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𝑖𝑖. 𝑴𝒆𝒆𝒕𝒊𝒏𝒈 𝒊𝒅𝒊𝒐𝒕𝒔.

━┅┅┄┄ℂ𝕒𝕡𝕚́𝕥𝕦𝕝𝕠 𝕕𝕠𝕤; 𝐂𝐎𝐍𝐎𝐂𝐈𝐄𝐍𝐃𝐎 𝐈𝐃𝐈𝐎𝐓𝐀𝐒.

     VENUS LLEGABA A TIEMPO O ESO CALCULABA ELLA mirando las calles de Nueva York por la ventana de aquel taxi. Se dirigía al edificio en donde sería la reunión al fin después de tanto informarse. La empresa de su familia: Oscorp Industries.

     Se acomodo sus gafas dándole un golpecito con el dedo indice en el centro. Estaba realmente nerviosa, sus manos temblaban y transpiraban. Se suponía que alguien de su profesión no debería tener tantos nervios realmente estaba en Oscorp desde hace unos años y hacia modelaje desde hacen un tiempo. Realmente eso era un mito; ella los tenía y aquello no iba a ser un impedimento. Había aprendido a sobrellevarlos y más si quería poder triunfar. Estaba de los nervios, pero los superaría, después de todo estaba más que preparada.

     Su amiga había sido su apoyo y su padre también, el confiaba en que cerrará ese trato. Era lo mejor para Oscorp.

     En fin, Si Tony Stark había salido del marco del armamento peligroso para dedicarse lisa y llanamente a la tecnología; y podía hacer programas y descubrimientos siendo la empresa número uno en la tecnología moderna. Ella lo lograría. Su padre, Norman, lo admiraba. Decía que era un hombre de pasiones bajas y excéntrico pero bien encaminado o bueno eso decían sus amigos empresarios y él lo repetía.

    —Señorita, ya llegamos. —el taxista se detuvo frente al gran edificio con grandes ventanas y un letrero con algo parecido a su apellido «Oscorp/ Osborn» ¿Original no?

     La castaña salió de su ensoñación y le dedico al taxista una mirada, había caído en cuenta de que se había quedado en las nubes. Cosa que pasaba seguido.

     —Sí, gracias ¿Cuánto es? —preguntó.

     —Son setenta dólares —dijo sonriendole. El hombre algo gordito y en sus sesentas, la miro mejor enfocándose en el bulto superior de su torso. Era como si eso hubiera captado su interés. Ella se sintió incómoda y trató de ignorar su mirada. Añadiendo que le desagradaba que la vean fijamente —aunque podrían ser menos... —. Le mencionó insinuandosele con una sonrisa petulante. Mostrando lo que ella sabía era una dentadura postiza.

    Ella sintió enojo más un desagradable revoltijo. Le pasaban estas situaciones pero aún así no quería que sucedan más. Y no importaba si fuera lindo o feo o mayor. Ella tenía derecho a circular libremente y sin que le falten el respeto.

     Buscó el dinero en la billetera que estaba en su bolso negro y se lo tiró en la cara. No le dio una cachetada por que realmente era una pérdida de tiempo y solo haría que se sienta peor por pegarle. Era horrible odiaba a los hombres así, esos que se sentían con el derecho de hacerla sentir incomoda. Lo peor es que podría haber sido su abuelo y poseía la edad de su posible nieta. ¿Es que no existía el sentido común y el respeto?. Estaba muy enojada y se notaba por como arrojo ese dinero.

     —Quédese con el cambio... imbécil —le dijo retirándose del auto negro y amarillo dando un portazo al salir de el. Ese ruido sonó con rudeza captando la atención de algunas personas que estaban en la entrada del edificio.

      Al irse de allí se dirigió con paso rápido al interior del edificio. Las puertas se abrieron, obra de los encargados que se encontraban cerca de las puertas cristalinas.

     —Buen día señorita Osborn. —saludo el hombre que tenía aquel traje negro.

    Ella divisó al hombre y lo reconoció.

    —¡Oh! hola Mark. — dijo Venus—¿Llegó? —preguntó interrogante.

     El hombre nego.

     —No, no lo ha hecho.

     El problema era que sí había llegado pero no por la puerta principal, por que por primera vez en toda su existencia Stark Industries debía pasar desapercibida del comportamiento escandaloso propio de su dueño. Probablemente sin que Venus supiera o nadie más que Tony y su propia secretaría quien había ordenado esos pequeños detalles.

     —Genial tengo tiempo —se dijo sonriendo con alivio.

     La hermosa castaña se dirigío casi en un trote a su oficina. Tenía que ir rápido, pues debía apurarse si quería llegar antes que los demás empresarios. Sí llegaba a tardarse probablemente se consideraría una falta de respeto. Por que no sólo estarían los de Stark Industrues, no. Si no también viejos empresarios propios de Oscorp, viejos que se creían con el derecho de hacerla menos. Ugh y por eso mismo tenía que apurarse. Ella no sería la comidilla de esos fósiles que eran machistas y pensaban que era mejor tenerla de secretaria.

    Al llegar al pasillo central se encontró con gente enfocada en sus tareas, hablando por celular, haciendo mandados, etc. En su vista cruzó un hombre con gafas negras y traje; tan pulcro y al mismo tiempo desordenado. No era tan joven pero, sí muy apuesto, vaya que lo era. Ese hombre había subido en él elevador del lado derecho.

    Trato de llegar, pues debía llegar a la dichosa reunión del demonio, pero antes de siquiera acercarse, habían cerrado las puertas puertas. Y eso que solo fue un minuto luego de divisar al apuesto e interesante espécimen.

     Busco con la mirada un elevador y encontró uno que estaba por cerrar sus puertas, subió en él.

     —Lo siento, lo siento. Llego tarde—mencionó apresuradamente.

     —No, no pasa nada —le contestó un señor —entre. —le contestó cuando se estaban por cerrar las puertas.

    El tiempo pasó rápido, el lugar era un espacio pequeño y por consiguiente iban algo apretados pero no importaba «lo que sí es de suma importancia es llegar temprano» pensó Venus con el entrecejo fruncido.

    Llego a su piso en menos de al menos cinco minutos, ese elevador le salvó la vida. Y gracias a dios y a su clemencia todo poderosa; llegó. Realmente ella no era creyente pero aveces se le salían por sí solas esas oraciones tan... no sabía como decirlo.

    Venus murmuraba mientras miraba su relog: ❝maldición, no llego, vamos, vamos... por favor❞.

     Sus palabras quedaron en la nada cuando una masa muscular se le atravesó. El fuerte impacto hizo que lo siguiente que sintiera Venus fuera el frío suelo blanco. Pudo notar como prácticamente sus lentes habían volado. Estos últimos habían aterrizado cerca del culpable de su caída. Como resultado ella en su desvarío quiso mandar al demonio al responsable.

     —Maldito imbécil. —murmuró la chica caída.

     —¿Disculpe?. —preguntó una voz roncamente varonil. Esa voz hizo que un escalofrío surgiera y subiera por su espalda, crispando sus nervios.

     Él no la había visto, se había notado porque no había caído en cuenta de que era una mujer y que la tiró al suelo y que desde su perspectiva era una mujer muy caliente ahora que la detallaba. Desde su posición la observo y divisó una nariz respingona, curvas y unos labios hechos para besar; hermosa.

     Ella alzó la vista y el hombre castaño que utilizaba unos anteojos de sol aún con el día nublado le sonrió con coquetería. Y si, tenía una sonrisa hermosa, aunque Venus no lo quisiera admitir. Aquel espécimen era el hombre que observo antes de subir a su elevador.

     —Que usted es un tremendo imbécil —afirmó ella segura. —¿Qué no ve dónde va? —, y si todavía seguía en el suelo frío de él pasillo.

     El hombre enmarcó una ceja en señal de que estaba inspeccionandola como por una ¿tercera vez? ¿cuarta?. Había perdido la cuenta, demás esta decir que estaba encantado y sorprendido.

     —Ja ¿no deberías fijarte tú por donde caminas, niña? —dijo el hombre mirándola de arriba abajo.  Observo que era definitivamente muy joven, le sacaba más de una década, definitivamente lo hacía.

    La castaña se levantó recogiendo su orgullo caído y fulminó al hombre con su mirada. En su mente se preguntó ¿Era este acaso el día que se tendría que cruzar a todos los benditos hombres idiotas de Nueva York? ¡Maldición!

     —Y tu anciano, ¿Es qué ya no ves? —le dijo burlándose comicamente de él.

     El castaño se despojo de sus anteojos de sol, sólo para agregar más dramatismo a la situación.

     —Oh, tu no dijiste eso —estrecho sus ojos en un claro indicio de un ¿cómo te atreves?.

     —Sí, definitivamente lo dije. —le respondió Venus mientras le daba la espalda al pasar por su lado, ella divisó entre borrones sus anteojos y los recogió sin más.

    Venus sintió unos ojos quemandole. Él idiota del cual desconocía el nombre hasta el momento, la estaba observando acosadoramente y para agregar molestias a la situación había pateado sus anteojos (no sabía como).

     El mencionado mejor conocido como Edward Anthony Stark notó un trasero muy muy apetecible y se preguntó si podría apretar ese durazno que la castaña se gastaba. Sacudió su cabeza. Esa niña del demonio lo llamó anciano y el era un adulto responsable, no caería; o ¿sí?. No, no y no. En su mente apareció la probabilidad de que fuera menor de edad ¿Lo era?.

    Cuando la castaña más hermosa que vio en su vida pasó por su lado, pregunto:

      —¿Tu nombre niña?. —dijo interrogante.

     Esa niña (lo era en comparación a la edad que el tenía) había logrado intrigarlo y más aún al ver sus ojos castaños poblados de largas pestañas que remarcaban su mirada enojada. Eran intensos y a él le encantaba esa intensidad. Pensó en que era probable que nunca la vuelva a ver.

     —No, no te lo voy a decir. Eso no es de importancia. —contestó sin siquiera mirarlo.

    Ella regreso dirigiéndose a paso furioso hacía la sala de reunión, aunque primero debía pasar por su oficina y recoger su bata, la cual tenía su nombre en ella, así que fue por lo segundo.

     Y así Tony Stark se apuntó mentalmente encontrarla:

     «Bueno Jarvis busca a todas las castañas en Oscorp que usen anteojos, midan uno setenta aproximadamente y sean dueñas... de un trasero hermoso, ¡oh! y claro, agrega un vocabulario de camionero. ¡Es de suma importancia, no lo olvides!».

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