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Capítulo 64

Los presentes captaron las órdenes a la primera, acatando lo acordado previamente. La casa o, mejor dicho, lo que quedó de una comenzó a ser la testigo de la tempestad que se avecinó durante tiempo. Bajo la atenta mirada del italiano Alexey se puso de pie quitándose el saco y lanzándolo en el polvoriento suelo con una inmensa sonrisa en el rostro.

—Siempre tuve el presentimiento que esto sucedería. —río con gracia. —Eres el único que tiene los pantalones bien puestos para enfrentarme y apuntarme con un arma como si no fuese consciente que eso podría costarte la vida.

Valentino no le quitó los ojos de encima, especialmente cuando el ruso de uno de sus bolsillos lanzó algo al suelo, el acero del cuchillo resonó.

—Esta vez jugaré limpiamente.

—Es lo mínimo que espero, eres un Pakhan, un líder, no un pandillero. —la sonrisa del rubio abandonó su rostro. —Honor es algo que creo que tienes.

La conversación llegó a su fin en el momento en que Valentino lanzó lejos la automática acortando la distancia que los separaba. El italiano sujetó a Alexey por el cuello de su camisa quedando cara a cara, la sorpresa impactó al ruso, todo rastro de humanidad abandonó las facciones de Valentino, por primera vez un hombre logró erizar la piel de Alexey, de temor.

El segundo golpe lo gobernó el ruso a modo de supervivencia directo en el abdomen de Valentino, su puño impactó en su sólido físico a la vez, que otro rozó su rostro. Con una llave Alexey zafó impactando ambos en el suelo.

Por efecto, una nube de polvo inundó el ambiente, lo cual no fue impedimento alguno de detenerse. De forma horizontal el ruso ganó ventaja colocándose sobre del italiano prácticamente inmovilizándolo.

Ninguno se detuvo, ambos tenían claro su objetivo.

Con el paso de los minutos las pesadas respiraciones evidenciaron el agotamiento físico, sus rostros comenzaron a desfigurarse y en el peor de los casos a sangrar. Sus prendas al final del día serían inservibles.

Nuevamente de pie el primero en moverse fue Alexey, avanzó con velocidad sorprendente, lanzando un gancho derecho que apuntaba directo a la mandíbula de su rival. El italiano esquivó el golpe inclinando su cuerpo hacia un lado y girando rápidamente sobre sus talones, dejando que el puño del ruso cortara el aire vacío.

Valentino contraatacó con una patada baja hacia la pierna de apoyo de su oponente, buscando desestabilizarlo. El impacto resonó en la pierna del rubio, pero este apenas se tambaleó, resistiendo el dolor con una mueca. Sin perder un segundo, Valentino utilizó su otra mano para agarrar el brazo de Alexey y con un poderoso tirón, lo empujó contra una pared cercana. El sonido del cuerpo chocando contra el ladrillo fue seco y brutal.

Alexey jadeó, pero no se dejó intimidar, siendo rápido como un relámpago, flexionó las piernas y lanzó un codazo ascendente directo al rostro, forzándolo a retroceder. Aprovechando la distancia ganada, Valentino se deslizó por debajo del brazo de su oponente, girando detrás de él. Con destreza, le aplicó una llave en el cuello, tensando sus brazos alrededor de la garganta del ruso eliminando el aire de sus pulmones.

El ruso, ahora atrapado, intentó liberarse con pura fuerza bruta. Sus músculos se tensaron, y con un rugido de esfuerzo, logró estrellar su espalda contra la pared, aplastando al italiano entre su cuerpo y el concreto. El agarre de Valentino cedió, y Alexey cayó al suelo jadeando por aire.

Valentino puso en su rostro una máscara de determinación mientras serpenteó por el suelo hasta alcanzarlo, levantando su puño derecho una vez más, dispuesto a terminar la pelea de una vez por todas. Pero Alexey, en el último segundo, rodó por el suelo y, desde abajo, lanzó una patada ascendente con todas sus fuerzas. El pie impactó en la mandíbula de Valentino, haciéndolo tambalearse hacia atrás.

El golpe fue tal que Valentino quedó mirando el deteriorado techo totalmente aturdido, la imagen ante sus ojos comenzó a ponerse borroso, bajó su mirada encontrando a Alexey arrastrándose por el suelo a sujetar algo que no pudo percibir.

Sujetó con una mano su tobillo alcanzando nuevamente a Alexey elevando su puño una vez más para aterrizar en ese rostro, pero la proyección del golpe no acabó en donde Valentino lo planeó.

El dolor lo hizo lanzar un quejido, miró su mano encontrando el cuchillo del suelo atravesando la palma de su mano. Una vez más, el ruso huyó por debajo suyo hasta llegar al arma.

Y lo inesperado sucedió.

DIANA

Abrió sus ojos encontrando la desesperación de los gestos de las mujeres anteriormente presente. A la distancia, esperaba atentamente un guardaespaldas listo para solicitar los servicios del doctor Dante.

—Bebe un poco de agua, hija mía. —dijo su madre sosteniendo un vaso con el líquido transparente lo que hizo mejorar su estado parcialmente.

—Valentino no pudo hacerme eso...

Las miradas apenadas en las mujeres afirmaban lo anterior mencionado, Valentino había ido en busca de Alexey. Lo que más le dolía era que el hombre no haya tenido las agallas de decírselo como se lo había prometido.

—Lo siento tanto... —agregó Renata ayudando a levantarla del suelo.

—Me dijo que te recuerde que te ama...

—Pero mamá... No se despidió de mi... —finalizar la frase fue un martirio para la esposa del italiano que no pudo contener su llanto.

Miró el exterior por el ventanal con la certeza que su marido estaba afuera totalmente expuesto al peligro que los amenazaba a ambos, la muerte no era algo a lo que se podía huir eternamente.

—No se despidió de mi... —repitió cuando la instancia del llanto más potente finalizó. —Se llevó a mi amor lejos de mi...

Los minutos como a una interminable tortura no pasaban, necesitaba noticias urgentemente. Luego de breves diálogos brindando respuestas con monosílabos regresó a la habitación abandonada previamente.

En su soledad, las ideas no la abandonaban.

Las mujeres se dispusieron a continuar en espera de una nueva novedad en la comodidad de la cocina, aunque la situación no ameritaba ser nada satisfactorio en absoluto. El golpe de sueño de Diana significó una buena reacción totalmente opuesta a la esperada.

Aunque no sea verdad...

Con total tranquilidad Diana limpió sus lágrimas, a la vez que analizó la seguridad que reinaba puertas afuera. Se vistió de ropa deportiva para mayor comodidad a la velocidad de la luz y cuando menos se dio cuenta su instinto la dejó en el patio trasero esperando por el breve descuido de algún seguridad para poder sacar su auto de la entrada y realizar una huida exitosa.

Vio el lugar despejado, cruzando con eficacia hasta abrir la puerta de su auto.

—No puedo permitir que continúe, señora. —opacó el sonido de sus latidos, la voz de un hombre alto. Un seguridad sin lugar a dudas.

—No lo entenderías, tengo que salir...

—La entiendo absolutamente, pero no puedo permitirle a que haga eso. —comentó el italiano con seguridad mientras se acercaba lentamente a ella con las manos extendidas al frente como si quisiera tranquilizarla.

Resopló Diana.

El pobre se encontraba realizando su trabajo, pensó Diana con cierta pena el momento en el que hizo un paso más quedando prácticamente cara a cara. El sujeto se acercó con velocidad con intenciones de aprisionarla entre sus brazos y el vehículo, aunque por más que lo intentó ella lo vio venir, al ser más pequeña de estatura pasó por debajo trayendo consigo su brazo realizando una llave de hombro.

El gemido de dolor del hombre fue escuchado al igual que los pares de pasos veloces que se aproximaban. Divisó la remington apostada en la cintura trasera del hombre al momento en que los refuerzos entraron en su campo de visión.

Los hombres que aparecieron ya tenían en su sistema la adrenalina en sangre suficiente para atacar a cualquier oponente, aunque ella doblaría sus planes cuando realizó el primer disparo cerca de sus pies deteniéndolos en seco.

Sus ojos se agrandaron al descubrir a la esposa del capo reduciendo a su propia seguridad.

—No me obliguen a disparar a sus rodillas. —subió más la muñeca sujeta del primer hombre obligándolo a reaccionar.

—¡Maldición! Hagan lo que les ordena la señora.

Los hombres asintieron atentamente mirando a su alrededor como si buscaran algún consuelo a aquel ataque.

—Armas al suelo... ¡Ahora! —ordenó Diana viéndolos desenfundarlas y lanzarlas al suelo cautelosamente.

La castaña abandonó a su rehén recogiendo del suelo las armas, con el conocimiento de que las iba a necesitar.

—Hay todo tipo de seguridad en la entrada. —comentó uno de ellos, llamando la atención de la castaña. —Más de cincuenta hombres armados, cambiaron el sistema de los portones de hierro... La salida es manual.

Ella analizó la información recibida.

—¿Saben en dónde está Valentino? —los hombres intercambiaron miradas entre ellos, los recién llegados miraron al que Diana neutralizó esperando su autorización a la que el sujeto luego de suspirar asintió.

***

Las alarmas desesperaron a las damas el momento en el que varios guardaespaldas hicieron acto de presencia agachándolas al suelo, mientras iniciaban el protocolo de seguridad. Las mujeres obedecieron hasta que algo llamó su atención.

Los portones se abrieron de manera forzada, desde el suelo las mujeres subieron sus cabezas para ver el vehículo rojo de Diana atravesar el patio delantero a toda velocidad... Con su dueña al volante.

—¿La que iba al volante era mi hija? —preguntó la madre de la castaña.

—La única... —dijeron Nika y Renata al unísono.

Al salir el vehículo los portones comenzaron a cerrarse nuevamente haciendo que las camionetas que salían por detrás suyo detengan su camino y eviten alcanzarla sin que llegase a su objetivo.

Los gritos de quejas repercutieron al mismo tiempo a lo que uno de ellos elevó sus manos en rendición.

Nadie era oponente a la reina de la mafia italiana. 

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