Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

005; 𝐅𝐑𝐄𝐄𝐃𝐎𝐌


VENOM — Ashtray.

005; ¡LIBERTAD!




                                  DÍAS PASARON DESDE que gracias a mi último gol, mi equipo ganó. La cicatriz del labio y los ominosos moretones que yacían repartidos por mis brazos y mi torso comenzaban a desaparecer, dejando mi piel más visible y llevándola de nuevo a la normalidad.

—¿Cuándo es tu próximo partido de fútbol? —preguntó mi hermana a mi lado—. Hace tiempo que no voy a ninguno, y quiero que me dediques un gol o algo de eso.

—Oh, Cami, yo te dedico un gol en todos mis partidos. Aunque tú no estés allí viéndome —respondí con una sonrisa.

Sus ojos se agrandaron repletos de emoción y en su cara una sonrisa se asomó—. ¿Lo dices en serio?

—Por supuesto, ¿por qué iba a mentirte? —no contestó, y por ello seguí hablando—. Mi próximo partido es dentro de 4 días, jugamos contra... no recuerdo su nombre, vaya.

—No te preocupes, intentaré estar.

Sonreí y besé su cabeza fugazmente. Ambas salimos de casa y emprendimos nuestro "viaje" diario hacia la tienda de Fez, el colegio de Camille y luego mi instituto. Puede parecer que no es mucha distancia la que hay, pero para andar y llegar necesito cerca de 45 minutos.

—¿Sabes que la maestra de francés no me deja participar en sus clases? —comentó mi hermana repentinamente.

Paré de andar para mirarla—. ¿Cómo que no te deja participar?

—Siempre que intento decir alguna respuesta a sus preguntas, me dice que no debo contestar, ya que soy francesa nativa —se explicó molesta—. Y cuando lo hago, me llama tramposa para luego mandarme a callar delante de todos.

—¿Esa tía es tonta o qué le pasa? —pregunté irónica—. ¿Cuánto tiempo lleva haciéndote eso?

La morena pensó unos segundos tratando de hacer cálculos—. Desde hace unas semanas.

—¿Quieres que hable con ella? —cuestioné cruzándome de brazos.

—¿Cuándo?

—Hoy, cuando te deje en el colegio —respondí—. Si quieres hablo con ella.

Ella asintió algo triste—. La verdad es que no estaría nada mal...

—Pues no te preocupes, cariño —acaricié su pelo brindándole tranquilidad—. Yo hablaré con ella.

—Gracias, Nati.

Ambas llegamos y entramos a la tienda donde solíamos comprar nuestro desayuno. Aquello ya era una especie de costumbre.

Aquella solía estar iluminada por varias bombillas que caían del techo, estoy hacía contraste con la oscuridad que las calles de East Highland emanaban.

El mostrador que desde la calle era visible, estaba solo. No había rastro de ninguno de los hermanos, probablemente estaban en el almacén o detrás de alguna de las estanterías... o refrigerador, quién sabe.

—Buenos días —saludé quedándome estática en la entrada.

—Hey —no entiendo por qué mi corazón se aceleró una vez que la voz de un pelinegro llegó a mis oídos.

—Hola, Ashtray —me sorprendió la confianza de mi hermana ante él.

Este solo levantó su mentón en respuesta, pero no lo hizo con indiferencia, sino con algo de aprecio hacia la más pequeña.

Me separé de ellos y me acerqué a una estantería, donde yacían mis amadas patatas fritas. Mi vista fue arrebatada por un paquete color morada en el que su letrero decir "TAKIS", dios amaba los Takis. Agarré el paquete lo más rápido que pude; pero un repentino malestar hizo presencia en mí.

—¿No vas a agarrarlo? —preguntó Camille extrañada—. Te encantan.

—Yo... —dudé por unos segundos, estuve a punto de asentir—, no. Me llevaré otra cosa.

Me volví hacia el pelinegro para preguntarle sobre otra cosa.

—Oye, Ash, ¿no teníais unas barritas de cereales o algo así?

Este asintió—. Sí, esas de allí.

Me acerqué rápidamente para agarrar una de esas y mirar su contenido.

—Mierda, estas son demasiadas calorías —susurré, pero todos me oyeron—, eh... bueno, me llevaré el agua nada más.

—Bien —asintió el pelinegro—. Oye, si lo prefieres, tengo unas barritas que si tú comes una, no te hace falta almorzar. Es como si lo sustituyeras, y no tiene apenas calorías...

—¿Qué? ¿Lo dices en serio? —mis ojos se abrieron repletos de emoción.

—Sí, son estas. Espera.

Se marchó por un par de segundos para luego volver con ellas.

—¿Qué te parecen? —me acercó una.

La inspeccioné detenidamente y acabó convenciéndome; prefería comerme una barrita de esas antes que almorzar algo.

—No están nada mal —asentí dándole mi especie de visto bueno—, ¿cuánto cuesta la caja?

—45, pero te la dejo en 25 —respondió.

Saqué los billetes y se los entregué.

—Hasta luego, Ash, gracias —me despedí con una tímida sonrisa, ¿qué mierda me pasaba?

—Adiós.

Estábamos mi hermana y yo por salir justo del recinto, pero la voz del joven me frenó.

—Nathalia, escucha —¿he dicho lo que me encanta que él me llame por mi nombre?—. Esas barritas no son para consumición diaria, no puedes comer una todos los días y no almorzar. Debes alimentarte bien.

—Claro —mentí—. No te preocupes por mí.

Sonreí al ver como bufaba—. No me preocupo por ti, simplemente no quiero que te desmayes o algo y que sea por mi culpa.

Reí suavemente ante su broma y moví mi mano despidiéndome definitivamente.

(...)

—¿Ya sabes lo que piensas decirle? —la suave voz de mi hermana me "despertó".

—Obviamente, ma jolie —sonreí segura de mí misma.

Mi hermana arrugó su rostro al verme recogerme mi rojiza melena en un moño, portar unas gafas de sol, y comenzar a maquillarme.

—¿Qué estás haciendo?

—Espera y verás.

Al cabo de unos minutos finalicé mi especie de transición, dejando a una morena sorprendida.

—¿Por qué te ves como una mujer mayor? Parece que tienes... 30 años —dijo divertida.

Sonreí aplaudiendo emocionada—. Mi plan va sobre ruedas.

—¿Qué? ¿Qué plan?

—Voy a hacerme pasar por mamá, ya que ninguno de tus profesores me conoce —expliqué convencida—. Y voy a hablar con tu profesora.

—No es mala idea...

—Mh, ¿has visto?

Le di la mano y nos adentramos por varios pasillos hasta llegar fuera de una oficina, específicamente la del director.

—Tal vez, sería mejor idea hablar con el director, ¿verdad? —pregunté con una sonrisa perversa—. ¿Tú qué dices?

—No sé, ¿no sería un poco exagerado? —comentó con inseguridad—. Tal vez le estamos dando demasiada importancia, ¿no crees?

—Tonterías. Si quieres cortar de raíz un problema, mejor que sea así —respondí con confianza—. Vamos.

Ella asintió algo dudosa y me dio su mano. Esperé unos segundos para mentalizarme yo misma, planeando lo que pensaba decirle al director.

Proporcioné varios suaves golpes producidos por el impacto de mis nudillos sobre la puerta, y el "adelante" que oí fue lo único que me faltaba para entrar.

—Buenos días, señor Miller —saludé con una falsa sonrisa—. Me presento, soy la señora Laurent, la madre de Camille.

El hombre enseguida se levantó asintiendo—. Oh, sí, por supuesto, señora Laurent. ¿A qué debo el placer?

—Bueno —carraspeé mientras miraba a mi hermana—. Quería comentarle varios aspectos sobre mi hija.

—Debo decirle que la señorita Camille es una de nuestras mejores estudiantes en este centro —comentó con orgullo.

Yo ladeé mi cabeza sintiendo internamente felicidad—. Vaya, eso me alegra bastante; pero en realidad, venía a hablarle sobre un pequeño problema con una profesora. Nada importante.

—Ah, ¿sí? ¿Qué es lo que ocurre? —preguntó sorprendido.

—Resulta que la profesora de francés, no permite que mi hija participe en sus clases porque Camille es francesa nativa —derroché molestia mientras me expresaba.

El director, impactado, se tomó varios segundos para entender todo.

—¿Quiere que llame a Matilda? —aquel era el nombre de la profesora—. Está ya en el centro, por si quiere que hablemos con ella.

—No estaría nada mal, la verdad —acepté sin ninguna duda.

—Nat... —me susurró mi hermana, recibiendo un gesto de que guardase silencio por mi parte.

(...)

Andando bastante apurada, conseguí llegar a tiempo para la primera clase del día, matemáticas. Lo sé, aquello era una horrible tortura para mí, sobre todo a las ocho de la mañana.

—Te veo muy animada —bromeó una pelinegra sentándose a mi lado, como era de costumbre—. Te gustan los números, ¿eh?

—Pf, ni te cuento, tía...

Ella sonrió mirándome como si de una obra de arte me tratase—. ¿Te animaría saber que hoy hay una fiesta en mi casa?

—Me animaría en otras condiciones, Mads... estos días estoy castigada —recordé todo lo sucedido anteriormente.

—¿Tú? ¿Y eso? ¿Qué ha ocurrido?

Bajamos el tono de voz cuando vimos al profesor entrar por la puerta.

—Nada, no te preocupes. No tiene importancia —respondí encogiendo mis hombros.

—¿Segura?

—Mhm —asentí.

La pelinegra lamió sus labios pensando en qué hacer para tratar de convencerme.

—Bueno, yo solo te digo que la fiesta es en mi casa, y habrá mucho alcohol... —me dio una mirada perversa.

Negué con la cabeza—. ¿Irá Christian?

—Lo más probable es que sí —suspiró cansada mirándome—, porque Nate viene seguro.

—Joder —me quejé.

Realmente llegué a plantearme en cuestión de segundos escaparme de casa por la noche, como había hecho días antes.

—Y... ¿Ash? — realmente no sabía el porqué preguntaba sobre el pelinegro, estaba interesada en saberlo supongo.

—¿Te refieres a Ashtray? —asentí enseguida—. Claro que vendrá, y su hermano Fezco también.

Pensé unos segundos antes de contestar—. Está bien. Tal vez trate de ir...

—¿Solo porque vienen ellos? —una mueca de ofensa cruzó el rostro de la joven—. ¿No por mí?

—¡No! Claro que no. —reí nerviosamente tratando de disimular.

La pelinegra entrecerró sus ojos tratando de descifrar mis muecas, a pesar de que se rindió fácilmente—. Haré como si te creyese...

—Mh.

Dirigí mi vista a la pizarra, donde el profesor llevaba ya un par de minutos escribiendo; y para mi sorpresa, ya estaba llena de símbolos que ni siquiera conocía.

(...)

¡Desconozcámonos todos y todas esta noche! —aquel grito proveniente de Maddy se escuchó en varias calles más abajo de su casa.

—Dios mío, ¿en dónde me estoy metiendo? —hablé conmigo misma.

Los vellos de ambos de mis brazos se erizaron ante la horrible sensación de frío que bañaba el pueblo de East Highland. Tal vez iba demasiado "fresca", y espero que entiendan a qué me refiero con esa expresión.

Llegué a la casa y enseguida divisé una melena rizada, cuya dueña ya iba drogada.

—¡Nati, bombón! —se acercó a darme un fuerte abrazo, el cual fue correspondido, obviamente.

—Hola, Rue, ¿cómo estás? —pregunté con una sonrisa acariciando su mejilla.

Ella se encogió de hombros divertida—. Bah, tú sabes. Ya voy volada, ¡cucú!

Con aquello tocó la punta de mi nariz riendo y se marchó corriendo entre la multitud, dejándome sola en el recibidor de la casa.

—Vaya... —susurré para mí misma.

Di una ojeada a mi alrededor y lo que vi la verdad es que no me sorprendió para nada: gente besándose en cada rincón, puestos de droga (aunque a quienes yo querían ver no estaban por allí), gente bailando como si no hubiese un mañana, etc. Así son las fiestas en East Highland, señores.

—¿Nati? —esa voz hizo que mis vellos se erizasen y me quedara estática.

Mi garganta y labios se tornaron secos de un segundo a otros, y sentía como mis piernas comenzaban a temblar.

—¡Christian! —exclamé pareciendo emocionada—. Justo te estaba por llamar.

—Por supuesto —dijo irónico acercándose a mí peligrosamente—. ¿Qué haces aquí?

Se acercó para depositar un beso en mis labios, pero rápidamente lo esquivé poniendo mi mejilla.

—Lo mismo que tú —me encogí de brazos plantándole cara.

El joven me agarró fuertemente uno de ellos haciendo que me quejase por el dolor.

—Escucha, puta —empezó a decir—, ¿tu madre sabe que estás aquí? —desplazó su dedo apartándome un mechón de la frente vacilón.

—No —me apresuré en contestar.

—No querrás que la avise, ¿verdad? —sonrió fingiendo que nuestra conversación era normal.

Negué con mi cabeza nerviosa, mirándole a los ojos.

—Por supuesto que no —me acarició la mejilla haciéndome apartar con una mueca de asco.

Él arrugó su rostro y me proporcionó una fuerte cachetada que resonó en la entrada; para mi mala suerte, nadie lo había visto ni escuchado.

Las lágrimas no tardaron en hacerse presente en mis ojos, pero no le iba a dar el placer de verme llorar por su culpa.

—Hija de puta —me llamó con una sonrisa llena de maldad—. Ahora, vamos a ir ahí dentro y vamos a fingir que somos la pareja que siempre hemos sido. Y te comportarás, nada de llamar la atención, ¿me escuchaste?

Agarró mi brazo con fuerza, y sin más opción tuve que asentir; tratando de evitar el temblor de mi labio inferior.

—Bien, te doy un minutos para que te calmes. Te espero en la pista. Como se te ocurra escapar, atenta a las consecuencias.

Y con aquello se marchó hacia dentro, dejándome allí con un ataque de pánico a flor de pie.

—Mierda —sollocé respirando ligeramente, tratando de mantener la calma.

En aquellos momentos, me gustaba pensar que si le obedecía en todo no me pasaría nada; aunque bien sabía que eso no le frenaría de hacer lo que quisiese conmigo.

Finalmente, conseguí tranquilizarme, y me arreglé el maquillaje en tiempo récord a decir verdad.

Me adentré en el espacioso salón, que era donde se estaba dando aquellos raros bailes.

Buscaba con mi vista desesperadamente a Christian. Y un rayo de esperanza me cruzó al ver a un pelinegro con cadenas de plata y tatuajes sentado en un sofá.

Anduve rápidamente hacia él tratando de pasar desapercibida entre la gente. ¿Por qué mierda tengo que ser la única pelirroja de allí?

Dios se apiadó de mí en aquellos momentos y me dio una brillante idea antes de llegar junto a él.

—Ash —dije sonando desesperada mientras veía alrededor mía con miedo.

Él estaba sentado con sus piernas abiertas, un brazo apoyado en una de ellas: y el estaba completamente tirado en aquel sofá mientras fumaba tranquilo.

—¿Qué necesitas, Nathalia? —su voz me daba escalofríos, pero no de miedo como los que solía tener, eran distintos.

—Yo... —mierda habla de una vez—. Necesito tu ayuda.

Pareció pensárselo un momento mientras me miraba dándole una calada a su cigarro. En ningún momento bajo su vista de mis ojos, cosa que me resultó extraña; pues todos los chicos con los que hablaba siempre me barrían con la mirada.

Se lo agradecí internamente al pelinegro, me hizo sentir bastante cómoda.

Él sonrió de lado—. ¿Qué me darás a cambio, Nathalia?

—Lo que tú quieras —solté enseguida—. Por favor te lo pido.

—Bien, soy todo tuyo entonces —dijo dándole otra calada—. Cuéntame en qué me necesitas.

Pensé unos segundos, no podía contarle todo en solo un par de segundos.

—A donde sea que yo vaya o me lleven ahora, quiero que vayas tú también, ¿vale? Ve disimuladamente, por favor —le pedí dejándolo confuso—. Ya lo entenderás, ¿lo harás?

—Entonces... solo tengo que seguirte, ¿no? —cuestionó él asegurándose—. Disimuladamente.

—¡Sí! —dije aplaudiendo esperanzada—. Exactamente eso.

—Bien.

Unas manos recorrieron mi espalda, y por aquel áspero tacto, sabía quién era.

—Nati, cariño, ¿qué haces aquí? —preguntó Christian, dándome ganas de vomitar.

—Yo... —mierda, ¿qué se supone que debía decir?

Ashtray se incorporó con una expresión de curiosidad, sin notar el miedo que yo estaba sintiendo.

—Ella solo me avisó de que mi chaqueta estaba en el suelo, eso es todo, yo le estaba dando las gracias —respondió tratando de analizar a Christian, y luego a mí.

Él sospechaba algo, estaba casi segura.

—Oh, eso es perfecto entonces —se volvió hacia mí ahora—. ¿Qué te parece si nos vamos a algún lado, cielito?

¿Cielito? Qué asco. No pude esconder una gran mueca de desprecio hacia él, que enseguida retiré al ver su expresión de enojo.

—Adiós —me despedí de Ashtray, haciéndole una especie de mueca con mis ojos, para que se acordara del plan.

Este ni se inmutó ante aquello y siguió fumando, matando mi única esperanza.

—¿A dónde me llevas? —pregunté con miedo siendo casi arrastrada por él.

—A donde nadie nos moleste —respondió con aquella sonrisa que ya sabía lo que significaba.

—Christian, no, por favor —lloriqueé.

Él solo apretó la mano haciéndome un poco de daño—. Cállate, jodida puta. ¿Crees que te vas a librar después de haber venido sin mi permiso y así vestida?

—Joder, es una fiesta, ¿cómo quieres que venga vestida? —seguí lloriqueando mientras subíamos unas escaleras.

—Casi no llevas ropa, debería darte vergüenza. Solo vales por tu cuerpo, no por nada más; sin tu cuerpo, eres una completa mierda —dijo en mi oído, dándome escalofríos por todo el cuerpo.

Aquellas palabras me las solía repetir mi madre cada vez que podía. Lágrimas se empezaron a formar en mis ojos.

Finalmente, Christian me empujó contra una pared. Gemí involuntariamente por el impacto en mi espalda.

—¡No, no! Por favor —pedí viendo cómo él se acercaba a ella.

—Sh... —acarició su mejilla, para luego impactar su mano contra ella fuertemente.

Llevé mi mano a la zona golpeada, sintiéndola caliente.

—¿Te ha dolido, maldita, zorra? Puedes gritar lo que quieras, nadie te escuchará —dijo sonriendo malévolamente.

Varios puñetazos me cayeron en mi rostro, sintiendo como las heridas de la cara volvían a abrirse y a sangrar.

Ya mareada, caí en mis manos y mis rodillas al frío y duro suelo; mientras respiraba agitadamente. Sentía que de un momento a otro moriría.

—Levántate, puta —me dijo Christian.

Y yo caí sin más. Ya no tenía fuerzas para nada, ni siquiera mantener los ojos totalmente abiertos; ya no me encontraba sentido a mi vida ni a nada. ¿Por qué yo?

—Eres una mierda... ya no eres tan divertida como antes, ¿recuerdas? Solías durar más mientras te daba verdaderas palizas, ahora mírate; con varios golpes ya estás casi desmayada —dijo riendo.

De repente, el joven se situó a mis pies, y me abrió las piernas con una sonrisa lasciva. No podía sentir absolutamente nada, ni siquiera era capaz de formular un "no" o de hacer fuerza con mis piernas.

—Llevo tanto tiempo queriendo hacer esto, Nathalia —empezó a decir con un tono lascivo—. No te haces una idea.

Sentí como una fría lágrima se deslizaba por mi mejilla. Quiero morir ya, por favor.

—¿No dices nada? —carcajeó ligeramente—. Bueno, entonces seguiré.

Yo parecía estar muerta, ni siquiera pestañeaba, solo tenía mis ojos abiertos mirando hacia el lado.

Sentí mi estómago en mi garganta cuando escuché como las hebillas de su cinturón estaban siendo desabrochadas, y cómo este caía al suelo. Finalmente, escuché la cremallera de sus pantalones.

No puede ser verdad esto, por favor. Yo ya no aguanto más.

Esperé segundos a que aquel maldito bastardo hiciera algo, pero nunca llegó.

Repentinamente, oí como un cuerpo se desplomaba a mi lado; y vi la cara de Christian ensangrentada junto a mí. Notaba vibraciones en el suelo, de golpes, un sujeto sujeto estaba golpeando a Christian con suma agresividad.

Mi respiración se aceleró, y seguía sin poder moverme ni formular nada. Cuando todo frenó, hubo un inquietante silencio.

—¿Nathalia? —escuché una voz que conocía bastante bien—. Mierda, joder.

Lágrimas se desplazaban por mis ensangrentadas mejillas; mientras me estaba abrumando.

Ashtray se arrodilló a mi lado, poniendo su mano en frente de mis ojos y moviéndolas.

—Dime algo, Nathalia —su voz hacía eco en mis oídos, y aquello era pura fantasía para mí—. Dime algo, vamos, por favor.

Se levantó pareciendo angustiado y volvió a agacharse.

—Joder... bien, escucha —empezó a decir—. Vas a estar bien, ¿sí? Ya estoy aquí contigo, no volverá a pasarte nada nunca más.

Sentí como su mano tocaba mi mejilla, y me sorprendí por lo suave y cuidadoso que era haciéndolo, a pesar de mis heridas. Conseguí cerrar mis ojos, sintiendo plena satisfacción ante su tacto, haciéndome suspirar.

Quería que siguiese haciendo eso por el resto de mi vida; nunca nadie antes me había tratado con semejante delicadeza.

Vi como hablaba por el teléfono y parecía desesperado.

—Espero que esto sirva —posicionó una servilleta frente a mi sangrienta nariz y respiré un fuerte olor que me hizo "despertar" de aquel especie de desmayo—. Dime algo, por favor.

Yo tragué duro, sintiendo más lágrimas en mis ojos—. Gracias.

Él me dio una sonrisa bastante triste—. No volverá a pasarte nada más, nunca, estoy aquí h siempre lo estaré.

Repentinamente, se levantó de haber estado arrodillado a mi lado y se agachó un poco.

—Te sacaré de aquí, ¿vale? No te preocupes, está todo controlado —me indicó.

Agarró uno de mis brazos y con suma facilidad me cargó en su hombro. Noté como su mano empujaba el filo de mi corta falda hacia abajo, para que no se viera así mi ropa interior.

Y comenzó a andar conmigo en brazos... alejándome de aquel cuerpo "inconsciente" que yacía en el suelo.

—No creo que quieras ir a tu casa —comenzó a hablar mientras íbamos por un lugar donde no había nadie—, así que si quieres puedes quedarte en la mía. No hay ningún problema con eso.

—Gracias —conseguí volver a decir.

Él sonrió sin yo verlo—. No es nada, Laurent.

El viaje en el coche era bastante tranquilo, incluso placentero; me sentí bastante libre en aquellos momentos.

Ya estaba más consciente al menos, ya podía razonar y pensar.

—¿Desde cuándo lleva haciéndote esto? —preguntó el pelinegro mientras conducía.

—Desde hace un año y algo... —respondí suspirando pesadamente.

El pelinegro me miró, mientras observaba la ventana del coche, viendo a través de ella el cielo estrellado.

—¿Por qué nunca pediste ayuda, Nathalia? —trató de preguntar sin soñar ofensivo.

—Me tenía amenazada... decía que iba a Camilla si contaba algo —expliqué—. No podía arriesgarme, el miedo me controlaba.

—Claro, lo entiendo —respondió asintiendo—. Tú... ¿lo querías?

—¿A Christian? —pregunté haciéndolo asentir—. Jamás, nunca.

Él volvió a asentir, y yo cerré mis ojos tomando un ligero descanso.

Sin yo enterarme, el pelinegro llamo a otra persona de nuevo.

—¿Fez? Tenemos que encargarnos de un asunto...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro