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🍃|Capítulo 2.|🍃

| 虚栄心 |
Capítulo 2.
Capitán , ¡Qué bueno verte!”

[Apariencia actual de Aldora en multimedia]

La principal amenaza de Meliodas, Elizabeth y el pequeño cerdo Hawk recién había aparecido, y utilizando su espada lanzó un fuerte ataque que terminó por cortar la superficie en donde el rubio capitán, la princesa y el cerdo estaban, ellos cayeron al vacío.

—–Vaya... Olvidé decir en mi reporte el número de personas muertas... Bueno, diré que fueron dos personas muertas por accidente.—se dijo el hombre fornido, ladeando la cabeza sin dar mucha importancia.

Aldora lo observó desde las nubes, con un leve ceño fruncido y cierta decepción. También se dio cuenta de que los otros caballeros quienes acompañaban al hombre más grande lle tenían miedo, y le reclamaban de forma educada que uno de sus aliados estaba en esa colina. Sin embargo, y sin mucha importancia el hombre alegó que pondría a tres personas en su reporte, agregando de manera disimulada que no tenía ningún respeto por la vida de los civiles o colegas y que le daba igual en realidad. Aunque valientemente sus soldados le pidieron que se detuviera porque se estaba pasando, el Hombre furioso los amenazó con matarlos.

Era claramente un psicópata, de seguro.

De pronto, el hombre se dio cuenta de la presencia de los supervivientes, y sin importarle que uno de ellos fuera la princesa, los atacó con desdén hasta notar que todos sus ataques no servían de nada y que se le reflejaban a él como un espejo. Esa era la habilidad especial de uno de los ocho pecados capitales, la habilidad del contraataque.

La habilidad de Meliodas.

—–¿¡Dónde está!?—exclamó el joven Alioni, levantándose, exigiendo ver al chico de la espada.—–¿Y la joven de la capucha?

—–¿La joven con qué?—cuestionó uno de ellos.

—–¡Tranquilo Alioni, Twigo ya se encarga de él!—calmó otro, sintiendo una presencia aproximarse.

—–¡Idiotas! No debimos hacerlos enojar... El chico de la espada... Y la joven de la capucha... ¡Ellos son!—se interrumpió a sí mismo al darse cuenta de la joven Aldora, que descendia hacia ellos desde los cielos.

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Mientras se desataba una pelea de increíble e inmesurable poder, Aldora descendió tranquilamente con los otros caballeros, tan sólo para escuchar que hablaban de ella y de Meliodas. El joven que ella rescató de la muerte no negó en agradecerle, pero si se apartó al notar en su muslo derecho la marca de un lince, símbolo de su pecado.

—–¡N-No puede ser...! Es... ¡El pecado de la vanidad... Al-Aldora!—titubeó uno de ellos, con temor y tembloroso.

Ella sonrió, recibiendo por fin la fama que se merecía. Posteriormente se dispuso a quitar de su rostro la capucha, rebelando al fin el mismísimo rostro que tanto aparece en los afiches y rincones del reino. Una hermosa mujer de apariencia muy joven, de cabello blanco, ojos celestes y brillantes, y labios rojos como la sangre.

—–Oh, ~tranquilos, humanos.—sonrió ella, mostrando ese aterrador gesto que la caracterizó por años.—–No quiero hacerles daño, y me da igual si van corriendo a avisarle a su rey que estoy viva.—dijo sin tomarle importancia a que había rebelado su identidad.

Tocó el suelo sonando los tacones de sus botas, y se acomodó en una rodilla para después aparecer un arco y flecha de la nada, algo así como magia. Sonrió divertida, y se dispuso a acomodarse para apuntar la flecha de hielo con punta filosa hacia el caballero Sacro Twigo. Una vez soltó la flecha, éste le acertó limpiamente en el corazón, comenzando a congelarlo. Aldora notó como Meliodas y sus acompañantes cerdo y jovensuela la voltearon a ver impresionados, pero ella respondió con una sonrisa animada, mientras se relamía los labios rojos con cierto sadismo al escuchar el grito del hombre al sentir su corazón congelado.

—–¡Aldora!—exclamó Meliodas emocionado de ver a una de sus viejas amigas vivita.

La chica de pelo blanco y ojos celestes sonrió igualmente, y sacó otra flecha de hielo dispuesta a apuntar y disparar a Twigo, pues según su criterio, él necesitaba más agonía.

—–¡Dejemos el saludo para después Capitán!—gritó ella sonriendo, antes de soltar la flecha y dispararle a Twigo de nuevo al corazón.—–Música para mis oídos...—dijo sonriente al escuchar los gritos agónicos del caballero al sentir como se congelaba internamente.—–¡Es ahora o nunca, Capitán!

Meliodas sonrió determinado y finalmente terminó con arremeter con su espada hacia él, enviándolo desmembrado por los aires a volar, y matándolo finalmente. Ambos pecados sonrieron victoriosos, y suspiraron de alivio.

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Una vez terminada la pelea, y restando importancia a que el grupo de caballeros del reino habían escapado, los dos pecados se reunieron y se saludaron alegremente en un abrazo amistoso dentro de la seguridad de la taberna, mientras la mamá de Hawk los transportaba amablemente.

—–¡Aldora, pero que bueno verte!—sonrió el Rubio bajito, observando a la chica que estaba recostada en el aire y lo observaba con una sonrisa.

—–Capitán... ¡que bueno verte también! No sabes cuando te extrañe.—sonrió amistosa, y desvió su mirada hacia la princesa quien la observaba curiosa.—–Tercera princesa. Que gusto conocerla.-dijo ladeando la cabeza.—–Eres muy linda.

Elizabeth parpadeó un par de veces estando perpleja, tenía en frente de ella al octavo pecado, el pecado de la Vanidad, Aldora, el lince. Se sentía contenta de que por fin su búsqueda estuviera dando frutos, y sonrió levemente con los ojos aguados al ver que en frente de ella estaban dos de las personas que podrían regresarle la esperanza de un Reino justo.

—–¿Eh? ¿Porqué lloras? ¡Ya para! Es molesto, Elizabeth.—reclamó Aldora, flotando por sobre su cabeza y evaluandola con la mirada. Se cruzó de brazos y se inclinó un poco hacia la princesa, levantando una ceja.—–¿Y bien, te doy razones para llorar?

Claramente estaba bromeando, pero en verdad la albina pecadora no podía soportar el ver llorar a alguien más.

Elizabeth no dudó en obedecer, y simplemente se limpió los ojos volviendo a sonreír tranquila, y pidiendo disculpas por su actitud.

—–A Aldora le atraen las cosas hermosas y brillantes. Pero detesta que las personas lloren.—explicó Meliodas, trayendo consigo un vaso con líquido rojo para Aldora.—–Aldora, tu preferido, buen provecho.—sonrió amablemente, limpiando sus manos con un trapo.

Los ojos de la joven de cabello blanco brillaron emocionados por el delicioso líquido rojo que tenía frente a ella, y con una sonrisa y casi babeando, tomó con afán la bebida, dejando deslizar un poco de aquel líquido por sus labios. La gota roja calló al suelo, y con curiosidad el cerdito Hawk se acercó para olfatear. Luego palideció al darse cuenta de que aquel líquido rojo era vino, con un ingrediente secreto.

—–¡Igh, que es eso!—se preguntó Hawk, algo aterrado de escuchar la respuesta.

Aldora saboreó sus labios finalmente, y sonrió liando su boca con un pañuelo. Elizabeth también la observó, y algo curiosa miró a Meliodas confusa en busca de una respuesta.

—–Oh, a Aldora le gusta beber vino con té rojo y unas cuantas gotas de sangre y veneno de plantas. Es su bebida preferida.—explicó Meliodas sonriendo.

—–Me ayuda a mantener mi forma joven, aunque no lo necesito por mi longevidad, pero es muy rico de todas formas.—sonrió ella, pasando su dedo por la superficie del vaso para llenarlo de lo poco del contenido y después llevarlo a su boca.—–Mi dieta está basada en sólo comidas rojas. Carne, frutos rojos, etc.

Hawk palideció aterrorizado, y se alejó dos pasitos de ella. Cuando Aldora le dedicó una mirada confusa, él fue corriendo a esconderse. Aldora soltó una pequeña risa, y luego negó agradeciendo a Meliodas.

—–Vaya, eso es interesante señorita Aldora.—comentó Elizabeth, ahora vestida con un uniforme bastante revelador.—–Por cierto... Señor Meliodas, podría preguntar ¿para qué es la ropa?

Aldora se giró a ver a Elizabeth, algo perpleja y con el rostro azul al ver como la chica caía ingenuamente en los Juegos del pervertido de Meliodas. Observaba con frustración cómo el le levantaba la falda por detrás, "asegurándose de que le quedará bien" y suspiró con pesadez viendo como él se aproximaba a tocarle el pecho a la ingenua princesa.

—–Agh, ¡Capitán! ¡Deja a esa pobre princesa en paz!—dijo molesta, para después observar con una media sonrisa triunfal al ver a Hawk mordiendo y estirando el rostro de Meliodas.—–En serio Elizabeth, debes ponerle su margen.—dijo ella antes de girar los ojos y levitar para ir a la ventana.

El paisaje era hermoso.

Cuando por fin Hawk se detuvo de morderle la cara a Meliodas, el chico rubio se acercó a Aldora.-Oye, antes de que me golpees por ser pervertido como siempre, ¿puedo preguntar que pasó con tu tesoro sagrado?-preguntó él, interesado por la respuesta de Aldora.

—–Bueno...—murmuró ella recordando.—Lo perdí.-se encogió de hombros.—–De hecho, estaba en plena busqueda de él, pero te encontré finalmente, Capitán. Y ahora que la princesa Elizabeth tiene el objetivo de reunir al equipo, quiero ayudar. No tengo nada mejor que hacer.—sonrió amigable, viendo a Elizabeth.—–Es muy hermosa, ¿no lo cree Capitán?—preguntó observando a Meliodas con una leve sonrisa.—–Harían linda pareja, después de todo se parece a... Bueno... Tú ya sabes...—balbuceó con cierta tristeza, y luego levanto la mirada para observar al Capitán.

Meliodas recordó con una sonrisa a su antigua amada, y depués de todo, ahora que Aldora lo mencionaba, tenían un cierto parecido. Aunque en la personalidad no había mucha similitud.

—–Sí, bueno... Encontraremos tu tesoro sagrado, lo prometo.—asintió él.—–Y... ¿Que hay de tu amigo, eh? ¿El niño al que cuidabas?—preguntó curioso.

Aldora negó, indicando que en realidad no sabía nada de El, y no había vuelto a verlo desde hace diez años. Sin embargo, ella aún recuerda a ese niño rubio e ingenuo, que era hijo de caballeros y con el sueño de ser igual a sus padres algún día, lo recurra con cariño. Solía cuidarlo siempre, y aveces enseñarle unas cuantas cosas al pequeño, quien admiraba a su “maestra” grandemente.

—–Oh bueno. No pasa nada.—sonrió Aldora.—–Él habrá crecido ya, al igual que Gilthunder, su amigo.—dijo encogiendose de hombros.

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Hablando del rey de Roma, el caballero Sacro con seriedad estaba ocupado, rodeado de gente, y sin pensarlo y sin importarle las opiniones de los otros campesinos, clavó su espada en la fuente de cerveza de el pueblo, impidiendo que los aldeanos pudieran beber y disfrutar.

Él seguía en búsqueda de los pecados, y los encontraría a cómo de lugar, o dejaría de llamarse Gilthunder. Ahora con el nuevo reporte de que dos de los pecados más peligrosos estaban vivos, Aldora y Meliodas, él no dudaría en buscarlos y encontrarlos para llevar a los asesinos de su padre con la justicia como debe ser. Estaba lleno de rencor, y enfermo de venganza.

Les espera un nuevo enemigo a los dos pecados y a la princesa, que ahora estaban en la búsqueda de los otros seis del equipo. No cabe más que decir, sólo que deben prepararse para lo que viene.

Porque la acción apenas comienza.

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