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𝟭𝟭. 𝖳𝗁𝖾 𝖭𝗂𝗀𝗁𝗍 𝖶𝖾 𝖬𝖾𝖾𝗍

—C A P Í T U L O O N C E—

La Noche En Que Nos Conocimos.

Tenía todo, luego gran parte de ti, algo y ahora nada de ti.
Llévame de vuelta a la noche en que nos conocimos.

Shadow y Sonic permanecían sentados sobre la Luna, separados por una considerable distancia, ambos envueltos en el peso de la reciente batalla. El silencio entre ellos era tan vasto como el oscuro cielo estrellado que los rodeaba, pero no incómodo. Cada uno lidiaba con sus propios pensamientos, como si las palabras no fueran necesarias en ese momento. 

Sonic, abrazando sus rodillas, mantenía la mirada baja, reflexionando sobre la intensidad de sus decisiones. Había actuado impulsivamente, cegado por la rabia, y ahora las consecuencias de sus acciones lo carcomían. Por otro lado, Shadow permanecía inmóvil, su semblante rígido, pero su interior hecho un caos. La decisión de Sonic de no acabar con él lo había dejado desconcertado, confundido por ese cambio drástico que no esperaba. 

Sin embargo, lo que Shadow no decía en voz alta era el alivio mezclado con decepción. Había ansiado el golpe final, el final de su sufrimiento, un camino directo hacia la paz, hacia María. 

—Ganaste. Ya puedes vengarte —dijo Shadow finalmente, rompiendo el silencio con una voz amarga, mientras hacía un puño con su mano izquierda.

Sonic, dándole la espalda, suspiró, pero su tono no tenía victoria alguna, sino resignación. 

—Nadie gana con la venganza—respondió en un tono apagado, el peso de sus propias palabras reflejado en sus ojos. 

La frase resonó en Shadow como un eco que se extendía en la vasta oscuridad de la Luna. Sus ojos, abiertos ligeramente, denotaron un destello de introspección. Bajó la mirada, pensativo, antes de dirigirla al cielo estrellado que los envolvía. 

"Wow, cuántas estrellas. Son como diamantes", recordó la voz de María pronunciando esas palabras, suaves y melancólicas, mientras el reflejo de las mismas iluminaba sus ojos llenos de tristeza. 

—La última vez que me senté bajo las estrellas como hoy... estaba con ella—confesó Shadow en un susurro cargado de dolor—. Hace mucho que siento este dolor. Es lo único que conozco. 

Sonic lo escuchó en silencio, comprendiendo lo que era perderlo todo. 

—Cuando perdí a Garra Larga, me sentí igual—admitió Sonic, su tono teñido de nostalgia. 

Shadow giró ligeramente la cabeza hacia él, intrigado. 

—¿Tu dolor terminó desvaneciéndose?—preguntó con una chispa de esperanza en su voz, apenas perceptible. 

Sonic dejó escapar un suspiro. 

—No. Pero con el tiempo aprendí que hay algo incluso más poderoso que el dolor: el amor que sentimos por el otro —dijo Sonic con convicción—. Eso es a lo que tienes que aferrarte, Shadow. 

Shadow lo miró por unos segundos, sus ojos carmesí buscando alguna certeza en el azul brillante de Sonic. 

—Aunque María ya no esté, su amor permanecerá contigo—añadió Sonic, cada palabra impregnada de una empatía que Shadow no esperaba. 

La mirada del erizo oscuro cayó a la superficie de la Luna, sus pensamientos nublados por las imágenes del pasado. 

—Yo encontré una familia en este mundo—continuó Sonic—. Creo que tú también puedes encontrarla. 

Las palabras de Sonic hicieron que Shadow pensara en Willow. Sus comentarios torpes, su sonrisa obstinada, la forma en que no se rendía, incluso cuando él la ignoraba o la rechazaba. Su imagen se formó claramente en su mente: sus ojos llenos de miedo y su mano extendida hacia él antes de ser separados por la fuerza de Sonic. Aunque aún sentía inseguridad y temor de volver a querer a alguien, una pequeña parte de él sabía que ya había encontrado a esa familia. 

La atención de ambos erizos se desvió hacia el horizonte cuando el primer rayo del sol emergió, iluminando el oscuro cielo con un suave destello de esperanza. 

—La luz brilla a pesar de que la estrella ya no esté—murmuró Shadow, recordando esas palabras bajo un cielo similar. 

Sonic giró hacia él, dándole una pequeña sonrisa, reconociendo el cambio en la mirada de Shadow. Luego, su atención se dirigió a la nave que aún flotaba a kilómetros de distancia, lista para desatar la destrucción en la Tierra. 

—Todo esto es por mi culpa—admitió Shadow con pesar—. La rabia me ha cegado tanto que creí que no tenía opción. 

De repente, la mano derecha de Sonic apareció a su lado. Shadow la miró por un instante antes de alzar la vista hacia el rostro del erizo azul, cuya expresión empatizaba con su dolor, pero también con determinación. 

—Siempre existe otra opción—dijo Sonic con firmeza. 

Shadow dudó por un momento, pero finalmente tomó la mano de Sonic. Con un leve tirón, Sonic lo ayudó a ponerse de pie. 

—Elegir la correcta jamás es fácil. Pero algo más que aprendí—añadió Sonic mientras se giraba hacia la nave— es que, cuando uno en serio se equivoca, no puede arreglarlo solo. 

Shadow sonrió compartiendo una mirada de entendimiento, un momento silencioso pero cargado de resolución. Entonces, extendieron sus manos libres y las chocaron con fuerza, un gesto que resonó como un pacto silencioso. En ese instante, las Esmeraldas del Caos los rodearon y comenzaron a brillar intensamente, emitiendo una luz que parecía desbordar el espacio mismo.

Un destello dorado los envolvió a ambos, cubriendo sus cuerpos con una energía tan poderosa que hizo temblar la superficie de la Luna. La transformación fue inmediata: sus púas adquirieron un brillo dorado y sus ojos reflejaban una intensidad inquebrantable. Ahora, en sus formas doradas, ambos erizos flotaban ligeramente sobre la superficie, irradiando un poder tan inmenso que incluso desde lejos podría sentirse.

Willow lo notó a través de los cristales en la nave.

Shadow apretó los puños, sintiendo la fuerza renovada que ahora lo habitaba. Sonic, por su parte, hizo una pose de corredor, listo para enfrentar lo que viniera. No era solo una batalla más, sino una oportunidad para redimirse y proteger lo que ambos sabían que debía ser salvado.

En la nave, Ivo había tratado de intervenir en los planes de su abuelo, pero para su mala suerte, eso no le había resultado tan bien, pues ahora se encontraba recibiendo golpes en su trasero con una enorme mano robótica que el adulto mayor usaba como guante. 

—¡No voy a tratar de impedir que mis mayores destruyan el mundo!—regañó Gerald con cada palabra, acompañándolas con un nuevo golpe al desdichado Ivo. Los ecos de los impactos resonaban en la sala, mezclándose con los quejidos de su nieto. 

Willow, que había logrado escabullirse hasta la consola de control de la nave, observó la escena desde lejos, sus ojos bien abiertos y sus manos temblando ligeramente ante la rareza de la escena. Ver a Ivo intentando resistirse, aunque sin éxito, despertó en ella una chispa de esperanza. 

—Eso, bigotitos—murmuró para sí misma con un atisbo de sonrisa nerviosa mientras dirigía su atención a la consola. Sin embargo, al ver el intrincado panel lleno de botones, pantallas y palancas, su rostro palideció—Debí poner más atención en la escuela... usar menos el celular...—se quejó en un susurro, mientras su mente repasaba cada decisión cuestionable que había tomado en su vida—Algo se te ocurrirá, Willow. No debe ser tan difícil—se animó, respirando hondo y tratando de ignorar el estruendo detrás de ella. 

El ambiente se tensó de golpe cuando un sonido metálico resonó, como una amenaza en forma de eco. Gerald había reemplazado sus manos por enormes pinzas de alacrán, y un aguijón mecánico emergió de su espalda, brillando con un fulgor ominoso bajo las luces de la nave. 

—¡Dios mío...!—susurró Willow, paralizada por un segundo al verlo retroceder hacia la consola.

El aguijón chocó contra el lado izquierdo de la consola, destrozando parte de los controles y una pantalla, provocando un estallido de chispas que iluminó el rostro aterrorizado de la chica. El ruido fue ensordecedor, pero Gerald no perdió tiempo cuando intuyó las intenciones de Willow. Con un movimiento veloz y brutal, lanzó el aguijón hacia ella, golpeándola con tal fuerza que la hizo volar varios metros antes de estrellarse contra el frío suelo metálico. 

El impacto fue devastador. Willow soltó un grito desgarrador que resonó por toda la sala, un sonido que hizo eco del dolor que atravesaba su cuerpo. La fuerza del golpe la dejó aturdida, y el estruendo de su cabeza contra el suelo arrancó un quejido involuntario. 

El mundo parecía girar a su alrededor. Su visión se tornó borrosa mientras un dolor agudo pulsaba en su cabeza. Intentó moverse, pero sus extremidades parecían pesadas, como si todo su cuerpo estuviera en su contra. Apenas notó el cálido hilo de sangre que bajaba lentamente desde su frente hasta su mejilla. 

—Ay, qué débil cuerpo—se quejó rozando con las yemas de sus dedos esa línea carmesí.

Gerald se acercó a ella lentamente, su figura imponente y transformada por las extensiones metálicas que lo rodeaban. Su sombra se cernió sobre ella como una sentencia de muerte. 

—Eso te enseñará a no entrometerte, mocosa insolente—espetó con un tono cargado de desdén, alzando el aguijón para un nuevo ataque. 

Willow, a pesar del dolor que recorría cada centímetro de su cuerpo, apoyó las manos en el suelo e intentó levantarse. Su respiración era pesada, entrecortada, pero sus ojos estaban llenos de determinación. 

—No... voy... a dejar que hagas esto—murmuró, su voz débil pero cargada de desafío. 

Gerald dejó escapar una carcajada seca, llena de burla. —¿Y qué vas a hacer? ¿Qué puede hacer una simple niña contra la voluntad de un genio? 

Desde el otro extremo de la sala, Ivo, aún tambaleándose por los golpes recibidos, alzó la mirada al escuchar las palabras de su abuelo. Su parte trasera estaba adolorida, su orgullo y corazón destrozados, pero algo en la imagen de Willow intentando resistir despertó en él un sentimiento que no podía ignorar: culpa.

—¡Activar modo defensa!—gritó, presionando desesperadamente un botón en el comunicador de su mano.

De la nada, una barricada de madera con clavos sobresaliendo y un rústico buzón de correo apareció entre Gerald y Willow. La chica, aún en el suelo, giró la cabeza para observarlo con incredulidad, alzando una ceja.

—¡Más que una defensa es una ofensa!—gritó Ivo, mientras corría directamente hacia su abuelo. —¡Mantis!—exclamó ahora, activando un nuevo comando.

Sus manos se transformaron en enormes pinzas robóticas que imitaban las de una mantis religiosa, Ivo se armó de valor y alzó las manos, listo para enfrentarse a Gerald.

Willow, entre tanto, comenzó a arrastrarse por el suelo, girando hacia un lado para apartarse de la inminente batalla. La tensión en el aire era palpable: el nieto enfrentando al abuelo, uno luchando por la supervivencia de la Tierra y el otro buscando su destrucción.

Tirada boca arriba, Willow intentaba recuperar el aliento mientras las punzadas en su cabeza parecían no ceder. Cada movimiento era una agonía, pero no podía permitirse detenerse.

—Vamos, Willow...—susurró para sí misma, cerrando los ojos con fuerza mientras sus pensamientos luchaban contra el dolor—Tienes que levantarte. Si no, nunca irás a ese concierto con Shadow...—El recuerdo de ese sueño, por absurdo que pareciera en ese momento, le dio la fuerza suficiente para forzar una pequeña sonrisa.

Inspirando profundamente, se giró lentamente, apoyando sus codos en el suelo, mientras la batalla entre Ivo y Gerald rugía a su alrededor.

¡Alerta! ¡Alerta!. Resonó la advertencia en la nave. 

En una pantalla cercana, se proyectó la imagen de los dos erizos aproximándose al combate. Al verlos, Willow sintió una oleada de alivio y emoción. Shadow estaba en buen estado, y Sonic seguía con vida, a pesar de lo que ella temía tras lo sucedido en la montaña. Una sonrisa se dibujó en su rostro, pero fue rápidamente interrumpida por las palabras de Gerald. 

—Shadow, veo que optaste por la traición. Con lo útil que me fuiste alguna vez—dijo Gerald mientras presionaba un botón en su muñeca. 

Willow, aún en el suelo, apretó los dientes al escuchar la frialdad en las palabras del anciano. 

—María, perdóname, pero tu abuelo es un desgraciado—murmuró entre dientes. Su atención se desvió al ver cómo, en el exterior, cientos de robots emergían de la nave, listos para interceptar a los erizos. Sin hacer ruido, comenzó a arrastrarse hacia la consola, intentando pasar desapercibida—Si sobrevivimos a esto, juro que voy a aprender sobre mecánica, circuitos y todo lo necesario—se prometió a sí misma mientras alcanzaba la consola. Al llegar, presionó un botón al azar, y una pequeña pantalla se desplegó repentinamente frente a ella, sobresaltándola y haciéndola retroceder unos pasos. 

El sonido de la discusión entre Ivo y Gerald la devolvió al presente. 

—Por favor, abuelito. No lo hagas—rogó Ivo, sosteniéndose con fuerza de un barandal. Debajo de él, la estructura que contenía el mecanismo del láser vibraba, y las enormes pinzas que formarían el cañón empezaban a alinearse. 

Willow, horrorizada, observaba desde su posición. 

—Anciano imb...—murmuró, pero sus palabras se quedaron en el aire cuando Gerald tomó el control de la situación. 

—Lo siento, niño. El día de llevar al nieto al trabajo se acabó—sentenció Gerald mientras presionaba un botón en su guante. 

La compuerta debajo de Ivo se abrió de golpe, dejando que el vacío del espacio comenzara a succionar el oxígeno de la nave. 

—¡Tus últimas palabras!—exigió Gerald con una sonrisa siniestra. 

—Solo... una cosa que jamás creí que diría—respondió Ivo, esforzándose por no soltar la barra a la que estaba aferrado. 

Mientras tanto, Willow golpeaba el suelo con desesperación, buscando algo que pudiera ayudarla. 

—¡Ay, por favor!—se quejó en un susurro hasta que, por accidente, un golpe en una sección específica del suelo hundió el metal. Para su sorpresa, un estante emergió frente a ella. Una sonrisa triunfal cruzó su rostro. 

—¿Qué cosa? ¿"Te quiero mucho"?—se burló Gerald, riendo con crueldad. 

—No. Era algo incluso mejor, pero no lo voy a decir si así te vas a poner—respondió Ivo con sarcasmo, aunque había un toque de vergüenza en su tono. 

—Está bien. Adiós—dijo Gerald sin remordimiento, soltando el agarre de Ivo con su pie y dejándolo caer. 

El grito de Ivo resonó en toda la sala, acompañado por un desgarrador alarido de Willow. Cerró los ojos con fuerza, incapaz de mirar lo que parecía ser el trágico desenlace del nieto de Gerald, hasta que decidió abrirlos nuevamente y acercarse.

—¡Es usted un desgraciado!—gritó Willow de repente, con un bate de béisbol entre las manos. Sus ojos ardían de furia, y su postura, aunque temblorosa, mostraba una valentía inesperada—¡Era su familia! 

Gerald se giró hacia ella con una calma perturbadora, ignorando su reproche. 

—Tú serás la siguiente—sentenció con una frialdad que hizo que la piel de Willow se erizara. 

A pesar del miedo, Willow apretó el bate con fuerza y ajustó su agarre. Dio un paso hacia adelante, obligándose a mantener la compostura. 

—Tú me debes dos golpes—gruñó, sin apartar la vista de él—Uno por lo que me hiciste... y otro por lo que dijiste de Shadow. 

La voz de Gerald se apagó cuando una inesperada interrupción lo hizo girarse. 

—Realmente no soy rencoroso—dijo Ivo, quien se elevaba gracias al agarre que tenía sobre Tails, mientras Knuckles se sostenía de él abrazándolo por la cintura, con una sonrisa burlona en el rostro—pero fue un gusto, Abue'. 

Con una púa dorada de Sonic en la mano, Ivo golpeó la parte trasera de Gerald, provocando una mini explosión que lo lanzó por los aires. Gerald soltó un grito de sorpresa que se apagó abruptamente cuando su cuerpo chocó contra el campo energético que rodeaba la sala. 

—¡Wujuuu!—gritó Tails con entusiasmo desde lo alto, agitando una mano. 

—¡Victoria!—exclamó Knuckles al ver cómo el anciano desaparecía. 

Ivo se sacudió las manos y sonrió con satisfacción cuando Tails los colocó sobre la superficie del lugar.

—Dirán lo que quieran de mi abuelo, pero nadie le gana a un buen matamoscas—bromeó, soplando la púa dorada antes de lanzarla. 

Willow dejó escapar un suspiro, relajando los hombros mientras el caos disminuía a su alrededor. 

—¡Es la secuestrada!—exclamó Knuckles, señalándola con exageración. 

Willow rodó los ojos y negó con la cabeza. 

—Me llamo Willow—corrigió, llevando una mano a su cintura y apoyando el bate de béisbol contra su hombro—Y técnicamente, yo me ofrecí como voluntaria... aunque sin saber todos los detalles—dijo haciendo una mueca—Pero bueno, hay errores que hay que corregir. 

—Tenemos que detener el láser—dijo Tails, apuntando hacia la consola mientras aún flotaba con la ayuda de sus colas. 

—Sabía que algo se me estaba olvidando—dijo Ivo, chasqueando los dedos con fingida casualidad. 

Los cuatro se dirigieron rápidamente hacia la consola mientras, a la distancia, Shadow y Sonic se acercaban al epicentro de la nave. 

El sonido de la cuenta regresiva final retumbó en la sala. Entonces, el cañón disparó. 

El brillo del láser impactando contra algo deslumbró a todos, y una pantalla cercana mostró a Shadow y Sonic unidos, deteniendo el impacto con el poder de las esmeraldas caos, salvando así a la Tierra.

Tails y Robotnik se sentaron rápidamente frente a la consola. 

—No podemos impedir que el cañón dispare—dijo Tails mirando al hombre. 

—Pero sí podemos desviarlo de la Tierra—respondió Eggman con determinación, presionando varios botones—Hay que virar a estribor. 

—¡A la orden, Doc!—respondió el zorro de dos colas mientras empujaba dos palancas hacia adelante. 

Los propulsores de la nave se encendieron en el exterior. 

—Girando—murmuró Robotnik entre dientes, girando el volante con todas sus fuerzas junto a Tails—Está un poco duro... Definitivamente no es dirección hidráulica. 

Willow, que se sujetaba del respaldo del asiento del Doctor, memorizó el comentario: "Investigar sobre hidráulica". 

—Si me ayudas, no me enojo, ¿eh?—bromeó Eggman. 

Willow, avergonzada, hizo una mueca antes de ponerse en acción. Junto con Knuckles y Tails, tomó el timón para ayudar al Doctor a girar la nave. 

En la pantalla, un dibujo de la Tierra con un cono rojizo indicaba el lugar del impacto. Poco a poco, el rayo comenzó a desviarse. Finalmente, el láser se desvió completamente de la Tierra, y la protección de los erizos se deshizo, dirigiéndose el rayo hacia un punto desconocido en el espacio. 

—¡SÍÍÍ!—gritó Knuckles con entusiasmo. 

—¡WUJU!—exclamó Tails, alzando el puño. 

—¡SIUUUUU!—gritó Willow mientras aplaudía emocionada. 

—¡Lo hice! ¡Lo hice!—se jactó Robotnik, ganándose una mirada de desaprobación de Knuckles. 

Sin embargo, mientras celebraban, el láser de la nave cortó accidentalmente una sección de la Luna. Las exclamaciones sorprendidas y "dolorosas" de los presentes resonaron en el lugar. 

—Uy... aplicamos la de Chat Blanc—susurró Willow, apretando los dientes mientras una gota de sudor le recorría la frente. 

—¡Ya vieron lo que hicieron!—regañó el Doctor, aunque Knuckles simplemente levantó las manos en señal de inocencia. 

—¡Miren!—gritó Tails, señalando al cristal—¡Allá abajo! 

—¡SONIC!—exclamó Knuckles al ver a su amigo inconsciente cayendo hacia la atmósfera terrestre. 

—Por favor, dime que tienes un plan...—pidió Tails mirando a Knuckles con preocupación. 

El equidna sacó dos pequeños anillos dorados—Los últimos. 

—Qué valgan la pena—murmuró Tails, tomando uno con una mirada decidida. 

—¿Qué van a hacer?—preguntó Willow, preocupada por Sonic y al no ver a Shadow por ninguna parte. 

—Iré tras Sonic—anunció Tails. 

Knuckles tomó la mano de Willow y colocó un anillo en su palma. 

—Piensa en el lugar al que quieres ir y tíralo. 

—¿Qué?—preguntó Willow, confundida. 

—Cuando lo arrojes, se abrirá un portal que te llevará al lugar que deseas. Solo cruza y estarás a salvo—explicó Tails, marchándose.

—Buena suerte, señorita "no secuestrada"—bromeó Knuckles antes de seguir a Tails. 

Willow observó el anillo en su mano, indecisa. 

"Shadow, ¿dónde estás?", pensó con el corazón apretado. 

Al voltear hacia el cristal, vio cómo Tails volaba  hacia Sonic. Mientras tanto, la nave comenzaba a temblar por los fallos en su reactor, y los cortocircuitos se esparcían por todas partes. 

Entonces, una luz dorada a su derecha capturó su atención. Era Shadow, levitando entre los destellos de su aura. 

—¿Qué está pasando?—preguntó el erizo oscuro, acercándose al Doctor. 

—El núcleo del reactor está sobrecargado. Es solo cuestión de tiempo para que explote—respondió Eggman sin apartar la mirada del planeta. 

—¿Eso qué significa para la Tierra? 

—Una atmósfera radioactiva. Lluvia que seca cultivos y quema la piel—dijo con seriedad antes de añadir con indiferencia—De no ser por eso... 

Shadow lo tomó del hombro, obligándolo a mirarlo—Esto no se ha terminado, tú trata de estabilizar el reactor, gana un poco de tiempo—ordenó con firmeza—Yo empujaré la estación para alejarla de la Tierra. Esta es la última vez que podremos hacer lo correcto.

—Vaya con Dios, erizo apestoso—bromeó Eggman en un tono sarcástico y un acento español que Willow entendió.

—Shadow—llamó la chica con un hilo de voz. 

El erizo se giró hacia ella, y por un instante, su expresión se desmoronó al verla aún en la nave y con el rastro rojizo en su mejilla. Se acercó rápidamente, extendiendo su mano hacia su rostro con una mezcla de preocupación y culpa. 

—¿Qué haces aquí? ¿Quién te hizo esto?—preguntó con un tono alarmado y enfurecido. 

Willow tomó su mano entre las suyas y le sonrió suavemente. 

—Erizo bobo, ya me vengaron—respondió tratando de tranquilizarlo y a la vez recordando el desenlace del Profesor—Además, ¿creíste que iba a irme sin ti?—dijo con una ceja alzada. Luego levantó el anillo en su mano—Un amigo de Sonic me dio esto. Dicen que si lo lanzo, puedo pensar en el lugar al que quiero ir y me llevará allí. 

Shadow sostuvo el anillo entre sus dedos, analizándolo durante unos segundos que parecieron eternos. Finalmente, su mirada regresó a Willow, y sus ojos oscuros estaban cargados de una tristeza que parecía infinita. 

—Tienes que usarlo, Willow—dijo, su voz baja, casi inaudible—. Ve con tu familia. 

Willow negó de inmediato, sus ojos ardiendo con lágrimas que se negaban a caer. 

—No—replicó con firmeza, aunque su voz tembló al final—. No te voy a dejar aquí, Shadow. No puedo. Tienes que venir conmigo. 

El erizo cerró los ojos por un breve instante, tratando de encontrar fuerzas para mantenerse firme. Cuando los abrió, su mirada ya no estaba cargada de la fría determinación de antes, sino de algo mucho más humano: dolor. 

—Willow...—murmuró, su voz quebrándose por primera vez. Apartó la vista, incapaz de sostenerla por más tiempo, y dejó escapar un suspiro que parecía arrastrar todo el peso de su alma. Finalmente, volvió a mirarla, su expresión suavizándose—. Tengo que hacer esto. Por María...—tragó con dificultad antes de añadir, en un susurro—. Por ti. 

El corazón de Willow se encogió al escuchar esas dos últimas palabras. Sentir que había dejado una huella en él, que de alguna manera su presencia había significado algo, llenaba su pecho de una mezcla de orgullo y dolor. 

—Estoy feliz... y muy orgullosa de que hayas cambiado de parecer—dijo, su voz temblando mientras le ofrecía una sonrisa cargada de ternura. Pero esa sonrisa pronto se desvaneció cuando un nudo comenzó a formarse en su garganta—. Pero... ¿qué pasará contigo?—preguntó, casi en un susurro, buscando su mirada como si en ella pudiera encontrar alguna respuesta que la calmara. 

Shadow la miró con una ternura que raras veces dejaba ver. La tristeza en sus ojos era palpable, pero también había una resignación que Willow no podía soportar. 

—Terminaré aquí... y luego iré a buscarte—respondió con suavidad. Su tono era convincente, pero en el fondo de su voz había algo roto. Algo que delataba que esa promesa no era más que una mentira que intentaba protegerla. 

Sin darle tiempo a responder, Shadow extendió su mano y tomó el anillo de la suya. Willow sintió el calor de sus dedos contra los suyos, un gesto que parecía al mismo tiempo protector y definitivo. 

—¡Shadow, no!—intentó detenerlo, pero el erizo lanzó el anillo antes de que pudiera reaccionar. 

El aire frente a ellos se agitó, y un portal se abrió, mostrando un vasto campo verde bajo un cielo despejado. La paz del paisaje contrastaba cruelmente con el caos que estallaba en el interior de Willow. 

—Shadow, espera...—balbuceó, dando un paso hacia él. Pero el erizo avanzó, acortando la distancia entre ambos. Sus manos en sus hombros la empujaron con suavidad pero con firmeza, obligándola a retroceder hasta que cruzó el umbral del portal. 

El cambio de atmósfera la golpeó de inmediato. El aire fresco del campo la rodeó, pero no pudo disfrutarlo. Todo lo que podía hacer era mirar al erizo al otro lado del portal, su figura inmóvil frente a ella, y notar cómo la distancia entre ambos se hacía más grande que nunca. 

—Adiós, Willow—dijo Shadow, su voz cargada de un dolor que esta vez no intentó ocultar. 

—¡Shadow!—gritó ella, extendiendo una mano hacia él, pero ya era demasiado tarde. El portal se cerró de golpe, cortando toda conexión entre ellos. 

Ahora estaba sola.

Miró al cielo con temor, observando cómo la nave se perdía en la distancia, cada vez más pequeña.

—¿Willow?—la voz de alguien familiar resonó detrás de ella.

Al girarse, vio al trío colorido: Sonic, Knuckles y Tails. Sonic, aunque visiblemente aturdido, trataba de sonreírle. Willow alzó una ceja, confusa al principio, pero entonces entendió.

El anillo te lleva al lugar al que deseas ir... y Shadow había sido quien lo lanzó. "Él quería que estuviera a salvo", pensó. "Sabía que ellos me protegerían en su ausencia."

Un nudo se formó en su garganta al comprender la intención detrás de su decisión.

Mientras tanto, en el frío e infinito espacio, Shadow empujaba la nave con todas sus fuerzas, dirigiéndola lejos de la Tierra. Su cuerpo luchaba contra la gravedad y el vacío, pero su mente estaba en otro lugar.

En flashes, recordaba cada momento junto a María y Willow. Recordaba las risas inocentes de María, las palabras amables que siempre le dedicaba. Recordaba las bromas de Willow, sus quejas exageradas, sus sonrisas a medias que lo retaban y desarmaban al mismo tiempo.

Y entonces, sin darse cuenta, una lágrima rodó por su rostro. Luego otra. "Ellas... Lo hago por ellas", pensó mientras su mirada se perdía entre las estrellas. Cerró los ojos, dejando que esos recuerdos lo envolvieran.

A pesar del sacrificio, por primera vez en mucho tiempo, Shadow sintió paz. Fue leve, casi imperceptible, pero lleno de sinceridad. Se aferró a sus memorias, encontrando en ellas la fuerza para seguir empujando, incluso cuando todo parecía estar en su contra.

Y la nave explotó.

El espacio se iluminó con una gigantesca explosión en tonos naranjas, amarillos, azules y destellos de colores que parecían brotar de una galaxia recién nacida. Pero, lejos de ser algo hermoso, la magnitud de aquella detonación solo transmitía una cosa: pérdida.

Willow observó en silencio cómo el cielo se pintaba con los restos de la nave que, momentos antes, había albergado a Shadow. La opresión en su pecho creció hasta hacerse insoportable. Dio un paso al frente, extendiendo una mano temblorosa hacia la lejanía, como si pudiera alcanzarlo.

—Sonic, mira—susurró Tails, rompiendo el silencio con su voz cargada de melancolía. 

Los presentes levantaron la mirada hacia la explosión, todos comprendiendo lo que aquello significaba. 

—Shadow y Robotnik decidieron sacrificarse para salvar a todo el mundo—continuó el pequeño zorro, su tono impregnado de tristeza. 

Las palabras de Tails golpearon a Willow como una tormenta. Su pecho se contrajo dolorosamente, y una risa amarga escapó de sus labios. 

—Siempre tenemos opción—dijo Sonic, recordando las palabras que le había dicho a Shadow, palabras que ahora sentía vacías. 

—Él dijo que vendría—la voz de Willow, rota y llena de esperanza desesperada, capturó la atención de todos. Sus ojos estaban fijos en el cielo, llenos de lágrimas que luchaban por no caer—. Estaba dorado—continuó, girándose hacia ellos con un temblor en su cuerpo—. Lo que sea que hizo que se pusiera de ese color... seguro lo salvó—dijo con una mezcla de súplica y negación, como si decirlo en voz alta pudiera convertirlo en verdad.

Sonic dio un paso hacia ella, sus ojos reflejando la compasión que sentía por la chica. Extendió una mano, pero no llegó a tocarla. 

—Escucha, Willow... 

—No puede morir—lo interrumpió ella, sacudiendo la cabeza mientras las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Su voz se quebró bajo el peso de los sollozos—. No, no alguien de nuevo... No quiero volver a estar sola—balbuceó con un dolor desgarrador—. No me quiero sentir así otra vez. 

Sus rodillas cedieron bajo el peso de su desesperación, y cayó al suelo, abrazándose a sí misma como si intentara contener los pedazos rotos de su corazón. 

En su mente, los recuerdos de su vida solitaria en Tokio volvieron como una oleada cruel. La muerte de sus padres, el vacío que dejaron. Katherine, su hermana, siempre lejos, con una vida tan ocupada que su relación se resumía en mensajes breves y encuentros fugaces. Incluso Jimbo, aunque era un amigo invaluable, tenía su propio círculo, su propia familia, su propia vida. 

Willow, desde que había perdido a aquellos que le dieron vida, siempre había sentido que luchaba contra el mundo, sola. Y ahora, el único ser que la había hecho sentir acompañada, comprendida, importante, había desaparecido. La idea de perder a Shadow era insoportable. 

Sonic se acercó a ella sin dudarlo. Se paró delante de ella y la abrazó con firmeza, transmitiéndole todo el apoyo que podía ofrecer. Tails, conmovido hasta las lágrimas, se sentó a su izquierda y la rodeó con sus pequeños brazos, mientras Knuckles se inclinaba, frotando con torpeza pero con cariño la cabeza de Willow. 

Ella sollozaba sin control, su rostro enterrado contra el pecho de Sonic. Cada lágrima llevaba consigo el peso de sus recuerdos, de sus miedos, de su soledad. 

En ese momento, ninguno de ellos supo qué decir. Pero tampoco tenían que hacerlo. Sus silenciosas presencias le hablaban más alto que las palabras. 

Y, mientras el cielo seguía iluminado por los restos de la nave, la despedida no dicha resonaba en los corazones del erizo y la castaña. 

Sayonara, Shadow el erizo.









































































Me pasé de verdura 🗣️

Bueno, no creo que alguien llorara, pero yo si lo hice 😭😭
Es que escuchar "Wasteland", "The Night We Meet" y "The Line" mientras escribía esto, me hizo sufrir 😞

Todavía no me maten que le historia aún no acaba 🤧😭

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©-MANDALORIANA76

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