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𝟎𝟒|𝐋𝐀 𝐂𝐇𝐎𝐙𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐎𝐑𝐄𝐒

Después de una pequeña discusión, Alissa Romanov y los Pevensie comenzaron a seguir al castor a través del bosque y las montañas. Con cada paso que daban, se alejaban aún más de la entrada del ropero. Y Alissa estaba cada vez más segura de que ya había estado en aquel lugar. Al cabo de una hora, se encontraban llegando a una pequeña choza, la cual ellos suponían, era la casa del castor.

— Castor, ¿Eres tú? Estaba angustiada — una voz femenina se escuchaba saliendo de la pequeña choza, al parecer se trataba de la esposa del castor — si descubro que estuviste con tu amigo el tejón... — la castor se interrumpió a sí misma al ver que su esposo llegaba acompañado por cinco humanos — Oh, no es lo que pensé — dijo para sí misma completamente sorprendida — ¡Jamás creí que viviría para ver este día! — exclamó acercándose a los humanos para después mirar a su esposo — mira mi pelo. No me diste ni diez minutos para arreglarme.

— Nunca hubieras estado lista. Aunque tuvieras un mes — comentó el castor haciendo reir a Alissa y los Pevensie.

— Por favor, pasen — dijo la señora castor — necesitan algo de comer. Y además, compañía civilizada.

Todos entraron a la casa de los castores, a excepcion de Edmund. Quién se quedó de pie en la entrada, observando directamente hacia unas colinas.

— ¿Estás disfrutando de la vista? — preguntó el castor llamando la atención del joven Pevensie. Edmund solo volteó a verlo en silencio y posteriormente entró a la choza.

Después de algunos minutos, tanto los castores como tres de los hermanos Pevensie y Alissa se encontraban sentados tomando el té. Nadie decía absolutamente nada, hasta que Alissa decidió romper el silencio.

— ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar al señor Tumnus?

— Debe estar en el castillo de la bruja — contestó el castor — y ya saben lo que dicen. Solo algunos han cruzado sus puertas y vuelto a salir.

— Algo de comer — dijo la señora Castor acercándose a la mesa con un plato de sardinas — pero hay esperanza querida — comentó tocando el hombro de Lucy, quién parecía estar muy desanimada por la respuesta del señor Castor — hay esperanza ¿Verdad?

— Oh, si. Hay algo más que esperanza — contestó el señor Castor — Aslan está en camino.

— ¿Quién es Aslan? — preguntó Edmund acercándose.

El castor comenzó a reír ante la pregunta del joven Pevensie, pero al ver el rostro confundido de sus invitados, la señora Castor lo golpeó suavemente en el brazo.

— ¿En serio no lo conocen? — preguntó el señor Castor.

— Bueno, no hemos estado mucho tiempo aquí — contestó Peter.

— Pues solo es el rey de todo el bosque — explico el Castor — el gran jefe, el verdadero rey de Narnia.

— Estuvo ausente muchos años — agregó la señora Castor.

— ¡Pero ha vuelto! ¡Y los está esperando en la mesa de piedra! — exclamó el señor Castor.

— ¿Nos está esperando? — preguntó Lucy.

— ¡No puedo creerlo! — exclamó el Castor con total indignación — ¡Ellos jamás oyeron sobre la profecía!

— Bueno, diles — dijo la señora Castor.

— Escuchen — dijo el señor Castor — el regreso de Aslan, Tumnus arrestado, lo de la policía ¡Todo está pasando por ustedes!

— ¿Nos culpan de eso? — preguntó Susan.

— No, no los culpamos — se apresuró a decir la señora Castor — todo lo contrario.

— Hay una profecía — dijo el Castor — "Cuando el hijo de Adan y la nieta de Aslan en el trono de cair paravel estén sentados, los malos tiempos se habrán ido".

— Oiga señor, eso no rima — dijo Susan.

— Ya se que no rima, pero eso no es lo más importante — dijo el Castor.

— Una antigua leyenda dice, que dos hijos de Adan y dos hijas de Eva en compañía de la nieta de Aslan, van a derrotar a la bruja blanca — agregó la señora Castor — y a restaurar la paz en Narnia.

— ¿Y creen que somos nosotros? — preguntó Peter.

— Pues más vale que lo sean, porque Aslan está preparando sus tropas — contestó el Castor.

— ¿Nuestras tropas? — preguntó Lucy.

— Su madre nos alejó de una guerra y ahora estamos en otra — comentó Alissa mirando a Peter y Susan.

— No, cometen un terrible error — dijo Peter mirando a los castores — no somos héroes señor.

— ¡Somos de Finchley! — exclamó Susan apenada por la situación incómoda que se había formado — gracias por su hospitalidad, pero ya tenemos que irnos.

— ¿Porqué? No se vayan — pidió el señor Castor.

— Tiene razón — dijo Lucy — tenemos que salvar al señor Tumnus.

— ¡Está fuera de nuestro control! — exclamó Peter mirando a su pequeña hermana — lo siento, pero los cinco tenemos que irnos — concluyó para después voltear a ver a su hermano — ¿Ed? ¿Ed? — al no ver a su hermano por ningún lado, Peter miró a Susan y Alissa — lo mataré.

— Tal vez no sea necesario — comentó el señor Castor — ¿Edmund ya había visitado Narnia anteriormente?

Peter y sus hermanas salieron rápidamente de la choza, en compañía del señor Castor. En cambio, Alissa había preferido quedarse junto a la señora Castor mientras esperaban a que volvieran junto a Edmund.

— Esto no puede estar pasando — dijo Alissa mientras caminaba de un lado a otro — Edmund estaba justo a mi lado ¿Cómo no me di cuenta de que se había ido?

— Hay muchas cosas que no podemos controlar, querida — dijo la señora Castor tratando de tranquilizarla — pero creo que eso no es lo único que te aflige.

Alissa miró a la señora Castor en completo silencio. Tomó asiento frente a ella, fue entonces que decidió hablar.

— Desde que tengo memoria he tenido el mismo sueño. Dos personas, un hombre y una mujer, corriendo por el bosque mientras la nieve cae a su alrededor. Unos lobos persiguiéndolos, mientras que la mujer lleva en sus brazos a una pequeña bebé — dijo Alissa mientras miraba sus manos — de un momento a otro se detienen junto a un farol y es cuando logró ver el rostro del hombre. Es mi padre. Pero cada vez que intento ver el rostro de la mujer, ella solo desaparece. Y por alguna extraña razón pienso que aquella mujer puede ser mi madre. O no lo sé, tal vez solo estoy volviéndome loca y todo esto es parte de mi imaginación. O quizá solo se deba a que jamás conocí a la mujer que me dio la vida.

La señora Castor solo observó a Alissa en silencio. Todos en Narnia conocían aquella historia. El como la hija de Aslan sacrificó su propia vida para salvar a su pequeña hija, aquella niña que algún día regresaría y los liberaría para siempre de la maldad de la bruja blanca. Aquella que lucharía contra cualquier obstáculo para mantener a su pueblo a salvo.

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