Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━ 𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧: crack in the surface

[ 𝐕𝐎𝐈𝐃 ]
🐍┊ 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗖𝗔𝗧𝗢𝗥𝗖𝗘
« 𝔠𝔯𝔞𝔠𝔨 𝔦𝔫 𝔱𝔥𝔢 𝔰𝔲𝔯𝔣𝔞𝔠𝔢 »
──────────────

{ ⊱ ✠ ⊰ }

—¿𝐐𝐔𝐄́ 𝐋𝐄𝐒 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐂𝐄... 𝐂𝐎𝐌𝐄𝐌𝐈𝐄𝐑𝐃𝐀 𝐔𝐍𝐎 y Comemierda Dos?

—Yo había pensado en Atontado y Alelado.

Halcón y Aisha no se molestaron en ocultar sus carcajadas frente al par de novatos. Angelina, por su parte, les dedicó una pequeña sonrisa de apoyo. Eran los mismos chicos que habían asistido a Cobra Kai días atrás, antes de que Johnny los corriera sin pudor alguno: un moreno de gran estatura y un joven de cabello rizado. Al menos habían tenido las agallas suficientes para volver al dojo; Angelina creía que lo menos que podía hacer era tratar de darles confianza a los novatos mientras sus amigos jugaban a molestarlos.

En otras circunstancias, quizás también hubiese reído, pero se hallaba demasiado ocupada intentando descifrar qué demonios había pasado en la habitación de Miguel Díaz hacía tan solo un par de horas atrás.

No habían hablado propiamente desde entonces.

Tan solo compartieron algunas palabras mientras ayudaban a Johnny con la limpieza del dojo, no mencionaron nada al respecto y, en cuanto empezaron a llegar el resto de alumnos, Angelina se refugió inconscientemente en la presencia de sus otros amigos. Estando con ellos, podía recuperar cierta sensación de normalidad, así como convencerse de que la única vez que su mejor amigo la vio de aquella manera había estado completamente borracho y que, por tanto, no significó nada.

Una versión imaginaria de Samantha LaRusso parecía acechar cada uno de sus pasos, lista para recordarle que su amistad nunca volvería a ser la misma, para recriminarle por el simple hecho de pensar en Miguel. Pero la presión se envolvía como una red de alambres alrededor de su cuello, atándola al muchacho, y no podía evitar preguntarse si él también podía sentirla.

No se atrevía a mirarlo, al menos no realmente; sin embargo, aunque no fuese su intención, acababa observándolo por el rabillo del ojo. Parecía serio y distraído, sus intentos por acercarse a ella en privado habían desistido... No quiso tratar de descifrar lo que aquella expresión significaba, pues comenzaba a temer que, tal vez, todo se había arruinado.

Sentía que su amistad pendía de un hilo, y que el hilo podía romperse en cualquier momento.

Y eso la aterraba, porque sabía que era culpa suya.

—Bueno, yo soy Chris...

—¿Acaso dije que podías hablar?

El chico moreno cerró la boca de golpe, interrumpido por Halcón. Justo en ese momento, Angelina vio que Miguel aparecía por detrás de los novatos.

Tuvo que clavarse las uñas en las palmas de las manos para evitar bajar la mirada como una cobarde.

—Solo están bromeando —les explicó Miguel a los chicos, palmeando la espalda de Chris de manera amistosa—. Además, todos sabemos que sus nombres son Caraculo e Imbécil.

Angelina creyó ver que sus ojos se posaban brevemente sobre ella, pero duró tan poco que no supo si lo había imaginado.

—Me pido Caraculo —murmuró el castaño de rizos en dirección a su amigo, quien solo lo miró de mala gana.

—¿Y tu nombre? —preguntó Angelina, recibiendo una mirada nerviosa de su parte—. Tu nombre de verdad —aclaró ante la falta de respuesta.

—Um, yo, em... Mitch.

La expresión burlona que decoraba las facciones de Halcón no tardó en hacerse más notoria: —¿Qué pasa? ¿Te habla una chica guapa y te cagas encima?

La rubia estuvo apunto de clavarle un codazo en el costado cuando Miguel pasó por su lado, chocando su hombro contra el de Eli y dedicándole una dura mirada —mirada que Angelina no pudo interpretar— antes de alejarse.

El resto de testigos se quedaron en silencio por unos cuantos segundos. Angelina se balanceó sobre sus talones con incomodidad, tratando de ignorar la tensión que se había generado en el ambiente. Halcón y Aisha, sin embargo, no tardaron en volver a estallar en carcajadas, y Mitch y Chris simplemente abandonaron la escena, evitando llamar la atención.

—¿Qué les pasa a ustedes dos? —gruñó la chica una vez los novatos llegaron a la otra punta del dojo.

Sus mejillas ardían, pero ni siquiera sabía por qué.

—¿No viste cómo te miró, Halcón?

—¿Que si lo vi? ¡Creo que hasta olí sus malditos celos!

Angelina solo pudo fruncir el ceño ante la falta de respuesta por parte de sus amigos, quienes seguían riendo como niños. Sabía que tratar con ellos cuando estaban inmersos en otro de sus juegos era como hablar con una pared y, tomando en cuenta que ya de por sí estaba frustrada, decidió que era hora de darles su espacio.

Su primer instinto empezó a guiarla hacia Miguel, pero paró en seco al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

¿Cómo debía hablarle? ¿Qué podía decirle? ¿Y si no había pasado nada realmente? ¿Y si era normal que los amigos actuaran así y era ella quien estaba sacando las cosas de contexto?

No pudo seguir comiéndose la cabeza, pues el sonido de la campana de la entrada robó su atención.

Un hombre mayor entró por la puerta. Cabello canoso y perfectamente arreglado, postura firme y confiada. Aunque no lucía especialmente fuerte, su semblante era intimidante; parecía que una especie de aura roja lo rodeaba de pies a cabeza, emanando misterio y peligro. Escaneó el dojo con calma, como si fuese el dueño del lugar, y sus ojos pararon sobre algunos de los chicos más jóvenes y delgados, quienes jugaban en el centro del tatami.

Angelina creyó que los miraba de manera despectiva, pero no supo si lo había imaginado.

Miguel, por su parte, fue el primero en acercársele.

—¿Puedo ayudarlo en algo, señor?

—No. —Miró de arriba a abajo al muchacho para después enarcar una ceja. Inmediatamente, Angelina sintió el impulso de actuar, de jalar a Miguel del brazo y sacarlo de ahí, pero se contuvo—. Pero yo podría ayudarte a ti.

Justo en ese momento, Johnny salió de su oficina.

Y no lucía contento.

El senséi se acercó al hombre. Comenzaron a discutir en voz baja y, a pesar de que no podía escucharlos, Angelina pudo notar la rigidez en la forma en la que Johnny le hablaba; parecía que ya se conocían, pero que su relación era complicada. No obstante, la rubia no podía hacer nada más que mirar al visitante con sospecha.

—¿Quién será ese tipo?

Escuchó la voz de Miguel a su lado. No lo miró, ni siquiera cuando sintió que sus iris le quemaban el perfil; sin embargo, tampoco intentó escapar. Dejó los ojos puestos sobre el senséi y el otro hombre, sintiendo una conocida presión en el pecho: aquella que la invadía cuando algo no encajaba de la manera correcta.

Algo estaba mal.

Aquel hombre no le daba buena espina.

—No lo sé —respondió distraída. En ese instante, los ojos del visitante encontraron los suyos por sobre los hombros de Johnny; la miró con curiosidad, bajando hasta su rodillera, pero Angelina se dio la vuelta antes de que pudiese seguir observándola—, pero no creo que deba estar aquí.

—¿Por qué crees eso?

—Tampoco lo sé.

Minutos después, todos los alumnos se prepararon para comenzar el entrenamiento. Angelina tomó su posición cerca del senséi, como lo había estado haciendo durante los últimos días. No obstante, esta vez había algo diferente: el visitante se hallaba de pie al otro lado de Johnny.

—Clase, tenemos visita. Este es el señor Kreese —lo presentó el senséi—. Viene de espectador. Hagan como si no estuviera aquí.

Una vez más, Angelina pudo percibir la tensión emanando del cuerpo de Johnny. Evitaba mirar a Kreese, apretaba la mandíbula como si no estuviese conforme con algo, mas no respondía ante él con su usual carácter explosivo; en cambio, parecía tenerle cierto respeto.

Estaba claro que tenían una dinámica... extraña, pero no sabía cómo definirla con exactitud.

—Espera —Kreese habló entonces. Aunque su tono era bajo, dirigido únicamente a Johnny, tanto Angelina como el resto de estudiantes que se hallaban en primera fila pudieron escucharlo, y la chica se congeló al sentir sus ojos posándose sobre ella—. ¿Qué hace ella aquí adelante? ¿Es tu hija, acaso?

Johnny no le respondió directamente. Solo tensó la mandíbula con más fuerza, miró al suelo durante unos segundos, pero luego se dirigió a Angelina.

—Bellerose, ve al fondo.

No pudo evitar dar un paso hacia atrás, sorprendida.

El senséi no solía hablarle con tanta firmeza, ni siquiera en el dojo. Además, había sido él quien le pidió que lo acompañara al frente del aula mientras su rodilla sanaba. No tenía sentido...

No quiso rechistar —le costaba hacerlo con cualquier adulto, y más si se trataba de uno al cual admiraba—, pero tampoco se movió.

—¿Al fondo? ¿No va a entrenar con los demás? —Kreese la analizó de pies a cabeza, haciéndola sentir diminuta—. Dime, ¿te dan un trato especial?

La sangre subió hasta sus mejillas, impulsada por la vergüenza. De pronto, sintió que estaba en su antigua academia de baile, siendo juzgada por uno de sus instructores, y su nueva capacidad para luchar quedó convertida en cenizas bajo el gélido azul de sus ojos.

—Está lesionada, señor Kreese —intervino Miguel por ella. Sin embargo, Angelina no se atrevió a apartar la mirada—. No puede entrenar hasta la próxima semana.

—Suficiente. —Johnny se dirigió al hombre de manera cortante; Kreese simplemente se encogió de hombros en un gesto de aparente inociencia. Y aunque la chica creyó que podría quedarse en su posición, el senséi volvió a hablarle a ella—. Venga, niña. No voy a volver a repetirlo.

Angelina pasó el resto de la clase sentada contra la pared del fondo.

{ ⊱ ✠ ⊰ }

Johnny Lawrence los llevó a un área de construcción al día siguiente.

Cinco de la mañana. Esquina de Fulton y Raymer. Si no asistían, quedarían fuera del equipo.

Las instrucciones de Johnny habían sido claras, y la expresión que usó para anunciarlas fue más que suficiente para convencer a los alumnos de que faltar no era una opción. Se trataba de una especie de castigo por el comportamiento que habían mostrado el día anterior —habían bromeado un par de veces en plena clase—, pero lo cierto era que Johnny había reaccionado de manera exagerada, y Angelina pasó toda la noche tratando de descifrar por qué su senséi parecía estar buscando la aprobación de un simple visitante.

La aprobación de Kreese concretamente, quien también se presentó aquel día.

El senséi no tardó ni cinco minutos en ponerlos a mezclar cemento. Angelina, por su parte, no tenía que participar, mas lo había hecho de todas formas.

Y es que, justo antes de empezar, Kreese la había estado observando. Le dedicó una mirada que la llenó de impotencia, como si estuviese seguro de que ella no pertenecía ahí. La rubia lo tomó como un reto y no quiso rendirse sin antes intentarlo. Solo tendría que usar sus manos; no podía ser tan difícil.

Estuvo equivocada.

A los veinte minutos de haber empezado, los músculos de sus brazos habían comenzado a arder en llamas. Todos estaban agotados, sedientos bajo el húmedo calor del verano mientras removían el cemento o cargaban sacos llenos de material de construcción. Los novatos se detuvieron en un par de ocasiones, recibiendo regaños inmediatos por parte de Johnny, mientras que los veteranos sabían por experiencia que parar no era una buena idea.

No supo cuánto tiempo había pasado cuando un camión de cemento apareció de repente frente a ellos. Tampoco supo por qué demonios Miguel había accedido a entrar a la mezcladora de primero, sin dudar del mandato de Johnny.

«Miggy, creía que eras más inteligente que esto», pensó, mordiéndose las uñas en un gesto nervioso. Vio entrar al resto de sus compañeros, animados por el moreno, y, a pesar de saber que era peligroso, ella también lo hubiese seguido de no haber sido por Johnny, quien le dijo que no se le ocurriera entrar con el estado en el que se encontraba su rodilla.

Quiso animarlos, viendo cómo lograban poner en marcha la mezcladora desde adentro. Sin embargo, su mente no le permitía pensar en nada más que no fuese el descubrimiento que había hecho minutos atrás.

Y es que Kreese admitió haber sido el senséi de Johnny.

Angelina recordó de inmediato al señor LaRusso en cuanto las palabras salieron de la boca del visitante; pensó en lo que le había dicho sobre el pasado de su dojo y el hombre que solía controlarlo. No quería dejarse llevar por los prejuicios que Daniel había puesto en su cabeza, sobre todo considerando el ciego rencor que el hombre sentía hacia Cobra Kai, pero no podía ignorar el desagradable sabor que se aferraba a su lengua mientras Kreese se involucraba más y más en la clase. Aunque usaba prácticamente las mismas palabras y el mismo tono que Johnny al dirigirse a los estudiantes, y aunque no había hecho nada más que resaltar el talento de su ex alumno cuando hablaba, la sensación seguía presente.

Pero Johnny sabía lo que hacía, ¿no? Si había permitido que Kreese participara, entonces no tendría que haber ningún problema.

Sin embargo, entre aquel pensamiento y el hecho de que no había hablado con Miguel en todo el día... su cabeza estaba hecha un desastre.

—Espero que estén orgullosos. —Johnny apuntó a cada uno de sus alumnos con una manguera una vez salieron de la mezcladora, completamente cubiertos de manchas de cemento. Los empapó de arriba a abajo, pero la sustancia parecía haberse adherido en forma de parches sobre sus cuerpos—. Yo lo estoy. Sus padres también lo estarían si les dijeran que estuvimos aquí, pero no lo harán.

» Han luchado como campeones, sin detenerse, sin rendirse. —Sus ojos viajaron específicamente a Miguel mientras pronunciaba sus siguientes palabras; orgullo cubriendo sus facciones—. Y si siguen trabajando, y no dejan de avanzar, llegarán a lugares que ni siquiera pueden imaginar.

Alumno y maestro asintieron con una sonrisa disimulada en el rostro. Angelina se regocijó en la ternura del momento, pero frunció el ceño en cuanto vio al moreno, con los recuerdos de lo que había pasado el día anterior viajando hasta el centro de su mente.

Estaba tan distraída que casi pegó un salto cuando sintió el codo de Aisha dando un toque en su costado, obligándola a despertar. La tomó de la muñeca, alejándola ligeramente del resto de alumnos que también habían comenzado a dispersarse.

—¿Qué te pasa hoy? —Los ojos de la chica se hallaban entrecerrados, buscando respuestas en los más pequeños detalles—. Mejor dicho, ¿qué te pasa desde ayer?

—¿A mí?

Se cruzó de brazos en un intento inconsciente por protegerse a sí misma y a sus pensamientos. Creyó que lo había logrado, pero, a decir por la expresión conocedora que notó en el rostro de Aisha, estaba equivocada.

—¿A quién más? Claro que a ti. Sigue frunciendo el ceño de esa manera y tendrás arrugas antes de los veinte.

Angelina quiso responder, continuar con su farsa, pero sus ojos acabaron traicionándola: cayeron directamente sobre Miguel, quien se hallaba junto a Halcón a un par de metros de distancia.

Por lo que podía deducir, Halcón había arrastrado a Miguel fuera del alcance del resto para entablar una conversación que parecía inusualmente... seria. El chico de la cresta hablaba con firmeza, sin su usual sonrisa burlona, y Miguel solo tenía el entrecejo arrugado, escuchando sin apenas participar.

De repente, los ojos de Miguel cayeron sobre ella.

Sintió que una oleada de calor la consumía de arriba a abajo al verse incapaz de reaccionar, viendo al moreno tragar con fuerza.

¿Qué querría decirle?

Pasaban tanto tiempo juntos que aprendieron a comunicarse con meras miradas; sin embargo, con sus sentimientos y dudas a flor de piel, no podía codificar el mensaje.

Fue entonces cuando sintió que, aparentemente emocionada, Aisha le apretaba el brazo.

—¿Acaso por fin besaste a Miguel?

¿Q-qué? —Sus labios cayeron entreabiertos, sus ojos se abrieron de par en par. Creyó sentir que sus palmas picaban, empezando a sudar, pero se apresuró a continuar antes de que pudieran hacerlo—. No, no. Ni hablar.

—¿Pero no le estás viendo la cara, tonta? ¡Se muere por hablar contigo! Y no, no te está mirando como si solo fueras una amiga... No puedes negármelo. —Señaló al muchacho sin una pizca de vergüenza, y Angelina se apresuró a bajar su brazo, negando efusivamemte con la cabeza. Aisha, sin embargo, insistió—. Eso solo puede significar que lo tienes en la palma de tu mano o que lo dejaste con las ganas. O tal vez las dos cosas al mismo tiempo.

—No nos besamos —intervino agobiada, arrastrando las palabras para enfatizar su punto. No obstante, la mirada escéptica que le dedicó Aisha acabó obligándola a continuar—. Es que no lo sé... De repente estábamos muy cerca... y dejé de pensar, y... Creo que lo arruiné todo, Aisha. Se tiene que haber dado cuenta—Agachó la cabeza, hablando por lo bajo—. ¿Y si ahora lo sabe?

—¿Saber qué? ¿Que te gusta? ¿Qué tendría eso de malo?

La rubia cerró los ojos, tomando una profunda bocanada de aire. Apretó los puños con firmeza, pues ni siquiera sabía cómo empezar a explicarlo.

Las cosas entre Miguel y ella estaban cambiando.

Podía sentirlo, podía percibirlo en cada pequeña parte de su piel siempre que sus ojos se cruzaban; aun así, no era capaz de descifrar cómo, ni cuándo, ni por qué, ni mucho menos qué era lo que aquello implicaba. Solo sabía que era complicado, que el vaso de agua se estaba desbordando, y no podía dejar de pensar en la promesa que el muchacho le había hecho hacía tan solo unos días atrás. Se suponía que no iba a perderlo: él lo afirmó con total convicción, y Angelina jamás dudaba de Miguel. Pero, ¿y si era precisamente eso lo que iba a pasar? ¿Y si ella había tenido razón al pedirle que no jurara en vano?

El momento de debilidad en el que se halló envuelta en la habitación de Miguel había sido suficiente para dejar unas cuantas grietas en su fachada—grietas a través de las cuales el muchacho podría haber visto que lo que Angelina sentía por él era algo más que una simple amistad. Y la rubia sabía que, cuando empieza a fallar una fachada, cuando la parte más vulnerable se deja ver, no hay manera de medir las consecuencias: pierdes el control, no sabes cómo actuar, puedes equivocarte.

No podía arriesgarse a cometer errores cuando se trataba de Miguel. Sin siquiera intentarlo, el moreno se había convertido en su ancla y, habiendo reconocido que lo que sentía por él era mucho más abrumador que cualquier otra cosa que hubiese experimentado antes, también comprendía que su parte más egoísta no quería dejarlo escapar.

Y es que, cuando Angelina Bellerose quería algo, todo se derrumbaba.

Quería a sus padres, y entonces fue enviada a vivir con su tía. Creía querer a Caleb Norman, el mismo chico que acabó quebrándole la pierna. Adoraba el ballet, y ahora solo le daba pesadillas. Con Miguel, lo único que podía hacer era tratar de no sobrepasar los límites, de ser precavida y mantener su corazón al margen; si no lo hacía, la vida de seguro intentaría quitárselo.

Además, ¿cómo iba a desearla él a ella cuando previamente había estado con alguien como Sam?

Sabía que le importaba a Miguel, pues el chico no había hecho más que demostrárselo desde el primer momento, pero, ¿en un sentido romántico, físico, como algo más que una hermana a la que cuidar? Imposible. Nadie se había interesado en ella de aquella manera—siempre estaba ocupada, entrenando en exceso, rechazando invitaciones y aislándose de su entorno, incluso sin siquiera notarlo. Sabía también lo difícil que era su personalidad, y que los traumas con los que cargaba solo podían dañar a los demás. Sam era todo lo contrario: todo lo que merecía Miguel.

Y a todo eso había que añadirle el hecho de que se sentía como una traidora al reconocer que le gustaba el ex novio de su mejor amiga de la infancia, y que Miguel era perfecto y ella estaba lejos de serlo, y que nunca había experimentado aquellos sentimientos, y que se sentía indefensa cuando parecía mirarle hasta el alma con aquel par de ojos marrones y si se encariñaba más para luego perderlo entonces tal vez no podría...

Demasiados problemas. Eso era lo que pasaba, y por eso Miguel no debía saber sobre sus sentimientos.

—Muchas cosas —respondió vagamente. Aunque su mente pedaleaba a mil por hora, sus cuerdas vocales parecían haberse quedado dormidas, generándole una incómoda picazón en la garganta. Quería rascarase, arrancarse aquella sensación, pero no podía, y eso solo la frustró más—. Muchas cosas que no puedo controlar. La mayoría de las veces no gustamos a quienes nos gustan. No puedo... —Tragó en seco, optando por posar una mano sobre su cuello para intentar aliviar la presión—. No puedo dañar lo que tenemos.

—No vas a dañar nada, pero... tú sí que acabarás mal si sigues escondiéndolo todo. —Aisha le mostró una sonrisa apenada—. Si Miguel te quiere, y sé que te quiere de verdad, no le importaría que le confesaras lo que sientes, incluso si él no sintiera lo mismo... Pero lo siente, te lo aseguro. Es demasiado evidente. ¿Acaso no has visto las señales?

—Nunca han habido, Aisha. Para empezar, antes estaba con Sam...

—Sí, todos sabemos eso, pero es que incluso cuando Miguel salía con ella estaban ahí. Siempre me pareció obvio que eras tú con quien Miguel quería estar realmente.

» Sam es un imán, Angelina, tú también lo sabes. Y quería a Miguel, así que lo atrajo. Al pobre ni siquiera le dio la cabeza para darse cuenta de que esa relación no significó nada —rio ligeramente, mas continuó hablando con franqueza—. La pregunta es, ¿por qué no aceptas esas señales?

—Si hubiera señales... no sabría ni cómo interpretarlas. No he tenido mucho contacto con gente de nuestra edad, ¿sabes? —admitió avergonzada—. Las veces que he intentado hacerlo no ha salido... bien. —Pensó en Caleb, en el cuchillo imaginario que se clavó en su abdomen en cuanto lo escuchó reír mientras ella caía al asfalto. De manera inconsciente, la mano que tenía sobre su cuello apretó con más fuerza—. N-no quiero que vuelva a pasarme eso y esta vez... esta vez hay mucho en riesgo.

—Um, yo no veo riesgo. No con ustedes dos, Angelina.

—Ese no es el único problema —insistió—. Sam es mi amiga. O al menos lo era... Y a mí me gusta el ex novio de mi amiga. Eso está mal, ¿no?

—No eliges de quién enamorarte, Angelina. Y es una mierda, y puede sonar egoísta, pero parece que quieres dejar que los demás te pisoteen. —El ceño de la chica de frunció con preocupación mientras posaba una mano sobre el hombro de Angelina—. Sentir no es tu culpa.

—Pero todo puede controlarse. Solo tengo que aprender a hacerlo.

—Al contrario, tienes que dejarlo fluir.

—Las cosas nunca han funcionado así para mí. —Negó, dibujando una sonrisa triste—. ¿Qué hago si ya lo perdí? A lo mejor está incómodo, es por eso que apenas ha hablado conmigo desde...

—Tú también lo estás alejando —interrumpió Aisha con un deje de diversión—. Escucha, Miguel es bueno, pero sigue siendo un chico, y los chicos son estúpidos. Estoy segura de que Halcón está teniendo esta misma conversación con él en este momento y, si tarda demasiado en entenderlo, le abrirá los ojos a la fuerza.

La boca de Angelina se cerró de golpe. Intentó hablar, mas las palabras no salían.

Tal vez era ella quien estaba poniendo una barrera entre ambos; tal vez Miguel era la persona que mejor la conocía, pero no sabía cómo atravesar aquel muro.

No pudo decidir si aquel pensamiento la calmó o si la agobió todavía más.

Aisha, por su parte, pareció darse cuenta de que la rubia no podía continuar, así que fue ella quien prosiguió.

—Permítete disfrutar de algo bueno. Lo mereces, aunque no lo creas. No puedes dejar de lado todo lo bonito que hay en tu vida solo por el miedo. No somos unas lloricas, ¿verdad? Pues entonces hay que enfrentarlo. —La miró con suavidad, y, antes de darse cuenta, Angelina se halló a sí misma sonriendo de manera sincera. Sin embargo, los ojos de Aisha se abrieron de par en par al notar algo por encima del hombro de la rubia, quien solo la observó con confusión—. Ahí vienen. —susurró la joven—. Esta conversación será nuestro secreto, y luego me agradecerás cuando finalmente Miguel y tú estén juntos.

{ ⊱ ✠ ⊰ }

—Uno, dos...

Al llegar a tres, Angelina se elevó sobre las puntas de sus pies.

Su rodilla se quejó de inmediato, sacudiéndose como una hoja arrastrada por el viento. Trastabilló, resistió una mueca de dolor mientras se obligaba a mantener el equilibrio, sintiendo que los huesos y tendones de sus pies se desgarraban debajo del satén de las zapatillas, como si hubiesen olvidado todo lo que habían aprendido durante tantos años. Cuando creyó que podría aguantar, cuando pensó que había encontrado una forma de neutralizar el dolor, intentó llevar sus brazos hasta la quinta posición, pero acabó resbalando.

No supo cómo se las arregló para no caer al suelo, pero soltó una maldición tan pronto como su pierna derecha se negó a cooperar.

Se miró entonces al espejo que Daniel había instalado en el dojo solo para ella. El pecho comenzaba a dolerle, sus pulmones parecían haberse reducido. Se fijó en sus ojos, en las lágrimas frustradas que habían comenzado a acumularse dentro de ellos. Y tuvo que enfrentarse con la chica del reflejo, la chica que se negaba a aceptar que había vuelto a convertirse en una novata después de años y años de esfuerzo, de entrenamientos dolorosos, de recitales y competencias. Quizás lucía más fuerte que antes —había recuperado un poco de peso en los últimos meses; sus brazos, torso y piernas estaban más tonificados—, pero se sentía débil.

Muchas cosas habían cambiado desde su llegada al Valle, pero su enfermizo afán por alcanzar la perfección seguía intacto. Aquel era el primer día que podía caminar sin una rodillera, y el primer día que había empezado su entrenamiento en Miyagi-Do. Daniel había hecho todo lo posible por acondicionar el dojo a sus necesidades, incluso llegando a comprar una barra de ballet, y Angelina lo agradecía, sintiéndose nuevamente acogida por el señor LaRusso —aunque tampoco podía olvidar todo lo que había pasado, ni el hecho de que estaba en aquel lugar bajo amenaza—, pero, en ese momento, comenzaba a arrepentirse de siquiera haber propuesto la idea de volver a bailar.

Sabiendo que tendría que enfrentarse cara a cara con los efectos de su accidente, no había podido dormir la noche anterior. Su mente y su alma sabían cómo bailar; sus extremidades, en cambio, se veían incapaces de lograrlo, y los recuerdos del pasado tampoco se lo estaban poniendo fácil. A pesar de saber que tenía que ser paciente, no podía soportar el hecho de imaginar a su tía diciéndole que ya no era la misma, que su cuerpo ya no estaba delicadamente diseñado para el ballet, que había perdido el único talento que la había definido durante toda su vida.

Al menos estaba sola, habiendo decidido que lo mejor era salir de casa antes que Daniel y Sam para acabar tan pronto como fuera posible, y Robby no había llegado. Nadie tendría que enterarse de que unas estúpidas zapatillas le estaban ganando.

Cuando su teléfono empezó a vibrar en el interior de su mochila, Angelina finalmente separó la mirada del espejo. Se limpió el par de lágrimas que habían escapado con brusquedad, enfadada consigo misma, y atendió la llamada sin siquiera fijarse en el nombre que aparecía en la pantalla.

Reconoció la voz de Halcón al instante, pero tuvo que tomarse unos segundos para procesar sus palabras.

—Miguel descubrió que Robby es el hijo del senséi.

Angelina parpadeó un par de veces, ligeramente desconcertada.

No parecía afectado, pero pudo distinguir un claro deje de rabia en la voz de su amigo. Sin embargo, lo primero que se preguntó fue cómo estaría Miguel en ese instante, y tuvo que tragar en seco al darse cuenta de que no fue él quien había decidido llamarla.

Inmediatamente, la culpa comenzó a invadirla. Si bien Johnny le había pedido que no dijera nada sobre el asunto de Robby, solo podía pensar en que Miguel siempre había sido sincero con ella.

En los últimos días, y después de su extraña conversación con Aisha, Miguel y Angelina habían empezado a hablar un poco más. El moreno siempre se dirigía hacia ella, a veces sin decir nada, y se disponía a entrenar a su lado—Angelina, por su parte, lo ayudaba sin que él lo pidiese, siguiendo con la rutina que habían creado meses atrás; ahora intercambiaban menos palabras, y una extraña tensión los rodeaba cada vez que se miraban, pero al menos estaban juntos.

Quería creer que estaban recuperando la normalidad.

Aisha se había equivocado, la conversación que Miguel había tenido con Halcón aquel día en el área de construcción no había tenido nada que ver con ella, y las cosas volverían a ser lo que eran antes. Pensaba que con eso le bastaba, aunque ahora sentía un molesto sabor en la boca cada vez que acompañaba a Miguel a entrenar en silencio. Ni siquiera había visitado a la familia Díaz, a pesar de que el moreno la invitó una vez a su casa; se sintió intimidada, rechazó la oferta, y él no la había vuelto a invitar desde entonces.

«Tú también lo estás alejando», las palabras de Aisha resonaron en su cabeza.

Cada vez parecían más ciertas.

Había hecho todo lo posible por seguir como si nada pasara, sin pensar en sus sentimientos. En una semana, al menos había mantenido el control. Aquella tarde, después de acabar con su jornada en Miyagi-Do, Angelina asistiría a Cobra Kai como una estudiante normal. Sin rodillera, sin muletas, acompañada de su gi y el par de trenzas que últimamente había comenzado a hacerse para luchar. Quería volver a entrenar más que nada en el mundo, mas ni siquiera sabía cómo hacerlo si entre ella y Miguel —quien normalmente era su pareja de combate— la tensión era cada vez más insoportable.

Y si encima ahora sabía que Robby, su rival, era el hijo del senséi Lawrence y que Johnny lo había ocultado incluso durante el torneo... Sin dudas todo sería más difícil.

—¿Cómo lo supo? —decidió murmurar, sabiendo que no tenía la capacidad suficiente para fingir sorpresa o ignorancia en aquel instante.

—Vio una foto de Keene en el refrigerador del senséi. No puedo creer que ese idiota esté relacionado con él —gruñó, claramente asqueado—. Encima no nos dijo nada; quién sabe, a lo mejor estuvo apoyándolo durante todo el torneo, incluso a pesar de lo que te hizo.

—El senséi siempre está de nuestro lado —defendió sin dudarlo—. Lo estuvo en el torneo y siempre lo estará.

—Bueno, es fácil para ti decirlo. Tú ya lo sabías. No te cayó la bomba de repente.

«Mierda. Lo saben».

—Lo deduje yo sola —justificó, haciendo todo lo posible por ignorar la culpa—. El senséi pidió que no dijera nada. Lo siento mucho...

—Da igual. A mí realmente no me afecta. Antes me hubiera gustado partirle la cara a Keene, y ahora también.

—¿Y Miguel? —tanteó, dubitativa—. ¿Cómo se lo ha tomado?

Podía imaginar cómo se debía sentir... El moreno no lo decía explícitamente, pero Angelina sabía que Johnny era una figura paterna para él. ¿Descubrir que el chico con el que había luchado en la final después de lo que sucedió en la fiesta del cañón era el verdadero hijo de su senséi? Aquello no podía ser más que un golpe fuerte y, ahora que no sabía cómo consolarlo, no podía soportar la idea de verlo afectado.

—Parece que le pegó, y duro —sentenció Halcón—. Entre que Miguel es el favorito del senséi y el hecho de que piensa que no quieres hablar con él, creo que no le queda mucho para explotar. —Angelina prácticamente pudo escuchar su sonrisa traviesa a través del teléfono, y no pudo evitar preguntarse cómo era capaz de tomarse todo tan a la ligera—. Será divertido.

—¿Piensa que no quiero hablar con él?

—Miguel me contó que algo raro pasó entre ustedes. Es un idiota y no quiso especificar, pero, con la tensión que hay cada vez que están cerca, puedo imaginármelo. —Bufó, como si todo el asunto le pareciese una tontería—. El punto es que piensa que te incomodó o algo así.

Cerró los ojos, soltó un suspiro pesado. Se maldijo mentalmente; si tan solo fuese capaz de comunicarse mejor, sin una pizca de miedo, tal vez todo estaría bien.

Mierda.

—Sí, mierda.

» Hey, no lo voy a ocultar, le saqué información a Aisha porque gané una apuesta y me dijo que piensas lo mismo que Miguel. —Angelina pudo imaginar al muchacho poniendo los ojos en blanco—. Se conocen más que nadie y no se les ocurrió que tal vez los dos estaban en la misma situación.

—No era mi intención...

—Lo sé. No te ofendas, pero eres un desastre expresando lo que sientes y la persona más jodidamente reservada que conozco, y es por eso que, como buen amigo que soy, he arreglado las cosas por ti.

La rubia frunció el ceño tan pronto como percibió el tono de orgullo en su voz, combinado con aquel matiz que siempre lo envolvía cuando ideaba un plan que a ella seguramente no iba a gustarle.

Sabía, sin embargo, que no podía hacer nada al respecto.

—¿Qué has hecho esta vez, Halcón?

—Me vas a matar.

—Ay, no...

—Hablé con Miguel hace unos minutos y...

—Tiene que ver con él —interrumpió en un susurro; latidos aumentando su intensidad ante la incertidumbre—. Claro que tiene que ver con él...

Wow, qué lista eres.

—No pienso discutir contigo ahora —respondió a su sarcasmo, cansada y desesperada por saber qué pasaría—. Sigue, por favor.

—Bien, le dije que dejara de ser un maldito ciego. —Halcón hizo una pausa, como si estuviese tratando de escuchar la reacción de Angelina. No obstante, la chica se mantuvo callada, limitándose a apretar el teléfono con fuerza—. Se lo he repetido durante toda la semana pasada, pero... creo que esta vez conseguí metérselo en la cabeza, aunque el muy cabrón me acabó ganando otra vez en el entrenamiento de ayer.

—¿Eso qué quiere decir?

—Que no sé dónde estás, pero Miguel sí, y por eso ahora mismo está en cami...

Halcón no pudo terminar, pues Angelina colgó tan pronto como vio a Robby Keene entrando por la puerta del dojo.

Sabía que su amigo había respondido, pero ni siquiera pudo escuchar realmente sus palabras—se había centrado en esconder sus asuntos del castaño. Aunque habían acordado que lo mejor sería establecer una tregua, Angelina todavía no sabía si podía confiar en él. Además, si Robby llegaba a escuchar un fragmento de la conversación, no dudaría en preguntarle al respecto, y ciertamente no quería hablar con él sobre Miguel —ni mucho menos de sus sentimientos hacia el moreno— sabiendo que se llevaban como gatos y perros.

Había visto a Robby en unas cuantas ocasiones desde que el señor LaRusso la llevó a Miyagi-Do por primera vez. Aunque Daniel le había dicho que podía empezar a asistir al dojo una vez dejara de usar su rodillera, Robby solía cenar con los LaRusso, por lo que había tenido que interactuar con él. Habiéndose acostumbrado a su presencia, Angelina no pudo evitar notar que esta vez lucía... apagado.

Normalmente, había una especie de energía problemática rodeándolo, como si su mera presencia anunciara caos por dondequiera que pasaba, aunque lo cubría con una sonrisa de felino. Siempre parecía atormentado, y quizás era por esa razón que a Angelina no le gustaba encontrárselo —sentía que en eso eran demasiado similares—, mas esta vez se veía absolutamente frustrado.

No esperaba verlo antes de que Daniel llegara, pero aparentemente Robby había tenido la misma idea que ella.

El chico la saludó con un simple asentimiento de cabeza para después pasar de largo, dejando su mochila en el suelo. Angelina podría haberlo ignorado perfectamente, seguir con lo suyo y quizás escribirle a Halcón antes de que el pecho le estallara ante el misterio de no saber qué demonios había planeado con respecto a Miguel y ella. No obstante, la curiosidad la picó, y no se vio capaz de evitar preocuparse por el estado de Robby.

—¿Todo bien? —preguntó en un murmullo, disponiéndose a tomar su botella de agua para evitar la mirada del chico.

Sí, quería saber qué le pasaba, pero verlo a la cara seguía incomodándola.

—¿No debería preguntarte lo mismo?

Angelina se detuvo en seco ante la brusquedad con la que espetó su respuesta, apretando la mandíbula ante el tono arisco del muchacho.

Tendría que haber esperado una respuesta como esa. A simple vista, era evidente que estaba optando por aislarse.

No podía culparlo; ella hacía lo mismo.

—Perdón, —Escuchó que Robby soltaba un suspiro pesado, vio cómo se acercaba a través del espejo—, no quise sonar tan...

—No importa —murmuró, todavía sin mirarlo—. No tienes que darme explicaciones.

—Pues siento que sí debo. —Angelina dejó de jugar con la tapa de la botella en cuanto escuchó aquellas palabras; la había tomado por sorpresa, y acabó encontrando su mirada finalmente. Robby continuó—. Es sobre mi madre.

Oh. Um, yo...

—No tienes que intentar consolarme. Quieres hacerlo, pero no sabes cómo. —El castaño le dedicó una pequeña sonrisa, pero desapareció rápidamente—. Está bien, sé que no nos llevaremos bien de un día para otro, pero yo ya hablé, ahora es tu turno. ¿Qué te pasa?

—Nada —respondió, enderezando la espalda y elevando el mentón para aparentar seguridad. La mentira, sin embargo, dejó una molesta sensación en su boca—. Solo estaba entrenando.

—Tal vez otros se tragan tus mentiras, pero yo no.

Angelina ni siquiera se dio cuenta de que su agarre se había hecho aún más firme sobre el duro plástico de la botella. Solo trató mantener el contacto visual con Robby, escondiendo su vulnerabilidad, pero, en cuanto la mirada del castaño se suavizó, la rubia supo que no aguantaría más.

Antes de estallar, decidió que debía salir de ahí.

—Pues tendrás que tragártelas tú también —soltó, esforzándose por aparentar calma, y entonces salió disparada del dojo.

Sus zapatillas se enterraron en el césped, manchándose de restos de tierra, pero no le importó en aquel momento. Sus ojos se cristalizaron, a punto de soltar toda la frustración que había estado aguantando.

No pensó en la posibilidad de que Robby acabara siguiéndola hasta que levantó la mirada, entontrándoselo frente a ella. Volvió a agachar la cabeza al instante, pero el castaño no se alejó.

—Oye, —El crujido del pasto lo delató mientras daba un par de pasos en su dirección. Estaba cerca, más de lo que la hacía sentir cómoda, mas no podía moverse: sentía que sus pies se habían quedado adheridos al suelo—, no llevamos mucho tiempo conociéndonos, pero sé que no mereces estar así.

Las palabras de Robby se escucharon lejanas, pues la mente de Angelina no hacía más que divagar en aquel sentimiento de impotencia que se había refugiado en su centro, en la llamada inconclusa de Halcón, en Miguel. Apenas se dio cuenta de que el chico había levantado su barbilla cuando se encontró con su mirada, y su tacto se mantuvo ahí, estático, dejando una sensación extraña en su piel, como si no perteneciese ahí.

La expresión del castaño era ilegible, pero sus iris brillaban con intensidad. Y entonces el verde se transformó en chocolate ante sus ojos, recordándole al chico moreno en el que no podía parar de pensar últimamente.

—Robby...

Aquello fue lo único que pudo decir.

Quería que se alejara, pues su rostro no era el de Miguel. Estaba en alerta, pero tenía tantas cosas en la cabeza que sus músculos habían dejado de cooperar. Su estómago se torció, con su parte más primitiva deseando que fuera Miguel quien la estuviese viendo de aquella manera, en aquel instante y en aquel lugar. El simple hecho de imaginarlo la dejó estática, sin saber qué hacer ni cómo moverse, con una mezcla de rabia, tristeza y confusión corriendo por sus venas.

¿Por qué Robby seguía tan cerca? ¿Por qué no estaba con Miguel en ese momento? ¿Por qué no podía sacarse a su mejor amigo de la cabeza?

Y justo cuando por fin comenzó a dar el primer paso hacia atrás, vio a Miguel Díaz por sobre el hombre de Robby, entrando a Miyagi-Do con una pequeña caja entre las manos.

Angelina se apartó de golpe.

Así que eso era lo que le había tratado de decir Halcón: que Miguel estaba en camino, que iba a verla.

Pero, ¿para qué?

—¿Qué pasa? —preguntó Robby, pero ella no lo miraba.

Solo veía a Miguel.

El ceño del moreno se había fruncido, su mandíbula se había cargado de tensión. Creyó notar un vestigio de debilidad en su semblante cuando sus ojos se dirigieron al suelo, pero desapareció tan rápido como había llegado. Parecía que quería decir algo, pero se tragó las palabras, y entonces sacudió la cabeza para sí mismo, guardó la pequeña caja en el bolsillo de su sudadera y apretó los puños a sus costados: nudillos blancos, impulsos contenidos y herméticamente guardados.

Angelina deseó tener la capacidad de leerle la mente. Sin embargo, en ese instante, no tenía ni idea de qué estaba pensando.

—¿Tú qué haces aquí?

Robby rompió el silencio, dando un paso hacia adelante. Su tono era defensivo, escéptico, como si la mera presencia de Miguel fuese una amenaza.

El moreno se tomó unos cuantos segundos para responder. Angelina sintió que su corazón daba un súbito vuelco ante la incomodidad, ante la duda y la incertidumbre; a su vez, cuando los ojos de Miguel por fin cayeron sobre Robby, su piel se enfrió.

Definitivamente no era el momento adecuado para desear que la mirase, y tuvo que regañarse a sí misma al no poder evitarlo.

—No vine a pelear —aseguró Miguel, sonando sorprendentemente calmado. Aun así, Angelina lo conocía bien, por lo que podía detectar un rastro de frustración en su voz—. Pensé que solo estaría ella. —La amargura aumentó en su tono; la rubia tragó en seco—. ¿Interrumpo algo?

Se arrepintió de haberle dicho a Miguel que estaría entrenando en Miyagi-Do a solas, casi a primera hora de la mañana. Se arrepintió de haber estado tan cerca de Robby. Se arrepintió, pero no podía decir nada.

Robby, por su parte, giró de inmediato hacia ella, claramente enfadado.

—¿Le contaste a él sobre Miyagi-Do sin el permiso del señor LaRusso? —cuestionó en voz baja, para que solo Angelina lo escuchara—. ¿No crees que ya habrá salido corriendo a decírselo a mi padre? No estamos listos aún, todavía no podían saber nada.

—Sí, se lo conté. Soy una Cobra, al fin y al cabo —decidió responder en el mismo tono de voz, pero empleando toda la firmeza posible—. Confío en él, y no, no le ha dicho nada a Johnny. Estoy aquí bajo amenaza, ¿no lo recuerdas? —Flaqueó ligeramente, pero logró recuperarse—. No puedo arriesgarme.

—Parece que sí estoy interrumpiendo. —Angelina volteó hacia Miguel tan rápido como escuchó su voz. Abrió su boca, lista para negar, pero él le ganó—. Creo que mejor me voy.

—¿Vas a ir a llorarle a mi padre, acaso? ¿Te dijo que espiaras al señor LaRusso o qué?

Angelina notó de inmediato el chispazo de dolor que apareció en el rostro de Miguel en cuanto escuchó a Robby nombrar a Johnny. Desapareció, pero dejó una inusual opacidad en su mirada.

Miguel tomó una profunda bocanada de aire: —Solo quería ver a Angelina.

Se suponía que, bajo las enseñanzas de Daniel LaRusso y tomando en cuenta sus encuentros pasados con el moreno, era Robby quien debía mostrarse impasible. No obstante, los roles parecían haberse intercambiado: Miguel trataba de controlarse; Robby parecía listo para pelear.

El moreno se había tomado en serio la conversación que había tenido con ella y el senséi después del torneo, sobre el honor, la piedad y los cambios.

Seguía presente en su mente.

Era el Miguel que le gustaba, más fuerte y directo, pero bueno.

Solo quería ir hacia él, así que lo hizo.

No supo de dónde sacó el coraje, pero lo tomó de la muñeca en cuanto pasó por su lado y lo llevó hasta una pequeña zona oculta detrás del dojo, no sin antes dedicarle una mirada a Robby, tratando de advertirle que no se acercara; no vio su reacción, mas eso realmente no le importaba en aquel instante.

Pero entonces Miguel clavó sus talones sobre la tierra. Se detuvo, forzando a Angelina a parar, pues la chica no tenía la fuerza suficiente para llevarlo con ella.

En cuanto giró a verlo, topándose con una expresión ilegible, su sangre empezó a bombear con más fuerza.

—Miguel...

—¿Desde cuándo te has acercado tanto a él?

Detectó el desagrado en su voz, la rabia, pero al mismo tiempo sonaba apagado en vez de motivado a pelear; aunque su mandíbula se había apretado aún más, sus ojos no chispeaban con aquel fuego que solo mostraban cuando quería pelear, como aquella vez en el cañón.

Y es que no estaba demandando una respuesta, como lo había hecho con Sam en la fiesta del cañón. No había elevado la voz, tampoco parecía listo para golpear algo. Lucía más bien... derrotado, y también distraído, como si cientos de cosas estuviesen pasando por su cabeza.

Aquello solo la confundió aún más.

Pensaba que estaría enfadado al ver a su mejor amiga con el enemigo, pero... estaba segura de que eso no era lo que lo afectaba realmente.

Y el hecho de no saber qué era eso exactamente solo la frustró más.

—No me he acercado a Robby —murmuró, empezando a sentirse insegura. No quería mostrarse débil, pero con Miguel se permitía serlo, y ahora eso estaba jugando en su contra; no era capaz de recurrir a su querida fachada sin que las grietas se hicieran más grandes—. Llegó aquí antes de lo normal y... Estamos forzados a estar juntos, eso es todo. —Sacudió la cabeza, desesperada por que le creyera—. No voy a traicionar al senséi...

—¡Es que no se trata de eso!

Angelina cerró la boca de golpe. Apretó los labios en una fina línea, y pudo notar el claro arrepentimiento en el rostro del moreno en cuanto terminó.

Finalmente, Miguel había explotado.

Y Angelina todavía no entendía qué demonios estaba pasando.

—¿Entonces de qué se trata, Miguel?

Sus cuerdas vocales empezaron a funcionar por cuenta propia; no era la lógica quien hablaba, no era ella, sino sus más profundos instintos y pasiones, su necesidad de obtener respuestas.

Había dado un par de pasos hacia él sin darse cuenta, y él había hecho lo mismo. Al percatarse de que estaban cerca, Angelina titubeó.

—¿No entiendes por qué?—La rubia no respondió, sin siquiera saber a qué se refería—. ¿No entiendes por qué Robby llegó antes? ¿No entiendes por qué estoy yo aquí? —insistió Miguel, pero nuevamente se quedó en silencio, sintiendo que el nudo en su garganta se apretaba. Eso solo arrancó un suspiro pesado de los labios del moreno—. Da igual, Ángel. —Apretó aún más la mandíbula, apartó la mirada con disgusto—. Estabas con él, y llegué yo, los interrumpí y ahora me iré para que puedan hacer lo que quieran.

Empezó a darse la vuelta, listo para largarse, pero la mano de Angelina actuó sin pensarlo: tomó su antebrazo y lo jaló con todas sus fuerzas para darle la vuelta, casi como si estuviesen peleando. Pero no era un duelo amistoso, ninguno de los dos estaba tratando de hacer ganar al otro: dominaba la frustración, la impotencia, la falta de respuestas y las palabras no dichas, la tensión acumulada desde aquel extraño episodio en su maldita habitación.

—No te vayas. No puedes hacerlo, no ahora —soltó en un hilo de voz—. Vienes aquí sabiendo que el señor LaRusso podría llegar en cualquier momento, Halcón y Aisha no paran de hablar sobre abrirte los ojos y cosas que no entiendo y... y luego te acercas a mí, estás a mi lado sin apenas decir nada y yo no sé ni cómo empezar, porque siempre has sido tú el que habla de los dos, siempre has sido tú al que se le da bien todo esto de comunicarse y solucionar las cosas cuando yo...

—Porque me dejabas hacerlo —murmuró el moreno—. Ahora... ahora no.

Angelina se quedó sin palabras.

Su mano apretó con más fuerza para después aflojarse. El tacto sobre el antebrazo de Miguel seguía ahí, pero casi inexistente.

Fue él quien continuó.

—Esto fue una mala idea.

Había susurrado, más para él mismo que para Angelina, pero, de todas formas, ella lo escuchó.

Miguel metió las manos en el bolsillo de su sudadera, como si estuviese tocando algo que se hallaba en su interior, y entonces la rubia recordó la pequeña caja con la que había llegado.

No la sacó.

Se fue.

Y Angelina no lo detuvo esta vez.

{ ⊱ ✠ ⊰ }





──────────────

𝔫𝔬𝔱𝔞 𝔡𝔢 𝔞𝔲𝔱𝔬𝔯𝔞  ⊰

pido perdón por el drama que he creado. (:

no se preocupen, linduras. todo saldrá bien, Miguelina es fuerte. no los haré sufrir por mucho; se quieren demasiado como para estar peleados.

¡me ha costado un montón terminar este capítulo! no sé por qué, pero me quedé atascada durante un buen tiempo, y aun así no me siento completamente satisfecha.

ahora bien, espero que les haya gustado lo que decidí hacer con Miguel y Angelina en este capítulo. me pareció lógico crear algo de caos entre ambos. recordemos que Angelina no es buena comunicando sus sentimientos y que le cuesta dejarse llevar, aunque con Miguel ha aprendido a hacerlo. por otro lado, Miguel (o al menos como he decidido plasmarlo en esta historia) es terco y, a pesar de su corazón de oro, se deja llevar por sus emociones y su temperamento. creo que un choque entre todos estos factores iba a terminar inevitablemente de esta manera; además, quería ponerle spice al asunto. (;

pobres bebés. sienten tanto que están confundidos.

well, por otra parte, en este capítulo he querido desarrollar otros personajes: Aisha hablando con Angelina (necesario para hacerla entrar en razón poco a poco), Halcón siempre haciendo de las suyas, nuestro querido Robby acercándose a Ángel... y, of course, Kreese, a quien les aseguro que odiarán. ¡espero que esto les haya gustado!

ahora pasando a las preguntas de este capítulo, tengo las siguientes: ¿les gusta cómo estoy desarrollando el personaje de Miguel? ¿les parece que es fiel al Miguel de la serie? si creen que no, les pido que por favor me digan por qué para poder solucionarlo.

eso es todo, linduras. nos veremos la próxima vez; espero que dentro muy poco.

¡dejen un comentario, voten y compartan!

──────────────

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro