001. welcome to camp
CHAPTER ONE
❝bienvenido al campamento❞
the lightning thief | act. one
PIERCE ERA LA PERSONA MÁS insistente que he conocido en mi vida.
Nos conocimos a los nueve, yo ya llevaba un año en el campamento pero el recién había llegado. Mi padre, Dioniso, me ordenó mostrarle el campamento. Al final del recorrido me pidió ser su amigo.
Y yo entré en pánico.
Yo no tenía amigos, eso era algo a lo que me negué rotundamente luego del accidente con mi mamá. Me negaba a volver a hacerle daño a otra persona. A este punto, ya se controlar mis poderes bastante bien —mi poder es volver a la gente loca, literalmente— cuando estoy tranquilo pero es difícil lograrlo cuando me enojo.
Negué su propuesta pero el no se rindió hasta que le dije que sí.
No me arrepiento de haber aceptado, Pierce es mi mejor amigo hasta el día de hoy y aunque no se rinda con intentar conquistar a Annabeth —vamos en el intento diez mil y sigue sin funcionar— es un gran amigo y... bueno... el único que tengo.
A mi Annabeth me da miedo pero si el es feliz, ¿quien soy yo para no ayudarlo?
Ahora mismo, estábamos jugando pinacle con mi padre, Quirón, Pierce y Annabeth cuando el chico que he estado cuidando en la enfermería los últimos dos días apareció junto a Grover.
—¡Señor Brunner!
Quirón se giró y le sonrió.
—Ah, Percy, qué bien. Ya somos seis para el pinacle.
Le ofreció una silla al lado de mi padre que lo miraba con mala cara, como a todos. Dioniso soltó un resoplido.
—Bueno, supongo que tendré que decirlo: bienvenido al Campamento Mestizo. Ya está. Ahora no esperes que me alegre de verte.
—Vaya, gracias —murmuró sarcástico moviendo un poco la silla, alejándose de el.
—¿Chicos? —nos llamó Quirón—. Damian y Annabeth te cuidaron mientras estabas enfermo, Percy.
—Pierce me acompañó —señale y mi amigo me mostró el pulgar por debajo de la mesa con una sonrisa.
—Pierce lo acompañó —dijo Quirón divertido—. Niños, ¿por qué no van a ver si la litera de Percy esta lista? De momento lo pondremos en la cabaña once.
Los tres asentimos. Nos levantamos y Annabeth se fue primero seguida de Pierce que tenía una sonrisa boba en la cara. Antes de irme, voltee a ver a Percy y le sonreí.
—Babeas cuando duermes.
Percy frunció el ceño y mientras yo me alejaba, corriendo hasta los dos chicos. Annabeth tenía cara de que si Pierce seguía hablándole iba a estrangularlo.
—Vamos, Bethy Boo —insistió mi amigo—. Sal conmigo en una cita, no vas a arrepentirte.
—Voy a apuñalarte —dijo Annabeth con tono sereno.
—No apuñalemos a nadie, por favor —pedí arreglándome el sombrero ya que se me había caído sobre los ojos cuando corría.
El sombrero de sheriff era mi posesión más preciada. Mi padre me lo regaló para subirme el ánimo cuando llegue al campamento. Cuando tenía ocho quería ser sheriff, no se burlen.
—Solo una oportunidad —pidió Pierce juntando las manos en frente de su cara—. Una, porfitas.
Annabeth dejo de caminar y cerró los ojos, tomando un gran respiro. Agarre a Pierce por los hombros y lo puse detrás de mí justo a tiempo cuando Annabeth se dió la vuelta.
—Damian, quítate —pidió mirándome con el ceño fruncido.
Chicos, yo adoro a Pierce pero esta mujer es capaz de romperme un brazo y estoy feliz con mis extremidades intactas. Me hice a un lado y Pierce sonrió con expresión soñadora. Annabeth dio un paso adelante y le dio una cachetada.
—Aléjate de mi, Donovan —amenazó, apuntándolo con su dedo y alejándose nuevamente.
—Que linda es —dijo subiendo una de sus manos a su mejilla—. Estoy enamorado.
—Me preocupa tu salud mental —dije viéndolo con el ceño fruncido.
Pierce tomó mi mano y salió corriendo logrando que casi me cayera pero logré seguirle el paso hasta la cabaña de Hermes.
Annabeth estaba conversando con Luke y tenía las mejillas sonrojadas. Pierce se quedó de pie en la entrada y me miró.
—¿Que hace el con mi novia y por qué esta sonrojada?
—No es tu novia —repliqué—, y Luke tiene siete años más que ella.
—¿Y? —reclamó alzando las manos al cielo—. ¿Que hice yo para merecer esto?
Annabeth se acercó a nosotros con la vista pegada en mi.
—La litera de Percy esta lista, hay que esperarlo afuera.
Antes de que pudiera responder, se fue. Pierce me miro con el ceño fruncido, como si yo tuviera la culpa de algo.
—Traicionero.
—¿Que hice ahora? —lloriquee siguiendo a Pierce hasta afuera.
Me senté en los escalones de la entrada, ignorando el hecho de que Pierce seguía hablándole a Annabeth quien no le estaba prestando atención y me puse a jugar con el anillo que me regaló Luke en mi cumpleaños pasado.
No se cuanto tiempo estuvimos ahí pero no me di cuenta que Percy y Quirón estaban frente a nosotros hasta que el centauro habló.
—Niños, tengo clase de arco para profesores a mediodía. ¿Se pueden encargar de Percy?
—Sí, señor —contestó Annabeth.
Percy tenía el cabello negro azabache revuelto pues acababa de despertar, sus ojos eran verdes mar, tenía una mirada suave, casi melancólica y era un poco más alto que yo.
Pensé por un segundo que era muy bonito pero me saqué el pensamiento de la cabeza.
No puedo hacerme cercano a él o puede salir mal.
—Bueno, así pues... —dijo Quirón antes de alejarse—. Buena suerte, Percy. Te veo a la hora de la cena.
—¿Y bien? —lo urgió Annabeth—. Vamos.
Percy avanzó pero se tropezó al entrar por la puerta y se levantó sonrojado hasta las orejas. Sonreí al verlo.
—Percy Jackson, te presento a la cabaña once —dijo Annabeth.
—¿Normal o por determinar? —preguntó alguien.
—Por determinar —dije yo y todo el mundo se quejó.
—Bueno, campistas —dijo Luke acercándose a nosotros—. Para eso estamos aquí. Bienvenido, Percy, puedes quedarte con ese hueco en el suelo, a ese lado.
Luke era la persona más atractiva que conocía. Tenía el cabello color arena, era alto y musculoso y además, era amable y chistoso.
—Este es Luke —dijo Pierce sin despegar la mirada de Annabeth, quien se había sonrojado otra vez—. Es tu consejero por el momento.
—¿Por el momento? —preguntó Percy.
—Eres un por determinar —aclaró Luke—. Aún no saben en qué cabaña ponerte, así que de momento estas aquí. La cabaña once acoge a los recién llegados, todos visitantes, evidentemente. Hermes, nuestro patrón, es el dios de los viajeros.
Percy le dio una mirada a su saco de dormir en el suelo y preguntó:
—¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?
—Buena pregunta —respondió Luke—. Hasta que te determinen.
—¿Cuánto tardará?
Todos empezaron a reír y yo los mire de mala manera logrando que se callaran.
Nadie me tenía miedo —mido como uno caurenta y soy un flacucho— pero todos saben que si se meten conmigo iban a terminar en problemas. Algo bueno tiene que tener que tu padre sea director del campamento.
—Vamos —le dije a Percy tomándolo del brazo—. Te enseñaremos la cancha de vóleibol.
—Ya la vi.
—Vamos —repitió Annabeth saliendo de la cabaña—. Jackson, tienes que esforzarte más.
—¿Qué?
—So —dijo Pierce burlón.
—¿Cómo pude creer que eras el elegido? —murmuró entre dientes la rubia.
—Annabeth, acaba de llegar —murmure en voz baja.
Pierce me miraba con ojos entrecerrados y yo lo mire raro.
—Lo único que sé es que he matado a un tipo toro...
—¡No hables así! —gritó Annabeth molesta por lo que me escondí detrás de Pierce rápidamente—. ¿Sabes cuántos chicos en este campamento desearían haber gozado de la oportunidad que tú tuviste?
—¿De que me mataran? —preguntó Percy.
—Sí —contestó Pierce pero Annabeth lo fulminó con la mirada—. De luchar contra el Minotauro.
—Miren, si la cosa con la que me enfrenté era realmente el Minotauro, el mismo del mito...
—Pues claro que lo era —dijo Annabeth cruzándose de brazos.
—Pero sólo ha habido uno, ¿verdad? —yo asentí—. Y murió hace un montón de años, ¿no? Se lo cargó Teseo en el laberinto. Así que...
—Los monstruos no mueren —dijo Pierce—. Pueden matarse, pero no mueren.
—Hombre, gracias —contestó sarcásticamente—. Eso lo aclara todo.
—No tienen alma, como tú, Damian y yo —Pierce alzó una ceja hacia Annabeth—. Estoy convencida de que tu no tienes una, deja de mirarme. Siguiendo, son fuerzas primarias. Quirón los llama «arquetipos». Al final siempre vuelven a reconstruirse.
—¿Quieres decir que si matase a uno, accidentalmente, con una espada...?
—Esa Fur... quiero decir, tu profesora de matemáticas. Bien, pues ella sigue ahí fuera. Lo único que has hecho es hacerla enojar muchísimo.
—¿Cómo sabes de la señora Dodds?
—También hablas cuando duermes —conteste logrando que me mirara. Me sonroje y baje la mirada.
—Casi la llamas algo. ¿Una Furia? Son las torturadoras de Hades, ¿no?
Los tres subimos la mirada al cielo con miedo y Percy nos miró con confusión.
—No deberías llamarlas por su nombre —negó la rubia—, ni siquiera aquí. Cuando tenemos que mencionarlas, las llamamos «las Benévolas».
—¿Hay algo que podamos decir sin que se ponga a tronar? —preguntó harto—. ¿Y por qué tengo que meterme en la cabaña once? ¿Por qué todos están tan apiñados? Está lleno de literas vacías en los otros sitios.
Señaló las primeras cabañas. Pierce ya no sonreía, ahora tenía una expresión decaída.
—No se elige la cabaña, Percy. Depende de quiénes son tus padres. O... tu progenitor.
—Mi madre es Sally Jackson —respondió, sacándome una pequeña risa—. Trabaja en la tienda de caramelos en la estación Grand Central. Bueno, trabajaba.
Se me borró la sonrisa.
—Siento lo de tu madre, Percy, pero Donovan no se refería a eso —negó Annabeth—. Habla de tu otro progenitor. Tu padre.
—Está muerto. No lo conocí.
Annabeth suspiró.
—Tu padre no está muerto, Percy.
—¿Como puedes decir eso? —contestó poniéndose a la defensiva—. ¿Lo conoces?
—No, claro que no.
—¿Entonces como puedes decir...?
—Te conocemos a ti. Porque no estarías aquí si no fueras uno de nosotros —dijo Pierce acomodándose los lentes.
—No conocen nada de mi —replicó.
—¿Duras mas de un año en alguna escuela sin que te echen? —pregunte—. Probablemente tienes dislexia y TDAH.
Percy se sonrojó otra vez.
—¿Y eso que importa ahora?
—Las letras floran en las páginas cuando intentas leer, ¿no? —seguí—. Tu mente esta preparada para el griego antiguo. Y el TDAH son tus reflejos para la batalla. En una pelea real te mantendrían vivo. Y los problemas de atención son porque ves demasiado. Tus sentidos son mas agudos que los de una persona normal. Los médicos quieren darte pastillas pero la mayoría son monstruos. No quieren que los veas.
—Hablas como... como si hubieras pasado por lo mismo —dijo Percy haciendo contacto visual conmigo.
—La mayoría lo hizo —asentí—. Si no fueras como nosotros no habrías sobrevivo al néctar y a la ambrosía y muchísimo menos al Minotauro.
—¿Ambrosía y néctar?
—La comida y bebida que te dieron —habló Pierce—. Un chico normal hubiera muerto. Su sangre se hubiera convertido en fuego y sus huesos en arena. Eres un mestizo.
La mirada de Percy se perdió en el suelo pero volvió a recomponerse cuando la voz de Clarisse apareció.
—¡Pero bueno! ¡Un novato!
Use a Pierce como escudo humano cuando las cuatro hijas de Ares caminaron hacia nosotros con paso decidido.
Si Annabeth me da miedo, Clarisse es el triple de peor.
—Clarisse —suspiró Annabeth—. ¿Por qué no te largas a pulir la lanza o algo así?
—Fijo, señorita Princesa —repuso—. Para atravesarte con ella el viernes por la noche.
—Erre es korakas! —la insultó Annabeth.
—Los vamos a pulverizar, ¿cierto, Blackwood? —dijo mirándome y yo asentí haciéndome pequeño detrás de Pierce—. ¿Quién es este alfeñique?
—Percy Jackson —dijo Annabeth—. Está es Clarisse, hija de Ares.
—¿El dios de la guerra? —preguntó Percy.
—¿Algún problema? —dijo Clarisse alzando la ceja.
—No —negó—. Eso explica el mal olor.
Abrí los ojos como platos y Pierce hizo una mueca.
—Tenemos una ceremonia de iniciación para los novatos, Prissy.
—Percy.
—Lo que sea. Ven, que te la enseño.
—Clarisse... —advirtió Annabeth.
—Quítate de en medio, listilla.
Percy me dio su cuerno de minotauro y antes de que pudiera voltearse, Clarisse lo agarró por el cuello y lo arrastro hacia los baños. El ojiverde lanzaba patadas y puñetazos, que no hacían nada. Lo metió al baño de chicas y los tres los seguimos.
Pierce miraba todo con una mueca. Annabeth tenía la cara tapada con las manos pero observaba entre los dedos y yo estaba detrás de los dos, mirando con cautela por encima de sus hombros.
Clarisse lo puso de rodillas y trató de empujarle la cabeza dentro de la taza de uno de los baños. Las tuberías hicieron un sonido no agradable y uno de los baños explotó y pasó por encima de la cabeza de Percy hacia Clarisse.
La hija de Ares cayó de espaldas al suelo y empezó a patalear mientras el agua seguía llegándole a la cara. Sus amigas trataron de acercarse a Percy pero más baños explotaron y se las llevaron. Las chicas fueron expulsadas de los baños por el agua y nosotros no nos salvamos.
Los tres estábamos empapados de pies a cabeza, mirando a Percy que era el único sin una gota de agua encima, con sorpresa.
Oh, el era el hijo de Poseidón.
—¿Cómo has...?
—No lo sé.
Los cuatro salimos de los baños donde Clarisse y sus amigas estaban tendidas en el barro. La líder del grupo asesinó a Percy de cien maneras distintas con la mirada.
—Estás muerto, chico nuevo. Totalmente muerto.
—¿Tienes ganas de volver a hacer gárgaras con agua del vater, Clarisse? —preguntó Percy con la barbilla en alto—. Cierra el pico.
Sus amigas la detuvieron y la arrastraron de vuelta a la cabaña cinco. Annabeth tenía la vista pegada en Percy.
—¿Qué? —preguntó—. ¿Qué estás pensando?
—Estoy pensando que te quiero en mi equipo para capturar la bandera —contestó la rubia.
—Oh, no —me lamente.
Yo estaba en el equipo con Clarisse, no con Annabeth.
Me voy a matar.
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