Entrega la espada para que la Reina Roja pueda cortarte la cabeza, Alicia. 

Christine se despertó con la respiración agitada mientras se sentaba de un solo movimiento en la cama. Se encontraba en su habitación, en su propia cama toda desarmada. La habitación se estaba empezando a iluminar por la luz de la mañana y a lo lejos, Christine escuchó la alarma de su celular sonar. Tras calmar su respiración, pasó sus manos por su rostro desperezándose antes de apagar la alarma para levantarse. Tras darse una ducha y terminar de arreglarse para ir a trabajar no podía evitar repasar los pequeños fragmentos de sus sueños, sueños que parecían recuerdos. Aquella espada que portaba en sus manos antes de despertar era lo más presente en su memoria mientras caminaba hacia el trabajo. Recordaba haber visto la misma en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas, en una de las páginas finales que Henry le había entregado.

Sin embargo, llegando a unas pocas cuadras de su trabajo, se detuvo frente a la tienda del señor Gold. Miró el local desde la vereda, parecía que el mismo llamaba su nombre y aunque sabía que no confiaba demasiado en el hombre que manejaba la tienda, algo en ella le estaba diciendo que necesitaba entrar y recuperar una cosa que le pertenecía. Suspirando e ignorando sus instintos de peligro, Christine cruzó la calle para ingresar al local. Una vez dentro, el silencio la invadió junto a un pequeño aroma a viejo, aunque la gran parte de las cosas del lugar se veían en perfectas condiciones. Avanzó lentamente por el pasillo observando a cada rincón cada uno de los objetos que había en el lugar, sonriendo al encontrar cosas realmente únicas y hermosas. 

──Buenos días, Christine ──la joven giró hacia el mostrador al escuchar la voz del señor Gold quien la miraba con una sonrisa. Christine apresuró su andar hasta llegar al otro lado del mostrador. 

──Buenos días, señor Gold ──sonrió──. Quería saber si... entre todas las antigüedades de casualidad tiene algo en lo que estoy interesada. 

──¿Y qué sería eso, señorita? ──Christine buscó en el bolso que llevaba consigo la página del libro de cuentos con la imagen de la espada. Cuando la encontró, dejó la hoja en el mostrador señalando la misma. 

──Busco una espada. Precisamente... esa espada. 


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📍 Bosque Encantado. Antes de la Maldición.

Todos los mundos parecían conectarse entre ellos, Alicia solo recordaba haber caído por un pozo tras seguir a un conejo blanco tal como en sus sueños. Solo era un sueño más, pero un pellizco no había bastado para llevarla de regreso a su realidad. Le resultaba difícil creer en la existencia de otros mundos, algunos con magia, otros sin ella, pero cada uno era diferente y único en su propia forma. Sin embargo, aunque amara estar lejos del mundo real, sabía que era momento de regresar de alguna forma. 

El bosque estaba en pleno día, solo había silencio que se interrumpía por sus propias pisadas o por el ruido de loa pájaros o de la naturaleza. Y mientras Alicia avanzaba con cuidado por el bosque observando todo a su alrededor admirando la tranquilidad y la belleza del lugar, escuchó a lo lejos un par de voces, por lo que rápidamente, se ocultó detrás de un árbol evitando ser vista. Mirando lo suficiente pero sin dejar su escondite, Alicia distinguió a dos hombre caminando por el bosque, uno de ellos no parecía parar de hablar mientras que el otro a su lado asentía en silencio o respondía con algún comentario mientras portaba un bolso y un sombrero en su mano derecha. 

──Me encantaría escuchar el resto de la historia, pero debo regresar a casa ──comentó el castaño con su sombrero en mano deteniendo su andar para mirar al otro sujeto. 

──Claro, tu querida Grace debe estar esperándote ──el hombre sonrió. Alicia los observaba en silencio mientras veía al castaño colgar su bolso en su hombro──. No te alejes demasiado Jefferson, podría necesitar tu... magia. 

──Sabes que he pensado dejar los viajes ──aquella palabra había bastado para la curiosidad de Alicia quien, sin darse cuenta, empezó a salir un poco más de su escondite y mientras los dos hombres hablaban, la joven terminó llamando la atención al pisar un par de ramas. Los dos sujetos voltearon a verla. 

──Vaya vaya, ¿Qué tenemos aquí? ──Rumplestiltskin fue el primero en acercarse con una sonrisa mientras que Jefferson miraba a la joven todavía desde lejos──. ¿Cómo te llamas querida? 

──Mi nombre es Alicia... 

──Alicia ──repitió Rumplestiltskin, sin embargo, Jefferson lo había mencionado en un susurro tras haberla visto. Sentía como si la conociera desde antes──. ¿Y qué hacías por el bosque querida?

──Yo... estaba buscando la forma de... regresar a mi mundo ──Rumplestiltskin miró a Jefferson con una sonrisa y el castaño supo a lo que se refería. 

──¿Oíste eso, Jefferson? La joven busca un viaje de regreso a su mundo. Tal vez, puedas ayudarla. ¿Un último viaje antes de colgar el sombrero? ──Jefferson se acercó por primera vez a Alicia con su sombrero en sus manos. 

──¿A qué mundo debes ir? ──Jefferson la miró a los ojos y Alicia se quedó un momento en silencio mirándolo antes de responder.

──A uno donde no hay magia. 


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📍 Storybrooke.

El señor Gold la había dejado un momento sola mientras buscaba en la parte trasera de su tienda lo que Christine había pedido. Por suerte para ella, el señor Gold contenía todas las cosas que pertenecían al Bosque Encantado y a cualquiera de los mundos absorbidos por la Maldición Oscura de Regina, la espada era uno de esos objetos. Tras encontrar la caja que buscaba, el señor Gold volvió con Christine dejando la caja en el mostrador. Christine se acercó pasando su mano por la misma observándola. La caja poseía un pequeño candado de corazón, algo que el señor Gold resolvió en el momento que tomó una llave que también poseía un corazón en uno de los extremos y abrió el candado de la caja. Su mirada se posó en Christine antes de abrir lentamente el maletín de color marrón. 

Christine se quedó asombrada en silencio mientras miraba la espada de plata brillante en el interior de la caja. El señor Gold parecía tener una pequeña sonrisa en sus labios mientras la observaba a ella tomar la espada entre sus manos mirándola con detenimiento como si fuera la primera vez que la portaba. Christine no pudo evitar sentir una conexión con aquella espada, no había resultado pesada, de hecho, parecía una extensión de sí misma, brillando en sus manos. Sonriendo, Christine miró al señor Gold aún con la espada en mano. 

──¿Cuánto pide por ella? 

──Te pertenece, Christine. Es tuya si aún la quieres. 


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Henry había comido la manzana que Regina usaría para poner a Emma en un sueño eterno para evitar que rompiera la maldición. La preocupación crecía tanto en Emma como en Regina, pero todo dependía de la verdadera madre del pequeño y la magia que encontraran para salvarlo. Mientras el pequeño se encontraba en la camilla del hospital con Regina enfrente sollozando mientras lo observaba, Jefferson apareció en la habitación. Tenían un trato que terminar de cerrar y no se iría hasta que Regina cumpliera con su parte. Así que, saliendo de las sombras de la habitación, Jefferson se acercó a ella. 

──Es una lastima, ¿Verdad? No hay nada más duro que no saber si volverás a ver a tu hijo ──el castaño se acercó a la camilla donde estaba Henry.

──Jefferson, no es el momento indicado. 

──Para ti tal vez, pero para mi, es el momento ideal —hizo una pausa encontrando su mirada con la de Regina──. Vine por ellas, ¿Dónde están? 

──Emma debía comer la manzana y no lo hizo. En lo que a mi respecta, eso invalida el trato ──Jefferson se acercó con molestia mirándola aún mas enojado.

──Hice lo que me pediste y vas a volver a traicionarme. No he terminado contigo...

──¿Y qué harás? ¿Matarme? Sé que lo deseas, pero también sé que no puedes hacerlo. No tienes el valor ──Regina se apartó──. Ahora si me disculpas, debo salvar a mi hijo. 

Dicho eso, Regina se alejó. El trato no había salido como lo esperaba y ella lo había traicionado de nuevo, pero a diferencia de la última vez, en esta oportunidad Jefferson tenía un plan bajo la manga.  









𝗚𝗜𝗨𝗟𝗬 𝗔𝗟 𝗛𝗔𝗕𝗟𝗔 ! ━━━━ Helloouu!!! Nuevo capítulo, cada vez más cerca del final ♥

Ya se sabe qué pidió Rumplestiltskin a cambio a Alicia uwu y ya quedan maso menos pocos (quizá dos) capítulos restantes mis amores! ¿Les está gustando? ♥

Nos leemos pronto! Buenas noches!!!

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