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🍃|Capítulo 10.|🍃

| 虚栄心 |
Capítulo 10.
“El inicio del Caos”

—–¡Comenzaremos con el siguiente combate: Howzer contra Adora!—habló Love Helm.

La albina flotó levemente hasta llegar a pisar con sus pies la plataforma de lucha, quedando a una vierta distancia prudente de el hombre de rubios cabellos y sonrisa triunfal.

¿Porqué triunfal?

Durante su descanso, él había ido a buscar a su compañero Griamore, encontrándose también con la segunda princesa del reino de Lionés, la princesa Verónica, hermana mayor de la princesa Elizabeth quién aún estaba prófuga. La joven Verónica, una chica testaruda y de personalidad tosca como un muchacho, de cabello corto y violeta, cuerpo delgado sin embargo no muy desarrollado, alegó que estaban presentes ya que habían oído reportes de que Elizabeth estaba en Vaizel. Eso creían.

—–¿¡De verdad, la princesa Elizabeth está aquí!?—cuestionó Howzer con cierta emoción.

—–Eso creemos.—habló la princesa Verónica con un semblante serio.

–—No sólo eso. También pensamos que los ocho pecados capitales están aquí.—agregó Griamore, de rodillas en el suelo.

—–¿¡Qué, de verdad!? ¿¡Entonces que hago aquí parado!?

Howzer se mostró aún más emocionado y ansioso con esa noticia. Desde siempre sintió una profunda pasión por enfrentarse pronto a algún miembro de los ocho pecados capitales. Deseaba firmemente conocer su fuerza, ya que ha escuchado desde que se volvió un caballero sacro, que son seres increíblemente poderosos. Más que temor, les tenía una gran admiración. Con una sonrisa llevó una mano hacia su frente, preguntandose porqué perdía el tiempo estando ahí parado, entonces se fue corriendo hacia el festival, dejando a Verónica y Griamore sin más. Sentía una energía poderosa entonces, quizá podría presenciar finalmente el poder de al menos uno de los miembros de esa orden traicionera de Lionés.

Al llegar, había observando un poco sin embargo, no encontró señales de un pecado cerca. O bueno, eso hasta que por fin era su turno de enfrentarse otra vez contra una peculiar -y sensual- oponente. Aquella albina de hermosas pecas yacía frente a él cruzada de brazos. Él la observaba de arriba a abajo, recordando el gran poder que ella demostró al romper la esfera de Griamore. ¿Podría ser ella acaso uno de los ocho pecados? Quizá, eso explicaría tal vez la marca que llevaba tatuada en su muslo derecho, la marca de la octava bestia, el lince, animal hermoso y seductor que representa a la vanidad. Pero tenía sus dudas. Aún así, aprovecharía ese encuentro para confirmar sus sospechas.

–—¡Bien, pueden comenzar!—anunció el árbitro del festival de pelea, dando el permiso a los peleadores para iniciar.

Aldora cruzada de brazos se quedó inmóvil observando a Howzer sin expresión alguna. Mantenía sus sentimientos escondidos en ese entonces para no demostrar debilidad al muchacho. Fue de pronto que empezó a sentir sobre su tersa piel a la brisa fría chocar fuertemente contra ella. Provenía de los puños de el rubio.

Ya veo. . . Entonces, ese es su poder mágico. . .

Aldora colocó sus manos frente a ella para cubrir sus ojos de la fuerte ventisca, comenzando a sentir pronto como un tornado comenzaba a formarse bajo sus pies. Debía salir rápido de esa base, por lo que usando su fuerza y poder para manipular la gravedad, se libró de lo que podría ser su derrota y se acercó a Howzer lo más rápido posible para acertarle un puño en el estómago, disculpandose en silencio. No le gustaba la idea de lastimar a alguien tan hermoso, pero, debía y necesitaba recuperar a su Bloody Rose.

—–¡Lo siento, cariño, pero no puedo permitirme perder!—exclamó ella, viendo cómo el soltaba saliva por además el dolor.

Howzer en defensa lanzó de sus puños otro tornado, que esta vez llevó a Aldora directo al cielo y hacia arriba, es obvio. Comenzaba a marearse, y eso le estaba molestando. De nuevo, comenzó a gruñir mientras sus ojos se tornaban rojos otra vez.

Con un chasquido de sus dos manos, hizo que la superficie de la plataforma se transformara en hielo, con picos filosos además, haciendo al rubio resvalar y borrando el ataque de la brisa. Cuando Aldora juntó sus manos hacia el frente para atacar a Howzer de una forma brutal, al ver el rostro, ese hermoso rostro, perdió la concentración recordando a su amado y confundiéndose completamente.

—–¡Adora!

Gracias al grito de Diane, ella reaccionó, fallando en su tiro de un filoso témpano de hielo que iba a lanzarle directamente a él. Como dije, falló, pero logro dar hacia el suelo, congelando la superficie que tocó al instante, luego, convirtiéndose en sangre. Mucha gente se espantó entonces pero Aldora simplemente descendió del cielo y se apoyó el el suelo con una mirada ennegrecida. Howzer la observó confuso, ¿porqué no se movía? Parecía inerte, perdida en su mente.

La vio estirar su mano y levabtarla. Meliodas, Ban, Diane y King la observaron confusos. Pensaron que iba a usar la sangre que su hielo había dejado en el suelo, pero en lugar de eso, solo mantuvo la mano arriba por unos segundos, para después levantar la mirada y sonreír mostrando los dientes y colmillos.

—–Me rindo.

¿Acaso había dicho esas palabras? ¿La mismísima Aldora del reino caído de Diamantir, el lince, pecado de la vanidad; había dicho "Me rindo"?

—¿¡QUÉ!?—gritó Diane sorprendida, llevando sus manos a la cabeza. King estaba perplejo.

Meliodas sólo sonrió y Ban, bueno, Ban se mantuvo tranquilo. Al menos por unos segundos. Porque de repente sintió el impulso de también gritar muy molesto, en desacuerdo por la decisión tan repentina de Aldora.

—¡OYE!—gritó pronto el azul platinado de ojos rojos, golpeando la plataforma con sus puños.—¿¡CÓMO ES ESO DE QUE TE RINDES!?—exigió saber, observando a la albina acercarse a él.

Aldora sólo sonreía un poco, mostrando los colmillos. Su mirada yacía perdida, como si ella no fuese quien estuviera controlándola, como si hubiera otra. Ban se dio cuenta y retrocedió cruzándose de brazos, mientras ella bajaba de la plataforma dejando a un Howzer confundido y a una multitud expectante. Ella se alejó dejando el lugar, perdiéndose entre la gente e ignorando la voz de Diane, que al parecer no era la única que no sabía lo que estaba pasando junto con la pequeña Elizabeth.

—–¿Qué le sucede a la señorita Aldora, señor Meliodas?—preguntó Elizabeth, algo preocupada por la albina que de seguro ya estaba en el bosque.

—–Tiene hambre.—respondió el rubio, observando en dirección hacia donde se fue la albina.

Elizabeth y Diane miraron a los muchachos sin entender absolutamente nada de lo que hablaba, ¿quien demonios era "Berserker"? ¿Que relación tiene con Aldora? Y más importante, ¿porqué solamente Ban lo sabía? Era muy obvio. Ni siquiera Meliodas sabía el por qué Aldora se iba.

O tal vez sí lo sabía, sólo que lo disimulaba muy bien.

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Agarró su garganta con fuerza, tenía ganas de estrangularse a sí misma, sentía una sed tremenda que no la dejaba ni hablar. Tenía hambre, mucha hambre, y sed, muchísima sed. Tambaleaba caminando en el suelo, en busca de ese delicioso alimento que le fuera de agrado a su paladar. Como deseaba enormemente sentir ese espeso líquido rojo bajando por su garganta hasta caer en su estómago, saborearlo entre sus labios y relamerlo hasta que se cansara. Bueno, por suerte con el paso de unos minutos, logró encontrar con no una sola criatura, más bien, un rebaño, unas cuantas ovejas que pastaban perdidas. Aldora no pudo evitarlo, ya no era ella.

Ahora mismo, ella estaba bañada en vísceras recostada y mirando al suelo entre intestinos y entrañas. Tenía la boca manchada de sangre, los dientes rojos y el cuello sucio de el líquido rojo además. Sonreía de una forma extraña, una sonrisa maníaca. Había saciado su apetito, pero aún no estaba libre de estar llena por unas horas.

Su cabello de color negro estaba manchado, ella seguía rodando y revolcándose como cerdo en lodo, y celebrando entre las vísceras de los pobres animales. Luego, se encontró con un corazón, el cuál tomó entre sus manos y mordió con placer sintiendo como la sangre explotaba su rostro, cuello y pecho. Al terminar de comer, se miró sucia y decidió lavarse un momento en el lago cercano.

Suspiró.

—–Espero que los muchachos ganen a Bloody Arthemis por mi. . .—mencionó para sí misma, lavándose el rostro.—–Estoy cansada de tener que ser una horrenda bestia. . .

Berserker. . .

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La albina no sabía que esa bestia que lleva dentro, es decir, ese lado oculto y monstruoso que lucha por enseñar, no era tan inservible del todo.

Aún más lejos de ahí, en Lionés, en una guarida secreta de uno de los maestros caballeros del reino. Hendrickson, estudioso sobre los demonios, platicaba con los nuevos aprendices de la nueva generación de caballeros sacros.

—–El poder que ella nos dará será inmenso.—dijo con tranquilidad, observando a un cadáver de demonio rojo que él conservaba para estudiarlo.

—–Pero no será sencillo atraparla.

—–Eso no importa. Según lo recuerdo, ella está muy debilitada desde hace diez años que llegó a Lionés.—habló Dreyfus.

—–Exactamente. ¿Que demonio más puro que ella?—sonrio malévolo.—–Traiganla a mí, Jericho, Guila. . . y obtendrán todos el poder que desean. . .

"Si. . . Maestro . . ."

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