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🍃|Capítulo 19.|🍃

𝐕𝐚𝐧𝐢𝐭𝐲
Capítulo 19.
“La llave para detener el caos”

“Ahora Mascota, ¡Ataca!”

—–¡Berserker, NO!

Sumisa, hermosa, pero también hechizada por el poder de Hendrickson, Berserker se lanzó en contra de los pecados y sus aliados sin importarle nada. ¿Porqué? ¿Porqué los atacaba? Eran sus amigos, ¿por qué no podía simplemente detenerse y actuar en contra de quien en verdad lo merece? Utilizaba sus filosas garras, dando zarpasos a Meliodas y King. Con ayuda de su espada, se enfrentaba rápidamente contra el martillo poderoso de Diane, se protegía de los hechizos de Merlín pese a que sólo querían neutralizarla, y no se atrevía, no podía, no tenía fuerzas para  desobedecer a las órdenes del demonio gris mago, quien al parecer ahora, la tenía a sus pies. No tenía recuerdos. Sus ojos estaban completamente opacados por la sed de sangre y venganza que la descontrolada Berserker en su forma más pura sentía. Furia, molestia, ganas de asesinar y destripar a quien sea para solamente calmar su dolor, el terrible dolor que su pérdida provocó. ¿Qué pérdida? Si ya pensábamos que Berserker se había superado la muerte de Arthedain, pero en realidad, la magia es más poderosa y misteriosa de lo que parece, por lo que el poder del nuevo Hendrickson transformado de gris logró suprimir los recuerdos de la azabache, y de además, transformarlos por instintos asesinos, como los de un animal asustado que quiere protegerse de cualquier amenaza posible. 

Una bestia, así se sentía Berserker. Pero, por más que estuviese destinada a serlo, ella no quería.

Sólo quería ser libre...

—–¡Berserker, Aldora! ¡Basta! ¡Esta no eres tú!—insistió el rubio empuñando su espada a un lado. No quería pelear contra su amiga.—–¡Vamos, eres más fuerte que esa magia que te controla!

Berserker ladeó la cabeza sin entender completamente lo que Meliodas estaba diciendo. Era como si fuese agena a su idioma, como si fuese agena a la realidad.

Esbozando su colmilluda sonrisa, la chica de piel roja y cuernos al rededor de su cráneo, estiró sus manos hacia el frente y las torció acompañada de sus garras, mientras un aura oscura comenzaba a rodear su cuerpo rojizo. Las armas de sus víctimas pasadas de pronto se aparecieron del suelo, pues ella las estaba invocando, trayendo de vuelta para que vivan y compartan junto a su reina un día más de guerra. No fueron tantas aún así, pero ese tan solo era una pequeña manifestación de su poder. Soltando un fuerte alarido, digno de un animal salvaje que actúa por instinto, las armas se levantaron, cuchillos y espadas, en contra de los pecados, dirigiéndose a ellos gracias a la telekinesia o bien, levitación, que Aldora le entregaba a Berserker.

Aunque Meliodas pudo entregar un Fullcounter para neutraliarlo, sólo se ganó después de eso un fuerte puñetazo al estómago, cortesía de la rojiza combinación de dos almas que sólo buscaban la paz.

Aldora había sido suprimida. Su sentido humano, su sentido razonal, Berserker había salido sola sin tener la asesoría de su portadora. Es por eso que todo ese caos se está provocando. Hace tan sólo unos días nuestra querida Berserker y Aldora habían hecho las pases, prometiéndose trabajar juntas para ayudar a sus amigos, sin embargo, no contaban con aquel mal con el que ahora una sola se enfrenta.

Ante todo ésto, nace entonces una duda. 

¿Qué pasó con Aldora? La albina se había dejado dominar por completo de la azabache. Sus recuerdos estaban completamente nulos y solamente sentía como su cuerpo se movía con brutalidad, hundido en la propia rabia que desde siempre la estuvo carcomiendo hasta el día de hoy, que dejó salir todo su sentir como una explosión. Una gran explosión llena de toda su frustración guardada. Pero, ¿en dónde quedó?

Son dos almas compartiendo un sólo cuerpo, dos versiones de sí misma, las cuales luchan continuamente por dominar sobre la otra y ser la principal. Podría llamarsele como un problema de personalidad, y de hecho lo es: lo blanco es su pureza, lo negro es su frustración. Ninguna domina pero lo quiere, y aunque eso pase, habrá desastre hasta que alguna de las dos acepte quién domina sobre la otra. Berserker es la misma Aldora, así como Aldora es la misma Berserker, pero los sentimientos de ambas y su forma de ver el mundo son completamente diferentes.

Es confuso, lo admito.

—–¡Aldora, qué te está pasando, POR FAVOR, DIME!—exclamó entre la conmoción el caballero al que ella se entregó, no queriendo atacarla como lo hacían los demás.

—–¡Aldora no existe!—corrigió el pecado de la gula, que observaba su actuar.—–Ella no es vanidad, es algo aún peor... Pero, eso no evita que podamos suprimirla.

—–¿A qué te refieres?

Mientras Diane, Meliodas y Gowther luchaban por aminorar el caos que la lunatica marioneta de Hendrickson provocaba, Merlín intentaba pensar en un plan para acabar con el problema y el sufrimiento de esas dos almas de una vez por todas, para siempre.

—–Puedo acabar con ésto... Pero el precio a pagar es caro...

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Sumergida en un ambiente de eterna oscuridad, una delgada mujer despierta después de sufrir un aterrizaje brusco y horrible, chocando contra el suelo sin nada que la amortigue. Hizo apoyo de sus brazos para intentar levantarse del suelo, o siquiera sentarse y observar mejor la oscuridad que la estaba rodeando, pero estaba tan débil que apenas y tenía fuerzas para quejarse por el dolor que tanto movimiento leve le estaba provocando a su cuerpo, y a su alma.

En un torpe reflejo, la peliblanca se logró apoyar finalmente en sus brazos para levantar la mirada y así observar a su alrededor que no era nada más que un negro infinito. Su cabello, piel, ojos y ser eran lo único diferente a su ambiente. Al menos hasta que escuchó un estruendo que hizo eco en el lugar, estruendo que la paralizó del temor y la dejó muda temporalmente, porque frente a ella, haciendo lo mismo que ella hacía, se mostraba una figura de idéntica contextura y peinado, con la única diferencia de que su cabello era negro, adornado con cuernos torcidos, del mismo color y de su espalda alas de demonio le caían a los lados. Ella parecía haber sufrido más el dolor de dicha caída.

La albina juntó las cejas con preocupación, mientras que la azabache con cuernos en su cabeza también levantaba la mirada, haciendo el mismo gesto que ella. Aldora levantó una mano, su derecha, mientras que la azabache levantaba su mano izquierda, ambas actuando como un espejo o el reflejo de la otra.

—–¿Por qué estás aquí?—se atrevió a preguntar Aldora, mostrando un gesto serio.

—–Porque tú me llamaste.—respondió Berserker.—–No puedes evitar que exista. Yo soy tú...—murmuró, mostrando su otra mano, levantandola y tocando lo que parecía ser un campo o vidrio invisible, el cual las separaba.

Conforme Berserker levantaba su mano derecha, aún sin bajar su izquierda, la mano izquierda de Aldora se movía al tiempo, de nuevo, tratándose de un espejo. El rostro preocupado de la albina se transformó en uno más intranquilo y angustiado, observando con atención e impotencia cómo sus manos y movimientos estaban sincronizados.

—–No puedes negarme. Es como si te negaras a ti.—soltó Berserker, llamando la atención de su contraparte.—–Tú existes, estás aquí... Y... También yo...

La albina, conforme escuchaba a las palabras de la azabache bajaba su mirada pensativa, asimilando esas palabras como suyas. Como algo que ella diría.

Toda su vida, Aldora siempre tuvo un gran sentimiento de odio hacia su contraparte, su alterego, su desgraciada alma gemela. Desde siempre Aldora la culpaba por todo lo que ella le había provocado a su propia vida. Aunque en verdad, más bien era una forma de culparse a sí misma por todo el sufrimiento que ambas vivieron.

—–Aldora.

Escuchó que Berserker la llamó, y cuando levantó la mirada se encontró con esos ojos escarlata brillantes y con brillo, que la miraban con una mezcla de seriedad pero inmersa comprensión y empatia. Como si supiera exactamente lo que ella estaba sintiendo... Como si ella lo sintiera también, como si estuviera en sus zapatos...

Y claro, considerando el hecho de que ambas son prácticamente la misma persona ¿por qué no?

—–Aldora. No fue tu culpa, ni tampoco mía, el hecho de que nos hayan torturado toda la vida por ser... Como somos...—murmuró Berserker, intentando traspasar ese pequeño campo de fuerza que les impedía a ambas tocarse.

La albina se espantó al notar aquello, viendo que la azabache comenzaba a empujar esa pared transparente que las separaba, como si esta se rompiera. Comenzando a sentir miedo, el subconsciente de Aldora actuó para protegerla y blindó aún más el muro transparente, impidiendo y lastimando las manos y garras de Berserker. La azabache sin embargo y para la sorpresa de Aldora, no retrocedió ni se apartó por el fuerte dolor electrizante que quemaba su piel al contacto por muy menor que este fuera.

—–Aldora, ¡Aldora!—exclamó Berserker, aún con las manos estiradas, observando a su contraparte con súplica.

La albina parecía estar comenzando a alejarse, sin moverse, apartándose de ese muro y distanciandose poco a poco, paso tras paso, de su odiada y marginado alterego de cabello negro y cuernos. Aquello le preocupaba a Berserker, puesto que, si la albina llegaba a rehusarse por completo a ella, entonces un gran monstruo sediento de sangre sería liberado, y sería capaz de acabar con todo lo que se encontrara a su paso en la mente de ambas. Y a lo que me refiero con esto en otras palabras, es que si Aldora se rehúsa a aceptar a Berserker como ella misma, como su parte violenta y sanguinaria, y como parte de su vida entonces su mente se destruiría a sí misma. ¿Por qué? ¿Acaso no pueden vivir ambas separadas? Pues no, porque ambas son la misma, y son dependientes de la otra.

Si una no está, la otra no puede existir, y si una sufre, la otra lo hará el doble.

Porque esa es su maldición, el castigo que las diosas divinas le otorgaron para torturarlas a ambas a la misma vez, disfrutando como entre las dos se hacían añicos todo el tiempo, año tras año, y siglo tras siglo.

Por supuesto que Aldora era consciente, y Berserker sabía bien que el reloj tampoco era su mejor amigo, pues para el “despertar” de ambas faltaba muy poco ya. Pero no podía hacer nada, a menos que Aldora dejara que ella pudiese traspasar la barrera impuesta por la albina, poder abrazarse y solamente convertirse en una. No obstante, aceptar que por culpa de esa maldición Aldora ha perdido al amor de su vida, a su familia, su legado, la oportunidad de vivir feliz como en un cuento de hadas se ha esfumado, le resultaba casi imposible.

—–Aldora...

Las manos estiradas de Berserker comenzaban a temblar y a sangrar, mientras que el dolor y las quemaduras seguían caminando por sus brazos hasta llegar a su cuerpo y comenzar a recorrerlo. Le causaba mucho dolor, pero ya nada dependía de ella... Ahora todo estaba en las manos de Aldora, ella sería quien diera la última palabra.

—–... ¡AGH! ¡Mi...

En unos cuantos segundos, el dolor horripilante que Berserker estaba sintiendo comenzó a traspasar al cuerpo de Aldora y ahora, ambas comenzaban a sufrir la quemadura de las cadenas y llamas del mismísimo infierno, lugar al que seguro serían condenadas si el tiempo gana la batalla.

—–¡Aldora... Debes... Debes aceptarme, por favor!—suplicó, observando fijamente a la albina, que ahora gracias a al dolor desesperante se desplomaba en el suelo, jalandose fuertemente el cabello mientras gruñia como desahogo.—–¡Aldora...!

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—–¿Qué está pasando...?

Mientras tanto en la realidad, la escena pasó de ser de una batalla sanguinaria y mortal entre pecados, compañeros, amigos que juraron protegerse y estar juntos hasta el final de los tiempos, a una más aterradora y confusa. Diane estaba herida, Meliodas no podía y tampoco deseaba levantarse dado al dolor, King y Gowther ya habían sido neutralizados y estaban casi a las puertas de perecer, Merlín se quedaba sin poder y sin planes, y no habían señales de Ban por ningún lado. La doncella de rojo y cuernos torcidos decorando su cabeza había logrado su cometido, pero pese a que debería estar contenta por haber cumplido con la orden que le impusieron, estaba más devastada al darse cuenta de que todo el daño y el caos, o al meno en gran parte, había sido provocado por ella y su monstruoso poder que fue utilizado por malas manos, y ella sólo fue un simple títere para la realización de un plan malvado.

Howzer y Guila también se habían involucrado en la pelea, pero esos dos estaban más que graves. Y mientras la de piel roja sobrevolaba el lugar observando con dolor todo lo que ella había ocasionado, lágrimas de sangre negra comenzaban a rodar por sus mejillas al recordar y al notar que era un monstruo, un ser maligno, que nunca debió haber existido.

Todos los inocentes, niños entre esos, que quedaron atrapados en el caos del que no merecieron jamás , le causaron a ella un sentimiento de dolor y tristeza, además de la culpabilidad.

A sus ojos, claro está.

—–Parece que la magia de Hendrickson aún no ha carcomido todo su subconsciente.—explicó Merlín, observando que de repente, sin explicaciones, la de rojo descendía y miraba al suelo con profunda tristeza y aflicción.

—–¿De qué hablas?—exigió saber Howzer, mirando a la mujer con nerviosismo y preocupación.

Después de todo, era a su chica a la que usaban como un títere, alguien que, si, tenía que ver con la batalla, pero tampoco debería ser usada como una simple herramienta.

—–Parece ser que la magia de Hendrickson no es más fuerte que los sentimientos de Aldora, así que, si no estoy equivocada, ahora mismo Aldora debe estar imaginando una escena caótica y genocida. Se culpa a sí misma...

—–Entonces es nuestra oportunidad.—interrumpió Meliodas, mientras se limpiaba los rastros de sangre que estaban bajo su mejilla.—–Aprovecharemos para matarla.

—–¿QUÉ?—exclamó el rubio/verdoso con una mezcla de entre sorpresa y un poco de ira.—–¡Ni loco permitiré que le haga algo, ¿ha entendido?!

Estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de proteger y mantener a su querida peliblanca, pero claramente no se daba cuenta de que lo estaban tomando por el pelo.

—–¡Vale, relájate!

—–A lo que se refiere el capitán es que mandaremos a Aldora a dormir. Sólo tiene que estar distraída... Será sencillo neutralizarla entonces. Pero...—murmuró.—–Para eso tendré que criogenizarla. Esa única forma, y el tiempo que dure en ese estado podrán ser meses, o años... Es indefinido. Además de que probablemente se borren muchos de sus pensamientos centrales o recuerdos importantes.

Un pensamiento central es un recuerdo del pasado, pero que para la persona es ciertamente muy importante. Es lo que queda después de un momento o situación especial vivida y que conservas en lo más profundo de tu mente con la compañía de que trae a ti muchos sentimientos encontrados, como felicidad, tristeza... O amor... Son bellas cosas que recuerdas y deseas revivir, pero pese a que es imposible al menos te queda la opción de repasarlos una y otra vez en tu mente, volviendo a recordar y a disfrutar de lo que una vez fue pese a que tal vez ya no se tiene.

Merlín tendría que borrar, o bien, bloquear, muchos de algunos de esos recuerdos importantes para Aldora. Como su confidente, Merlín sabía exactamente cuales eran los más importantes y porqué, por lo que no tendría mucho problema en hacerlo con tal de que se terminara todo el caos y desesperación que ella ha provocado; pero eso también significaba que a lo mejor, al despertar después de que se acabara todo, Aldora no sería la misma de antes.

—–Es un riesgo que debemos correr para terminar con ésto.

Howzer bajó la mirada. ¿Eso significaba que ella tendría que olvidarlo también? No compartieron mucho en realidad, pero aveces por menos o más tiempo que alguien comparta con alguien, lo que importa en sí es la persona y lo que se vive con ella en esos momentos. En su caso, con Aldora quizá no compartió tanto como le gustaría, pero sí se sabe que esos momentos cortos y largos, la mayoría en la noche, fueron más que suficientes y mágicos. Le dolía el corazón de sólo pensar en que todos esos pocos pero bellos momentos se irían en un “Poof”.

Merlín, quien entre el silencio observaba atenta a la reacción de Howzer buscando comprobar qué tanto aprecio le tenía él a su querida amiga que necesitaba ayuda pronto, levantó una ceja y mostró una sonrisa con intenciones de comprenderlo, cosa que no llamó la atención del contrario, pues se encontraba triste. Gracias a ello, Merlín confirmó sus sospechas y decidió ofrecer ayudarlo.

—–Howzer.—llamó ella, mirando al rubio verdoso quién al escuchar su nombre ser llamado se giró a verla con confusión. La azabache no se mostró impresionada por ver sus ojos aguados, al menos no en el exterior.—–¿Sabes que, es probable que tú no seas parte de sus pensamientos centrales?

—–Vaya Merlín, vaya forma de decir que Aldora nunca lo quiso.—soltó Meliodas de repente, con una cara seria pero con gracia en su voz.

La azabache de cabello corto y vestimenta morada se cruzó de brazos y negó con una agradable sonrisa a las palabras de su capitán, pretendiendo contrariarlo pues él no tenía la razón.

—–No capitán. A lo que me refiero es que, quizá Howzer no haga parte de un pensamiento central, al menos no en su totalidad... Pero existe la posibilidad de que él tenga un lugar especial en sus recuerdos. A eso me refiero.

—–¿Dices que... Es como si... Hubiese una sección sólo de mi?—preguntó con cierta sorpresa, antes de tragar saliva. No por nerviosismo, sino por impresión.—–¿Puede?

—–Quizá, en una alta probabilidad. Después de todo, tú reencarnaste de Arthedain. Prácticamente estaban destinados a estar juntos sin importar qué.—llamó la azabache, girándose después en dirección a la criatura de rojo, quien lloraba en silencio con la mirada inexpresiva y fija a un lugar invisible.—–Te haré una pregunta. ¿Porqué conservas ese collar con una “A” grabada? ¿Quién te la dio?

Howzer parpadeó dos veces con cierta impresión, bajando la mirada después hacia su pecho en donde reposaba el colgante de su cuello, un corazón dorado que en efecto, tenía esa letra grabada en su centro. Él se confundió un poco, pero desde que recordaba tenía ese accesorio consigo. Su mente lo transportó a un recuerdo en donde él de niño, se encontraba muy contento jugando con sus amigos a la orilla de un pequeño río, aprovechando que tenía tiempo libre y aún no era de noche. El recuerdo le mostró que vio algo brillante asomarse a la superficie, pensó que tal vez era una piedra o una moneda, pero en cuanto se atrevió a buscar ese misterioso objeto, se encontró con una linda joya. Él, Griamore y Gilthunder pensaron que quizá le pertenecía a alguna mujer de cerca, pero tras investigar se dio cuenta de que no le pertenecía a nadie.

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Era un lindo día. El cielo azul, con nubes blancas decorándolo de una forma sencilla pero hermosa, y también elegante. Cerca a un río, en el pasto, tres niños y discípulos de Caballeros Sacros, disfrutaban su tiempo libre jugando y persiguiendose entre ellos.

Uno de ellos, el más travieso, quiso esconderse de su amigo para darle una sorpresa que lo asustaría, para después reírse un poco. Ya les dije, es muy travieso. Encontró un pequeño río, se escondió entre las rocas estando a la espera de que su amigo se acercara para saltar y asustarlo, pero antes de que él pudiese hacerlo, su zapato se topó con algo brillante que estaba siendo arrastrado por la corriente del agua. Cuando se agachó para verlo,  soltó un pequeño jadeo sorprendido al admirar una hermosa hoya con forma de corazón, se color oro. Era una especie de guardapelo, pero este no tenía fotografía. El pequeño niño quiso conservarlo para un regalo, pero debía esconderlo para evitarse burlas de los metiches de sus amigos.

Un día, aprovechando su soledad, fue a buscar a la persona a quien le daría ese collar como un regalo, pero tuvo que esperar a que esta saliera de una pequeña reunión con un par de caballeros.

Con sus pies sobre el suelo, admiró entonces que la destinada de su regalo estaba sola, caminando en una dirección que él no conocía. Admiraba su brillante cabello blanco y largo hasta sus talones, el que ataba con varios moños rojos, con una rosa, sin trenzar. Cuando ella caminaba, su cabello se meneaba de un lado a otro tal cual sus caderas.

—–¡Señorita!—gritó para llamar su atención, y a la primera lo logró.

La joven de largo cabello blanco se giró para ver quién la había llamado, bajando su mirada al niño que se acercaba a ella a paso rápido, con ese collar en sus manos. Una sonrisa gentil y enternecida se formó en sus labios.

—–¿Howzer? ¿Que tienes ahí?—preguntó agachandose a su altura, sonriendole con mucha dulzura.

—–Es para usted.—dijo, muy respetuoso, queriendo ponérselo al rededor del cuello.—–Es muy bonito, como usted así que quise dárselo.

El gesto de la albina se mostró más sorprendido tan pronto vio la hermosa joya, pero luego se relajó recibiendo su regalo.

—–Oh, pequeño.—dijo.—–Hagamos algo, ¿porqué mejor no lo conservas tú? ¿Si?

—–¿Como, porqué?

—–Yo ya tengo una joya muy especial para mí.—dijo, atreviendose a mostrarle la joya que reposaba en su escote.—–Pero si lo notas, es muy parecida a la tuya. ¿Porqué mejor, no la cargas tú? Hacen juego.

Lo cierto era que la hermosa albina no quería llevar en su cuello otra joya más, ya le eran suficientes, además aquel oro lograba hacerle daño y brotaba su suave piel al contacto pronto. No sabía bien como rechazarlo de forma gentil, por lo que prefirió ofrecerle su propio regalo.

—–Tómalo como un regalo mío. Llévalo tú. Estará bien contigo ¿si?

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Howzer miró atentamente esa joya. Actualmente no recordaba muy bien porqué llevaba eso colgando de sí, pero tan pronto Merlín le hizo tal pregunta a su mente le llagron las imágenes de esa hermosa albina entregándola como suya, para que ambas joyas que eran extrañamente parecidas, hicieran un pequeño juego como muestra de su aprecio. Él recordó con vergüenza que cuando él era niño se había enamorado perdidamente de esa chica que solía darles clases a él y sus amigos cuando sus maestros caballeros no estaban disponibles, pero que era más dulce que un terrón de azúcar.

—–Esa “A” que lleva no es sólo por casualidad. Está ahí porque le pertenecía al predecesor de tu alma, Howzer.—explicó Merlín.—–Tienes que mostrarle esa joya. Ella te recordará, y tan pronto lo haga veremos qué pasa.

Howzer miró pensativo la escena. A la turbia alma atormentada y controlada de su amada en frente de ellos, de rodillas y con lágrimas de vergüenza y arrepentimiento cayendo por sus mejillas. Luego miró la joya en su cuello, suspirando.

—–Espero que esto funcione. De lo contrario, no sé qué más podré hacer para recuperarla...

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