
004; 𝐑𝐄𝐕𝐄𝐍𝐆𝐄
VENOM — Ashtray.
004; ¡VENGANZA!
DESPERTARME FUE UNA decepción para mí; ver que seguía aún en aquella horrible realidad, donde ser escuchado y comprendido cada vez era más difícil; donde pedir ayuda parecía un acto de victimismo. Un mundo injusto, un mundo cruel.
—Levántate ya.— entró mi madre a mi habitación sobresaltándome y cerró la puerta fuertemente.
—¿Has cerrado?— pregunté irónica; sin embargo, mi pulso se aceleró cuando escuché sus pasos en dirección a mi cuarto.
—¿Qué has dicho?
Tragué duro negando. —Nada, mamá.
—Bien, hoy te preparas el desayuno tú sola. Yo se lo prepararé a Camille nada más, no pienso preparar el tuyo.— dijo fríamente.
—¿Por qué no me crees, mamá? Yo no hice nada malo, te lo juro.— traté de que fuera compasiva, cosa que fue totalmente al contrario.
—Y, según tú, ¿por qué me fiaría de ti? Te escapaste por la noche a una fiesta tú sola; ya puedo esperarme cualquier cosa viniendo de ti. No tienes mi confianza.
Ahí me callé, en eso tenía toda la razón. Me había escapado de casa por la noche, sin importarme lo que me podría haber pasado y mi madre ni siquiera enterarse de ello.
—Es cierto eso, mamá. Pero lo que contó Christian de Ashtray no es cierto.— mi voz era suave, tratando de evitar el hecho de que sí era narcotraficante.
Mi madre se cruzó de brazos. —¿De verdad que no?
—No, mamá.— hablé rápido esperanzada. —Sabes que siempre hay rumores, pero nada de eso es cierto.
—Está bien, me dejas mucho más tranquila al menos.— se relajó notoriamente. —Vístete que llegas tarde, te prepararé el desayuno.
Suspiré aliviada cuando la adulta dejó la habitación y se marchó escaleras abajo a la cocina. Había conseguido que el ambiente no fuera tan tenso como lo era usualmente entre ella y yo.
La melodía de mi móvil sonó, y en la pantalla vi el apodo con el que tengo agregada a Maddy.
—¿Sí?— pregunté acercándome el móvil a la oreja.
—¡Nati, mi amor!— exclamó energética la pelinegra a través de la línea haciéndome alejarme del móvil.
—Ey, Mads, ¿qué tal, cari?— le pregunté mientras me ponía a hacerme la maleta.
Ella suspiró cansada. —Nada, tía. Aquí esperando a que mi padre me lleve al insti, lo de siempre, ya sabes. ¡Vamos, papá, joder! ¡Mueve el culo, que llego tarde!
—No seas mala, no llegas tarde. El instituto no empieza hasta dentro de casi una hora.— reí divertida cerrando la maleta.
—Ya lo sé, tía. Pero me gusta ir media hora antes para verme con Nate un rato.— sonrió como una tonta hasta que se acordó de algo. —¡Oye! ¿Cómo fue con Christian?
—Ya me verás.— le contesté con una sonrisa triste mientras pretendía asomarme al espejo, me esperaba lo peor.
—Joder, Nat...
Me adentré a mi baño con incluso ansiedad de verle reflejada en mi espejo, debía estar horrible. Y así era.
—Dios mío, Maddy.— dije con la voz tan aguda como para poder romper un cristal y apunto de llorar como nunca. —Estoy destrozada.
Tenía una mejilla completamente morada, me dolía hasta para sonreír. Y luego, tenía múltiples heridas a lo largo de mis labios, con sangre alrededor de ellas.
—Esta vez se ha pasado, jamás me había dejado así.— lloriqueé con mis manos temblando. —Mi madre me acaba de ver, ¿cómo mierda no se ha dado cuenta?
—Todo el mundo piensa que es por el fútbol, Nati.— me hizo comprender la pelinegra. —Las heridas, piensan que son de tus partidos.
—Joder.— respiré hondo pensativa. —Muy bien, se acabó.
—¿El qué?— preguntó la joven confundida.
Terminé de vestirme para volver a agarrar mi móvil y seguir hablando. —No pienso ocultar más lo que me ha hecho, no me voy a esconder más.
—No entiendo lo que quieres decir con eso, Nat.
—Al instituto, no pienso ir maquillada ni con sudaderas anchas; voy a ir normal para que todo el mundo me vea, y me importa una mierda lo que piense o diga Christian, pienso vengarme.— y con aquello colgué la llamada sin ni siquiera despedirme de mi mejor amiga.
Salí de casa rápidamente después de desayunar en segundos, y enseguida tuve el presentimiento de que lo que estaba haciendo era una pésima idea; empezando por el hecho de que primero debía pasar por la tienda de un pelinegro y un pelirrojo. No tuve otro remedio más que entrar, debía comprar un desayuno para el instituto y para después del entrenamiento. Un adulto detrás del mostrador del establecimiento no pudo evitar esbozar una sonrisa bastante tierna al verme entrar.
—Hey, Nati.— saludó arrastrando algo las palabras. —¿Cómo has estado?
—Bastante bien, la verdad.— mentí. —Y tú, ¿qué tal, Fez?
—Ya sabes, negocios.— dijo algo malicioso.
Rodé mis ojos divertida y negué con mi cabeza. —Ajá, entiendo.
Me dirigí a varias estanterías y agarré una especie de bebida isotónica, para cuando hiciese deporte; acompañada de varias barritas de cereales energéticas y un paquete pequeño de Doritos picantes, mis favoritos. Escuché la puerta de una de las neveras a unos metros de mí abrirse, y mi respiración se entrecortó al saber perfectamente de quién se trataba, no creía que estuviera aquí.
—Hey.— saludó sin cortarse un pelo en quedarse mirándome, luciendo desconcertado .
—Hola, Ash.— me puse nerviosa y me acerqué al mostrador para enseñarle a Fez lo que iba a comprar.
—¿Qué te ha pasado en la cara, Nat?— preguntó el pelirrojo confundido.
El pelinegro estaba atento a ver qué respondía. ¿Mi plan? A la mierda, no me atrevo.
—Un partido de fútbol de ayer.— sonreí tratando de parecer segura.
— Oh, tienes que tener cuidado.— carcajeó negando.
—Sí, tienes razón.— reí aliviada, hasta que me di cuenta que Ashtray se había marchado de donde estaba apoyado mirándome. —Bueno, ¿cuánto es?
El pelirrojo me entregó lo que había comprado. —Invita la casa.
—No, Fez, siempre igual.— me quejé agobiada. —No puedo llevarme lo que quiera gratis cada vez que vengo. Son tres euros, ¿verdad?
El adulto asintió derrotado.
—Muchas gracias. Chaito.— me despedí con una sonrisa después de pagarle, para luego salir de la tienda.
Al pisar la calle, enseguida me envolvió el insoportable frío que hacía por las mañanas temprano en East Highland, haciendo que mis vellos se erizasen.
Mi brazo fue agarrado inesperadamente por alguien, que me pegó contra la pared sobresaltandome. El gesto no fue fuerte, aún así llegué a asustarme al pensar que era Christian.
—Eh, pelirroja.— era Ashtray.
Golpeé su pecho molesta alejándolo de mí.
—¿Qué mierda haces? ¿Perdiste la cabeza? Me asustaste.— traté de recomponerme.
—¿Por qué mientes a Fez?— preguntó cruzándose de brazos y dando unos pasos hacia atrás abalizándome.
—No sé de qué hablas.— agarré mi mochila confusa para continuar mi camino.
—Vamos, nada más hay que verte. Eso no te lo hiciste en ningún partido porque ayer por la tarde no lo tenías.— me frenó.
Suspiré agobiada refregando mi mano contra mi frente, que empezaba a sudar.
—Ashtray, para.— le pedí.
—¿Fue tu madre?— cuestionó.
Negué con la cabeza tratando de evadir el tema. —No fue nada ni nadie, no tienes de qué preocuparte.
—¿Acaso te has visto?— me señaló mi cara con su mano.
—Sí, lo hecho. Y no es la primera vez.— me estaba empezando a enfadar y no controlaba las palabras que salían de mi boca.
Su ceja se elevó con confusión. —¿Qué quieres decir con eso?
—Nada.— traté de alejarme de él de nuevo, cuando me frenó.
Su lengua mojó sus labios sin mirarme algo fastidiado.
—No hemos terminado de hablar.— dijo serio.
—Me da igual, yo sí.— escupí malhumorada. —Deja de presionarme.
—No te estoy presionando, me preocupo por ti. Eso es todo.— explicó tranquilo. —¿Me vas a contar o no?
Pensé unos segundos, pero para mí parecieron horas.
—No.— negué con algo de miedo recordando las palabras de Christian. —No puedo, lo siento.
Arrugó su rostro con confusión y en lo más profundo de sus ojos negros como la oscuridad y más fríos que el hielo, una emoción hacia mí que no me gustó absolutamente nada se reflejaba.
—No me mires así.— me quejé algo triste soltándome lentamente de su suave agarre.
—¿Así cómo?
—Como si te diera pena.— me alejé dando unos pasos hacia atrás dispuesta a marcharme. —No te preocupes, Ashtray, estoy bien. Gracias por preocuparte de todas maneras.
Él pareció aceptar derrotado y enseguida me di la vuelta para llegar de una vez al instituto.
—¡Hoy tengo partido a las seis, por si os queréis pasar Fez y tú!— exclamé involuntariamente al pelinegro que se disponía a entrar a su tienda.
Hizo un gesto levantando su mentón a lo lejos, como si asintiera no la cabeza. ¿Vendrían?
—
—Joder, Nat, eso tiene muy mala pinta.— me señaló el hematoma de mi mejilla, y luego mi labio partido. —Y eso tiene pinta de doler muchísimo.
Negué con la cabeza tratando de restarle importancia. —No es nada.
—¿¡Cómo que no!? Pero, ¿¡tú te estás viendo!?— exclamó fuertemente llamando la atención de varios jóvenes que pasaban por el pasillo.
—Cállate.— le advertí agarrándole la muñeca para frenarla.
Su rostro mostraba miedo y preocupación, acompañados de aquel sentimiento que tanto odiaba que la gente sintiera hacia mí, compasión.
—Nati, tienes que pedir ayuda y...— susurró con los ojos cristalizados.
—No puedo, Mads.— susurré con la voz entrecortada tratando de hacerle ver la gravedad del asunto. —Me matará.
—¿Qué?
Era imposible, pero juraba por Dios que escuchaba los veloces latidos del corazón de la pelinegra.
—Escúchame, no te preocupes, ¿vale?— apoyé mis manos en sus hombros tratando de parecer tranquila. —Ya estoy acostumbrada a esto, para mí es normal. Sé cómo lidiar con él.
—¿Segura?— preguntó.
—Segura.— mentí con una sonrisa mientras enrollaba mi brazo en el de ella, para luego cambiar de tema radicalmente. —Bueno, ¿qué clase tenemos ahora?
—Puf, tenemos Historia.— se quejó la joven al acordarse.
Suspiré pesadamente mientras cerraba mis ojos. —Y encima hay prueba.
—¿Qué? ¿Qué prueba?— frenó en seco.
—Sí, hoy era el examen de los mapas de Asia y África con capitales.— respondí encogiéndome de hombros confusa.
Maddy se soltó de mi agarre sintiendo que el aire le faltaba.
—No, Nati, no me digas eso.— pidió con voz aguda. —Se me ha olvidado, tía.
—¿Y?— pregunté riéndome. —Siempre puedes copiarte de la única pelirroja del instituto... no sé.
—Ouh, ¿harías eso por mí?
Sonreí como una tonta mirándola. —Sabes que sí.
—Espera, por lo de la única pelirroja... ¿te estás refiriendo a Mery?
—Vete a la mierda.— reí molesta mientras le daba un leve empujón hacia el lado.
Pasamos unos segundos en silencio mientras andábamos hacia el aula, ya que acababa de sonar el timbre indicándonos que debíamos ir entrando.
—Hablando de Mery,— comenté.— hoy juego contra ella.
—Pero si ella está en tu equipo del instituto, ¿no?
Negué con la cabeza divertida acordándome de la historia.
—Qué va, se cambió a otro cuando me eligieron capitana del equipo por 9 años consecutivos.
—Joder, la pobre. Le tuvo que doler eso.
Nos íbamos riendo ambas hasta que de repente un sujeto que robó mi respiración se puso justo delante de nosotras.
—Hey.— era Christian, y su mirada no cesó de mi cuando me vio.
—Hey.— respondimos a la vez.
Por la mirada del joven enseguida supe lo que quería.
—Oye, Mads. ¿Por qué no vas yendo a clase? Enseguida te alcanzo.— le indiqué con una falsa sonrisa tratando de ocultar mi temor.
La pelinegra hizo un gesto de confusión. —¿Sí? ¿Segura?
—Claro.
—Bueno, está bien.— aceptó. —Ahora nos vemos, Nati.
Cuando la joven estuvo lo suficientemente lejos de nosotros como para no poder escucharnos, el joven se giró hacia mí.
—Nati, Nati, Nati...— se rió mientras me observaba. —Se te olvidó la sudadera y el maquillaje por lo que veo, ¿verdad?
—No.— respondí tratando de parecer fuerte ante él. —No se me olvidó nada.
—Oh, claro que sí. No querrás que la gente se entere de todo, ¿no? ¿Pretendes eso?— mis vellos se erizaban con cada palabra que decía. —Porque sí es así sabes que lo pagarás muy caro, y no solo tú.
—Lo sé.
—Bien.
—Pienso vengarme, Christian. Algún día, quien lo va a pagar muy caro serás tú.— me armé de valor para plantarle cara. —A todos nos llega nuestro karma, tarde o temprano.
El rubio no esperó nada para agarrarme bruscamente del brazo y lanzarme hacia la pared del pasillo. Desgraciadamente, era la única zona donde no había cámaras de seguridad.
—Escúchame, Nathalia. Ni se te ocurra jugar conmigo.— agarró un puñado de mis pelos y los jaló hacia abajo. —¿Te estás enterando? Porque juro por Dios que como seas capaz de contar algo por ahí, te mato. Pero primero mataré a Camille, y tú no quieres eso, ¿a que no?
—No.— me culpé a mí misma cuando noté cómo mi labio inferior comenzaba a temblar a consecuencia del miedo. —Perdón.
—¿Perdón?— rió el joven. —Eres tan patética.
Apretó su agarre en mi melena haciéndome jadear por el dolor. Claramente estaba enfadado. Su otra mano ascendió a mi cuello, donde se enroscó robándome el oxígeno que necesitaba.
—Vamos, puta, defiéndete si puedes.— escupió riendo maliciosamente, haciéndome temblar.
—¿Qué hacen ahí?— la voz grave de un profesor que pasaba hizo que Christian me soltase rápidamente alejándose unos pasos de mí.
Volví a recuperar el aire tratando de no parecer exagerada, y así no llamar la atención del adulto.
—Profesor Ryan.— saludó Christian como si nada.
—Deberían estar en clase.— lo ignoró completamente. —Señor Jacobs, ¿usted no tenía un examen de probabilidad?
—Sí.— respondió asintiendo.
El hombre se cruzó de brazos. —Entonces, ¿por qué está aquí?
—Yo...
—Váyase ahora mismo. Tendrá suerte de que no le reporte al director.— ordenó serio,
—Sí, ya me voy.— ando rápido alejándose de nosotros.
El profesor segundos más tarde se giró para verme.
—¿Se encuentra bien?— me preguntó.
Asentí con mi cabeza fingiendo está bien. —Sí, perdón, ya vuelvo a clase.
—Espere.— me frenó. —He visto como el señor Jacobs tenía su mano enroscada en su cuello.
—Oh, no.— me empecé a poner nerviosa. —No es nada, no se preocupe.
—¿Segura? Puede contarme lo que sea, de verdad se lo digo.— se preocupó el mayor.
Aquel acto me provocó algo de ternura. —Sí, segura. Muchas gracias igualmente.
Y con aquello finalicé la conversación y me dirigí a clase, donde estaban apunto de hacer el examen.
La campana sonó e inmediatamente me levanté de mi pupitre. Había acabado las clases de aquel largo día por fin; aunque aún debía quedarme dos horas y media más en el instituto, por culpa del partido. Al acordarme de aquello no pude evitar sonreír, al menos haría algo que me gusta realmente.
—¿Vendréis luego?— le pregunté a un grupo de chicas situado al lado mía.
BB negó. —Qué va, Nat, me da mucha pereza tener que venir de nuevo.
—Serás perra.—escupí divertida mientras hacía una mueca de enfado fingida hacia la morena.
Esta se acercó a mi y depositó un beso en mi mejilla, algo raro viniendo de ella, la verdad. —Pues claro que vendré.
—Yo igual.— dijo Cassie. —Paso de estudiar para el examen de mañana.
—Muy bien.— celebré aplaudiendo. —¿Y vosotras tres?
Rue, Maddy y Kat asintieron con su cabeza dando a entender que también vendrían.
—Pero bueno, ¿desde cuándo me queréis tanto?— bromeé riéndome.
—Yo desde siempre, mi amor.— me abrazó la pelinegra balanceándose a mi lado cuando me agarró.
La rubia carraspeó de repente antes de hablar. —Oye, Nat, ¿puedo llevar a alguien al partido?
—Por supuesto, Cass, ¿puedo preguntar quién es?
—Oh, es mi hermana Lexi. No quiero que se quede sola en casa hoy por la tarde.
Yo asentí con mi cabeza sin dudarlo. —Genial, Lex me cae muy bien.
—Estupendo.— sonrió.
Anduvimos unos minutos más hasta que llegamos a la salida del instituto, donde a la izquierda estaba el gran campo de fútbol con sus largas gradas a los laterales.
—Bueno, yo me quedo aquí.— dije frenando.
Todas las jóvenes se giraron hacia mí y me envolvieron en un fuerte abrazo.
—Entrena bien para destruir a esas zorras.— habló Maddy.
—Eso.— animó Kat aplaudiendo. —Ganaremos esta final.
—Oh, ya veréis que sí.— respondí confiada, algo muy típico en mí cuando se trataba de fútbol.
—¡Vamos equipo! ¡Podemos hacerlo!— grité animando justo antes de salir al campo para jugar.
Estaba nerviosa, no podía negarlo; pero las ganas que tenía de hacer mierda a Mery ganaban.
—¡El equipo de East Highland!— nos llamó él.
Eso fue lo que nos faltó para salir al campo dejándonos ver por todos, quienes nos envolvieron inmediatamente en fuertes aplausos y silbidos. Mi mirada se desplazó hacia las gradas, donde siempre se solían poner mis amigas; y no pude evitar sonreír al verlas a todas allí justo como habían dicho. Junto a Rue estaba Fezco, y junto a este estaba Ashtray cruzado de brazos mirándome. No pensé que fuese a venir, nunca lo había hecho. Eso hizo que sintiese algo extraño por mis adentros, ¿qué era?
—¡Capitanas!— nos llamó el árbitro. —¡El sorteo!
Di un paso adelante para aproximarme a él, y no pude evitar reír ligeramente al ver como Mery hacía lo mismo, ella también era capitana.
—¿Cara o cruz?— preguntó el hombre.
—Cara.— respondió ella.
—Cruz.— dije yo.
Este asintió y lanzó la moneda para que esta cayese en el césped del campo. Todo el mundo esperaba para ver los resultados.
—¿Qué te pasó en la cara? ¿Te caíste?— rió la rubia maliciosa.
—¿Qué te pasó a ti? ¿Tuviste que cambiarte de equipo porque siempre fuiste la sombra de la capitana?— contraataqué haciendo que su semblante se cambiara totalmente.
El grito del árbitro nos interrumpió. —¡Cruz!
—¡Bien!— celebré susurrando.
—¿Campo o pelota?— preguntó el adulto.
—Aquel campo.— señalé a una de las mitades en donde un gran foco no alumbraba.
Mery rió haciéndome ver estúpida. —Idiota, en la segunda mitad te tendrás que poner en frente del foco y te cegará igualmente. Elegir pelota era la mejor opción.
Yo sonreí mientras me alejaba. Este año que entrene aquí, descubrí que el foco aquel cegador disminuía su potencia a partir de las 6 y media; por lo que cuando jugáramos frente a él, no sería tan insoportable como lo es ahora.
—Será imbécil.— reí para mis adentros hasta llegar a mi posición en el campo.
Esperamos varios segundos a que el otro equipo también se colocara y empezara sacando. Esto iba a estar bueno.
En la primera mitad, marcamos Kay y yo. Íbamos 2 a 2, porque también marcaron Mery y una más de su equipo. Quiero añadir, que el árbitro estaba un poco comprado.
—A Gina, después a Len y después a mí para portería.— le indiqué a mi equipo la jugada que tenía pensada, a lo que este respondió. Sonreí perversamente mientras miraba a las contrarias. —Hoy no me apetece prórroga.
Quedaban solo 10 minutos antes de finalizar y seguir con la prórroga. El balón fue hacia Gina, la morena lo controló fácilmente e hizo un pase para Len, tal y como habíamos planeado.
—¡Bien, bien!— aplaudí mientras corría para situarme algo más adelante. —¡Vamos, Len!
La pelinegra me miró y pasó el balón rápidamente, este llegando a mis ágiles pies. Varias jugadoras del otro equipo se aproximaron a mí con intenciones de quitarme el balón, y no de la mejor manera. Respiré y volví a pasársela a Len, y con solo una mirada le dije que yo subiría lo que más pudiese. Esta asintió y eche a correr como nunca hacia la portería; pero justo cuando la pelinegra me pasó la pelota de nuevo, un sujeto me embistió como un animal y me dio un fuerte codazo en la boca. Justo en la zona donde tenía la herida de Christian.
Esta se abrió escociéndome, y noté como la sangre se volvía un río bajando por mi barbilla. Toqué con dos dedos suavemente y ver el líquido rojo cubriendo completamente aquellos me hizo marearme. Los gritos de la gente no ayudaron.
—¡Eh, árbitro! ¡Eso es penalti!— no sé como fui capaz de escuchar la voz de la pelinegra desde las gradas.
—¡Árbitro, comprado!— gritó Ashtray furioso sacando el dedo de en medio sorprendiendo a todo el mundo
Levanté la cabeza y miré la escena. Mery llevaba el balón y trataba de llevarlo al medio campo de nuevo, alejándolo de su portería.
Aquello fue como un brote de energía que sentí. A pesar del mareo, me levanté inmediatamente y eché a correr hacia la rubia. Se sorprendió al verme de nuevo a su lado; y simplemente con un movimiento mío de pies, hice que el balón pasara por encima de nosotros y fuera recuperado.
—Dos minutos de tiempo añadido.— indicó el comentarista. —Pasarán a prórroga si nadie marca.
Hoy no me apetece prórroga. Recordé mis propias palabras.
Corrí con el balón lo más rápido que pude, todas las contrarias venían a por mí.
—¡Max!— llamé su atención pasándole el balón.
La joven se la pasó a Lydia, y esta última me la volvió a pasar a mí. Di un vistazo rápido a la portera, quien lucía nerviosa. Pateé el balón lo más fuerte y preciso que pude.
—¡Gol de East Highland!— exclamó el comentarista. —¡La capitana salva a su equipo de ser los segundos!
Todo el mundo se levantó eufórico mientras aplaudía y gritaba. Mis compañeras de equipo vinieron corriendo y nos abrazamos fuertemente.
—¡East Highland se proclama ganadora de la Liga de Fútbol Femenino entre institutos!
En tu cara, Mery.
Me acerqué a ella sigilosamente. —¿Cómo se siente?
—¿El qué?— dijo confundida y de mala gana.
—Perder, perra.— reí maliciosamente. —¿Cómo se siente ver que sigues siendo mi sombra, igual que hace años?
—Eres una hija de puta.— escupió levantándose pareciendo que quería pegarme.
En ningún momento retrocedí, es más, me acerqué a ella del mismo modo.
—Te jodes.— y tras aquello que dije, la rubia me dio otra fulminante mirada y marchó.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro