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epílogo

La recuepración de Sato Ima fue lenta, los médicos no podían creerse cómo había sido posible que hubiese sobrevivido a aquella explosión del meteorito, sin embargo la joven japonesa era muy fuerte y tenía ganas de vivir, esas ganas a las que se aferraba todos los días al despertarse.

Durante las primeras semanas, Ima se recuperó en el hospital junto a Ann. Las dos eran inseparables y un pilar fundamental en la recuperación de la otra. Se pasaban las mañanas hablando sobre su vida, de vez incluso hasta recordaban viejos momentos en Borderland, las tardes transcurrían entre risas y competiciones de cartas.

La primera semana que Ima fue mandada a casa, siguió visitando todos los días a Ann en el hospital, una semana más tarde a la mayor también le habían dado permiso de regresar a su hogar.

Las dos japonesas habían encontrado el apoyo perfecto en la otra, incluso se habían mudado juntas. Aquella mañana Ima había preparado su mochila, después de casi un mes por fin podía abrir su academia de ballet, pero antes tenía que hacer una parada.

Cogió las llaves del coche de la mesita de la entrada, una vez se metió en el vehículo encendió la radio poniendo música de fondo, no quería que los pensamientos la consumiesen e hiciesen que se diera media vuelta.

El lugar al que la japonesa había ido estaba vacío, no se extraño, un cementerio no era precisamente el lugar más habitado de japón. Ima aparcó el choche y bajo de este, cogiendo del asiento del copiloto el ramo de flores que había elegido, con la ayuda de la dependienta de aquella floristería, Kuina -- las flores nunca habían faltado en la habitación de hospital de Ima y Ann, ninguna de las dos sabía quién las había enviado, la única información que tenían era el lugar de donde provenían.

A pesar de que ella no la recordaba, Ima si, y estaba muy contenta de ver a la japonesa con vida, verla feliz y haciendo algo que amaba así como contando con el total apoyo de sus padres — de tantas veces que la pelinegra iba a la floristería solo para ver Kuina, una amistad se había forjado entre ambas, que poco tiempo después se amplio hasta Ann. En realidad, eran tan buenas las migas que las tres habían hecho, de nuevo, que solo faltaba una semana para que se mudasen juntas a un nuevo apartamento, uno un poco más grande que el anterior.

Con paso decidido se dirigió a una de las tumbas, le había costado bastante tiempo atreverse a aparecer por allí, sentía que no merecía estar de pie en frente a su tumba, pero sabía que le debía una disculpa pero sobre todo Ima deseaba agradecerle a Nakamura Asa por todo lo que había hecho por ella en Borderland, por salvarle la vida y darle una segunda oportunidad de vivir.

La tarde cayó e Ima sabía que debía regresar, aún tenía que limpiar antes de abrir la academia, con cuidado dejó las flores — que no había soltado desde que había llegado, ni siquiera cunado se sento para conversar con el japones -- con un último beso en la lápida y un último agradecimiento, junto a un "te quiero" que no había podido decirle en vida, Ima regresó al coche, donde dejó que las lágrimas que había intentando no soltar rodasen libres por sus mejillas.

Ima sabía que había sido una mala idea, no debía haber abierto la academia tan pronto, debía haber entrenado un poco más — en verdad debía haber simplemente entrenado — antes de colocarse sus zapatillas de ballet e instruír a los niños y niñas que habían acudido a su academia.

Como resultado de esta mala idea ahora se encontraba en aquella camilla de hospital — el Sombrero se había ofrecido a llevarla, más bien había ofrecido que su amigo ,Aguni , la llevase, Ima solo pudo agradecerle el favor; sabía que no merecía la pena presentarse a su tío pero tendría por seguro que visitaría aquella tienda de sombreros más a menudo — sentada con sus piernas colgando del borde, mientras esperaba que apareciese el médico que la iba a curar — la enfermera que la había atendido con anterioridad le había informado que el médico general estaba de viaje por lo que habían tenido que llamar a un en prácticas que no se demoraría más de diez minutos, o esa era lo que le había prometido.

Ima llevaba más de cuarenta y cinco minutos esperando en aquella habitación y ya empezaba a aburrirse, solo quería regresar a su casa y hacer una noche de chicas con Ann y Kuina.

La puerta sonó anunciando la llegada el esperado candidato a médico que Ima había estado esperando.

—— Veamos que  tenemos aquí — hablo mientras observaba los documentos que se encontraban en sus manos — Bien, parece que solo es un pequeño esguince — coloca la carpeta en una mesa mientras cogía unas vendas de la estantería — en una semana, con suerte, podrás caminar otra vez.
¿Estas bien? — Ima no sabía que decir las palabras no salían de su boca, no podía creer que delante de ella estuviese él, Chishiya.

La última vez que le había visto había sido en Borderland, lleno de sangre, y ahora se encontraba delante suya con una bata de médico mientras le sonría amablemente — Bien, procederé a vendarte ¿está bien? — Ima asintió — ¿Te ha comido la lengua el gato? — bromeó haciendo que Ima soltase una risa — Si te duele dime — Chishiya cogió la venda comenzando a envolverla alrededor del tobillo de la japonesa, con la máxima delicadeza posible, tres vendas fueron las que utilizo — Listo — sonrió mientras daba una palmada — ¿Te molesta? — Ima negó con la cabeza — Ya veo — sonrió — eres de pocas palabras — como no fue sorpresa no respondió — Bueno creo que eso es todo, solo recuerda tomarte las medicinas en sus respectivos tiempos y estarás como nuevo antes de los que puedas pensar. Ya puedes volver a casa — Ima asintió mientras se incorporaba con dificultad — Oh, una última cosa — la japonesa se giró cuando ya había llegado a la puerta — Toma — le extendió un par de muletas — te ayudara para caminar.

—— Gracias — Ima sonrió y tras coger las muletas salió por la puerta, hacia la salida del hospital donde la esperaba Ann con el coche.

Shuntaro Chishiya había decidió acabar y graduarse en la carrera de medicina, y en aquel  momento agradeció el día que tomó esa decisión, porque después de tanto tiempo había encontrado a la mujer con la que llevaba soñando desde que despertó de aquel coma de un minuto que se había sentido como una vida entera.

No sabía como se llamaba, ni donde vivía pero lo que tenía claro es que esos ojos grises que no se habían apartado de él mientras la curaba eran reconocibles allí donde fuese, y se juró a sí mismo que haría lo posible para conocer a aquella japonesa, no dejaría que se alejase de él, no otra vez.

Porque Sato Ima no podía evitar amar a Shuntaro Chishiya aunque lo intentase.

Y Shuntaro Chishiya  no podía evitar querer a Sato Ima a pesar de no acordarse de ella, sabía que moriría sin ella.

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