⁰². ʜᴇʀᴍᴀɴᴏ ᴍᴀʏᴏʀ.
Los niños dormían con suma calma, abrazándose entre los tres para generarse un poco de calor. Los suéteres de Nanami y Haruko no eran suficientes.
— Debemos movernos. — Habla Haruko con seriedad. — Alguna parte de Tokio ya debió ser controlada.
— Pero ¿cual?. — Cuestiona Nanami. — Si tuviéramos un teléfono podríamos ubicarnos.
Un suspiro melancólico abandona los labios de los mayores, estaban a la deriva, sin oportunidad de moverse.
— Shibuya. — Susurra Mahito. — Escuche que estaban entrenando a su ejército. Mi amigo Sukuna está ahí.
— ¿Y si esas cosas nos alcanzan?. — Inquiere una temerosa Riko. — No quiero ser el almuerzo.
— Estoy seguro que no comen feas. — Se burla Satoru.
— ¡¿Como te atreves!?
— ¡Callense!. — Gritan Haruko y Nanami al unísono.
— Si Shibuya está a cuidado del ejercito, podríamos intentarlo. — Esta vez es Shoko quien habla mirando a las personas frente suyo.
— Pero- — Intento hablar Riko.
— ¿Tienes otro plan, fea?.
— Si te comen me reiré de ti.
La noche había llegado se escuchaba los gruñidos, el virus se había propagado más rápido de lo que esperaban.
— No quiero salir. — Riko se aferra a la espalda de Choso, escondiéndose detrás de él.
La joven junto a Shoko y Nanami, cargaban a los niños aún dormidos, evitando hacer el menor ruido posible. Frente a ellos se encontraban Gojo, Geto y Choso, actualmente, eran los más fuertes (físicamente hablando).
— Quédense en medio. — Ordena el pelinegro. — Ustedes tienen a los niños.
Un suspiro tembloroso abandona los labios de la joven Amanai, aferrándose a la pequeña Nobara y ocultando su rostro en la curvatura de su cuello.
Caminaban a pasos lentos y silenciosos, guiados por la luz de la luna el sonido de gotas cayendo era tortuoso y el ambiente tenso no ayudaba en nada.
— Detenganse. — Susurra Gojo observando como tres infectados bloquean la salida. — Son mas bizarros de cerca.
No mentía, uno de ellos tenía la mitad los órganos colgando y sangre rodeando sus labios. Con un valor impresionante Haruko se pone frente a ellos, y con un movimiento silencioso toma algunos clavos sueltos lanzándolos con fuerza hasta el otro extremo de la construcción.
El ruido alertó a los infectados que corrieron en movimientos torpes pero dándoles la oportunidad de avanzar.
— Andando.
Salir de la construcción los dejaba desprotegidos, el mayor de los Kugisaki se aferraba a su tabla de madera, si este plan no funcionaba acabarían peor que aquellos devorados.
Si podemos salir del edificio, existen tres variables.
No.1. Nos alcanzan y morimos de la forma más grotesca posible.
No. 2. Logramos hacer una distracción, usándolos como escudo para poder localizar otro lugar donde quedarnos.
No.3. Vamos todos juntos, es lento pero seguro.
Al final se habían decidido por la segunda opción, Nanami, Shoko y Riko se encargarían del cuidado de los niños, mientras los demás hacían la suficiente distracción para mantenerlos a salvo.
— Ya estamos lo suficientemente lejos. — Susurra Geto. — Ahora es el momento, si siguen en línea recta encontrarán un hotel. Cuando Satoru y yo pasamos por ahí estaba vacío.
— De cualquier manera Nanami estará para protegerlas. — Asegura Gojo con una sonrisa confiada. — Es todo un caballero.
Antes de que Riko pueda hablar, es detenida por Haruko quien la envuelve en su suéter mientras la mira con un sentimiento que no puede descifrar.
— Por favor, cuiden a los niños. — Su voz calmada la hace tener sueño pero sencillamente no puede dejar de ver al chico frente suyo. — Contamos con ustedes.
¿Qué era ese sentimiento?, se cuestionó. La calidez abordando sus orejas y mejillas dedicándole una mirada apacible, todo en el gritaba amabilidad.
— ¡Corran!. — Gritó Gojo y Amanai es fuertemente jalada por Nanami para que pudiera avanzar.
La mirada azulada de la joven observa como aquellas monstruosidades se acercan al grupo e intentan atraparlos, capta los golpes de Haruko y las miradas cómplices entre ellos.
— No te detengas. — Escucha la voz severa de Nanami regañandola. — La niña entre tus brazos es la hermanita de Haruko, el chico que observabas.
— No entiendo. — Respondió entre jadeos.
— Lo que quiero decir, es que ese imbécil está arriesgando su vida para poder protegerlos. — Inquiere con dureza. — No dejes que lo haga en vano.
La cara de Haruko goteaba sangre, el líquido recorrían su cuello y manchaba sus ropas. Los "ojitos bonitos" como empezaba a llamarlos Satoru se acercaban en hordas grandes. Era alarmante.
Sus manos temblaban y su ritmo cardíaco se aceleró, cayó de rodillas incapaz de moverse. El miedo se apoderó de él, su tabla se había roto y los demás estaban demasiado ocupados en tratar de contenerlos.
En su mente se inundaron recuerdos con la pequeña Nobara, las veces que le había pintado las uñas, las pequeñas escapadas que daban al parque para poder jugar y, todo aquello que había hecho para verla reir.
— No puedo rendirme ahora. — Susurro apretando los puños. — Mi hermanita me está esperando.
Su vista borrosa enfoco las grandes vigas que colgaban de la construcción donde se había alojado, tenía un plan y una oportunidad que no iba a desperdiciar.
— ¡Mahito! ¡Cubreme!. — Corrio tan rapido como pudo la adrenalina estaba llevando su cuerpo al límite y no ser más conveniente.
Escucho su nombre ser gritado pero le importo muy poco, estaba cerca de la construcción, solo debía romper los cables y entonces habría valido la pena.
Si muero ahora, Nobara estará triste.
Sus puños impactaron con los cables, en un intento desesperado de romperlas a pesar de la sangre resbalando en sus nudillos siguió golpeando.
No te preocupes, tu hermano mayor te ayudará.
Optó por subirse en las vigas y golpear el metal que las mantenía, logrando tambalear la resistencia.
Saldremos vivos y entonces te convertirás en modelo, como querías.
— ¡Muevanse o se mueren!. — Gritó alertando a su grupo.
Y finalmente cayeron, aplastando a todos los infectados que los rodeaban.
Por algo Haruko es el Estratega.
Yo me muero o me suicidó antes de eso la verdad.
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