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Cap 23

Sujetaste tu vientre colgando la mochila sobre tu hombro, encaminandote  a la salida del hospital, Ume y Kaigaku habían tenido varias cosas que hacer de último minuto, era un alivió tener otra vez tener tu celular y salir de aquellas cuatro paredes.

Aunque salir cojeante  por tu otra caída al querer salír a bucar a Ume contrarestaba tu júbilo de...absolutamente nada, nada bueno esperaba afuera.

En una semana sería el inicio de la universidad, donde los volverías a ver, su recuerdo te hindundaba el corazón y más aún al pensar que ellos se alejarían quedando únicamente con el bebé.

Suspiraste algo agobiada dejando atrás eso, caminando por los solitarios pasillos del hospital Obiwa, tener todo exactamente impecable era desolador, parecía un frío invierno en comparación al inicio del otoño  afuera.

Continuaste tu camino hasta llegar a una pequeña sala de espera, no había alma alguna, era un contraste con la animada y caótica planta baja, no podias resistir la tentación de comprar unos dulces y un refresco, las dietas del Hospital eran un asco.

Te acercaste con cierta hambre a la máquina decidiendote por tus golosinas, te agachaste lentamente cuando una mano se atravesó para tomar tus cosas, diste un saltito para mirar a aquel intruso  de cabello rosa y ojos azules.

Te regresó la mirada, ambos abrieron los ojos queriendo descifrar quien era quien, murmuraste nombres en voz baja con cierta pena de decir que no lo conocias de nada.

—Douma, Haganezuka, Muzan, Tomioka...Shinazuwawa...Hakuji —Este último lo dijiste sorprendida al ver el parecido.

—T/n —susurro al unísono.

Lentamente te compusiste en pie para ver el estado de Hakuji, su cabello antes negro cual noche el cual resaltaba sus facciones ahora era remplazado por el rosa, se veía pálido y tenía vendados los nudillos.

Casi no hablabas con él, ciertamente eras más amiga de Koyuki que de Hakuji, no te había tocado estar con él a solas, extendió sus manos para darte tus cosas,  su semblante gélido miraba con desinteres tú aspecto cruzandose de brazos.

—Hakuji —saludaste incomodada— que casualidad.

—Por favor no me llames así —dijo, su voz sonaba áspera cual hielo— llamame mejor Akaza.

Alzaste una cena confundida, no sabías ni su apellido como para juzgar como quería ser llamado así que asentiste.

—Mm bien Akaza, muchas gracias —forzaste una sonrisa viendo a todos lados buscando a Koyuki— ¿Van a venir por tí?

—No.

Tomaste aire asintiendo algo preocupada, habías estado desconectada del exterior durante toda una semana, era posible que hubiera otra Karla Pannini y tu ni enterada.

—¿Y Koyuki? Como van —su semblante se estremeció como si hubieses dicho una blasfemia.

Sus ojos se encendieron como llamas, la poca cortesía se había acabado, te miro de arriba abajo despectivamente pasando de tí golpeando tu hombro dando un empujón contra la máquina expendedora.

Sobaste tú brazo confundida por el cambio de actitud revelando su poco aprecio hacia ti giro levemente su rostro para fulminarte con la mirada, te estremeciste al recordar a Sekido en su mirada.

—Lo que haga no te importa metida sin que hacer, metete en tus asuntos y dejanos a todos en paz —dijo para entrar a la sala de donde tu habías salido.

Lo seguiste con la mirada para ver en su muñeca que portaban el mismo brazalete de pacientes, habían estado en la misma área y ni sabías.

—[¿Habra pasado algo?] —Pensaste mordiendo tú dedos con curiosidad.

Te diste la vuelta para ir al elevador, era la experiencia más random y creepe que te había sucedido en la semana.

Pero por algo estaba en el mismo lugar que tú y sospechabas que era por algo mucho peor, con pena te quedaste mirando el desolado pasillo antes de que las puertas se cerrarán.

[...]

El pelirosa había entrado furioso de regreso a por sus medicamentos, se habían quedado en el mostrador ¿Con qué descaro se atrevía a hablar de su ex novia como si no tuviese idea?

Callar a esa chismosa  antes de que hablará con la otra bruja era mas relajante de lo que pensaba.

Inevitablemente su imagen no se borraba de la cabeza tras unos minutos, suspiro sonoramente  negando esos pensamientos tomando su bolsa de medicinas en la caja para al fin irse, tallando su ceño.

Una figura voluptuosa y grande se interpuso, era el doctor panzon quien lo había dejado salir.

—A Akaza que bueno que te encuentro —puso una sonrisa estúpida— Ya que ibas de salida ¿No viste a una muchacha de puntas verdes?

—Sí —contestó desinteresado— esa..¿Por qué? ¿Viene de voluntaria y ya no la quiere aquí?

—¿Como? —Sus pequeños ojos hundidos lo miraron desentendido— ojalá fuera por eso, esta embarazada y olvidó su ultra sonid-.

La sonrisa arrogante del pelirosa se cayó al escuchar con claridad el "embarazada"

—¿Embarazada? —pregunto pasando duramente saliva.

—Sí y encima soltera ¿Puedes creerlo? Se veía súper joven —negó con la cabeza el doctor bajo su papada— estos jóvenes de ahora, le dije que lo podría dar en adopción pero quiere conservarlo ¿La conoces?

El pelirosa sentía como sí su alma se quisiera ir de su cuerpo, había golpeado a una mujer y no a cualquiera sino que..

A una embarazada.

Le arrancó el ultrasonido al médico para salir corriendo, internamente se maldijo todas las estupideces que había dicho.

_[Eres un imbécil, imbécil imbécil imbécil] —se repitió acelerando el paso.

Entró al elevador repitiendo los botones a la primera planta esperando los tortuosos minutos de espera, saliendo de vuelta a la salida donde logró ver a lo lejos su cabello.

No pudo hacer más cuando su delgada figura entraba al taxi y partían

[T/N]

Tiempo después llegaste a tu departamento, no irías con Ume, tendrías que recoger unas cosas y hoy todos salían.

Guardaste tu pulsera en tu mochila sacando las llaves de lo que antes era tu hogar, tendrías que pasar por ropa y pertenencías, suspiraste relajada frente a la puerta para ingresar lentamente.

Cubriste tu boca al sentirte asfixiada por el olor a tabaco y alcohol, cerraste tras de ti lentamente, no querías alertar a nadie o que supusieran que estabas ahí.

—[Tengo que salir rápido de aquí] —Pensaste dando tu primer paso trotando a las escaleras para irte a tu cuarto viendo a todas partes, te sentías una intrusa.

Todo estaba impecable, como si no fuese notoria tu ausencia en los pasillos como en la sala, el alcohol era lo único diferente en el ambiente.

No querías pasar allí más de diez minutos, entraste a tu cuarto y cubriste tu boca al ver tu cama volteada con grafiti negro en la pared rosa

"PUTA"

No dijiste nada más y de tu closet sacaste entonces tu bolso más grande, tendrías que buscar un apartamento pronto pero por lo mientras vivirías con Ume.

Te arrodillaste a meter todos  tus pantalones, blusas, vestidos, ropa interior  y calcetas.

Metias esto sin doblar o acomodar, los zapatos por suerte cupieron de manera excelente, con fuerza apretaste la maletero para tomar entonces tus aretes y objetos personales como perfumes y shampoos.

Sonreiste amargamente al momento de levantarte y ver lencería sobre las sabanas de tu cama, un dolor agudo golpeó tú pecho al ver cabellos pelirrojos y rubios, mordiste tus labios aguantando las lágrimas apretando el puño respirando recordando al bebé, no querías acabar otra vez con sangrado.

Soltaste tus cosas cerca de la puerta en un arrebato, agarraste frenética de tu tocador todas las pulseras y regalos que te habían hecho, incluso los collares y piedras de Urogi, los aretes que Sekido te había regalado, todo lo tiraste al piso sacando entre lágrimas el encenderor mirando las pertenencias te pusiste de cuclillas arrebatandote del cuello el collar de Karaku.

—Me voy a morir antes de caer a ustedes otra vez —pronunciaste poniendo el fuego a las cosas inflamables— no volveré a meterme con nada de ustedes.

Tu mirada vacía miraba las llamas, te levantaste al ver todo arder lentamente, volteaste al ver la foto enmarcada de los cinco juntos en una foto, abrazabas a Urogi en una sonrisa alegr

La sacaste del marco lentamente mirando lo bonito que era eso, las lágrimas bajaron de tu rostro, la sacaste del marco para ponerla en tu bolsillo y poner el marco vacío sobre el tocador.

Tomaste todo para irte cabizbaja cerrando tras de tí tu cuarto.

—Pero mira a quien tenemos aquí, ya decía yo el porque olía tan mal —habló una voz femenina tras de tí— Pinocho estaría orgulloso de tí.

Miraste dudosa para verla cara a cara a aquella chica quien sonreía victoriosa, era Rei, estaba con un baby doll, era la chica que siempre te prometia que jamás siquiera tocaría, verla, con la única que prometió no tocarla, y allí estaba regocijandose en ese repugnante olor a sudor.

—Supongo —forzaste una sonrisa dándote la vuelta con irritación.

—¡Oye alto! —exclamó jalando tu brazo, deteniendote— quiero saber que se siente que todo el mundo te odie, saber qué pediste todo ¡¡Kya!! —grito de dolor.

Habías arremetido con un golpe en su nariz a puño cerrado, guardaste tú puño adolorido.

—No te metas conmigo —con miedo miraste como su nariz sangraba, antes de que se lanzará a tí te cubriste.

Forcejeabas con ella, la muchacha desesperada y aún bañada en sangre, retrocediste a su lanzamiento pero fue inútil, aquella mano morena la tomo de la cadera  empujandote hacia atrás contra el suelo.

—TE VOY A MATAR MALDITA PERRA —gritó la castaña mientras forcejeaba con Karaku.

Tú corazón se detuvo, un dolor en el pecho volvió a contraerte, verlo calmar a la otra como te calmaba antes era desgarrador, imaginarlo era mejor comparado con las ganas de gritar y llorar cual niña.

—Ya ya linda —tranquilizó Karaku besando su frente— eres mucho mejor, ya está en el suelo, yo me encargó.

—Pero me golpeo! —exclamó furiosa gritando todo lo que tú deseabas decir, tú corazón estaba destrozado presenciando la escena de como la abrazaba melosamente.

Te empezaste a levantar sobando tú brazo  enrojecido levantando tus cosas, no lograbas oír nada más que la aceleración de tú lastimado corazón  tú punto fijo era la puerta de salida.

Bruscamente  jalaron tú hombro, jadeaste de dolor para ver la sádica mirada de Karaku, la joven ya no estaba.

—Mmm con lo bien que te veías antes que asco de Corte —opinó— ¿Qué haces aquí? ¿Querias ver tu nuevo cuarto? Lo decoró Sekido.

No dijiste nada, a duras penas pasaba el aire por tus pulmones mientras tu corazón no se detenía, aquel hombre parado frente a tí ya no era el mismo, sus ojos antes llenos de amor y pasión sólo portaban maldad y rencor, tus ojos ya hinchados apenas soltaban lágrimas.

Bruscamente empezó a zarandearte.

—Vamos habla —alentó, lo miraste fijamente— tirarte de las escaleras sería un buen destino si es que no hablas, golpeaste a mi novia despues de todo.

—No vine a causar problemas —con todas tus fuerzas forzabas tu voz entre cortada, de un tiron liberaste tu brazo y sacaste tu cartera— toma el dinero si es que le pasa algo.

Chupo los dientes cuando entonces te estrellaron contra la pared por el cuello, gritaste cuando te empezaron a levantar.

Miraste aterrada a Sekido quien había salido de la habitación de Urogi miraste tu estómago con miedo del bebé y empezaste a forcejear.

—¡¿Quién diablos te crees para entrar?! HABLA DESCARADA —Grito furioso apretando con fuerza tu traquea.

Miraste al techo batallando para respirar mientras sollozabas de miedo, tu rostro se volteó al recibir una fuerte bofetada y caer al piso de rodillas.

Tu mejilla ardía, respirabas como nunca mientras sujetabas tu vientre con miedo, temblabas bajo ambos, mirando entonces esas sonrisas de la foto era horrible ver sus sonrisas sadicas, las lágrimas escapaban de tus ojos, tu nariz sangraba pero sólo importaba tu bebé.

—¡Vamos ahorita otra vez intentabas humillarnos, dale! —Grito Sekido.

—Awww va a llorar Sekido —apoyo Karaku pateando tus cosas por las escaleras.

Elevaste tu cabeza con coraje en tus ojos, tociste, temblabas a más no poder, y asentiste cuidando tú vientre.

Te empezaste a levantar corriendo entonces a las escaleras bajando lo más rápido que podías, tú bebé era la prioridad ahorita.

Tú cabello entonces al llegar a la puerta fue agarrado de un puño.

—Última vez que tú amiga la perra vuelve a ponerse contra mí — amenazó Sekido— te advertí.

No aguantaste más y soltaste

—Ni te preocupes por eso —murmullaste entre lágrimas— porque jamás sería capaz de enamorarme otra vez de ustedes, que ciega fuí.

Sonreiste levemente entre lágrimas mientras apretaba tú cabello, las risas de Karaku habían parado, del bolsillo de tú bolsillo sacaste la imagen de los cuatro.

—N-no..—Esuchaste a Sekido y Karaku trás de tí antes de romper la foto, donde estabas antes sólo estaba roto, era su primera foto.

Sekido soltó su agarre y tú saliste de allí tirando los trozos al piso para salir de la casa de un puertazo, cojeabas, te ibas a derrumbar en cualquier momento entre lágrimas, te faltaba el aire mientras corrias a la calle.

Empezaste a correr con todas tus fuerzas pasando las calles sin cuidado, cruzabas la calle cuando un carro está vez no planeaba detenerse, miraste el auto soltando tú último aliento antes de que...

Algo te abrazó  empujandote juntó a él del otro lado, llorabas adolorida arriba del extraño.

Estabas agotada cuando entonces acabaste desmayada sin poder siquiera dar la gracias.

[...]

Con lentitud empezaste a abrir los ojos, estabas en el cuarto de Ume, tú dolor no se sentía en absoluto.

Miraste todo a tú alrededor para ver tus cosas abajo en una esquina, algo reposaba en tú brazo, miraste para ver el rostro de Hakuji sobre tú mano.

Parecío notarte puesto que miro directamente tus ojos en un ceño fruncido.

—¿Quien te golpeó? —su mirada se oscureció.

—¿Qué haces aquí? —interrogaste adormilada.

—Te buscaba para pedir tú perdón a casa de los Hantengu pero al llegar, sólo vi como corrias como una desquiciada a tú muerte en los autos —explicó tocando con los dedos tú cuello la cual tenía una zona morada— y estas golpeada.

—No te incumbe —rodaste los ojos con vergüenza.

—No debí empujarte en tú estado, la persona que te hizo esto tiene que recibir el doble de lo que tú recibiste —bajo la cabeza avergonzado— no fue mi intención ser así contigo, estas embarazada y puse en riesgo a tú bebé.

—No me importa —bajaste la mirada— para mí ellos están muertos y es igual.

—Te debe de importar, es tú bebé —Reprendió— el daño está hecho, lo que hice no está bien.

—Por favor vete —el tomó tú mano y te miro, sus ojos celestes te transmitían culpa.

—Prometo a partir de ahora cuidarte y protegerte —apretó tú mano suavemente.

—Pero-.

—No es para tí, se lo debo a tú hijo, lastime a su madre y se merece eso y más, lo cuidare con mí vida.

Que sueño acabe.

Uuuuuuuuu problemas, me dolió escribir el cap

Maten a Sekido

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