𝟎𝟑|𝐍𝐀𝐑𝐍𝐈𝐀
Al día siguiente, Alissa y Lucy se encontraban sentadas bajo un árbol, leyendo uno de los libros favoritos de la mayor. Mientras que el resto de los Pevensie se encontraba jugando béisbol, aunque su diversión se había acabado en tan solo unos segundos. Edmund había golpeado la pelota de béisbol con tanta fuerza, que rompió una de las ventanas de aquella enorme mansión y rápidamente, todos corrieron hacia el interior para asegurarse de que no hayan roto alguna cosa.
- Que hiciste Ed - le recriminó Peter a su hermano al ver una estatua en el suelo.
- ¡Así me la lanzaste! - exclamó Edmund en su defensa.
- ¿Pero que fue ese horrible ruido?
Los cinco se miraron entre sí al oír la voz de la señora McCready. Rápidamente comenzaron a correr por los pasillos de la mansión, buscando algún lugar para esconderse y así no ser regañados por lo sucedido. En cada puerta que se detenían, oían los pasos de la señora McCready aún más cerca.
Siguieron buscando algún lugar para esconderse, pero la mayoría de las puertas estaban cerradas. A excepción de una.
- Edmund, dime qué no es cierto - dijo Susan al darse cuenta de que su hermano creía que todos cabrían en el interior del ropero.
Los pasos de la señora McCready se escuchaban muy cerca de aquella habitación, por lo que todos optaron por entrar al ropero. comenzaron a adentrarse más y más, hasta que Peter y Susan cayeron sentados sobre algo suave y frío.
Ambos hermanos mayores de pusieron de pie, observando con sorpresa el lugar en que se encontraban. No podían creer lo que estaban viendo, su hermana tenía razón. Alissa por otro lado, estaba en shock. Aquel bosque era el mismo de sus sueños. El mismo que vio aquella noche cuando Edmund dijo que Lucy mentía.
De pronto, aquella sensación que tanto abrumaba a la joven Romanov, desapareció por completo. Se sentía tranquila en aquel lugar, como si fuera su verdadero hogar.
- Tranquila - la voz de Lucy llamó la atención de todos - apuesto a que es solo tu imaginación.
- Supongo, que decir que lo siento no es suficiente - dijo Peter mirando a su pequeña hermana.
- No, no lo es - contestó Lucy para después lanzarle una bola de nieve a su hermano mayor - eso tal vez si.
Los tres Pevensie y Alissa comenzaron a lanzarse bolas de nieve. Hasta que una golpeó a Edmund en el brazo, causando que se enfadara.
- ¡Ya basta!
- Que mentiroso eres - dijo Peter mirando a su hermano.
- ¡Tú tampoco le creíste! - exclamó Edmund
- Discúlpate con Lucy - ordenó Peter a su hermano menor - ¡Di que lo sientes!
- ¡Ya te oí! - exclamo Edmund y volteo a ver a su pequeña hermana - lo lamento.
- No importa - dijo Lucy - los niños pequeños no saben cuando dejar de fingir.
Alissa Romanov no pudo evitar sonreír ante la respuesta de la pequeña Pevensie. Mientras que Edmund solo miraba a su hermana con semblante serio.
- Deberíamos regresar - dijo Susan llamando la atención de todos.
- Ah... ¿No quieren conocer el lugar? - pregunto Edmund.
- Creo que Lucy debe decidir - propuso Alissa recibiendo una sonrisa por parte de la pequeña Pevensie.
- Hay que ir con el señor Tumnus - dijo muy emocionada.
- Pues iremos a visitarlo - contesto Peter para después pasar por el lado de Susan y tomar algunos abrigos del ropero.
- ¿Vestidos así? - preguntó Susan mientras se abrazaba a si misma - no podemos andar en la nieve.
- Lo se - contesto Peter - pero creo que el profesor no se molestará si tomamos estos. Además, si lo analizas con lógica - agregó mientras le entregaba un abrigo a cada uno - ni siquiera saldrán del ropero.
Los cinco comenzaron a adentrarse en aquel bosque congelado. Alissa no podía evitar pensar que aquel lugar se le hacia conocido. No solo por sus sueños. Era como si ella ya hubiera estado allí. Lo cual le parecía algo extraño. De un momento a otro, todos corrían detrás de Lucy, quien no paró de correr hasta que se encontró dentro de una casa, la cual se encontraba entre dos enormes paredes de roca. Al parecer, aquella era la casa de su amigo el fauno.
Todo en el interior estaba completamente destrozado. Peter tomo una carta que estaba en una de las paredes de aquella casa y comenzó a leer en voz alta.
- Muy bien, yo creo que nos tenemos que ir - Dijo Susan mirando a Peter.
- ¿¡Pero y el señor Tumnus!? - preguntó Lucy.
- Si lo arrestaron por ser amigo de un humano - dijo Susan mirando a su pequeña hermana - no creo que podamos ayudarlo.
- No lo entienden ¿o si? - pregunto Lucy - están hablando de mi. El me ayudó y la reina lo descubrió.
- Debemos decirle a la policía - dijo Alissa.
- ¡Ellos son la policía! - le recordó Susan.
- Tranquila, Lucy - dijo Alissa mirando a la pequeña - lo salvaremos.
- ¿¡Porque!? - exclamo Edmund llamando la atención de todos - bueno, es un criminal.
Antes de que siquiera alguno de ellos pudiese decir algo al respecto, un extraño sonido llamó la atención de todos. Voltearon a ver inmediatamente fuera de la casa, encontrándose nada más con un pequeño pájaro posado en la rama de un árbol.
— ¿Ese pájaro nos hizo "pss" a nosotros? — preguntó Susan con notable confusión.
Aquel extraño sonido volvió a escucharse una vez más. Por lo que los cinco salieron de la casa del fauno para así averiguar de que se trataba. Comenzaron a sentir como su alguien o algo los estuviera observando desde los árboles, lo cual asustó un poco a las hermanas Pevensie, quienes inmediatamente se aferraron a los brazos de Peter.
De un momento a otro, lograron ver al causante de aquellos extraños sonidos.
— Es un castor ¿Verdad? — preguntó Lucy soltando el brazo de Susan.
El castor comenzó a acercarse sigilosamente a ellos, al mismo tiempo que Peter acercaba su mano hacia él.
— No te la voy a oler si es lo que quieres — dijo el castor tomando por sorpresa a todos los que se encontraban frente a él.
— Lo siento — se disculpó Peter dando unos pasos hacia atrás.
La atención del castor fue a parar directamente en la pequeña Lucy, quién al momento en que el castor mencionó su nombre comenzó a dar unos pasos hacia el.
— Es el pañuelo que le regalé al señor...
— Tumnus — la interrumpió el castor — se lo llevaron después de que me lo dio.
— ¿Pero donde está? — preguntó Lucy.
— Vengan conmigo — dijo el castor para después dar media vuelta y comenzar a caminar.
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