
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐎.
Era un fin de semana tranquilo.
Estaba algo nublado y fresco debido a la probabilidad de lluvias por la madrugada, por el ciclón que se estaba acercando a mí ciudad y que las autoridades habían advertido de tener cuidado. Para mí estaba bien, se suspenderían clases el lunes y el martes por eso mismo; cualquier cosa que hiciera suspender clases y me diera un día completo para dormir, estaría contenta de darle la bienvenida.
Estaba revolcada en las sábanas de mí cama. Amaba tanto dormir que ya había acomodado tan bien mis almohadas y sábanas que parecían un nido perfecto y acogedor para mí. En este momento estaba abrazando mi almohada favorita, textura tan agradable a mis estándares con olor hogareño. Me acompañaba desde hace mucho tiempo, y sí, ya la había vuelto parte de mi territorio, actuaba como un maldito gato naranja cuando alguien quería quitarmela. Debido a que la estaba abrazando ya tenía cierto calor corporal dado por mí, pero al mismo tiempo, estaba tan fresca que me encantaba.
Tenía el ventilador en el primer nivel de potencia, hacia algo de frío por el clima, pero si me dejaba sin aire probablemente el calor de mi nido sería demasiado para hacerme sudar un poco, y yo odio sudar.
La mayoría de mis pendientes escolares ya los había hecho, pero otros no, eso me daba algo de inquietud, pero como suelen decir: sin presión, no hay emoción.
Los dejaría para más tarde... Probablemente tres horas antes de la entrega. Hoy quería disfrutar de no hacer nada.
... Al menos hasta que la voz de mi madre me llamo, lo cual confundí con la voz del diablo por un momento.
— ¡Deja de estar de floja y ven en este momento!
Adiós a mi posición perfecta recién encontrada. Hola pesadez corporal por mí estado relajado.
Cómo profesional en flojera y especializada en días de lluvia, aparte con mis manos y piernas las almohadas y sábanas para solo arrástrame cuál lombriz hasta la orilla de mi cama, y permitir que la gravedad hiciera lo suyo para hacerme caer en la alfombra algo afelpada del piso. Justamente la puse ahí para caer en blandito cuando obligue a la gravedad a ayudarme.
— ¡Hija!, ¡No es para mañana!
— ¡Ya voy mamá, solo no encuentro mis sandalias! — Lo cuál no era una total mentira, pero sí un poquitín porque rápidamente las encontré.
Me dí una cachetada mental para despertarme bien. Cuando me coloqué las chanclas, tome tanto mi teléfono como un cepillo plegable de bolsillo que tenía una bonita imagen de una naranjita de decoración como tapadera, para poder cepillarme mi cabello mientras corría hacia donde me había llamado mi madre. Había estado mucho tiempo acostada, así que mi pelo ha de ser un desastre; podría ser floja, pero no me gusta tener mi cabello tan enmarañado porque suele doler al tratar de desenredarlo más tarde.
Gracias a que siempre cuidaba su no-enredo, fue algo rápido el tratar de acomodarlo para cuando llegue con mi madre. Lo guarde en el bolsillo contrario a dónde estaba mi celular.
— ¿Que necesitas mami? — Podría haber interrumpido mi maravillosa comodidad, pero faltarle el respeto a la primera dama de la casa era pedir tú funeral. Así que le hable con una voz de niña pequeña obediente.
La mujer que osó a perturbar mi sueño, dejó la tapadera de aquella olla nuevamente en su lugar y bajaba la cuchara de madera que había estado usando, se limpió un poco las manos con su delantal y me miró frente a frente.
— Necesito que vayas a la tienda para comprarme unas cosas que necesitamos para la comida de unos días, antes de que empiece a llover.
— ¿Más cosas?, Creí que ya habíamos comprado lo necesario ayer...
Una mirada crítica fue lo que recibí.
— ¿Habíamos?
— Uh,.. amm, perdón. Compraron, querida madre.
Técnicamente tenía razón, yo decidí quedarme en casa mientras ella y papá iban a hacer las compras. Yo solo ayude a acomodar todo en la cocina.
— Se nos olvidaron unas cosas. Son algo necesarias si queremos que está comida que estoy preparando nos dure unos días. — Dijo para volver a levantar la tapa de aquella olla. — Si no quiero que se queme, debo quedarme aquí, pero necesito los ingredientes. Así que, por favor, ¿Podrías ir a comprarlos a la tiendita de unas cuadras?
Mi boca se abrió antes de poder detenerla.
— ¿Papá no puede? — Es que me da estrés salir solita a la calle. ¿Y sí me encuentro un Brayan?, No sé quién terminaría lastimado por el susto dado, sí yo, o el Brayan.
Mamá volvió a darme una mirada crítica. Perdóname la vida.
— No, no puede. Debido al ciclón, quiere adelantar lo más que pueda de su trabajo sin tener sobrecarga al volver. No puede traerlo a casa. Así que llegará tarde. No seas floja hija, estira las malditas piernas.
Mis piernas dicen que no.
Pero la mirada de advertencia de madre dice que sí.
— ¡Está bien, amacita!, Iré rápido, tampoco quiero resbalar con el rocío de la lluvia.
Ella asintió antes de mirar mi atuendo. Pues, estoy en fachas, porque estoy en casa, y se supone que estaría en cama todo el día, obviamente estoy modo cómoda.
— Te vas a cambiar... ¿Verdad?
Está vez fuí yo quien le dió una mirada, pero dolida sobreactuada.
— ¡Pues claro que sí! — Le conteste para emprender camino a mi habitación.
— Apúrate. — Comenzó mamá — ¡Hay viento de lluvia, y el cielo se está poniendo muy negro!
"Fuera de contexto, eso último podría ser un comentario racista". Pensé y lo dejé pasar, porque se que mí madre no lo dijo con esa intención.
Cuando llegué a mi cuarto fuí a mi closet rápidamente, saque un short cómodo, un sostén, y me los coloqué; solo faltaba la blusa.
— Hace frío — empecé a comentar. — Así que las blusas y camisas delgadas están descartadas. Mi ropa abrigadora es demasiado elegante para ir a la tienda, así que también está descartado... ¿Blusa deportiva?
Saque del closet el gancho donde guardaba mis blusas deportivas. Pero solo había una...
— Ah..., Cierto, no ha habido agua para poder lavar las demás. Maldito sistema opresor.
"Ni modo, a usarla". Estaba quitándola del gancho cuando vi de que equipo era.
Rusia.
"Ah... tripaloski, tripaloski" En este punto deje de pensar de más, para solo ponermela y cantar internamente el himno nacional de la USSR por joda.
"Que viva la madre Rusia" Termine de estar jodiendo usando el saludo militar a nada en particular con una maldita cara de póker.
Me dirigí a mi tocador, – Mamá y Papá desearon que tuviera uno, estaban más ilusionados que yo, así que, ¿Quien soy para quitarles sus caritas de felicidad?; De todas formas soy hija única, hay que aprovecharlo – para ponerme un broche de mariposa posada en una pluma. Era muy bonita y mi favorita. Me asenté un poco más mí cabello y tome mí cubrebocas.
Me había bañado y perfumado antes de estar tirada en mi cama, así que ya tenía un 30% de estar lista para salir sin querer.
Fui abajo del closet otra vez para ver mis zapatos. No quisiera usar tenis, podría mojarme los calcetines y sería súper incómodo. Las chanclas ya estaban desgastadas y podría darme un madrazo por resbalar en la acera.
Así que tome unas sandalias que no había usado mucho, que por suerte tenían intacto su antiderrapante. Perfecto.
Tome mi celular, mi par de audífonos y mi pequeño monedero, me coloque el cubrebocas. Antes de dirigirme a la puerta, pase por mi cama, tome a mi consentida almohada y la estampé en mi rostro. — Volveré pronto, Mon amour — se escuchó mi murmullo apenas por estar tapada por la almohada. La dejé nuevamente en la cama y salí de mi habitación para salir de la casa.
Estaba apunto de abrir la puerta hasta que fui detenida por una mano en mi hombro.
— ¡Espera, cariño! — Era mi madre. Me extendió un pequeño paraguas individual, una bolsa de mercado y un billete algo grande, como un pequeño papel. — Toma, el paraguas es por si acaso, no quiero que te agarre la lluvia y vengas corriendo mojada, podría pasarte muchas cosas. — Me lo entrego primero.
Se escuchó un trueno en la lejanía. Después del pequeño susto, ambas reímos por lo oportuno que fue.
Luego me mostró el papel y la bolsa. — Aquí está la lista de las cosas que necesito, la bolsa es para que no pidas una de plástico. — Cuando tome el papel de sus manos, recibí un pequeño golpecito en mi cabeza, aunque en realidad no me dolió — Tonta, te ibas a ir a comprar algo que no sabías que era. — Me sonrió juguetonamente, y yo le devolví la sonrisa.
Mi madre tenía un gran instinto maternal, que no podía evitar a veces sentirme como una pequeña cría consentida. Mis dos padres en realidad, muy lejos de la familia generalizada Latina, son muy buenos y amorosos. Obviamente tienen algunas fallas, pero no es como si hubiera un libro de instrucciones de como ser padre paso a paso.
Mis padres habían vivido sus vidas como quieran, uno viajando y otro escalando en su trabajo como deseaban, se habían autosuperado cómo personas, hasta que se conocieron, se enamoraron, casaron y decidieron formar una familia; tenían una buena economía y eran lo suficientemente maduros para conversar sus problemas.
Lo lamentable fue que cada vez que estaban embarazados, el bebé siempre, moría antes de los dos meses, o, mamá tenía un aborto natural. No lo cuentan, pero conociendo como son de emocionales, debieron sufrir mucho.
Ellos habían pasado más de tres años esperando tener un hijo, incluso por adopción, pero no pudieron...
... Claro hasta que llegué yo. ¡Ja!
Yo fuí lo suficientemente fuerte para poder desarrollarme sin problemas. Además que cuando se enteraron de mi pronta llegada, mamá se empezó a cuidar más que nunca.
Toda mi familia en realidad, estaban alegres de mi llegada y la esperanza que le traía a mis padres, por haber pasado los meses críticos.
Sí, gente, fui una niña deseada. Algo poco común según los estándares latinos, ¿No?
Mamá cuenta que cuando era pequeña, le pedía fervientemente un hermano; específicamente un hermano mayor. Obviamente no podía explicarme lo difícil que fue tenerme, pero solo basto a qué me explicarán que debía compartir tanto mis cosas como mi comida si quería un hermano y dejé de insistir.
Es que el territorio se protege.
Se bien que soy el mundo de mis padres, se que me cuidaron tanto como pudieron y aman mucho más de lo que demuestran. Y espero que cuando sea mi turno de cuidarlos, sientan lo agradecida que estoy tanto como los amo.
— ¡Y esto es para comprar los productos! — Me extendió el billete. — No quiero que gastes de tu mesada para la escuela, así que usa eso. Sí te sobra, puedes quedartelo o comprar algo que te guste.
— Es un placer hacer negocios con usted, ama. — Bromeé, tomando por último el billete.
Cuando estaba guardando el papel y el billete en mi monedero para que no se perdieran, sentí la profunda mirada de mí madre, así que la voltee a ver y ví que parecía estar hundida en sus pensamientos.
— ¿Sucede algo, mamá?
En el segundo siguiente, siento sus brazos rodearme para brindarme un cálido abrazo acogedor.
— Te amo, cariño. Lo sabes bien, ¿Verdad?
"¿Que pasho?"
— Lo sé mamá, yo también te amo. Tú y papá me lo dicen todo el tiempo que pueden.
Escuché su risa, así que me tranquilice. Aún no me soltaba, pero ya se había apartado de mi cuerpo. Me miró sonriendo y acomodó un poco mi cabello detrás de mí oreja. Después, me dió un beso en el cachete.
— Solo para que no se te olvide. — Finalmente me soltó.
Ahí fue cuando por fin pude salir de mi casa para emprender camino a la tienda.
— ... Entonces, ¿Por qué sigo teniendo este mal presentimiento?
Dijo la señora a la nada. Su hija ya había partido, y ese sentimiento amargo seguía ahí, incluso se intensificó más cuando le dijo aquellas palabras amorosas.
— ... Tal vez debería... — Dijo para casi tomar el pomo de la puerta principal, alcanzar a su hija y decirle de último momento que mejor no lo haga; que se quedará en casa y le permitiría estar en su cama todo el día.
Lo iba a hacer si no fuera porque la idea se esfumó cuál humo y fue reemplazada por las ollas en la lumbre.
— ¡Maldita sea, la comida!
Y se fue corriendo a la cocina.
Cómo si algo le hubiera obligado a no pensar sobre esa corazonada.
Gotas de agua habían salpicado alrededor cuando salte sobre ellos; ya se que dije que no me gustaba mojarme los pies en días de lluvia, pero eso solo aplica para mí cuando tengo calcetines puestos.
¡Así que molestar a ese charco saltando sobre el se me fué irresistible!
No faltaba mucho para llegar a la tienda, los truenos y relámpagos me advertían que debía hacerlo rápido si no quería saltar más por los sustos que me daban casi dos minutos seguidos.
Aunque la música que tenía reproduciendo y escuchando gracias a mis audífonos disminuía su ruidoso y asustadizo sonido para mí.
Había llegado a una esquina algo aglomerada de gente que quería pasar dicha calle. Por como veía los carros pasar, no nos dejarían al menos en unos grandes minutos cruzar.
Así que saco mi celular de mi bolsillo, le cambió la canción en ese momento y lo desbloqueé para ver qué había de nuevo mientras espero el pase para cruzar.
En ese momento, me llega una notificación por facebook: Un capitulo nuevo de ENNEAD se había publicado.
¡Oh, que agradable sorpresa!
Ennead es un Webcomic de origen coreano que cuenta la historia del Dios egipcio Seth, y su coprotagonista, Horus. Solo que dicha historia es muy diferente a la mitología original; incluso su propia autora había dicho que no asumamos lo que sucedía en el comic como un evento que en verdad sucedió en los materiales originales.
Fuera de lo lejos que estaba de los mitos originales, era una historia que en verdad disfrutaba.
Es cierto que no tiene el mejor detalle de dibujo que había visto, pero me gustaba dicho estilo, era único y muy característico, tenía un aire, irónicamente, Egipcio.
Y ni hablar de la historia, tenía mucha, pero mucha trama que desenredar: amaba que Seth, el protagonista, no fuera una blanca paloma, ya era muy repetitivo que un protagonista le sucedieran cosas malas, pero ¿Que también este cometiera actos inmorales súper cuestionables y fuera parte de su arco de redención arrepentirse y tratar de remendar sus errores, que al mismo tiempo trataba de sanar sus propias heridas, sin dejar tampoco de ser el mismo?, ¡Diablos!, Acababa de descubrir a un protagonista realista, ¡Y eso me encantaba!
Aparte de Seth, había personajes que igualmente eran para analizarse exquisitamente. Osiris era uno de ellos; era una criatura horrible, internamente esperaba que pisará más de un LEGO en su vida; pero negar que no era un personaje interesante de analizar también era como escupir a la comida de mi abuela, ¡Una ofensa imperdonable!
Y también está Horus, o lindo, sexy, y simpático Horus. Mi pichón norteño. No eres tampoco alguien libre de pecado, haz cometido grandes fallas, pero a comparación de todos a tu alrededor, eres una de las mejores opciones en las que se puede confiar.
También habían otros personajes buenos, como serían: Anubis, Isis, Neftis, Ra y la lista sigue y sigue...
Ya había hecho click en la publicación que rápidamente me dirigió a las fotos del capítulo ya traducido, y me iba a disponer a leer si no fuera porque note como las personas que esperaban cruzar junto conmigo ya estaban avanzando.
Ya había esperado por la actualización, así que esperar un poco más no me iba a matar.
Cuando cruce la calle, fueron solo un tramo más para llegar al Oxxo, y buscar lo que mi madre me había pedido. No eran muchas cosas, y fácilmente se encontraba aquí. Así que cuando ya lo tenía a la mano, me dispuse a buscar una golosina para mí también.
La fila tenía más de tres personas con muchos productos, así que decidí esperar a que se fueran, perdiendo mi tiempo en la sección de revistas.
Justamente, había encontrado una que era sobre historia, más específicamente: sobre el antiguo Egipto. Que coincidencia tan chistosa.
Regresé mi mirada otra vez a la caja de cobra, como siempre solo había una en funcionamiento, y al parecer la máquina se estaba atorando por la tormenta; sabiendo que iba a tardar más de lo esperado, aproveche para hojear la revista.
La revista hablaba sobre la vida de los egipcios, sus costumbres, territorios, modos de vida, y uno de los puntos más importantes de ellos: sus Dioses; había una sección específicamente para ellos. Leí un poco sobre lo que ya sabía, y me enfoque en los que no, había otros igualmente interesantes.
Hasta que un rayo cayó súper cerca impactando a una vara de metal en un edificio de enfrente. Asustó a todos adentro, y obviamente a mi, haciendo que dejara caer la revista.
— Oh Dios mío, ¡Eso estuvo tan cerca!, Espero que no le hubiera hecho daño a nadie… — Comentó una señora en la fila para pagar hacia todos los presentes.
Yo en cambio me dispuse a recoger la revista, notando que se había caído y colocado aún en la sección de dioses, pero mis ojos fueron a parar a un subtitulo en especial: Anput.
En pocas palabras, ella era la versión femenina de Anubis, una deidad funeraria. En algunos relatos inclusive era su esposa, tengo entendido.
Me convenció. Comparé la revista.
Estaba aún concentrada leyendo un poco más que no preste atención a una conversación que a simple vista sería común.
Un trabajador nuevo salía de la habitación para empleados, cuando se acercó a su compañero, quien estaba apunto de llamar a la señorita de las revistas para cobrarle cuando se fue el último cliente.
— Oye, amigo, puedes irte a casa si quieres ya. La tormenta está tendiendo sus últimos momentos de paz antes de que empiece.
El joven veía extrañado a ese compañero suyo, no había notado que había llegado, mucho menos… ¿Tenía un compañero nuevo?.
Antes de que incluso notará esa gran anormalidad, sus labios se movieron para replicar.
— Pero, mi turno aún no termina del todo…
— Pero aún debes ayudar a tus abuelos con su techo de lámina, ¿No?, La tormenta le causará muchos problemas si eso no se soluciona...
De acuerdo, eso no le había dicho a nadie de su trabajo definitivamente, que iría con sus abuelos sí, pero no para que.
Pero antes de que dijera algo, el asunto se borró de su mente.
— ¡Ah, es cierto!, ¿No tendrías problemas si me cubres antes de tiempo?
— Para nada. Por eso te lo recordé. Nuestra jefa también se fue, debe recoger a su bebé de la guardería también. Yo me encargo.
Fue cuando el chico se fue de la caja, cuando el nuevo individuo llamo a la chica.
— Se ve que será un gran huracán, ¿No lo crees?
Le sonreí amablemente, dispuesta a seguir la conversación: — ¡Si se ve!, Nunca había visto caer un rayo tan de cerca antes.
El chico, ¿O chica?, Había sonreído con diversión. — ¿De verdad?, Hay que tener cuidado entonces, son muy peligrosos, más si le cae a una persona.
Terminó de cobrarme y yo de guardar todo en la bolsa de tela; estaba apunto de salir del local después de despedirme.
— ¡No te olvides de usar tú sombrilla!
Se cerraron las puertas.
Raro, ¿Cómo sabía que tenía una sombrilla conmigo?, No la había sacado para nada de la bolsa… ¿Tal vez si se vio cuando guardaba las cosas?
En fin, estaba satisfecha con mi compra. Tendría con que entretenerme este fin de semana largo.
Estaba regresando ya a casa cuando me dí la oportunidad perfecta para volver a ver pensar en el nuevo capítulo de Ennead, mientras me acomodaba con las compras, mis audífonos y la sombrilla.
La música, mis pensamientos, el camino mojado tratando de no resbalar, las compras que podía sostener… no había notado como las puntas de mi cabello se estaban alzando.
“Cuando llegué a casa, en la hora de la comida, podría platicar a mamá y papá sobre la mitología egipcia, estoy segura que les gustará saber uno que otro mito”
Y tampoco por la sombrilla, como los brillos entre las nubes se estaban volviendo amenazantes sobre mí.
“Conociéndonos, tardaremos unas horas hablando de cualquier cosa”, sonreír, “Es una de mis horas favoritas del día después de todo, y la de ellos también”
Es odioso como la luz a veces es más rápida que el sonido.
Porque esa gran descarga de luz hacia mí dirección nunca fue algo que se podía evitar.
“Porque estoy con ellos. Lo amo mucho de todas for-”
No había alcanzado a terminar mis pensamientos cuando un dolor que nunca había sentido en mi vida me había azotado. Ni siquiera podía gritar, era una energía que me daba tanto ardor que al mismo tiempo no sentía nada.
Sentía mi cuerpo quemar.
Quema quema quema. Duele duele duele duele.
Mami, papi, ayúdenme.
Me arde.
No escuchaba los gritos de las personas que habían alcanzado a ver mi tragedia. Cai al piso. Las cosas que mamá me había pedido se salieron de la bolsa; mi celular estaba quemado, la tela de la sombrilla estaba igual de quemada.
No sentía nada. Intentaba respirar.
“Ah, mamá, papá, lo siento… llegaré tarde a la comida…”
La revista que había comprado había vuelto a parar sus hojas, ahora también quemadas, en la antigua página de los dioses.
Anput.
“Mami, papi, por favor…”
— ¡Alguien llame a una ambulancia, aún está con vida!
— ¡Hagan algo, aún respira!
“No se molesten conmigo por llegar tarde…”
Mi visión se estaba apagando.
— ¡Ey, chica, no cierres los ojos, trata de permanecer conciente!
“Mami… papi…”
— ¡Resiste!
“Espérenme… que volveré”
— ¡Lucha, niña!, ¡Aún puedes luchar!
“… lo juro”.
Y cerré los ojos.
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