
𝟎𝟕 | ᴍɪᴋʜᴀᴇʟ, ᴇʟ ᴍᴏᴅɪsᴛᴀ
𝓬𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸
𝙼𝚒𝚔𝚑𝚊𝚎𝚕, 𝚎𝚕 𝚖𝚘𝚍𝚒𝚜𝚝𝚊
El aire fresco se cuela por la ventana. Mark tomaba una siesta a un lado de Mika que —al igual que el— había preferido el suelo a la comodidad de la cama.
Sophie los mira enternecida, colocándoles una manta ligera para que pudieran disfrutar la frescura del suelo.
Mark se remueve en su lugar tomando el brazo de Mikhael como almohada.
Calcifer los observa en silencio mientras juega con un pequeño trozo de metal qué amablemente el chico le había conseguido.
Según el, era la arcilla moldeable del demonio y aunque no lo admitiera se divertía mucho creando distintas figuras con un solo objeto.
Hatter lo mira divertida, mientras sostiene una pequeña tetera.
— ¡Aléjate anciana! — Calcifer se enciende en cólera pero Sophie solo pone su índice sobre sus labios mandándolo a callar.
— No querrás que Mika te vuelva a "cuidar" ¿verdad? — El terror recorrió al fuego, por su puesto que no quería al loco de las maderas cerca suyo de nuevo.
Posiblemente Howl se pondría de mal humor si lo veía cansado.
La anciana sonrió triunfante mientras ponía el objeto sobre Calcifer. Acomodó su suéter sobre sus hombros y espero pacientemente a que el líquido hirviera.
Sus ojos se desviaron a la tela, patrones delicados se encontraban bordados sobre ella marcando un pequeño diseño sencillo.
Aun así, no pudo evitar sorprenderse cuando noto hilo dorado bordado con su nombre.
Sophie H.
Las lágrimas se formaron en la esquina de sus ojos mientras observaba su regalo encontrado por accidente.
— Es muy bonito.
— Lo es. — Reconoció la voz lejana, sus pasos eran livianos y su presencia apenas se pudo interceptar por la mayor.
La tetera caliente estuvo a punto de hacer ruido pero los movimientos del mago evitaron el escándalo.
Había bastado un pequeño movimiento de sus dedos para que el líquido se colocará dentro de las tazas.
— ¿Tienes unos minutos, Sophie? Hay algo que me gustaría explicarte.
— ¿Sobre que?
— El hechizo sobre ti.
La tela era cortada con precisión. Sus dedos se mueven hábilmente por encima de las tijeras alisando las imperfecciones.
Entre sus labios, cuatro alfileres qué lo ayudan como guía en nuevo proyecto.
— ¿Puedes sostener aquí, Mark? — Pide estirando la tela blanca sobre la mesa.
El niño asiente, tomando los extremos de la misma y estirándola lo mejor posible.
— ¿Qué harás Mika?
— Una gabardina para Nabo. — Responde entre dientes mientras alinea los alfileres.
El espantapájaros salta en su lugar como si la emoción lo invadiera de alguna forma.
— ¿Por qué?
— Porque la suya se rompió... bueno, yo la rompí.
La cara del pequeño muestra confusión y las orejas rojas.
— ¡Pero fue un accidente!
— Si tu lo dices. — Se conforma con esa respuesta, siguiendo con su labor sin preguntar mas por el asunto. — Cortas muy rápido ¡apenas puedo ver que haces!
— ¿Tu crees?, la verdad es que he perdido práctica. — Admite en voz baja. — Cuando era niño cortaba los vestidos a mi madre para "practicar"
— ¿Y quedaban bien?
— Para nada, eran las cosas más horribles que las tijeras podían provocar pero me divertía mucho.
— ¿Tu familia es cercana a ti? Yo nunca tuve familia así que me da curiosidad.
Un pequeño silencio se forma entre ambos, la sola mención de la palabra hace que Jones se ponga rígido.
— No, no somos cercanos. — Dice, apenas en un susurro. — Pero que importa, ahora ya soy un adulto independiente tengo un buen negocio, gano bien y sobre todo tengo a personas que me quieren como soy a mi lado.
— ¿Pero eso no es triste? ¿no los extrañas?
— Creo que es mejor dejar esto por hoy. — Dice rápidamente, desviando la atención del niño a otra cosa. — Tendrás que esperar otro día mas, Nabo.
Aunque el espantapájaros no responde sabe que ha entendido sus palabras. El saco desgastado y lleno de parches es colocado nuevamente sobre y el con una pequeña sonrisa.
— Espero te guste el blanco. — Salta en su lugar, él lo interpreta como un si.
— A veces siento que se burla de ti. — Confiesa el niño, tomándolo del brazo para salir de ese cuarto. — Le quitaré la paja de la cara.
— Por favor, no.
— ¿Esa es tu última palabra? — Cuestiona su padre sosteniendo una correa de cuero entre sus manos. — ¿Vivirás el resto de tu vida en un trabajo de maricones?
— ¿Vas a seguir cuestionando lo que ya sabes? — Rebate, limpiando la sangre que escurre por su nariz con el dorso de sus manos. — La respuesta es la misma. Si tanto te cuesta aceptar eso... entonces el problema ya no es mío.
Su madre, arrinconada en la esquina observa con ojos llorosos. La culpa la carcome mientras observa la que parecía ser su última interacción como padre e hijo.
Si no le hubiera dicho a su esposo lo que había encontrado en el cuarto de su hijo tal vez aquella mentira se habría extendido lo suficiente para que su hijo pudiera irse cómodamente.
— Mikhael, ni siquiera te atrevas a volver a usar mi apellido.
— ¿Tu apellido? Eres la sombra de alguien, "el hijo de" déjame preguntarte quien recuerda tu nombre. — Sus palabras hieren como cuchillas, cada una más dolorosa que la otra. — Permiso.
Sin dinero, ni apellido. Mikhael renunció a ser un Gelbert.
¡Extra Mikhael!
— ¡Jun! ¡Por favor!
— Señor Mikahel, por favor suelte mi pierna.
— Te iras si lo hago. — A pesar de que el hombre había hecho de todo para negar la teoría de su jefe, el seguía reacio a acompañarlo.
— Solo voy al baño.
— Vamos juntos.
La verdad le queda mejor el apellido Jones.
Se vienen tiempos oscuros muchachas y muchachos.
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