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🍃|Capítulo 15.|🍃

|虚栄心|
Capítulo 15.
“Sacrificios”

Los gritos desgarradores no pararon de escucharse a lo largo de toda la cueva. Como se esperaba, ahora aquel ser encerrado en la burbuja estaba agonizando, mientras que la tierra temblaba y era bañada por la sangre roja de aquella joven y hermosa muchacha. Actualmente, ella estaba siendo torturada con la crueldad que solamente un humano temería.

De sus ojos caían las lágrimas que ya no eran de agua, sino de sangre, deslizándose por sus mejillas hasta caer al suelo. Estaba clavada al muro, mientras permanecía suspendida en el aire soportada por barras de metal. Tenía brazos, piernas y sus alas heridas y atravesadas, pues, en la noche actual hasta la madrugada, comenzó su tormento en busca de simplemente dejarla fuera de combate. Necesitaban su sangre.

—¡Oh vaya, conque todavíasigues viva!—exclamó un caballero del que no se mostraba su rostro, pero vaya que disfrutaba del martirio de la pobre muchacha.

—.... A-Ah... Ugh...

Ella apenas y podía hablar, no, ni siquiera podía decir nada, simplemente podía sollozar y gritar, esperando a que su verdugo se aburriera y se fuera para ella poder tener tiempo de rehabilitarse. Su sangre estaba siendo usada para llenar copas de vidrio y así poder entregarle esa milagrosa sangre demoníaca a aquellos caballeros de la nueva generación.

—Bien, creo que eso ya es suficiente.—habló otro de ellos, recogiendo los baldes del suelo, donde en vez de agua había sólo sangre.—Ya puedes dejarla, Somar, si la matas no habrá más para el resto de la Nueva Generación.—dijo viendo a su compañero, quien terminaba de clavar un barrote metálico bañado en verbenas, en el pecho de Aldora.

Estaba tan cansada. Apenas y podía mantener sus ojos abiertos, pero observaba lo poco que podía ver con mucho esfuerzo. Su respiración estaba tan entrecortada  que no le quedaban fuerzas. Era un milagro que su corazón siguiera latiendo.

Entre el silencio y el eco de la cueva tan oscura que apenas era alumbrada por la poca luz que traspasaba las rocas, se escucharon los pasos de un hombre vestido con armadura de metal; no estaba solo, de hecho. Iba acompañado de su mejor amigo, quién parecía algo ido y ensimismado en sus propios problemas personales.

—¿No escucharon cuando llamaron a todos los caballeros?—dijo el joven adulto de cabello rosado y ojos azules eléctricos, con un rostro lleno de seriedad cara de pocos amigos.

—¡Sir Gilthunder, Sir Howzer!—exclamó el joven novato caballero, soltando el barrote que ya había atravesado el pecho de la azabache.

Aldora usó sus cortas energías para bajar la mirada, observando entonces a los dos caballeros de alto nivel. Sus lágrimas aumentaron de nuevo cuando entonces encontró aquella mirada llena de pánico y sorpresa de su amado chico rubio/verdoso con ojos violetas.

Sí. Howzer finalmente descubrió en dónde habían ocultado a Aldora.

No podía creerlo.

La presión en su pecho no lo dejaba respirar bien, comenzaba a tener un gran duelo en su cabeza. No entendía bien porqué, ¿debía atacar a su mejor amigo, a los otros novatos, rescatar a su amada e irse rápidamente, viviendo como fugitivo? ¿O solamente debía quedarse ahí parado, viéndola sufrir y llorar en silencio, sin poder hacer nada?

¿Por qué no podía moverse, qué le impedía aquello?

Quizás el hecho de que, no sería algo inteligente hacerlo así de una forma tan imprudente. Además, de que si lanzaba un ataque ahora podría lastimar a la joven. Aún así, notaba su nueva apariencia, su cabello negro aunque sucio por la sangre caída, su cuerpo herido y bañado en carmesí, sus alas negras y grandes extendidas, pero atravesadas por varios barrotes. Podía verse que una de ellas estaba rota. Qué cosas horribles le habían estado haciendo...

Él observó con dolor como ella intentaba moverse, y prestó atención a su rostro, quien estaba lleno de lágrimas rojas en contraste con su pálida piel. Ella simplemente parecía murmurar cosas, pero era algo que él no entendía para nada. Ella estiraba su mano hacia él frente, entonces, fue como si solamente él escuchara su voz y nada más, como si en su mente ella le estuviera comunicando... Que todo estaría bien. Pese a que el sufrimiento de Aldora era evidente, ella, con palabras dulces le pedía que no hiciera una tontería, que todo estaría bien, y que no podía morir tan fácil.

“Vete... Y olvídate de mí... No sabes bien quien soy... Solamente... Lo único que podré hacer por ti es llevarte a la tumba...”

Él se negaba, no le creía absolutamente nada de sus palabras. Iba a tomar su espada, iba a atacar, iba a condenarse. Prefería ser un fugitivo y vivir a hurtadillas con la mujer que ama y de la que se enamoró casi de manera instantánea, pero, un ente invisible y fuerte evitó que él pudiera llegar a tomar su arma. Era Aldora, quien con su brazo extendido movía con mucho esfuerzo sus dedos, mientras le pedía por favor que no se condenara y que se fuera.

“Olvídate... De mí... Howzer...”

—Howzer.

Él reaccionó. Pará cuando miró hacia arriba, ni los novatos ni Aldora estaban ahí, era como si se hubieran esfumado a solamente Dios sabe donde. No estaban, ni había rastro de nada, de sangre. ¿Era una visión? No, claro que no, ese poder de ilusiones no podría hacerlo ella, estaba muy débil para ello y además, parecía realmente real.

Dejando eso de lado, el rubio acomodó su postura y se giró a ver a su amigo, quien lo notaba un poco extraño además pero prefirió no comentarlo. Gilthunder se le acercó y tomó su hombro, entonces, se alejó de él comenzando a caminar en silencio hacia la salida, esperando que Howzer lo siguiera. Aquello no demoró, y el rubio lo seguía cabizbajo.

—¿A dónde se la llevaron...?.

—No lo sé. Aveces el maestro Hendrickson es muy misterioso con sus planes. A lo mejor a algún calabozo.

A un calabozo. Si claro. Sería algo muy obvio.

Pero tal vez al ser obvio, no sería buscada por el resto de sus amigos los pecados...

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—Vamos Hawk.—dijo Elizabeth, comenzando a caminar por los pasillos poco iluminados de las catacumbas.

En los calabozos, se habían llevado a Elizabeth para quien sabe qué cosa, y cómo era de esperar, Meliodas, Ban y Gowther decidieron regresar a Liones para su búsqueda. La tercera princesa había sido transportada a los mismos calabozos del castillo, pero vaya sorpresa que al menos estaba acompañada de Hawk.

Conforme caminaba, observaba de vez en cuando las puertas, las cuales estaban cerradas seguramente con llave. Ella buscaba desesperadamente la salida, hasta que se distrajo por una voz femenina y muy familiar que hizo que asomara su rostro por la ventanilla de una de las negras puertas. La voz tarareaba una aparente canción de cuna, algo para dormir en un idioma desconocido, pero cabe resaltar lo hermosa que era su voz.

—¿Que será eso? ¡Suena muy lindo!—exclamó el cerdito, acercándose a la puerta.

—¡Hawk, no lo hagas, espera!—advirtió Elizabeth, un poco insegura de acercarse al sonido.

Cuando el cerdo estuvo lo suficientemente cerca, una gran ventisca arremetió contra la puerta, rompiendola al instante. Hawk salió volando por todo el viento y la puerta, y la princesa Elizabeth fue a socorrerlo. Inmediatamente, al ver que alguien salía de ahí, su mejor instinto fue esconderse detrás de una pared, junto con el cerdo quien temblaba de miedo. La princesa asomó su mirada para apreciar bien a la persona, escuchando aún la pequeña canción que ahora no tenía letra, sino melodía. Vio salir del calabozo a una mujer un poco alta, de cabello negro, piel completamente pálida y ojos rojos como un demonio; eso sin contar los cuernos torcidos que llevaba y las grandes alas negras que la mujer cargaba, recogidas en su espalda.

Elizabeth vio como ella miraba sus manos, con mera curiosidad como si nunca las hubiera visto. Tocaba su cabello y su rostro. Su hermoso canto ahora era interrumpido por una entrecortada y escalofriante risa, maníaca y llena de locura oculta. Aquel demonio buscaba desesperadamente algo en su pecho, llevaba las manos a su cuello como su quisiera tomar algo de ahí para verlo, pero sus risas aumentaban al no encontrarlo. Se calló de repente, y sin más, estiró su mano hacia el frente, entonces pronunciando unas palabras.

—Témpano perfecto...

Una vez pronunciadas esas palabras, de sus alas echas de sombra se desprendieron dos puntillas de gran tamaño, negras, que cambiaron a solamente ser hielo sólido y finalmente arremetieron contra el muro que ella señalaba, dándole una salida muy rápida. Los témpanos de hielo terminaron por volverse sangre y regresar a sus alas casi de manera automática. La azabache se acercó al hoyo que dejó en el muro, y sin más abrió sus alas, liberando una fuerte brisa y dejando solamente una nube polvorienta. Ella se había ido.

—¿Que... Qué... Que fue eso...?—preguntó un tembloroso Hawk, mientras se escondía detrás de e Elizabeth.—¿Quien es ella...? ¿Un demonio...?

La princesa albina, quien recordaba la voz en las palabras pronunciadas de la azabache con cuernos, recordó y racionalizo tan rápido, que se dio cuenta de que en realidad aquella mujer... Era una amiga...

—Es la señorita Aldora...

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En las afueras del castillo, el caos comenzaba a desatarse por toda la ciudad. ¡Los gigantes llovían del cielo! Una hermosa castaña de gran tamaño había sido lanzada desde donde se encontraba, por un ataque combinado entre tres caballeros. Estaba gravemente herida, con el pecho atravesado, el rostro aruñado, y muy débil. Jamás debió haberse enfrentado sola a tres caballeros. Se preguntaba porqué ella debía de seguir salvando a la especie humana, aquellos que la desprecian solamente por no ser como ellos.

Que tontería.

Ellos no sabían mucho de los gigantes, simplemente los humanos los veían como amenaza, una especie muy fuerte pero a la vez malvada. Sin embargo, todo depende del corazón.

Y si hay algo que puedo decir de los gigantes... Es que ellos, al igual que su cuerpo es grande, cargan un corazón muy grande...

Pese a las heridas de la gigante, muchos aldeanos le reclamaban a ella, la culpaban, mientras que Diana rogaba porque le creyeran. Ella no era la enemiga, sin embargo, ahí está la terquedad e ignorancia del ser humano en su máximo esplendor... Afortunadamente ella tuvo la suerte de que dos caballeros le creyeran, y ahora mismo planeaban defenderla.

Ahora, los papeles se invertían. Caballeros contra caballeros, protegerán al pecado de la serpiente con su vida, pues finalmente ellos tuvieron la valentía de ver lo valiosos que eran esos seres, y lo malvados y corruptos que eran los caballeros de Liones. Agradecieron que la gigante protegiera al pequeño niño hermano de Guila, quien sólo estaba asustado y casi muere por el ataque sin sentido del maestro Dreyfus.

Ahorrandoles todo el parlerio, Howzer y Guila simplemente combinaron un ataque entre viento y fuego buscando afectar a un caballero de alto nivel, un maestro, una novata y un cardinal. Ellos ya estaban posicionados. Pero por desgracia el ataque no les hizo ni cosquillas.

Desde su lugar en el cielo, mientras veía a lo humanos correr despavoridos de sus casas para no terminar afectados, Berserker observaba a todos con desinterés, hasta que el ver a la gigante tirada en el suelo, herida y rapada llamó su atención. El ataque ya había sido disipado, y para interrumpir con una gran entrada, el ataque lanzado por Dreyfus fue bloqueado por un “Escudo de rojo pintar” una de las técnicas que Diane reconoció enseguida. Un escudo hecho de rojo, como el rubí y de la misma textura.

—¿Que... Fue eso...?—habló Jericho con esfuerzo. El ataque le había afectado mucho.—¿Que es ese poder...?

Dreyfus simplemente miró hacia el frente, observando entonces como la superficie del escudo que rodeaba a los buenos desaparecía y se convertía en sangre, siendo después absorbida por el suelo.

—Al parecer, una simple ronda de tortura no puede contigo... ¿Me equivoco...?

Las palabras de Dreyfus llamaron la atención. Y después de formarse una silueta de sangre, se apareció la azabache con un gesto bastante estoico, sin embargo en sus ojos, el odio era evidente.

—¿Berserker...?

Aldora ahora por nombre Berserker, se rió bajamente, mirando ahora a sus adversarios con una media sonrisa y bastante burlona.

—Estoy acostumbrada a que me torturen...—ella sólo se encogió de hombros, y sonrió.—Diane, ¿dime, a quien debo hacer sufrir más?

Estaba más que claro que quien hablaba, aunque tuviera la voz de Vanidad, ya no era la misma.

Aldora era otra.

Y eso, los presentes en la situación podían verlo...

—Empecemos a jugar...

Okay,okay okay.
¿Querían a Berserker? ¡Ahí tienen a Berserker! >:'3

Es hora de que la despiadada demonio tenga un lindo debut en el libro ¡así que, disfruten, comenten y voten!

Gracias por leer :' D

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