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Capítulo 55

—Supongo que estás inquieta nuevamente. —dijo una voz masculina a sus espaldas.

Lentamente volteó encontrándose con la persona que jamás imaginó.

—Leonid...

—Ese es mi nombre... —afirmó el rubio con determinación. —Me alegra verte bien... —sonrío. —Hoy cuidaré de ti mientras el De Luca realiza su vendetta. Lo que significa que recae sobre mi tu protección.

Cada palabra fue una sorpresa tras otra para la fémina.

—Supongo que ya se conocieron. —intervino García con un puro en los labios. —Es uno de nuestros nuevos empleados, lamento si este idiota te está incomodando preciosa.

Leonid bajó su rostro a modo de disculpa como si fuese un empleado, aunque la mirada destilaba las frías ganas de arremeter en contra del colombiano. Favorecía el hecho que estaba de espaldas y dicho gesto no fue tomado en cuenta por García.

—No. Solo me estaba preguntando si deseo algo de beber.

García asintió con un brillo extraño en los ojos.

—Yo no quiero nada, vete de aquí.

Sin nada más que agregar Leonid salió de la habitación, aunque no totalmente.

—¿Buscas algo en particular? —preguntó Federico acercando peligrosamente a Diana.

—No... ¿Por qué buscaría algo?

La suave risa masculina repercutió en el lugar.

—No lo sé, dímelo tú que eres la incógnita más grande de todo Colombia. —el hombre se acercó más y más incomodándola. Miró a su alrededor con más confianza. —Veo que estamos solos...

Sonrió.

Comprendió sus malas intenciones.

A cada paso ganado, ella retrocedía uno hasta que su espalda quedó pegada a la pared. Divisó a la distancia a través de un espejo de cuerpo completo el momento exacto en el que de la pared opuesta Leonid descubría su arma de la cintura en completo silencio.

Pero el sonido de la puerta de entrada abrirse llamó su entera atención. El colombiano se alejó considerablemente con determinada lentitud, del mismo modo que Leonid se alejó sigilosamente.

—Creí que demorarían más parce. —exclamó el colombiano desde el segundo piso.

Valentino estaba en casa. Diana lanzó un prolongado suspiro que pasó desapercibido por el colombiano, García regresó a su proximidad con una naciente sonrisa.

—Se nos acabó el tiempo, palomita... Pero ya habrá oportunidad para nosotros pronto. —sonrió alejándose.

La piel se le erizó sabía lo que significaba. a la distancia se oía una lejana conversación entre hombres, al momento que ingresó a la habitación Leonid con un sombrío rostro.

—No es necesario que se lo digas...

—Por esta vez no puedo ayudarte pequeña. —dijo Leonid. —Solo porque sé que estás en peligro y que tu idea es descabellada, Valentino debe saberlo.

Sin esperar respuesta alguna Leonid desapareció del mismo modo que vino.

—Se toma muy bien las ordenes cuando se trata de tu protección. —la gruesa voz de Valentino la asustó, logrando que volteé encontrándolo con el rostro serio, la mandíbula apretada y los antebrazos cruzados al pecho. —Aunque tenía mis dudas, es bueno en lo que hace.

—¿Cómo te fue? —cambió de tema con una sonrisa.

O hizo un intento de ello.

—No obtendrás respuesta alguna. —afirmó el italiano con una sonrisa mientras se quitaba la camisa obteniendo los resultados que quería.

Su piel expuesta llamó la atención de Diana, dejando en el pasado todo rastro de duda sobre el tema. Valentino continuó sonriendo.

—Ven aquí y dame un abrazo...

Ella asintió cumpliendo su pedido. Abrazó su cuerpo mirando las estrellas brillar en el cielo acompañado de la suave brisa caribeña y el sonido de las olas romperse en las rocas a la distancia.

—Mamá solía decirme que las estrellas que deambulan por el espacio viven en pares, es por lo que ha llevado al ser humano a soñar que ellas también tienen un romance durante toda su vida.

—Eso es tan bonito.

El italiano sonrió mirándola a la cara.

—Papá decía que mamá era su estrella... —ella lo miró a su rostro con los ojos brillosos. —Dime diana... ¿Eres tú mi estrella?

Diana extendió sus manos sujetando su rostro acercando los labios a los suyos.

—Lo que ve, no se pregunta señor Valentino De Luca.

La unión de sus labios como el complemento perfecto de una melodía. los brazos masculinos la envolvieron transmitiendo su aroma y calor, nublando parcialmente la razón de sus sentidos.

—Regresar a nuestra habitación nunca fue una mala idea... —susurró Diana en sus labios.

Valentino desplegó una sonrisa ladina de camino a la habitación. Al ingresar Diana presionó su cuerpo al suyo, aunque con uno de sus brazos cerraba las cortinas del ventanal. Estudió su gesto, aunque al momento lo comprendió.

Su mirada tormentosa quedó en el pasado apaciguando todo con una suave sonrisa comprensible.

—Gracias por cuidarme tanto.

El italiano no respondió verbalmente, dejando sus labios unirse nuevamente.

La ropa comenzó a sobrar cayendo al suelo de una en una.

***

El cuerpo de Diana descansando boca abajo sobre las sábanas lo hizo lanzar un fuerte suspiro mientras prendía los botones de su camisa uno a uno observándola a través del espejo de la habitación.

Cuando estuvo listo, se detuvo a velar su sueño por minutos. La paz que el rostro femenino poseía era el que más deseaba ver el resto de los días de su vida. Se acercó depositando un beso en su mejilla con el temor latente de despertarla.

Sumida en su profundo sueño, la luz de un nuevo amanecer iluminó su rostro dibujando una sonrisa ladina en Valentino.

—Estaremos en casa cuando menos te lo esperes, la mia bambolina. —susurró para luego salir sigilosamente de la habitación.

El verdadero despliegue inició.


DOS SEMANAS DESPUES

Las campanadas de la iglesia invitaban a una nueva celebración espiritual, en los primeros bancos se encontraban el típico grupo de señoras entregadas en la oración.

Pasaron más de dos décadas desde la última vez que puso un pie en una capilla, el ambiente no lo incomodaba en absoluto, pero todo era extraño. Un hombre joven de sotana oscura lo vio a la distancia, inconscientemente tragó saliva y parpadeó rápidamente dando un paso atrás.

Valentino tomó asiento en el último banco suprimiendo una sonrisa ladina con una mirada capciosa al religioso. El cura se acercó lentamente llegando a su cercanía.

—¿No me esperaba aquí, padre? —murmuró el italiano de forma burlesca.

—¿Te burlas de mi oficio, Valentino?

Tras una sonrisa y minutos de silencio, la conversación regresó.

—No es eso, padre... He venido a confesarme.

El religioso regresó su vista a su compañía con obvia sorpresa.

—Vayamos a los confesionarios.

En completo silencio los hombres se dirigieron con total determinación al lugar adecuado para el pedido. Cada uno tomó su ubicación y Valentino lanzó un suspiro ocupando el puesto de pecador.

—Perdóneme señor porque he pecado... —dijo el De Luca analizando sus manos.

—¿Qué pecados cometiste?

La pregunta trajo a Valentino una serie de imágenes mentales en recuerdo a todo lo sucedido, visualizó sus manos sucias cargadas de sangre.

—Mis pecados no tienen perdón padre. No merezco el perdón de Dios.

El cura resopló gentilmente.

—Ningún crimen es tan cruel para no ser perdonado... Con el debido arrepentimiento de corazón, somos recibidos en el reino del señor.

Agradeció la privacidad del cubículo para sonreír con una negación. La sangre de sus manos se evaporó, dando lugar a las imágenes mentales de la mujer que cautivó su corazón.

—Disculpe padre, le hice perder el tiempo. —afirmó Valentino con su alma más tranquila.

—¿Por qué piensas eso?

El italiano río con gracia.

—Porque no me arrepiento de nada.

Sin nada más que agregar se puso de pie saliendo del confesionario.

—¡Valentino! —llamó su atención el religioso. Él por su parte, volteó. —Y si por alguna extraña razón podrías volver el tiempo atrás... ¿Lo harías de nuevo?

No pasó desapercibo por el cura la significativa mirada a su anillo de matrimonio.

—Tomaría las mismas viles decisiones, padre. —regresó unos pasos quedando cara a cara del religioso. —Si por alguna extraña razón usted conoce el amor, comprendería de lo que somos capaces los hombres crueles como yo... Dese ahí una pequeña idea de lo que hice.

La mirada comprensiva del cura lo acompañó con un leve asentimiento.

—Las puertas siempre estarán abiertas.

—Claro que sí, padre Renato.  

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